BIBLIA Y EVOLUCION.Diálogos en la Justicia.
Parte I : Nacimiento-evolucion-Maduracion. Individual de la Especie.

Sección III: EVOLUCION LABORAL.

TEMA II 2:DIÁLOGO
DEL "EL EMPRESARIO Y SU ACCION DEL DR.CARLOS LLANO C."
CON EL LABORISMO GREMIAL EVOLUTIVO

=LABORISMO GREMIAL =LABORISMO EVOLUTIVO=Evla
=EVOLABORISMO Evlo

Parámetros morales en la empresa de hoy. Actual énfasis sobre las cuestiones éticas.Exposición histórica.

q1.EL EMPRESARIO Y SU ACCIÓN
Recientemente ha adquirido singular relevancia el tema de la moral de la empresa en las escuelas de negocios, en las que hasta hace muy poco tiempo y sin justificación se le había soslayado. Llama la atención observar cómo entre las principales tendencias que ocupan a la enseñanza para empresarios se destaca el entorno moral y la responsabilidad social de la empresa, y esto ocurre paradójica y especialmente en Estados Unidos. En un estudio publicado por un grupo de profesores de la Florida International University, fundamentado en el juicio de los principales decanos de las escuelas de negocios y administración de nuestro país vecino, en Latinoamérica y Europa se perfilan dos intereses genéricos fundamentales: la preocupación por el aspecto técnico, que se refleja en la importancia de las áreas de informática, análisis cuantitativo y programas y, destacándose por encima de éste, el interés especializado por el aspecto humano, reflejado en las áreas social y ética de la empresa. El actual énfasis que se imprime a las cátedras sobre estas áreas es fruto de las nuevas exigencias que plantea la organización de los negocios y quizá sea una respuesta que apunta a corregir las engañosas subordinaciones del hombre bajo la técnica y de la persona bajo el capital, que han dominado en nuestro siglo.
En el terreno de los hechos, hasta hace algunos años, moral y empresa se consideraban términos inconexos, e incluso excluyentes, y se omitía de forma pertinaz abordarlos en conjunto. Hoy, por el contrario, reunir ambas realidades se ha convertido en una necesidad básica para la estabilidad de la vida social de cada país, no sólo de México, aunque aquí conviene además como una necesidad apremiante. Antes de introducirnos en el análisis acerca de seis parámetros observables dentro de la organización para determinar su nivel de madurez ética o el grado de su despreocupación por ésta, precisaremos algunos conceptos generales relacionados con el tema que nos ocupa.
q1: LABORISMO GREMIAL EVOLUTIVO: Evolaborismo/ Evlo(a):. q2..EL EMPRESARIO Y SU ACCIÓN Precisiones éticas
Primero, nuestro propósito es cambiar, para bien, la actitud del director de empresa. No elaboramos una descripción detallada y precisa acerca del comportamiento de los individuos dentro de la empresa con meros fines especulativos; pretendemos, además, procurar un cambio cualitativo en el empresario y en los demás miembros de la organización: que en la empresa concurra a su mejoramiento moral. En el terreno de la ética se exponen las cuestiones no sólo con un objetivo teórico - no sólo por el natural deseo de saber, que tanto enriquece por si mismo al hombre-, sino sobre todo con una inquietud perceptiva sobre el comportamiento de la persona. Es decir, no basta describir al hombre como un animal racional y así señalar el ser esencial del hombre; hay que detallar las reglas -prescribir el deber ser- por las que cumple con esa naturaleza, la cual se constituye más como un proyecto que como un factum. Sólo describiendo objetivamente al hombre descubro la pauta según la cual ha de comportarse; de igual manera no puedo prescribir el comportamiento moral de las empresas si antes no señalo qué y cómo son éstas. Por ello en el presente texto profundizamos acerca de seis trazos básicos que delinean el trabajo de la organización aspirando a lograr consecuencias operativas en los individuos que la componen, porque, parafraseando a Aristóteles, diremos que en los asuntos de la vida práctica no sólo queremos saber qué es la virtud; queremos ante todo ejercerla plenamente.
EVOLABORISMO: ¡Si es racional, ¿es humano?? ¿los animales que tienen cerebro no razonan, o los ángeles?! O, como propones el Evolaborismo, es la moráldika la diferencia espécífica con los animales premoráldikos.

Afirma el EVLA: que los animales tienen cerebro y los usan unos más que otros; como los humanos. El Evla sostiene con Charles Darwin apoyado en el Génesis.1 que la característica moráldika/ justicia/ deber, es la diferencia específica del humano con los animales, contraria a la clásica diferencia específica de la racionalidad, heredada de Aristóteles, que aún comulga el Dr. Llano y que tantas falacias provoca y a tantos errores conduce, incluyendo, claro esta, en su conducta empresarial.

Contrarrestando el juicio de Aristóteles de la racionalidad, los animales tienen cerebro y lo usan, con distinto grados evolutivos de efectividad. El Evla refuta la argumentación: ¡si no es racional, no es humano! ( y los niños, o los privados de razón/impedidos; y, los animales superiores que razonan) y con el mismo argumento refuta la primacía de sólo los resultados -aunque muy racionales- y afirma: ¡si no es moráldiko no es humano!-

El humano en ningún momento deja de ser un ser moráldiko y por tanto en lo profesional, el empresario, que no es sino eso, un profesional más dentro del árbol de las profesiones, nunca deja su comportamiento de estar regido por la dikética (del gr. ética=costumbres, diké= justicia). La dikética -en el juicio y en la acción-.

q3.EL EMPRESARIO Y SU ACCIÓN
La segunda precisión se refiere al hecho de que la moral se define por aquello que depende de la voluntad del hombre, y lo que no cae en el ámbito de la voluntad carece de calificativo moral y no es imputable a ningún sujeto. En este punto radica la importancia de las decisiones de los individuos para una buena orientación ética de la empresa: la moralidad de ésta depende exclusivamente de la libertad de sus hombres, a diferencia de otras variaciones de factores mercantiles que se producen por accidentes fortuitos y externos a la organización misma. Por ejemplo, los cambios que se perpetran en el entorno político dependen más de circunstancias exógenas a la empresa que de la voluntad de los sujetos que los padecen; la inestabilidad de la economía mundial, la baja en el precio del petróleo, las declaraciones de algún mandatario, o diversos tipos de desastres naturales que nunca se pronostican, prevalecen sobre nuestros propios esfuerzos personales por cambiar de rumbo. Las fluctuaciones políticas y económicas que atravesamos se escapan ya del completo dominio de nuestro actuar libre, aunque no por ello desaparecen las responsabilidades, que se imputan más a unos individuos que a otros. De alguna manera todos estamos involucrados en los problemas globales que nos atañen, pero hay quienes pueden estarlo más directamente que nosotros. Hablamos por ello de "'esferas de circunstancialidad", sin embargo, éstas, en tanto que son exteriores a la persona, van en alguna medida más allá de los límites de su voluntad y, en consecuencia, de la moral.

En materia de comportamiento humano, nadie ha de tomar la decisión última fuera del protagonista de los hechos; de ahí deriva la profunda dificultad de los cambios morales, porque hacen exclusiva referencia a la intimidad de la persona, y no a mecanismos o factores externos que podamos manejar por medio de alguna técnica, ni por el decreto de ningún gobierno, ni por la coacción de ninguna contraloría. Afirmamos, pues, que la situación de nuestra empresa puede calificarse de buena o mala moralmente en concordancia con las decisiones que tomemos respecto de ella, y que las mejoras de la empresa en este aspecto provienen a su vez de las mejoras en nuestro propio comportamiento voluntario.
EVOLABORISMO: En el prólogo se ha advertido en contra del genérico, ‘empresa´, como parapeto falso para evitar los juicios personales moráldikos: actuación en intención y acción en la justicia. Queremos también alzar la guardia contra el genérico "capital", que tanto diluye responsabilidades, cuando se trata de los ahorradores, inversionistas/ accionistas o administradores de los capitales de ellos, sujetos también a la moráldika.

El Evlo afina el concepto de la moral diciendo que no todos los actos libres caen en la moráldika sino sólo los que se refieren a la justicia, ya sea consigo mismo, ya sea con los demás, Si yo uso de mi libertad común con los animales premoráldikos de ir o venir, comer o no comer, y descansar o retozar o no, son actos libres pero no dikéticos. Estos se refieren ha hacer daño/ maldad a uno mismo o a los demás, sean consumidores, empleados, accionistas, competencia, fisco, sociedad.

q4.EL EMPRESARIO Y SU ACCIÓN
La tercera precisión se refiere a que hay una sola ética, y no existen una ética de la empresa y otra de tipo personal, como suele suponerse. En contra de tales esquizofrenias sostenemos que existe solamente la ética: lo que es inmoral en el hogar es inmoral en la oficina. Tomando en cuenta esta unidad global de la ética podemos aclarar dos asuntos en los que se confunde comúnmente el empresario. Por un lado, la moral es de carácter objetivo y universal, porque emana de la naturaleza del hombre: de esta manera es válida para todos los individuos, y resultaría falso considerarla relativa para cada uno de ellos (hacerla a mi gusto: tantas moralidades como personas en el universo). Aunque nuestra conciencia está enclavada en una circunstancia concreta, no por ello la moral se relativiza ni se torna subjetiva.

En todo caso, esa circunstancia concreta me obliga a analizar determinados deberes morales absolutos para ver cómo debo cumplirlos y disponerme en tal situación. Los deberes morales son absolutos pero se adaptan a las circunstancias personales; no son inflexibles. Como hombres y como empresarios nos dejamos frecuentemente llevar por una presunta importancia ante obligaciones exigentes cuyo cumplimiento se antoja superior a nuestro alcance: con tal presentimiento, preferimos prescindir de toda obligación moral, bajo el simplón adagio liberal business is business. Es verdad que en determinados ambientes resulta casi imposible un buen comportamiento moral, pero esta imposibilidad debe distinguirse de la cancelación de toda norma moral, con vistas a obtener beneficios en nuestro negocio.

Por otro lado, para no mezclar ni oponer interferencias a nuestro oficio decimos recurrentemente que, en lo mercantil, somos amorales, de la misma forma que nos calificamos de apolíticos (dejando a un lado ahora que la política, en su sentido amplio, es también una de las dimensiones más propiamente humanas). Cuando decimos que somos amorales profesionalmente nos estamos declarando en el fondo incompletos; suponemos entonces que la moral se refiere a una lista de preceptos religiosos o barreras en la conducta que nada tienen que ver con Ios negocios ni con nosotros en tanto que funjamos como negociantes. Y esto significa situarse al margen del buen comportamiento: no hay acto humano, por aséptico que sea, que escape a las connotaciones éticas de bondad o malicia: la supuesta amoralidad es verdadera inmoralidad. Como dijimos, donde entra en juego la libertad -y en los negocios está muy presente-, ahí juzga la ética.
EVOLABORISMO: Al declarar el Evla como diferencia específica entre los animales y los humanos la dikética, facilita la comprensión de la conducta humana. No es cuestión sólo de decisiones que indica el razonamiento ni muchas veces la eficaz intuición del profesionista empresario. La claridad moráldika de un juicio profesional empresarial se alcanza más eficazmente, considerándolo, como en lo jurídico, como una decisión alcanzada entre un equipo (la dikética tiene relación con lo jurídico, aún cuando no identidad). Con el juicio colectivo -de jueces y/o jurados- se logra iluminar los casos obscuros: la jurisprudencia. En lo moráldiko empresarial hay puntos obscuros. Por eso esa insistencia del Evla de propugnar por la vuelta a los Gremios Profesionales, que desde el principio de la humanidad han regido la conducta humana laboral (Génesis) y que en toda la evolución humana han tenido relevancia social hasta que fueron suprimidos en la era napoleónica, hace apenas doscientos años (substituidos en algunas profesiones por los llamados sindicatos, reduciéndolos a simples organizaciones de ataque-defenza). En ellos siempre hay comitées de ética (costumbres válidas colectivas) que pueden extenderse a la dikética (costumbres de bondad, maldad= justicia).

q4.EL EMPRESARIO Y SU ACCIÓN
La moráld incide cada vez más y con mayores acentos en los negocios, y la regla del business is business, tan usual desde el mercantilismo del siglo XVIII y que se ha sofisticado simultáneamente en modalidades sutiles y complejas, se derrumba por el peso de una crisis que ella misma provocó. El traslado hacia la nueva tendencia moral en los negocios puede considerarse relativamente repentino, pero ya se anunciaba señalado por signos claros.

"Estamos ante un deslizamiento de la empresa desde el área de la técnica al área de la cultura: es más, ante el tránsito de la consideración de la economía como una ciencia natural, a la consideración como una auténtica ciencia humana (en el sentido de science humaine o moral science.)

