BIBLIA Y EVOLUCION. Diálogos en la Justicia.
Parte I : Nacimiento-evolucion-Maduracion. Individual de la Especie.
Sección C: Evolución Laboral

CAPITULO 3.
COMENTARIOS DEL EVLO A LA ENCÍCLICA CENTESIMUS ANNUS QUE CONMEMORA LOS CIEN AÑOS DE LA ENCÍCLICA DE LEON XII: RERUM NOVARUN.

DIALOGO DE AGIORNAMIENTO
ENTRE LA CARTA ENCICLICA
"CENTESIMUS ANNUS" DEL SUMO PONTIFICE JUAN PABLO II
Y EL
L A B O R I S M O GREMIAL EVOLUTIVO
[EVOLABORISMO]

Untitled Untitled CAPITULO V ESTADO Y CULTURA 45. León XIII no ignoraba que una sana teoría del Estado era necesaria para asegurar el desarrollo normal de las actividades humanas: las espirituales y las materiales, entre ambas indispensables. Por esto, en un pasaje de la Rerum novarum el Papa presenta la organización de la sociedad estructurada en tres poderes -legislativo, ejecutivo y judicial-, lo cual constituía entonces una novedad en las enseñanzas de la Iglesia. Tal ordenamiento refleja una visión realista de la naturaleza social del hombre, la cual exige una legislación adecuada para proteger la libertad de todos. A este respecto es preferible que un poder esté equilibrado por otros poderes y otras esferas de competencia, que lo mantengan en su justo límite. Es éste el principio del "Estado de derecho", en el cual es soberana la ley y no la voluntad arbitraria de los hombres. A esta concepción se ha opuesto en tiempos modernos el totalitarismo, el cual, en forma marxista-leninista, considera que algunos hombres, en virtud de un