Un poco de historia

  • Hacia 1930, el hombre de empresa se distinguía por ser un individuo "duro" de espíritu y aun de facciones rígidas; su estilo de dirección se apoyaba en la fuerza inflexible de su carácter, que consistía en aplastar sus sentimientos personales y los sentimientos de los demás.
  • Una de sus características principales era la ausencia de heart feeling. Se prohibía a sí mismo cualquier tipo de debilidad, y no daba lugar a la debilidad de los otros.
  • Por los años cuarenta ocurre un curioso fenómeno de ablandamiento debido a los hallazgos de una nueva ciencia en torno a la empresa: los estudios de las relaciones industriales pretenden suavizar la dureza que regía en la década anterior. No se trataba de no ser autoritario, sino de no parecerlo: surgía la necesidad de un buen trato con vistas a la eficacia de la organización.
  • Después de la Segunda Guerra, la empresa se divide, más drásticamente, en sus áreas funcionales; es una época ávida de expertos específicos. Las organizaciones mercantiles solicitan especialistas en finanzas, comercialización, producción, etcétera, y adquieren importancia los perfiles de puesto y los estudios de mercado.
  • Pero más tarde, por los años sesenta, las organizaciones se descentralizan por un lado, y se constituyen en holdings por otro: no se emplea ya tanto a los especialistas como a los estrategas. Los funcionarios de las diversas áreas reportan a sus directores divisionales, quienes a su vez se coordinan con la dirección corporativa para elaborar un plan general. Se pretendía conjuntar en un gran armazón las ventajas de las diversas técnicas especializadas que se habían implantado antes.

    Con todo, el gigantesco plan global llega a ser insuficiente por sí solo para posibilitar el crecimiento. Se requiere el trabajo de los integrantes de la empresa, que se habría de lograr mediante una palabra mágica: la "'participación". Esta nueva modalidad en la dirección de la empresa guarda varias connotaciones psicológicas: el lugar común hace suponer que mediante la participación en los intereses corporativos el subordinado mostrará una mejor disposición para trabajar.

  • La participación se convierte en el leitmotiv. de las organizaciones a partir de 1970, paralelamente a la sofisticación creciente de la tecnología en la comunicación.
  • Pero esta modalidad preanuncia ya un importante aspecto ético: porque la participación del hombre en las líneas rectoras de su trabajo, bien orientada, responde a su condición humana y a su personal dignidad.
  • En Ios principios de nuestra década, en la fértil literatura del management se pronosticaba ya el énfasis sobre la preocupación social de la empresa, la cual no podía seguir considerándose como una entidad aislada de su contexto, con exclusivas finalidades mercantiles; se hacía necesaria su injerencia en las cuestiones sociales, cada vez más complejas y con crecientes influjos recíprocos. Las organizaciones mercantiles reciben las demandas de la sociedad y han de cumplirlas responsablemente.

    Sin embargo, esta tendencia no ha resultado la única dominante. Tal literatura pronosticaba para 1990 la atención sobre las cuestiones éticas de la empresa: en ese momento futuro se tendrían que dirimir las responsabilidades de los empresarios frente a sus propios actos, frente al público consumidor y frente al Estado. Pero este proceso se ha venido a anticipar inesperadamente.

  • El 29 de abril de 1979, Derek C. Bok, Presidente de la Universidad de Harvard, planteó en su informe anual la necesidad de reestructurar la Escuela de Negocios (Harvard Business School, HBS), debido a que la empresa contemporánea exige directores con nuevas peculiaridades, muy distintas a las que exigía cuando se fundó la HBS en 1905.
  • La complejidad de las organizaciones se acrecienta por la multifacética presión externa, de manera que a las variables que surgen de Ia diversificación de productos y servicios se aúnan las restricciones y regulaciones estatales en el comercio o en el medio ambiente, que han de ser conocidas con detalle por el empresario para que él forme también parte de la dinámica socioeconómica.
  • Las exigencias del director han cambiado, observa Bok, por esa razón la HBS debe adecuar su metodología para continuar formando verdaderos directores a la altura de las nuevas tareas y obligaciones de la empresa.

    Bok señala cuatro cuestiones de suma importancia que la HBS -y nosotros las haríamos extensivas a toda escuela de negocios y a todo negocio- ha de contemplar en sus enseñanzas:
    a) Análisis de los objetivos de la empresa
    b) Ética en el logro de esos objetivos
    c) División y deslinde entre la jurisdicción del Estado y los asuntos que competen directamente a la organización privada
    d) Consideración de alternativas para velar por los intereses del consumidor

    Estos planteamientos resultan extraordinarios si tomamos en cuenta que Harvard posee una herencia liberal, que se refleja acentuadamente en la enseñanza para altos directivos. Al mismo tiempo, esa universidad se ha caracterizado por sus actitudes ideológicas amplias, por su posición crítica ante los graves asuntos sociales y, en general, por su postura de vanguardia.

  • Ahora aparece de nuevo a la vanguardia, aunque no acierta del todo en el punto clave. Bok propone un cambio decisivo en la metodología -el método del caso- y la compaginación, por parte de los profesores, de la investigación teórica con la docencia práctica.
  • Sin embargo, esto no parece suficiente; las cuatro cuestiones planteadas apuntan hacia soluciones todavía más profundas, pues se refieren a problemas éticos que se resolverán sólo en la medida en que se afronten abiertamente como tales.

    Con anterioridad a este importante hecho, se habían publicado obras importantes sobre el tema que tuvieron significativa incisividad en la conducta moral de las empresas; eran preanuncios pálidos de esta permanente pero hasta hoy solapada tendencia de la empresa. En 1940, Rensis Likert publica Moral and Management. Diez años después, del prestigiado sociólogo Katz salió a la luz en la Harvard Business Review, quizá la más liberal de todas las publicaciones sobre negocios, un articulo que marca un paso decisivo: Los valores personales y las decisiones. En esa misma línea aparecen otros resultados referidos a la ineludible controversia sobre los valores personalmente sustentados por los directores de una empresa y cómo afectan a su estructura y a las decisiones que se tomen sobre ella. Y, ya de manera definitiva, Keneth Andrews publica en 1969 Hacia el profesionalismo en la dirección de los negocios, una obra que en muy pocos años se ha convertido en clásica dentro de la literatura de la empresa. Ahí expone Andrews la tesis revolucionaria de que la dirección de negocios no puede recibir el calificativo de profesional mientras no acepte un código ético que sea independiente y se halle por encima del mando máximo de la empresa, de forma que el director de ella deba respetarlo de manera absoluta.
    EVOLABORISMO: El Dr. Llano al referir la historia de la empresa moderna expone una descripción de su evolución hacia un ascenso en el espíritu: de infante (autoritaria) niña (complaciente) adolescente (participativa y por tanto ética). El Evla aclara que todas las evoluciones, la personal, la familiar, la de la humanidad, la del universo, y, por supuesto, la de la empresa, pasan por los mismos períodos: de niños a adolescentes, a adultos y a su fin/principio. No queriendo decir con esto, que el proceso sea determinista, y siempre se logre ni tampoco como se logre. Puede no llegarse a adulto. La evolución tiene que darse ascendente o fracasar pero luego sigue el cambio/ renacer.

    q5.EL EMPRESARIO Y SU ACCIÓN
    Pero ni Derek Bok, ni Likert, ni Katz, ni Andrews constituyen un movimiento aislado. La génesis y el crecimiento de la preocupación por la moral desde dentro de la empresa misma es fruto de una corriente poderosa pero subterránea, de la que ahora, hace muy poco tiempo, hemos podido percatarnos gracias a los estudios del sociólogo Wright Mills. Mills afirma que los valores morales de lo que él llama las antiguas clases medias de Estados Unidos, que durante más de cuarenta años se encontraron a la defensiva, empiezan a rebrotar, como plantas que hubieran estado cubiertas por la nieve. Según Mills, estos valores morales son: honradez, laboriosidad, altruismo, mentalidad cívica, práctica religiosa y autocontrol o disciplina personal. Todos ellos se derivan de la tradición cristiana en general, y aunque algunos opinan que se viven más acusadamente entre los protestantes, MichaeI Novak señala que su origen y auténtica expresión se halla con igual fuerza en la Iglesia Católica. Esta clase media de antaño, forjada con vigorosos valores morales, se definía como la clase de Main Street, aludiendo a las calles de los grandes comercios. Pero a este grupo de hombres de negocios se añade ahora lo que ha cristalizado con el nombre de los Main Street del Oeste. Los valores de la antigua clase media han resurgido, curiosamente, en el Estado de California, y contribuyeron -no poco, como se sabe- a la reelección de Reagan como Presidente de los Estados Unidos. Este resurgimiento de los valores morales no proviene de un grupo homogéneo y compacto, aunque guarda estrecha relación con lo económico. Va desde el llamado Grupo para la Mayoría Moral, del Reverendo Jerry Falwell (que mezcla el activismo religioso con el patriotismo americano clásico), hasta el Instituto Hoover de Stanford University partidario de la austeridad fiscal, consecuente con la moral parca, frugal, de Main Street. Lo cierto es que los economistas importantes ahí son Hayek -maestro de Margaret Thatcher-, Milton Friedman y, especialmente, Irving Kristol, hoy famoso profesor que se ha cambiado a las filas llamadas conservadoras, decepcionado de los grandes problemas económicos. En consecuencia, John K. Galbraith pierde puntos rápidamente.

    Hablar del entorno moral presente y futuro para la empresa requiere de un cuidadoso rigor. Puedo decir con seguridad que hasta ahora no se ha elaborado un análisis serio, conceptual, de la situación moral de las empresas. Aún está pendiente tal estudio. Lo que se expone a continuación muestra sólo un esquema que tal vez pueda utilizarse en la gestión directiva para discernir algunos puntos cruciales acerca de la responsabilidad de la empresa frente a si misma. Me he servido de seis parámetros, polarizándolos drástica y, quizá, injustamente en dos grandes bloques: los valores que podríamos llamar ascendentes, aquellos que convienen a las potencialidades del hombre concebido al modo aristotélico y cristiano, y que amplían y elevan la dimensión de la persona humana, a diferencia de las posturas morales que llamaríamos reductivas, Ias cuales, -cuando se absolutizan- contraen esas posibilidades: si no las anulan por completo, las encogen o minimizan. Estas últimas posturas son los valores que prevalecen en la empresa contemporánea, por lo que las calificamos de valores dominantes. Por otra parte, las cuestiones morales de la empresa se muestran patentes en casi todos los actos que ella realiza, y pueden estudiarse bajo parámetros de muy diversa naturaleza. He seleccionado aquellos que me parecen fundamentales para determinar su capacidad ascendente o la incidencia de los valores dominantes: la finalidad de la empresa, coincidiendo con Ia primera directriz de Bok; las tendencias humanas que alienta, en donde recurrimos a conceptos fundamentales de la escolástica clásica; la definición de sus estrategias, las cuales pueden atenerse preferentemente a las consecuencias o a los principios; el tipo de efectos (primarios o secundarios) que la empresa tiene especialmente presentes en su acción; la línea que sigue en el desarrollo de las personas que la constituyen: rango o vertical versus inclusión u horizontal; y, por último, la actitud que propicia frente a los impulsos espontáneos del hombre: satisfacerlos o dominarlos. Estos parámetros representan, a nuestro juicio, las líneas maestras que trazan el perfil ético en la empresa actual. Al tomarlos en cuenta o ignorarlos se juega la estabilidad o el desmoronamiento de nuestro propio oficio. Este esquema es el fruto de una investigación conjunta, realizada con Alejandro Llano, del Seminario Permanente Humanismo y empresa, de la Universidad de Navarra, y ha sido publicado en su obra La nueva sensibilidad a la que remitimos como un marco panorámico -escenográfico, lo califica su autor-, complementario del presente capítulo.
    EVOLABORISMO: En los principios/ fundamentos del Evla, ya enumerados, se aclaró que la moráldika es materia exclusiva de los individuos humanos y que frecuentemente éstos buscan declinar su responsabilidad moráldika usando el "colectivo".

    La evolución de la empresa ya sea pública de los gobiernos y/o privada, el Evla la hace derivar del funcionamiento y estructura de la organización familia/ reino, familia/ res (familia que abarca, según el centro/ autoridad responsable más o menos espacio hasta alcanzar la del reino de Dios). El humano siempre se refiere a sus orígenes tanto en lo personal como en su vida de relación. En esa evolución de la familia/ res, desde su inicio hasta la madurez de adultos (todos acaban en la muerte), se estructura inicialmente el autoritarismo y el comunismo -compartición de los bienes materiales-, y, si la evolución es sana, se llega en la adolescencia de la prole a una democracia y gobierno colectivo con la inclusión en las decisiones de gobierno de esa misma prole. La humanidad sigue ese mismo proceso, el Evla considera que, en el evocontinuum de finales del segundo milenio, está llegando la humanidad a la Edad de la Adolescencia. En la empresa sucede una proceso similar que está descrito por el Dr. Llano en lo anterior. El Evlo considera que la moráldika está regida por ese mismo proceso evolutivo: no se tiene la misma responsabilidad moráldika a los seis meses que a los catorce o a los sesenta. Sin embargo, el Dr Llano, hace ausencia del proceso ascendente en la evolución del desarrollo de la empresa que tiene lugar en Japón y Korea, que ha ascendido a la concepción superior de la empresa como una familia/reino y por tanto está en mejor posición para que penetren en los de la empresa los principios moráldikos, pues con la equiparación de la empresa a la familia/res se pueden seguir mas fácil la madurez adolescente de la misma: autoridad, con decisiones generalmente por consenso elaboradamente obtenido; respeto por la opinión/ juicio de los dirigidos (células de decisión), y la hermandad: (permanencia de por vida en el trabajo, empresa/familia/res, en las buenas (abundan utilidades) y en las malas -como en toda familia-. Cuando el trabajo escasea son los mismos directivos (profesionales económicos) los que deben "inventar productivamente" nuevas ocupaciones y por tanto nuevos negocios, quitando esa carga que los occidentales dejan vacuamente a sus gobiernos. Esta doctrina es atacada continuamente en Estados Unidos como atraso a la evolución siendo que es un avance en la dirección adecuada: la humana/ moráldika. Una etapa superior el Evla la coloca en los Gremios profesionales.
    q6.EL EMPRESARIO Y SU ACCIÓN LA FINALIDAD DE LA EMPRESA
    Actualmente, tal vez por la enorme influencia del liberalismo manchesteriano, la finalidad en la empresa suele ser más la ganancia que el servicio. Se sigue una marcada tendencia mercantil, marginando su honda potencialidad social. Ciertos sistemas económicos han levantado una oposición antitética entre ambas finalidades: el socialismo -tanto el que Marx Ilamaba "utópico" (anterior al suyo propio), como el que llamaba `'científico" (el suyo propio, que también es utópico)- pugna a favor del servicio de modo excluyente y por encima del beneficio económico, de la ganancia, de modo que en tal doctrina la plusvalía y las utilidades llevan el estigma de la culpabilidad, enarbolándose la generosidad y el trabajo como excelsas virtudes sociales -no tanto por el engrandecimiento que otorgan al individuo, sino por sus presuntos rendimientos comunitarios. Pero esta moda intelectual puede a su vez agostar las iniciativas individuales, ya que no es fácil sostener por si mismo y sin ninguna retribución el impulso hacia el servicio. En cambio, el antiguo liberalismo capitalista, que extiende su fuerte influencia hasta nuestra época, señala que el empresario o, para decirlo con más precisión, el negociante, no ha de albergar ninguna preocupación por el servicio, pues su único pensamiento ha de centrarse en eI acrecentamiento de sus utilidades: ganar cada día más. Pero esta manera de pensar resulta también insostenible, porque engendra un ambiente hostil y de cruda competencia, como está bien a la vista. EVOLABORISMO: La disyuntiva que enuncia el Dr. Llano, es verídica, pero parcial. El Evla, considera que la actuación social es un reflejo de la actuación en las familias individuales/ concretas que la constituyen: -una familia/reino ampliada-. En el proceso de evolución en una familia/ res, sana/ ordinaria, el socialismo, el llamado utópico (aunque las utopías realizadas son el progreso: Oscar Wilde) de Saint Simon y Owen, que, fundamentalmente consiste en equipos cooperativos de trabajo con afán de servicio, y aún el científico de Marx: repartir el fruto del trabajo colectivo -por el padre/ gobierno-(sin quedarse el padre-repartidor con la mejor parte, como en los Comunismos reales), son una etapa sana y real en las familias en las que todavía hay infantes o menores. Ese espíritu de servicio sin resultados económicos se atribuye más propiamente a la madre y no al Bread winner. Al crecer éstos, cabe/ debe evolucionar la estructura de la familia, -cuando empieza ha haber adolescentes y mayores-, en lo político, hacia la democracia: gobierno colectivo, que toma en cuenta la opinión de todos. En lo económico evolucionaría a distribuir los ingresos de la familia/ res por el trabajo exterior, de forma tal, que se repartan equitativamente: una parte para el que los obtuvo y lo demás para las cargas colectivas. En el caso del capitalismo liberal, visto en esta perspectiva, consiste en que el padre/ bread winners no comparta su ingreso: -es solo de él-; no se reparte con equidad, ni siquiera, ¡muy importante!, se reparte equitativamente a la labor intra hogar (de la mujer): se le da lo que el bread winner arbitrariamente dispone. En las sociedad, esas labores profesionales intra -muchas lo pueden ser-, no es fácil valorar en dinero su retribución: serviciales, artísticas, literarias, creativas. El Evla la propone como labor eficaz de sus respectivos Gremios.

    q7.EL EMPRESARIO Y SU ACCIÓN
    En una postura más atenuada, algunos empresarios suponen que el servicio vendría como fruto de la ganancia, es decir, cuantos más beneficios económicos se generen, más fácilmente se podrán atender las demandas sociales de servicio. No obstante, esto no siempre resulta válido, porque algunas empresas, al dedicarse a la producción de objetos de consumo superfluo, se cancelan a sí mismas la posibilidad de servir a la sociedad; sus negocios, en efecto, no sirven, y sin embargo ganan, promoviendo satisfactores innecesarios, venden sueños artificiosos e incluso antinaturales cobrando por ello elevados precios. El disfraz puede ser muy engañoso. No se ve claro cómo puede cumplirse un servicio social produciendo y vendiendo objetos que constituyen superfluidades o, en ocasiones, lastres para el verdadero desarrollo de las personas que los consumen o utilizan. La empresa vive del consumo, pero éste se puede volver desordenado, irracional y enfermizo cuando se suscita sin medida y sin orientación humana. A esta postura de la empresa que gana sin servir se ha de añadir aquella otra, fruto del socialismo, al que hemos aludido, en la que se pretendería servir sin ganar. Por otra parte, hay empresas que ni ganan ni sirven, como ocurre lamentablemente en muchas de las empresas costosamente manejadas por el Estado.
    EVOLABORISMO: El Evolaborismo considera indispensable para la responsabilidad moráldika, la similitud de la empresa con la familia/res. Los empresarios/ negociantes, que señala el Dr. Llano, estarían ejerciendo el papel del padre o breadwinner que considera "su familia" solamente intra -egoístamente-, estrictamente limitada a la tribu (empresa/ accionistas): "los suyos" y a los demás, "pecadores y publicanos", extranjeros a los que se debe considerar dignos de desprecio/ olvido e inclusive engaño. En lugar de ampliar a los demás su familia/res: -hacerla reino- , por ejemplo, a través de un menor precio de sus productos, acaparan/ conservan el valor agregado para si mismos, a veces para reinvertirlo en fuente de más trabajos, pero más veces, para aumentar su poder, dispendiarlo, o, lo aportan a "su familia-intra" ocacionándoles, muchas veces, un grave daño. Suelen malgastarlo -igual que el bread winner- ya que seguramente no están preparados/ educados con el ejemplo d él, en la educación/ control de los bienes materiales; deteriorando así el bienestar real -espiritual- de los familiares-intra. B: ¿Quién me hizo cuidador de mi hermano?""Tu madre y tus hermanos te buscan, ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? El que hace la voluntad de mi Padre, es mi madre y mis hermanos"

    q8.EL EMPRESARIO Y SU ACCIÓN
    Si se ejerciera el influjo moral sobre la empresa, entonces ésta se dirigiría más hacia el servicio que hacia la ganancia. La moral atiende al ámbito operativo y óntico del hombre antes de mirar por las posesiones sobreañadidas a éste. Y de tal manera, atenerse a las instancias morales significaría responder primero a la operatividad del ser humano, lo cual se traduce en servicio y, en segundo lugar, preocuparse por las ganancias que esa operatividad pueda traer consigo. La antigua ley mencionada por San Pablo ("el que no trabaje que no coma") podría traducirse en este contexto: que nadie gane si no sirve. Las posibilidades sociales se abren por esta vía, en la que a cada trabajo, que puede considerarse como sinónimo de servicio, corresponde una retribución o ganancia; esta ganancia ha de ser proporcional al servicio prestado, ni mayor ni menor, y jamás aislada de éste: es injusto ganar sin aportar alguna colaboración a los demás, como se es injusto con aquel que colabora y no recibe ningún pago. La dinámica financiera contemporánea origina diversas especies de especulación y permite la obtención de ganancias desproporcionadas respecto del trabajo o servicio individual que se presta. Hay así especulaciones monetarias que no responden en modo alguno a la justicia que debe regir las relaciones económicas. En este sentido, ya Juan Crisóstomo afirmaba duramente que quien sólo se preocupa del cuidado de sí mismo no es hombre, pues no pertenece a su linaje.
    EVOLABORISMO: El Evolaborismo confirma al Crisóstomo definiendo al humano por su calidad moráldika y, se hace solidario con el Dr. Llano, de que el servicio es absolutamente mensura rerum del trabajo=economía: "quien no sirve que no gane", pero, hace destacar que el sólo servicio no es instrumento apropiado de la medición en términos de su retribución a los agentes laborales, pues difiere mucho en calidad: económicamente (el precio) no es lo mismo el servicio de atender un enfermo o una empresa que el de proporcionar un vaso de agua . Buscando la equidad de la remuneración pues, el que da el vaso de agua puede dar más necesario servicio, ie, salvar una vida, que el que maneja una empresa de botanas. De todas las ocupaciones el Evla pone el acento en la igual dignidad y valor de cada una de ellas, y la medida del trabajo, tomando en cuenta el esfuerzo y dedicación que los elementos económicos le dedican =la retribución o ganancia.

    q9.EL EMPRESARIO Y SU ACCIÓN Además del socialismo utópico y del liberalismo manchesteriano, hay dos modernos y mejor matizados sistemas económicos que intentan aportar una solución más acertada a este problema de la finalidad de la empresa. Por un lado, la democracia social afirmaría que hemos de servir ganando. Y tal parece que en el funcionamiento de la organización se hace recaer el peso sobre el servicio, siendo la ganancia un producto secundario obtenido mediante la prestación de ese servicio. Por su lado, el sistema de economía de mercado invertiría los términos, al afirmar que se habría de ganar sirviendo. El enfoque polar se encuentra aquí del lado de la ganancia siendo el servicio un medio necesario para obtenerla. No son simples sutilezas de perspectiva, aunque quizá puedan en eI fondo sintetizarse en una misma postura en la cual el servicio a la comunidad y la ganancia individual se logren de un modo armónico y solidario. En resumen, la finalidad de la empresa, clarificada por la óptica de la moral, podría verse en el sentido, de que la ganancia es un servicio en la medida en que se genera con vistas a elevar el nivel de vida de quienes la perciben, y, además, al tiempo que servimos se gana -y no sólo se gana en términos monetarios, sino también en términos de virtud.
    EVOLABORISMO: En el evocontinuum actual, el servicio-compensación individual se ha derivado en su mayor parte a cargo de las empresas: las cuales dirigen los servicios-compensaciones de las personas que las componen. (Sin que hayan desaparecido los servicios directos de muchos profesionales: médicos, electricistas, abogados, afanadoras, etcétera.) Pero para el Evla, la empresa es sólo una ficción juridica-económica del evocontinuum actual que podrá evolucionar hacia un total outsoursing: En teoría puede substituirse/ constituirse la empresa con la contratación por el entrepreneur, en los Gremios profesionales-familia natural laboral-, de todo el personal necesario, para que realicen la función económica-social de toda una empresa: ie, Llamar al gremio de los contadores, al de los ingenieros, al de los operadores, etc. (Ya en Brasil se empezó un experimento marcando esta tendencia cada vez mas usada, de outsoursing. La Wolswagen ha hecho una planta de ensamble en que son los fabricantes de las partes los que se encargan de ensamblar los automóviles).

    q9.EL EMPRESARIO Y SU ACCIÓN
    Las tendencias humanas en la empresa. Por causa de un prejuicio cultural, hoy masivamente admitido, se da por supuesto que la única fuerza humana, el único motor de las acciones del hombre, es el impulso de adquirir: la tendencia del deseo -desiderium-, como decían Ios escolásticos, de alcanzar aquello de lo que se carece, a la cual se atribuye un poder irreprimible y hegemónico dentro del campo de la acción práctica. Esta convicción ha quedado muy arraigada en la cultura de la empresa, en donde se fomenta sin mayor cuestionamiento la tendencia desiderativa de los individuos, se suscitan los apetitos de éxito material, las aspiraciones crecientes por el rango o status: se ofrecen incentivos económicos y gratificaciones a quienes ganan encarnizadas competencias en campos donde, al final, en la ansiada meta, se logra una situación de exclusividad que aísla al triunfador, que lo disocia de los demás miembros de la organización que también participaron en la contienda. La empresa actual ayuda a generar una enfermedad que Platón diagnosticó con el nombre de pleonexia o apetito compulsivo e incontenible de adquirir posesiones materiales.

    Como consecuencia de fomentar el desiderium se opaca Ia tendencia contraria, que los mismos escolásticos llamaban efusividad -effusio-: que impulsa a compartir lo que se posee. Cuando el individuo dentro de una organización aspira exclusivamente a incrementar su patrimonio económico, olvida entonces el fomento de sus naturales tendencias efusivas, no se preocupa de compartir lo que tiene y, dramáticamente, sus apetencias de entrega se atrofian por completo. Este fenómeno se cimenta en una profunda razón ontológica: los bienes que se obtienen por el desiderium generalmente son de carácter material, y por ello son susceptibles de apropiación pero no aptos de suyo para compartirse: su dominio se hace extensivo a un solo sujeto, o a un privilegiado grupo elitista. De manera que si la organización mercantil alienta la apetencia por ese tipo de bienes, acostumbrará a sus miembros a comportarse egoístamente, opacando sus posibles tendencias efusivas, reservándolas para momentos especiales y raros de la vida. Esta situación tan generalizada en nuestro tiempo ha de corregirse radicalmente, y para tal propósito podemos apoyarnos en una cuestión que no siempre se pone a la vista: eI ámbito amplísimo del espíritu.

    Los apetitos desiderativos disminuyen nuestro campo de acción, pues sus fines son materiales y por ello limitados; en cambio, la fuerza de la effusio, no menos imperiosa y potente que el desiderium, amplía nuestro horizonte porque al referirnos a bienes espirituales e infinitos, éstos se expanden en la medida en que los comparto con los demás hombres, y necesariamente requieren compartirse. La amistad o solidaridad, el servicio, la seguridad, crecen en la medida en que de ellos son partícipes más hombres. Por consecuencia, para corregir la moral en la empresa hemos de inclinar las tendencias humanas hacia el lado de la effusio, y mirar en segundo y justo término las ventajas del desiderium .

    Suele ignorarse que la effusio, a nivel personal, tiene tanta fuerza como el egoísmo, es decir, en el individuo subyacen naturalmente y con igual o proporcional medida los deseos de posesión y las efusiones generosas de entrega; y compete a la libertad de la persona el dar mayor o menor cauce a los deseos o a las efusiones. La effusio, con su fuerza imperiosa e irreprimible, se nos muestra patente en el ámbito familiar y doméstico, en donde, con una naturalidad no fingida, es fácil conducirse por la disposición habitual de dar más de lo que se recibe. En los momentos críticos, afloran en el hombre sus dormidas virtudes efusivas, y arriesga la vida en favor de otros de manera espontánea y sin pedir recompensa ni reconocimiento.
    EVOLABORISMO: El Dr. Llano, al hacer su símil con la familia, da la razón al Evolaborismo, expuesta anteriormente, de que es sólo en la concepción de los grupos humanos (también la empresa) como familia/res, como se puede lograr la effusio, (Sólo hacemos excepción del avaro estricto sensu que sólo él es el poseedor). Siguen siendo "yo y los míos" -siendo los míos cuestión de agrandamiento o reducción- los que pueden aumentar sanamente la fuerza humana de la effusio, ya que con excepción de la avaricia sólo eso lo explica. El dar por solo dar no es humano. Aún en lo espiritual se espera un premio. B: Dice el mandamiento: "Ama a tu prójimo como a ti mismo": sólo como a ti mismo; sólo a Dios por encima de ti mismo (y los "tuyos" con todo tu effusio, claro está).

    q10.EL EMPRESARIO Y SU ACCIÓN
    La effusio puede aportar a las organizaciones una potencialidad insospechada. No podemos imaginar la fuerza de cohesión que adquiriría una empresa si entre sus miembros se promoviese más la solidaridad que la competencia; más la coordinación mutua que la acelerada carrera hacia la cúspide. El buen clima humano y la amistad florecerían realmente, sin lirismos artificiosos y sin falsos subterfugios psicológicos.
    EVOLABORISMO: Como dió ejemplo el Dr. Llano, la concepción fundamental vuelve a ser la familia/reino. Vuelve a recalcar el Evolaborismo que los japoneses y koreanos en la mayoría de sus organizaciones empresariales parten de esas bases humanas que señala el Dr. Llano: solidaridad, coordinación, clima humano (las huelgas son señaladas con un listón rojo, pero los huelguistas trabajan más intensamente durante la huelga) cualidades propias de una familia sana, y que suponen un progreso evolucionario -un escalón arriba- sobre la herencia del mal llamado Occidente (E.U. y U.E.) y no como algunos tratadistas "occidentales" de empresa propugnan que los orientales están un paso atrás al no ver como objetivo fundamental la ganancia inmediata (anatema de Wall Street). Se encuentran un escalón adelante y toca imitarlos en esa concepción de familia/res que tiene como base el principio de que uno pertenece a una familia/empresa de por vida concepción perfeccionada por su afán de consenso en la autoridad que aunque parece "lento" a las mentes occidentales, es señal de madurez y democracia. El Evla marca como paso para el siglo XXI en el continuum evolutivo, que la familia laboral serán los gremios profesionales en lugar de las empresas.

    q11.EL EMPRESARIO Y SU ACCIÓN Todo hombre alberga una efusividad reprimida que ha de liberar, y la moral en la empresa debe contribuir a este efecto, en vez de propiciar sólo las tendencias desiderativas. Esto es verdad al punto que, frecuentemente, el hombre, y especialmente el hombre de empresa, se ve precisado a reprimir la effusio que le es naturalmente constitutiva, en pro de una supuesta necesidad de actuar egoístamente pues hay quienes dudan de que se pueda ser un empresario eficaz actuando bajo los influjos efusivos y en cambio se recomienda, con vistas a esa eficacia, que es preferible contener la generosidad y actuar movidos por el egoísmo. Más aún, se subraya que es el egoísmo la clave del desarrollo de las empresas. A quienes así piensan, les podemos aplicar las duras palabras, antes citadas, del Crisóstomo: ¿qué empresa es la que exige como costo de su eficacia el destierro del linaje humano por parte de quienes la promueven?

    Todo indica que comportarse generosa o egoístamente depende no de tener mucho o poco, de ambicionar poco o mucho, sino del modo de ser de lo que se tenga o de lo que se ambicione: lo material, por su índole limitada, se resiste a ser compartido y por tanto incita de suyo, sin más, al egoísmo; en cambio, cuando se trata de bienes del espíritu -la amistad, la alegría, etcétera- pueden compartirse ampliamente y sin reservas. Incluso, al habituarnos a practicar la generosidad con los bienes de carácter espiritual, podemos llegar a adquirir una mejor disposición -un hábito- para compartir nuestras posesiones materiales.

    Ello, con independencia de que no se compara el gratificante gozo de dar respecto del placer individualizado de obtener.

    Nuestra tesis, expuesta aún de modo dubitativo, resulta hoy desusada: parece dudoso que se pueda ser empresario sin moverse por tendencias efusivas, ya que la virtud que caracteriza al empresario es la magnanimidad, por la que precisamente él se anima y contagia a otros para intentar logros elevados. La magnanimidad, que es justamente el afán de empresa; y la liberalidad, que es la disposición de invertir los recursos para emprender. El acto de emprender es constitutivamente, por esencia, liberal y magnánimo. Y aun antes de ser empresario, desde que nace como hombre, tiene mucho que dar en virtud de su propio espíritu, el cual mira afanosamente al infinito. De esta forma, no es del todo cierto que para dar sea preciso primero recibir. El refrán popular '"nadie da lo que no tiene" connota un ángulo verdadero, pero también una óptica falsa, porque de otra manera no se explican las capacidades inventivas del hombre, ni su afán de empresa, ni sus extraordinarios logros. Al revés, habrá que decir más bien que "nadie tiene real y propiamente lo que no está dispuesto a dar". Ceñirnos exclusivamente a las consignas del desiderium nos impediría el acceso a fronteras más altas a nosotros mismos, a las cuales estamos llamados; la bondad ética se halla en la dirección contraria: en la liberación de la effusio.
    EVOLABORISMO: En ese juego interno personal del effusio y el desiderium que tan agudamente expone el Dr. Llano, la doctrina del Evolaborismo, buscando mayor claridad, evolutivamente hace derivar las instituciones sociales, incluyendo la empresa, de la familia/reino. Amarás a tu prójimo de tu familia/ res "como a ti mimo". Se necesita aprender el verdadero amor a si mismo para amar a los demás y eso se logra mejor si se tiene un concepto claro íntimo/ experimentado del amor- familia que es la base del aprendizaje de los amores (o de los desamores). El effusio y el desiderium tienen mucho mejor aplicación/ resultado si son en y para la familia. Aunque toda empresa mercantil tuvo su origen en la empresa familiar y por tanto deriva de esos orígenes ciertos contextos de la organización-familia, son los japoneses, seguidos de los koreanos, los primeros que evolucionan en el presente evocontinuum, agiornando la doctrina/ práctica empresarial reconociendo y operando las actuales grandes empresas como familia/res laboral. Reintegran dos principios fundamentales de la familia: concebir a sus integrantes como empleados/ familiares para toda la vida -de por vida- y requiriendo el "consenso" como forma ordinaria de tomar decisiones. Solamente considerando familia/reino -de hermanos mayores-, que se manejan por consenso-, y, no sólo los laboradores de la empresa, sino a todos los que la hacen posible : consumidores, fisco, proveedores, inversionistas. Se puede lograr el equilibrio de las dos fuerzas: Desiderio y effusio como una sola unidad. A pesar de esos avances evolutivos del Este Asiático mencionados, el Evla considera un escalón ascendente más alto el lograr que las familias/res laborales se integren por la organización de los Gremios Profesionales más que por las empresas, como estructuración social/ económica futura.

    q2..EL EMPRESARIO Y SU ACCIÓN.
    Definición de la estrategia III En el planteamiento de las estrategias de acción de una empresa habrían de convenir tanto los esfuerzos en el logro de los objetivos como los cuidados en la atención a las políticas que deben seguirse para lograrlos. Uno y otro aspectos -objetivos y políticas, resultados y criterios de acción- determinan, de principio a fin, la actividad de toda organización humana. Pero ocurre que por influencia del management by objectives incurrimos en la falacia de concentrarnos exclusivamente sobre los resultados: nos polarizamos en el cumplimiento de metas que ofrecen rendimientos tangibles a corto plazo y actuamos por encima del respeto a las políticas o normas originales de la organización, cuando lo moralmente acertado consiste en determinar y luchar por los objetivos tomando expresamente en cuenta las políticas o normas establecidas.

    Esta falacia de la administración por objetivos nos lleva a suponer que el individuo no es bueno si previamente no obtiene el éxito en los negocios: si fracasa es malo, o por lo pronto se le califica de representante fiel de la estupidez del hombre, aun cuando su fracaso se deba a no haber violado las normas morales del comportamiento humano. Sin embargo, los objetivos no son la única instancia de nuestras operaciones, ni la más genuina; existen también Ias políticas, los criterios de acción, las normas de conducta, el modo propio de ser, el espíritu o cultura de la empresa. Tales instancias poseen prioridad a la hora de juzgar los negocios que efectuamos o que hemos de efectuar. A fin de cuentas, Ia empresa se caracteriza más por el cómo logra los resultados que por el qué resultados logra. Es decir, el contabilizar nuestros rendimientos no ha de tener mayor peso que la vigencia de nuestras políticas, y éstas han de ser la regla, el punto de referencia de aquellos, y no al revés. Cuando se menciona esta prioridad de la regla o el criterio sobre el objetivo o el resultado se teme incurrir en legalismos y modos de actuación burocráticos. Se empieza por temer que no es posible obtener resultados económicos aceptables cumpliendo las reglas morales exigidas por una ética de valor general y objetivo; y se termina por prescindir de toda regla. Lo que no alcanzan a percibir quienes así piensan es la compaginación real, práctica y concreta que puede darse entre los principios morales implícitos en políticas sanas, y Ios resultados en los negocios. Tenemos cierta proclividad a descubrir en las normas un entorpecimiento de la acción: en otras palabras, vemos amenazas de legalismo tal vez inexistentes. Y para huir de ta!es supuestos legalismos y por atender a objetivos de corto plazo, fácilmente cometemos acciones que transgreden un código moral cristiano que de una manera absoluta, sin relación con aquellos objetivos, seguimos considerando como válidos.

    A la larga, el costo de infringir desenfadadamente la moral por lograr un objetivo, sea del tipo que sea, demerita a la empresa que lo logra. Para el caso conviene recordar la sabia y antigua ley: "el fin no justifica los medios", y escribirlo incluso en parámetros mercantiles: el empleo de medios inmorales devalúa el fin que se consigue con ellos y representa un costo real desproporcionado: se consigue un fin, obstruyéndose el paso a finalidades más amplias, con nefastas consecuencias; por ejemplo, si hoy miento, mañana nadie confiará en mí y no podré confiar en nadie ante el riesgo de que también los otros me mientan; o si establezco el soborno como uno de mis procedimientos de compra o de venta, correré el peligro de que mis subordinados sean también sujetos de soborno por parte de mis clientes o de mis proveedores, minándose de este modo mi confiabilidad en ellos, y de toda la organización entre si.
    EVOLABORISMO: El error que menciona el Dr. Llano, de considerar los objetivos o los resultados como "mensura res" es consecuencia directa de definir al humano (Aristóteles) como animal racional y por tanto es más humano quien más racional parece. Entendiendo, claro está, en los negocios, como lo racional, el éxito y, como infra-humano al que no lo tiene: ¡es un idiota!, no tiene o no usa su razón, luego no es humano.

    El Evla sostiene su definición del humano como el animal moráldiko/ deber que también sostuvo Darwin. Apoyaría más a la argumentación del Dr. Llano: no se puede ser humano y dejar de ser moráldiko .

    q12.EL EMPRESARIO Y SU ACCIÓN El error del legalismo surge realmente cuando se extrema la rigidez de los criterios de acción actuando con un reglamento estricto e inflexible. Este legalismo suele esgrimirse como pretexto en el incumplimiento de las metas que no por su carácter subordinado hemos de dejar de valorar. Las metas u objetivos tienen su importancia porque la organización, en tanto que negocio, existe primariamente en vista de ellos. Distingamos, pues, entre organizarse con vistas a unos objetivos o fines, y funcionar con base en unos principios o políticas. El equilibrio de ambos aspectos es tan posible como la transgresión de unos o de otros: hay quien gana mucho dinero a costa de su bondad personal, y también hay quien es moralmente bueno sin ganar. El ideal -y no por ideal es irrealizable- consiste en no excluir ninguno de los dos aspectos. La profusa literatura sobre la dirección de empresa coincide, en medio de sus desavenencias, en calificar la actividad directiva como una acción de síntesis. El director es el que organiza los elementos dialécticos, aparentemente contradictorios o conflictivos que, en la secuencia de su real autonomía, adquieren las heterogéneas acciones que concurren en la organización. Pues bien, he aquí la síntesis que se le exige al director en el momento actual: el logro de resultados económicos eficaces compatibles no ya con el respeto sino con la defensa y difusión de las normas morales. Quien no sea capaz de hacer esta síntesis no sólo será moralmente malo, sino profesionalmente inepto.

    El legalismo llega, es verdad, a ser nefasto en la empresa porque entorpece las operaciones y compromete la obtención de las metas; y éstas, como dijimos, nos importan como salvaguardas de la naturaleza de la empresa. Pero de ninguna manera en nuestro intento de eliminar el legalismo podemos exigir "el logro de un objetivo a cualquier costo",. El "a toda costa" tiene unos límites señalados por la ética. Ahí, hasta donde alcanza nuestra naturaleza humana podemos actuar; pero éticamente no debemos traspasar esos linderos aunque nos sea posible por causa de nuestra libertad. La exigencia de que los medios, y no sólo los fines, sean moralmente buenos, tiene así una expresión en la relación costo-beneficio. Hay presuntos beneficios que no son tales por el costo moral que implica el conseguirlos.
    EVOLABORISMO: El Evolaborismo sostiene la diferencia entre la moral/ ética como proveniente sólo de las "costumbres" -porque así se ha hecho siempre, y ya-, que es el legalismo: (Sabemos que la ley tiene como una de sus fuentes válidas las costumbres) y, los comportamientos reales y aquellas costumbres que afectan la justicia: daño o bien a uno o los demás, al que llama moráldika y que escapa a los legalismos. "El fin no justicia los medios" siempre que los medios o los fines sean contra la justicia y dañen de intención o de hecho a alguien. El Evla refuerza la idea de que en consenso, tomado entre iguales, -profesionales-, se logran mejor clarificar esos juicios: ¿se hace daño? ¿a quién y cómo?

    q13.EL EMPRESARIO Y SU ACCIÓN La moral en la empresa, pues, no sólo ha de aspirar a obtener resultados positivos; también ha de respetar un código de conducta permanente. ¿Pero cuál es ese código? Según Max Weber, el comportamiento de los hombres se divide en el seguimiento de dos códigos de acción opuestos: la moral teleológica, que atiende a los fines o resultados, y es también llamada por ello consecuencialista, y la moral deontológica o de principios. Entre las dos ha surgido una pugna que habría, al menos, que advertir y conciliar. Curiosamente el consecuencialismo o moral teleológica corresponde a la inclinación actual de la empresa en la definición de sus estrategias. El consecuencialismo juzga la bondad de las acciones por los resultados que supuestamente se siguen de ellas; parece ser una versión contemporánea del pensamiento utilitario o pragmático del norteamericano William James, quien sostenía que una idea se verifica por sus resultados en la práctica o, para decirlo en una fórmula más simple: sólo es bueno lo que es útil. La ética teleológica o consecuencialista califica así la bondad o el perjuicio de los actos cuando éstos han terminado, sin considerar el origen de la acción misma. La empresa actual no sólo opta a favor del consecuencialismo sino que en alto grado lo genera. Hoy, la dirección de los negocios no se guía por reglas fijas: cuentan los resultados por encima de toda otra medida. Como dice Fernando lnciarte acerca de nuestro tiempo: es obvia la fascinación por el consecuencialismo en quienes se encuentran envueltos en la acción. La acción, la praxis, puede agotar los ánimos contemplativos: apreciamos los resultados con menoscabo de la admiración y respeto que deberíamos sentir por los principios. La manifestación corriente del consecuencialismo en la empresa, crece, como dijimos por gracia del management by objectives, y suele traducirse en un astigmatismo estratégico que deforma nuestra visión cuando prevalece la atención hacia los objetivos, perdiendo relevancia los principios.

    La moral deontológica o del deber, sigue justamente una línea contraria, y es hoy desusada en la empresa. Como mencionamos antes, el verdadero ser y el paralelo deber ser de la empresa se configuran más atendiendo al cómo se cumplan los objetivos y menos al mero hecho de que se cumplan. Es decir, una empresa logra solidez y permanencia al seguir un código moral verdadero, antes que por alcanzar sus objetivos: le es más propia para consolidarse como organización la moral deontológica, en atención a los principios -expresiones de sus valores y su cultura-, que el consecuencialismo o moral teleológica, la cual sólo fija dividendos y porcentajes de logro para ser comparados en el conjunto general de las empresas afines. Dicho en términos tal vez discutibles, pero claros, si en los negocios es más propia la atención a los resultados, en las organizaciones es más propia la atención a los principios. La síntesis que se le exige hoy al director de empresa es, pues, el conseguir de ésta que sea, al propio tiempo, organización y negocio. No es raro que la comunidad desconfíe del mercader trashumante y perdedizo. Afirmo que los principios en la empresa son su código de conducta, y no necesita esperar a conocer los resultados de sus operaciones para saberse buena o mala. Desde las perspectivas de las leyes morales podemos determinar los perjuicios o beneficios de nuestros actos aun antes de realizarlos, porque ya desde su fundamento surgen viciados o rectos: discernimos con certeza acerca de los principios, inscritos en esa ley moral, mientras que las consecuencias del juego de nuestra libertad suelen ser azarosas. De tal manera que no se puede establecer el criterio de moralidad de la empresa confiando puerilmente en la inestabilidad del futuro, sino buscando la madura solidez en nuestra respuesta, lo más sensata posible, a los deberes de la cultura de la organización.

    Una cuestión moral importante en el momento actual es, pues, el reparto desigual entre la atención a los objetivos (y resultados) por parte de la empresa mercantil y la atención que se presta a los principios (y deberes) en ella. Pero esta cuestión debe analizarse, además, en conjunción con otra que es del todo análoga; la tendencia del manager a establecer principios con un procedimiento análogo al que sigue para el establecimiento de objetivos. Los objetivos pueden establecerse; en cambio, los principios, los verdaderos principios, están ya naturalmente establecidos. La función del director es, en el mejor caso, el descubrirlos, explicitarlos y ponerlos en vigencia. No son materia de establecimiento sino de descubrimiento y realización. Ellos significa que el director de toda organización se encuentra de hecho sometido a unos principios que le son superiores, en los cuales debe encuadrar sus estrategias, porque no se encuentran a discusión. El aceptar cuáles son esos principios es el punto de partida de toda estrategia concebida en sus más elementales dimensiones éticas. Como conclusión, apuntamos la calidad de permanencia de las empresas que enaltecen sus valores en la práctica. Estas empresas, cuando llegan a atravesar momentos críticos, subsisten con menores dificultades porque se remiten a principios válidos para cualquier situación (y sobre todo válidos y fuertes en las situaciones conflictivas); mientras que las otras, las que actúan sólo de manera consecuencial, se presentan más vulnerables y se rompen aun en los enfrentamientos menos graves; esperan resultados que nunca llegan, o cuando llegan suelen ser negativos, porque los resultados no sólo son inciertos sino imprevisibles. Quien posee principios cuenta con un ancla segura y firme. Quien sólo se guía por objetivos debe a veces sobrevivir a la deriva. Las opciones estratégicas quedan, pues, incompletas si se operan solas sin los principios. Pero una estrategia quedaría incompleta si sólo tuviese en cuenta los principios o sólo los objetivos.
    EVOLABORISMO: Como anteriormente establecimos que el Evolaborismo aporta la palabra moráldika y/ o dikética para dar mayor claridad a las distinciones de las simples costumbres y aquellas que son basadas y afectan a la justicia, pero la costumbre hace ley, y la evolución obliga al agiornamiento de las costumbres. Agionarse o morir. El Evla sostiene que aun la justicia es evolutiva, ie, no es lo mismo la justicia/ praxis de un infante (si mata) a la de un adulto (si mata). Tanto pues la justicia de los principios, que marca el Dr. Llano- como la justicia de los resultados son evolutivos. La moráldika abarca toda obra humana y naturalmente incluye la actuación profesional de un administrador de empresa incluyendo, por supuesto, las intenciones y los hechos. La visión "síntesis" del empresario, que el Dr. Llano destaca, no puede quedarse en inmovilismo `actual´ de los principios ni de los resultados sino incluye al mismo tiempo la revisión de ambos para preveer las consecuencias en los resultados futuros. ie, las empresas de Ferrocarriles tenían que haber decidido que eran empresas de transportes y no de ferrocarriles para no resagarse, y perdieron la industria del transporte. Ya hemos advertido el peligro moral de usar los "colectivos" en este caso `la empresa´y/o `accionistas´´para safarse de la moráldika inventando teorías y principios que disfracen intensiones amoráldikas. ie, No se puede hacer un re-engineering: eliminando personal para presentar unos resultados en la Bolsa y que suban las percepciones del CEO y/o de los accionistas, destruyendo la moral positiva de los laboradores que quedan después del saqueo de la re-engineering -(aparte del sufrimiento de los que fueron corridos)- El resultado futuro va a ser lamentable. Ni quiere decir que no se haga dicha corrección profunda, con todo y sufrimientos. ¡La familia/ res/ negocio debe seguir¡ Es cuestión de moral profesional, y mejor, si es decidida por el Gremio. En la consideración del futuro de las empresas, al ser consideradas más como familia/ res también sobresalen las planeaciones de los países del este de Asia sobre los de U.E. y E.U.A.

    q14.EL EMPRESARIO Y SU ACCIÓN IV. Resultados o efectos que persigue la empresa. Una deficiencia genérica imputada hoy a la empresa -especialmente la privada-, como centro neurálgico de responsabilidades en el contexto social, es la miopía. Los resultados pretendidos por la empresa aunque desde su punto de vista puedan revestir una gran trascendencia, desde el panorama global de la sociedad suelen tener alcances excesivamente cortos en comparación con los medios y recursos de que dispone. Es necesario precisar con más rigor este cargo de miopía que se le hace a la empresa.

    El liberalismo puede erigirse como la causa intelectual de que la empresa -especialmente la privada- sea hoy corta de vista. Pues la estructura ideológica liberal afirma justamente que la obligación y responsabilidad de cada individuo y de cada entidad particular es la de lograr sus propios intereses individuales; el conjunto armónico de esos logros particulares arrastrará consigo -al menos como hipótesis a comprobar- el bien social general. Se desgajan así dos realidades que en la ética tradicional se consideraban siempre como inseparables. En toda acción humana habrían de tenerse en cuenta estas dos realidades: los efectos primarios de tal acción, que son los resultados pretendidos intencionalmente por ella, y los efectos secundarios, que resultan por igual de esa acción aunque no se hubieran intencionalmente pretendido. EI juicio moral que habría de darse a una acción humana no se circunscribiría a su efecto primario, sino también a sus efectos secundarios. El hombre no sólo es responsable de lo que pretende, sino igualmente de lo que provoca; porque, aun no habiéndolo pretendido, tal vez tendría que haberlo previsto. La relación, pues, de la pretensión y la previsión sobre los resultados de las acciones establece instancias morales que no deberían esquivarse: máxime cuando, como hoy, la potencialidad técnica de nuestras acciones privadas puede conllevar efectos no pretendidos de largo alcance social y físico y sería moralmente irresponsable el relegar la previsión de esos efectos a la sola acción del poder público.

    Tradicionalmente, la ética reguló las relaciones del efecto primario y el efecto secundario bajo el principio de proporcionalidad. Los efectos primarios o pretendidos son aquellos que voluntariamente yo persigo y quiero. Suponiendo que estos efectos primarios de suyo, vale decir, considerados en sí mismos aisladamente, sean buenos, aún debe tenerse en cuenta otro aspecto moral en ellos: pues estos efectos primarios pueden tener efectos secundarios nocivos, que he de prever y he de considerar bajo el mencionado principio de proporcionalidad. No podemos exigir que ninguno de los efectos primarios de nuestras acciones tenga consecuencias o resultados secunda ríos negativos: tal exigencia nos conduciría a un inmovilismo radical, bien porque hay efectos de mis acciones que no son previsibles, bien porque, siendo previsibles, resultan inevitables, y me exigirían no hacer nada. La exigencia moral se limita a lo siguiente: entre el bien que se consigue con el efecto primario y el mal que se acarrea con el efecto secundario debe haber una cierta proporción. Cuando el mal que se causaría, inintencional o secundariamente, supera al bien que pretendo lograr primaria e intencionalmente, la acción debe ser suspendida, so pena de perpetrar una acción moralmente ilícita. No es lícito, ciertamente, freír un huevo -aunque ello sea moralmente bueno- si tiene como efecto el incendio del pajar donde lo hago. Este principio de proporcionalidad tiene su fundamento en otro más importante y primario al que se ha calificado -quizá no con entera razón- como la regla de oro de la moral cristiana: `'todo lo que queráis que los hombres hagan con vosotros hacedlo vosotros con ellos"; el cual se denomina principio de imparcialidad.

    El liberalismo ha querido abolir el principio de proporcionalidad porque ha abolido primero el principio de imparcialidad. Esta es la causa última, en mi opinión, por la que el liberalismo no puede ser cristiano. Limitemos ahora nuestro análisis al principio de proporcionalidad. Es necesario repetir que este principio puede formularse así: no es moralmente bueno pretender resultados primarios buenos de los que resultan consecuencias secundarias (no pretendidas) desproporcionadamente malas. Y es preciso subrayar que esta formulación elimina de propósito el sujeto pasivo de la bondad del efecto primario y el sujeto pasivo de la maldad del efecto secundario. Dicho de otra manera, la formulación clásica de este principio atiende a la proporcionalidad entre el bien primariamente pretendido y el mal secundariamente provocado, pero no atiende expresamente a la persona que se beneficia al pretender primariamente el bien ni a la persona que se perjudica al provocar secundariamente el mal- Y esta atención es la que se hace expresa en las instancias liberales como si se postulara que no importa la falta de proporción entre el bien pretendido intencionalmente y el mal provocado sin quererlo, siempre que el bien que pretendas sea para ti y el mal que provocas sea para los demás.. Y ello en virtud de que los demás han de actuar de la misma manera: deben cuidarse de neutralizar los efectos secundarios nocivos de tus acciones, lo mismo que tú has de precaverte frente a los efectos secundarios nocivos de las acciones suyas. Con ello, no se desarrollan ciudadanos responsables de sus propias acciones sino cautos respecto de las de los demás. No hace falta demasiada indagación para percatarse de que el principio de proporcionalidad entre los efectos primarios y secundarios se ha roto por haberse infringido previamente el principio de imparcialidad en el que se atiende al bien o al mal objetivamente considerado, y, por ende, a su mutua proporción objetiva, en virtud de la neutralidad establecida en el principio. Los postulados implícitos del liberalismo se colocan al margen de esta necesaria objetividad moral, para entintar las relaciones humanas con un subjetivismo que desnivela el carácter neutro de la relación. Porque el bien no es objetivamente más bien por referirse a mí, ni el mal es menos mal por referirse a los demás. No es el momento aquí de hacer ver que el liberalismo económico social se nutre en su raíz del subjetivismo e inmanentismo filosófico, y que no podemos barrer del ámbito social al primero, mientras no se inculque en la mentalidad contemporánea una teoría objetiva del bien, de la verdad y del ser, que tienen valor de suyo, independientemente y en absoluto, al margen de su relación con un sujeto determinado, aunque este sujeto sea yo mismo.
    EVLA: Amén, bien, de acuerdo a los principios, pero, quién hace decisiones concretas ¿Los esta aplicando o nó? Es mejor una decisión colectiva, gremial.

    q14.EL EMPRESARIO Y SU ACCIÓN
    El concepto antropológico de una concepción radicalmente liberal de la sociedad que justificaría ese subjetivismo -llamémoslo así- del bien y del mal, el cual daría a su vez por bueno un reparto desproporcionado de los bienes y de los males, se asienta sobre la idea de que el principio de imparcialidad entre los hombres (y, por tanto, de proporcionalidad entre los efectos de las acciones de los mismos), resulta utópico por imposible, pues se ha de presuponer que el hombre es constitutiva y prevalentemente egoísta. Esta presunción hace que efectivamente, el hombre se convierta en egoísta y, por precaución y por contagio, se hacen egoístas todos los demás hombres que conviven con el primero. El pensamiento clásico que hace de la convivencia humana un instrumento de mejora de la sociedad (`'si quieres encontrar virtudes en los demás, suponlas"), tiene validez también para la convivencia como factor de degradación humana ("si quieres encontrar egoísmo en los demás, basta suponerlo").

    Ya advertimos antes que esta suposición del egoísmo universal falsifica el hecho de que el hombre "padece" la pasión de la effusio, el impulso de compartir con los demás lo que posee, con igual fuerza, al menos, que la del desiderium, que es la tendencia de adquirir aquello de lo que se carece. El principio moral de imparcialidad arranca de un concepto diverso del hombre: El hombre no es sujeto unívoco de una sola tendencia (la del egoísmo), sino que es susceptible por igual de la tensión hacia la dirección opuesta (la entrega a los demás). Pero el concepto cristiano del hombre refuerza esta posibilidad aun en el caso de que -por accidente, o por carácter- una de las tendencias prevaleciese sobre la otra o incluso la cancelase: porque el hombre, a fuer de libre, goza del dominio sobre sus tendencias, como veremos después.
    EVOLABORISMO: El Evolaborismo considera, con el Dr. Llano, que en la effusio, es tan fuerte el impulso de dar que se puede considerar pasional (como la codicia lo es del desiderium), pero, siempre y cuando se refiera dar únicamente a "los míos" como una extensión del yo y por lo tanto como parte del egoísmo: concepto infantil inicial que, ampliado a los familiares, se da como una señal de maduración. Aquí incoamos el concepto de familia/ res como parte fundamental del pensamiento social de los humanos. El que da a, la que éste considere "su familia" en el que la familia/ res es todo el prójimo, pues se logra lo que el Dr. Llano propone. (Por supuesto que es un concepto derivado del Señor Jesús).

    q15.EL EMPRESARIO Y SU ACCIÓN
    Con tales antecedentes, no se necesitan muchas palabras para hacer ver que los planes estratégicos de la empresa resultarán literalmente miopes si la estrategia se fundase sólo en los efectos primarios pretendidos del management by objectives, sin prever los efectos secundarios derivados. Esta miopía, según la cual puedo recortar voluntariamente el alcance de mis actos, con el solo expediente de poner un cerco a mis pretensiones, se une al astigmatismo -que acabamos de tratar en el apartado anterior- por el cual sólo atiendo estratégicamente a los resultados y mi vista se hace borrosa al dirigirse hacia los principios. Como ocurre en las deformaciones ópticas, es frecuente que la ceguera respecto de los principios acarree la ceguera respecto de los efectos secundarios, aunque aquéllos se localicen en el extremo genético de mi acción y éstos en el extremo de sus consecuencias finales.

  • No obstante, hemos de patentizar, aunque sea con ejemplos superficiales, cómo la estrategia de la empresa se ve seriamente afectada, en sus consecuencias sociales, por la pérdida del principio de proporcionalidad entre el bien del efecto primario y el mal del efecto secundario.
  • EI instalar una planta productiva en el lugar más próximo a los centros de consumo, que acarrea evidentemente un efecto primario beneficioso, es la causa del macrocefalismo de muchos países, como efecto secundario desproporcionalmente nocivo, que genera un círculo vicioso prácticamente infinito.
  • El aumento de precio en mi producto, con vistas al efecto indudablemente beneficioso del incremento de mis utilidades económicas, puede acarrear como consecuencia, por un efecto de escalada, el que determinados productos básicos queden fuera del alcance de grandes sectores de la población, con un desproporcionado perjuicio para ellos.
  • Pero el desorden que se genera cuando deja de atenderse a la proporcionalidad entre los resultados primarios y los resultados secundarios no reduce su radio al solo ámbito de la economía.
  • Este desconocimiento de la proporción entre los efectos pretendidos y los efectos resultantes inintencionales acarrea también notables perjuicios en el campo de la educación. Para tomar un ejemplo usual, e importante, en las relaciones con los hijos, el padre tiende a premiarlos con algún aliciente, cuyo objetivo primario es noble y bueno: el estímulo; pero muchas veces, y sin pretenderlo, se consigue trastornar el sistema de valores por el cual habrían alcanzado tan buenos logros, hasta apreciar más el regalo (dinero, viajes, automóvil) que sus éxitos académicos; y, como derivación añadida, se hace mal uso de tales premios: porque han convertido en fin lo que era un aliciente marginal.
  • En las relaciones comerciales suceden también situaciones desviadas similares: cuando un empresario logra bajar los precios al consumidor, pretende con ello un laudable objetivo primario: abaratar el precio de su producto con el consecuente abaratamiento en la vida de sus clientes; pero como efecto ulterior puede llevar a la quiebra a las empresas competidoras, socialmente nefasta por el cierre de fuentes de trabajo que se provocaría: los efectos secundarios, también en este caso, resultan nocivos, aunque fueran laudables los efectos primariamente perseguidos. Un nuevo diseño en el motor de explosión que se produce acarrea el indiscutible efecto de reducir su precio; pero esta reducción se convierte en discutible cuando lleva como consecuencia efectos secundarios de contaminación que antes no se presentaban . etc.
  • Porque soy libre tengo la capacidad de querer, de elegir algo, y soy responsable de eso que quiero, pero también soy responsable -aunque no me dé cuenta o no quiera aceptarlo- de todas las consecuencias que provoca mi elección. En otras palabras, decido y me hago cargo del objetivo al que tiendo por mi voluntad, y soy directamente responsable de ese acto, pero no puedo reducir arbitratriamente la responsabilidad posterior que me sobreviene; por aquella elección; no me es lícito decir: "mi responsabilidad sólo llega hasta aquí"- Los efectos no buscados de mis acciones también se me imputan, aunque no sea libre frente a ellos, pues aun siendo una responsabilidad indirecta no deja de ser responsabilidad mía, (la responsabilidad siempre es de alguien, siempre pertenece a un sujeto determinado): incluso cuando yo no fui el agente principal y único de esos efectos secundarios, sino sólo uno más en la confluencia múltiple de agentes, soy responsable de la parte que me corresponde también cuando civilmente no se pueda discernir esa parte con la claridad necesaria para que me fuese legalmente imputada:
  • Esto no significa, evidentemente, que no se pueda bajar ni subir el precio de un producto, ni instalar la planta en una ciudad populosa, ni premiar los éxitos académicos del hijo.
  • Significa, sí, que nuestras acciones privadas deben mirarse dentro de escenarios amplios, en los que puedan apreciarse los efectos sociales de ellas.
  • Es verdad que no puede evitarse el costo social a veces fatalmente inherente a muchas de nuestras acciones; pero ello no justifica el que podamos desentendernos de él, como si fuera una responsabilidad sólo concerniente a la esfera pública.
  • Precisamente porque el costo social de nuestros actos es frecuentemente incosteable es por lo que hemos de dar nueva vigencia al principio de proporcionalidad, para evitar aquellas acciones cuyos costos sociales inevitables serían desproporcionados.
  • Anteriormente se pensaba que la naturaleza o el Estado tenían la capacidad de neutralizar los efectos secundarios de nuestras acciones. Los residuos contaminantes de la producción industrial, por ejemplo, serían absorbidos y transformados por el medio ecológico; y las repercusiones sociales de la creciente oferta de productos serían neutralizadas por el Estado mediante otros estímulos. Pero ambos -naturaleza y Estado- son ya impotentes frente a la industrialización actual y no se pueden considerar como los factores de equilibrio que estaban destinados a ser. Se ha roto la proporción entre lo que buscamos con nuestra actividad y lo que provocamos con ella: obtenemos un beneficio minúsculo en relación con los daños que se suman indirectamente y que preferimos no conocer ni afrontar. Ha de haber una proporcionalidad entre la ventaja del efecto primario que buscamos y la posible nocividad del efecto secundario que surge imprevisto. No se justifica moralmente, por ejemplo, que para generar empleos montemos una planta industrial que desaloje a los habitantes de una localidad, o que envenene peligrosamente el ecosistema, efectos secundarios que, pese a su inintencionalidad, no dejan de ser reales.
  • El comportamiento social del liberalismo ha sido ambiguo, porque sigue teniendo valor entre sus preceptos el que el fin no justifica los medios: pese a su desorbitada exaltación de los intereses individuales, el liberalismo respeta normas morales generales cuya transgresión no queda justificada por altos que sean los fines que se lograrían mediante ella. Ningún capitalista en su sano juicio considera justificado asesinar a sus competidores para aprovechar el mercado de éstos. Ello es así, porque sin leyes morales la prosecución de los fines privados convertiría la competencia en una ley de la selva: no habría una distinción clara entre el mercader y el miembro de la mafia. Sin embargo, el liberalismo ha desdibujado esa otra regla no menos importante que la anterior completamente paralela a ella y que hemos llamado principio de proporcionalidad: no se deben lograr fines primarios beneficiosos si con ellos se provocan efectos secundarios nocivos. No sólo ha obscurecido la vigencia de esta sabia e indefectible norma moral, sino que puede afirmarse con certeza que su vigencia constituiría, de suyo y sin más, la desaparición del liberalismo. Todo esto atenta claramente contra la ética en las dos vertientes antes mencionadas: es evidente y directamente opuesto a la deontología y desvirtúa el consecuencialismo, pues tales fenómenos son una prueba de la precariedad de la moral consecuencialista: los resultados esperados no son todo lo buenos que se esperaba. Aun si se considerase el consecuencialismo como un sistema moral válido, habría que admitir que hay objetivos primarios benéficos que provocan efectos secundarios desproporcionadamente perjudiciales. Puestos en una balanza tendríamos que preguntarnos cuáles son más importantes, so pena de actuar irresponsablemente. Ha de responderse que muchas veces los efectos secundarios, no intencionalmente pretendidos merecen moral y socialmente mayor atención, porque suelen tener un impacto más duradero e irreversible, mientras que el alcance de los efectos primarios, perseguidos por el individuo en busca de su bien privado, puede ser frecuentemente efímero a fuer de privado, al punto que muchas veces no traspasa los límites de las ventajas materiales de corto plazo: por eso el individuo, atento sólo a sus fines particulares, suele ser miope.
  • ¿Con qué actitud, pues, se han de afrontar los efectos resultantes de nuestras operaciones? parece que debemos encontrar la fórmula por el lado de la proporción y el equilibrio- Yo, iniciativa privada, debo apuntar a los fines primarios sin descuidar los secundarios, que deben ser precisados y debo, en la medida de lo posible, autorregularme. El Estado, por su parte, pronosticará los resultados secundarios para manejarlos con anticipación, resguardando los primarios a fin de que la iniciativa privada pueda aspirar libremente a ellos. Y, por otra parte, me será permitido pretender efectos primarios nobles que conlleven posibles efectos secundarios nocivos siempre que no se persigan en directo de forma solapada, siempre que se trate de evitarlos, y siempre que su mal no resulte desproporcionado.
    EVOLABORISMO: Amén, bien, de acuerdo con estos principios, pero, quién hace decisiones concretas ¿los esta aplicando o nó?¿cómo puede estar seguro? Es mejor una decisión colectiva, gremial, social, en consenso con el Estado para que se cumpla lo más posible la justicia. La adición de órganos cooperativos, como los gremios, que el Evla propone tiende en esta dirección. En cuanto al liberalismo, creemos que el Dr. Llano no profundiza en que se trata de un concepto simple/ complejo ya que las muchas interpretaciones que se le dan al término lo hacen confuso y hay que penetrarlo desde sus orígenes: la libertad, para expresar en que sentido/ término/ concepto se está uno refiriendo. q16.EL EMPRESARIO Y SU ACCIÓN V . Desarrollo del personal El desarrollo de la organización depende en alto grado del sistema de promoción que sigamos dentro de ella, y este sistema constituye un parámetro moral tan importante como inadvertido. Generalmente tendemos a pensar que la promoción ha de ser hacia puestos más altos: de obrero manual a técnico, a jefe de taller, a supervisor, a gerente de departamento, a director general, etcétera. Es lo que Edgar Shein ha llamado Iínea del rango:: la que empuja de abajo hacia arriba en vistas a metas de preponderancia. Y la empresa alienta con complacencia este sistema de promoción con la idea de que para ella y para sus propios subordinados representa la vía más adecuada de desarrollo. Con tal de crecer suscitamos una competencia que puede resultar moralmente perniciosa cuando el crecimiento en la línea del rango se convierte en una aspiración de carácter absoluto
  • Cabe también otra dirección en el desarrollo de la empresa además de la línea del rango o de mayor preponderancia. Esta es cruzada por una línea transversal a la cual Shein denomina línea de inclusión, que se mueve de la posición externa de la organización hacia la interna. Los hombres que siguen esta línea buscan solidarizarse mutuamente con los intereses de la empresa, pertenecer a ella antes que intentar subir los peldaños de la jerarquía; en pocas palabras, se adentran, desarrollando su sentido de pertenencia a la organización.
  • Ocurre que, como acabamos de decir, tendemos a promover a nuestros subordinados sólo en línea del rango y apenas cuidamos el hacerlos crecer en la línea de la inclusión: los ascendemos de puesto pero no los involucramos en la cultura de la empresa no los solidarizamos con los objetivos más altos de ésta. Y no siempre el que está más arriba está más adentro, pues en un cierto sentido se opone a pertenecer: destaca no el que se halla adentro sino más bien encima, y no raramente en la superficie. Representaremos esquemáticamente estos aspectos de la organización como si fuera un cono atravesado por las dos líneas referidas: q17.EL EMPRESARIO Y SU ACCIÓN
    INCLUSI0N RANGO. Cuando otorgamos más importancia a la línea del rango, el crecimiento de nuestros subordinados puede discurrir periféricamente, deslizándose hacia arriba por las paredes del cono, de manera que, cuando llegan a la cúspide, al no tener más niveles que superar, se ven impulsados a seguir subiendo por las paredes de otro cono, de otra organización. Este crecimiento exterior y superficial debilita así a la empresa, pues funciona como un maquillaje que cubre un hueco: su raquitismo cultural Se esconde bajo una pantalla deslumbrante de títulos ostentosos El conocido problema de la rotación de los gerentes profesionales -la falta de estabilidad en una misma compañía de quienes ocupan altos cargos directivos- no se soluciona aumentando los escalafones de la jerarquía para inyectar en tales individuos nuevas ambiciones de subida. Suponemos ingenuamente que nombrando jefes a quienes se muestran muy competentes -aunque no se involucran en los asuntos fundamentales de la empresa- lograremos retenerlos, pero seguimos alentando así un apetito de preponderancia que ninguna organización es capaz, después, de satisfacer cumplidamente.
  • La solución ética consiste en poner de manifiesto claramente la línea de la inclusión o pertenencia, la cual se presenta hoy menos evidente que la del rango. En muchas promociones ignoramos, con indudable injusticia a quienes, por encontrarse más incluidos, son precisamente quienes no exigen ascensos para permanecer en la organización, pero constituyen, al mismo tiempo, el apoyo sólido y viviente de la cultura de la empresa, e incluso son paradójicamente las personas que sostienen a los que avanzan en la dirección del rango. Las instancias morales del hombre lo empujan a la solidaridad mutua, a la involucración en la sociedad en y de la que vive. Esta solidaridad inclusive establece una sana y natural restricción en el apetito -obsesión- de ascenso, de poder, de preponderancia: aunque no son fenómenos que se opongan, moralmente es preferible ser amigo que ser jefe. Eticamente pueden coordinarse el rango y la inclusión para lograr un verdadero desarrollo, porque si bien son direcciones diversas, no son francamente contradictorias. Cuando nuestros subordinados se orientan por la línea de la inclusión tienden a salvaguardar las políticas y los valores de la organización, porque les interesa la estabilidad de ésta, de la que forman parte importante, y son miembros que tienen `'peso" en ella; prevén además los efectos secundarios de sus acciones personales en la organización y compiten por servir. Quizá ellos deberían ser los candidatos más idóneos para el ascenso si, además, en el buen desempeño de sus puestos, demuestran capacidades iguales, al menos, respecto de los otros candidatos. Y junto con esto, podríamos implantar las medidas pertinentes buscando que quienes compitan exclusivamente en la línea del rango busquen involucrarse más en los intereses de la empresa y se coordinen mutuamente con los demás. No lograremos esto último si ofrecemos como premio sólo alicientes de tipo económico y, en general, el logro de metas que entren en competencia con las de otros miembros de la organización. Más bien, aseguramos la moralidad en este aspecto suscitando las apetencias por las motivaciones que en otro lugar llamamos asociativas, tales como la seguridad, la solidaridad o amistad, el servicio, las cuales en sí mismas son apetecibles y, por su propio carácter, asocian a los individuos en el logro de metas que no podrían alcanzarse de manera aislada; y apaciguaremos así las motivaciones de preponderancia o disgregadoras (la posesión de bienes materiales, el prestigio que se refiere a un mayor status, el poder, etcétera), vigentes en todo individuo. El sosiego de tales tendencias se consigue en buena medida haciendo obvio su carácter limitado e insuficiente para satisfacer el espíritu del hombre, y resaltando el incuestionable valor de aquellas otras motivaciones que, al asociarse a los demás, hacen a ese espíritu más grande.

    Para tal caso proponemos un modelo de la organización semejante a un cono truncado:

  • Este modelo constituiría tal vez el modo subyacente de organizarse por parte de las empresas que se desarrollan en Japón y las que parecen brotar ahora en Sillicon Valley, California: una estructura plana (sin el vértice prolongado de las organizaciones típicas, con mínimos niveles de mando y un mayor espacio para incluirse. Tal vez a ello obedezca su éxito: cuando hay menos rango, la gente compite entonces por adentrarse, el centro de gravedad se encuentra más cerca de la base, consolidándose así la empresa y favoreciendo la disminución de las ambiciosas competencias por adquirir preponderancia.
    EVOLABORISMO: El Dr. Llano presenta el problema que preocupa especialmente a la doctrina del Evolaborismo, la valoración económica, en igualdad, de las distintas vocaciones/ profesiones laborales. En primer lugar está el concepto de familia/ res que aunque solo apuntado por el Dr. Llano, pioneran/ guían los japoneses y koreanos, y que da preferencia a la "inclusión" de las personas, sobre la motivación por el "rango": en una familia es más importante la inclusión que la motivación del rango y eso lo han practicado los japoneses dejando mucho del ascenso del rango al seniority -al más viejo-.

    En segundo lugar está la motivación económica y en esto el Evla expone una de sus principales doctrinas: El sistema actual del evocontinuum valora el trabajo/ retribución según la vocación negociante/ financiera -o la carencia de ella- de cada individuo: valen si tienen la habilidad/ vocación de producir dinero, juicio contrario a los preceptos de las Escrituras. El precepto primero del Génesis ordena a todos -en Adán- de subyugar/ -domino- la naturaleza a su alcance, y por tanto hacer suya, en Adán, para todos sin distinción, en propiedad/ responsabilidad- la Tierra entera. La siguiente obligación general, sin distingos, fijada "al humano" -a todos- por Jahve -Señor de la Evolución y el Caos-: "lo puso en el jardín de Edén para trabajarlo/ vestirlo (versión Vulgata y King James) y cuidarlo" (al Planeta). Después lo clarifica más: "Trabajarás seis días". En el Génesis se establece la forma social de trabajar en los recién creados humanos: con distintas vocaciones y distintos gremios: Abel, pastor, y Caín agricultor y, "había en la tierra de Nod los hacedores de tiendas y músicos y herreros". Antes del diluvio se refiere a los de vocación de negociantes "que compraban y vendían" como si efectivamente fueran tenidos de menor categoría laboral. El Evla se opone terminantemente a la discriminación económica/ financiera de las distintas vocaciones/ profesiones y pide la valoración con el mismo patrón económico-financiero y propone la organización en Gremios de las distintas vocaciones, incluyendo a las profesiones "de moda": entrepreneurs/ empresarios, administradores y políticos y su igualación económica/ financiera con las demás vocaciones/ profesiones incluyendo, claro está: jefes, menos jefes y, subordinados. Los mandos y superiores no están allí por mayor dignidad sino supuestamente por sus cualidades, vocación de líderes (la hay) -gratis data- sin que por ello falte o se niegue su colaboración y mérito personal para cumplir su misión. En todo ello hay, y se supone, una competencia con los demás, pero, el Evla propone la competencia "Comanechi": todos pueden llegar a Diez; y disuade de la competencia de la pista que anula a los demás que no llegaron primero (competencia de animal pre-moraldiko). Hace ver que tarde o temprano el tiempo de los cien metros llegará a un mínimo (no se pueden correr en un segundo) y de allí tiene que usarse una sola medida para todos La filosofía de la empresa en Japón está mucho más cercana a estos ideales por su equiparación más cercana a la familia/res de la empresa que la más atrasada en términos dikéticos, en la evolución, actitud de la empresa en E.U.A. y la U.E.

    q18.EL EMPRESARIO Y SU ACCIÓN VI. Actitud de la empresa frente a los impulsos espontáneos.

  • La postura ética clásica se inclina hacia el dominio de los impulsos espontáneos que surgen del hombre. El hombre reacciona naturalmente ante el mundo y ante sí mismo y sus semejantes a través de impulsos que algunas veces tienen visos de necesidad y, otras, de urgencia. Los binomios de placer y dolor, de agrado o aversión son pasiones constantes en el comportamiento humano. A ellos nos adherimos con frecuencia y muchos de nuestros actos se explican desde ellos: el hambre justifica nuestra alimentación, tanto como la simpatía nos lleva a buscar una compañía agradable. Por lo regular estas tendencias espontáneas tienen un fondo bueno, pero no siempre es así. No es excepcional que a un sujeto sobrevenga la cólera debido a algún error en las operaciones que están a su cuidado y ello no justificaría ningún asesinato; de la misma manera que la ambición por incrementar nuestras posesiones tampoco nos disculparía del robo. Estas formas de manifestarse las pasiones nos parecen extremadamente burdas. Hay, sin embargo, manifestaciones más refinadas y de consecuencias graves, aunque menos advertidas, y la cultura actual de la empresa permite que se filtren en ella con sutileza, Contrariamente a la ética señalada, en la actual -hija de su tiempo- prevalece la satisfacción de estos impulsos espontáneos, y hasta se suscitan como ya indicamos al abordar el parámetro moral anterior y aquél otro que se movía entre los polos de desiderium y de la effusio.
  • Si la finalidad de la empresa es el propósito de la ganancia antes que el intento de servicio, si se plantean las estrategias solo desde el punto de vista de los resultados y nunca desde los principios y los valores, si cómodamente damos prioridad a los efectos primarios pretendiendo ignorar la gravedad de los secundarios, no resultaría extraño que los hombres que componen la organización actúen en consecuencia de tales parámetros y obedezcan sus pasiones más inmediatas: el desiderium y las apetencias de rango estarán a flor de piel en sus más diversas manifestaciones. No nos percatamos hoy fácilmente del serio daño que causamos a nuestros colaboradores y a nuestros clientes al persistir en tal sistema, por lo demás claramente inmoral. Daniel Bell ha llamado la atención sobre este peligro cuando habló del "callejón sin salida de Occidente": la satisfacción inmediata de todas nuestras necesidades, la carencia de todo autodominio, ablanda a la persona a tal punto que se incapacita para obtener los medios requeridos a fin de seguir satisfaciendo tales necesidades.
  • No obstante, el callejón puede tener una salida, si acertamos a pulsar su resorte oculto. Tras la asfixia del materialismo nos queda el remedio eficaz de una saludable dosis de oxigeno para el espíritu. En vez de satisfacer nuestros deseos, incluso si nuestra corporeidad los presenta como apremiantes, cabe el dominarnos. La única salida a todo deseo no es la satisfacción, sino también el dominio.

    El hombre no es un sujeto completamente pasivo frente a esos impulsos; es un error conductista el tratarlo como si lo fuera. Pretenden que nos comportemos obedeciendo al mecanismo de estímulo-respuesta es un trato bestial que no merecemos. Sólo los animales irracionales proceden de esa manera. EI conductismo extiende tal teoría hasta el comportamiento humano, ignorando que el hombre, a diferencia del animal que presenta una sola respuesta para cada estímulo, ofrece incuantificables respuestas en virtud de su libertad. Incluso le es posible no responder de ningún modo -porque no quiere hacerlo- al estímulo más incisivo. El hombre, en efecto, no está determinado a seguir una punta prefijada de conducta como el resto de los animales; gracias a su racionalidad diversifica sus caminos. Hay una grieta, una desconexión, entre los estímulos que afectan al hombre y las propias reacciones inmediatas con que puede responder. La libertad. impide que nos ciñamos necesariamente a unos y a otras, y nos abre la amplísima perspectiva de la elección. Hay, en efecto, algunos impulsos o deseos que he de satisfacer para mi sobrevivencia, pero siempre bajo un marco de racionalidad y de mesura. En cambio hay otros que debo dominar o, de no hacerlo así, me convertiría en un individuo lastrado por mis pasiones. Hay otra norma moral que ha conducido siempre la acción de los hombres de grandes empresas, y que hoy, por su decadencia moral, se obscurece en las empresas grandes: el placer no ha de ser nunca el fin de la acción humana, sino sólo su consecuencia.

  • Entre la satisfacción y el dominio de nuestros impulsos la ética excluye la prevalencia de la primera, porque nos esclaviza, y se inclina por lo segundo, el dominio, porque es la base de nuestro desarrollo como personas y como participantes en la sociedad. Para que el hombre se desenvuelva como tal, necesitará dominar sus deseos inferiores en la medida en que ello sea conveniente para dar satisfacción a sus tendencias más altas. Pero la atmósfera que se propicia a partir de la empresa actual, hacia afuera por su promoción del consumismo, y hacia adentro por su sistema hedonista de motivación, parece sugerirnos un procedimiento inverso: deberían dominarse y aun atrofiarse las tendencias superiores -compañerismo, amistad, servicio- a fin de poder satisfacer el apetito de bienes materiales e inferiores.
    EVOLABORISMO: Con su concepción del humano como animal moráldiko, el Evolaborismo evade la trampa que se presenta en el evocontinuum actual, de la doctrina aristotélica del animal racional, y concibe al humano como evolución de anteriores especies, eso si, agregado de más SER: el espíritu, directamente aportado por el Señor/-Domino- de la Evolución y el Caos; pero espíritu agregado/ insuflado a un antecedente homínido (probablemente en el vientre de una homínida). Esta concepción permite conocer mejor y alumbra sobre las pasiones del humano y su pecado: (pequeño/ empequeñecer) que consiste en bajar a su anterior condición premoráldika previa evolutiva con su conducta/ actuación. -Deshacer lo andado en la evolución ascendente hacia el espíritu- Esa continua tentación natural de bajar -o no subir- (peso muerto en la subida) le es carga a su espíritu que recibió como animal anterior, siempre impulsado por el influjo del espíritu y el Espíritu (Redentor) que es el que le permite desprenderse de lo de abajo y ascedender. El peligro de la vocación de empresario, es que su deseo de bienes económicos -que es connatural a todos los humanos (tiende a la materia)- en él se profesionaliza y fácilmente le hace perder el rumbo ocultando y ocultándose que solo son, los bienes que él administra, instrumentos profesionales y que, debe servir y hacer suyos, a todos: -a la familia/reino- Ejemplo reciente lo pone el hombre que tiene récord Forbes de riqueza personal, Sam Walton, que es ejemplo de servicio a la familia/res aunque le podamos achacar que no internacionalizó suficiente ese concepto a los demás países fuera de la órbita de E.U.A.

    q20.EL EMPRESARIO Y SU ACCIÓN Corolarios finales El cambio moral en la empresa ha empezado a sentirse en las escuelas de negocios y en las cámaras de empresarios y colegios de profesionistas, con su consecuente y paralela repercusión social y aun política. Los magnos problemas con que ahora se enfrenta la empresa -y nos enfrentamos quienes tenemos la misión de dirigirla- se concentran en un punto neurálgico: la conexión de la empresa con los requerimientos actuales y quizá permanentes de la sociedad. No basta un cambio, aun decisivo, en la metodología y en la docencia. El tema del hombre, y del hombre en contacto con una determinada sociedad, no puede tratarse como un caso a discusión. Diversas escuelas de administración pretenden, erróneamente, humanizar, es decir, dotar de orientaciones éticas, a la enseñanza de la administración incrustando en ella el cultivo de las humanidades, entendidas como el conjunto de teorías propaladas sobre el hombre, tratadas todas a la par, sin deslindar demostrativamente las verdaderas de las declaradamente falsas: la de Sartre al lado de la de Tomás de Aquino, la de Aristóteles junto a la de Freud, dejando a los alumnos la tarea de decidir la aceptación de tales doctrinas, careciendo de un criterio para una elección acertada.

  • La enseñanza de las humanidades, cuando no se fundamenta en verdades definitivas acerca de la naturaleza del hombre, resulta a la postre más desorientadora que un estudio de la administración aséptico de todo planteamiento trascendente. Unicamente conseguiremos la orientación ética que la empresa necesita, a partir de una verdad incondicional acerca del hombre y de su actividad. Más que buscar esa verdad, como si nadie supiera dónde se encuentra, hay que profundizar en ella y orientar con ella. Perseguiremos de esta manera "la búsqueda del sentido de la vida, antes que las leyes que la rigen, y la búsqueda de la verdad, antes que los fenómenos que la rodean". En eso consiste nuestra genuina tarea educadora, que hemos de inyectar efectivamente en los negocios. Demos, pues, un giro en redondo: Evla: El Evolaborismo hace un corolario proclamando que la evolución nos lleva en espiral ascendente hacia el espíritu, que eso hace que la verdad y el sentido de la vida se vayan desenvolviendo, también a nuestros ojos, ascendentemente, pero en espiral, con ciclos iguales y ritmos distintos, y, que seguirán aumentando su luz conforme el transcurso del evocontinuum; esto propicia que lo pasado sea base del futuro pero no su valla ni su obstáculo (quietismo y revolución son enemigos de la evolución, aún en la verdad y el sentido de la vida). El evolucionar es pasar de infante a niño y de adolescente y joven a maduro: ser yo mismo y diferente. -Soy yo pero cambio y soy distinto-. Me es útil acordarme de mi niñez pero no repetir su ser porque estoy avanzado y no he de dar marcha atrás -empequeñeciéndome-. En cierta manera todo comportamiento erróneo es volver la mirada atrás y actuar como lo que ya pasó: el adulto-niño o añorar volver a ser joven y no ver la maravilla que es la madurez.
  • Primero: en la finalidad de la empresa ha de prevalecer el servicio sobre la ganancia, pero advirtiendo que ésta es una propiedad natural suya.
    EVOLABORISMO: Amén Segundo: en las tendencias que la empresa aliente ha de suscitarse la efussio por encima del desiderium.
  • Si, pero en la empresa contemplada/ realizada como familia/ res precursora del gremio familia/ reino. Tercero: en la estrategia de la organización, ha de atenderse a los principios o criterios con el mismo cuidado, al menos, que a los objetivos o resultados.
  • Los objetivos derivan o se apartan de los principios/ Constitución, según los casos, pero aún ésta, -eso si, pocas veces- debe modificarse según lo pide el continuum evolutivo: agiornarse, ie, el criterio de definición del humano de Aristóteles. ¿Los principios se apartan de su evocontinuum?. En ese caso para reformar la actuación o los principios (la Constitución) es más clara una apreciación tomada colectivamente, preferible por consenso, y mejor, por los de la misma profesión.
  • Cuarto.: en estos resultados ha de ampliarse la óptica para atender no sólo a los efectos primarios pretendidos sino también a los efectos secundarios resultantes y, tal vez, inintencionados.Amen
  • Quinto:. en el desarrollo de la organización, ha de procurarse menos un desarrollo en la línea disociativa del rango y más, mucho más, en el camino asociativo de la inclusión. EVOLABORISMO: Posible, si prevalece en la organización/ grupo la coheción de familia/res: "todos hermanos adultos"; no es necesaria la figura paterna si elevamos a Dios a lo alto a la figura de Rey. Sexto: frente a los impulsos espontáneos, ha de auspiciarse una cultura de organización que favorezca la disciplina y el dominio antes que su perentoria satisfacción. EVOLABORISMO: Educación-control inculcada en las primeras faces educativas. En todos los Países: dar preferencia a la formación básica para que ascienda en todas las vocaciones/ profesiones a misiones de servicio: todas iguales.

  • CONTINÚA : CAPITULO 2 MORAL vs. JUSTICIA. "El empresario y su Acción" dialoga con el EVLO

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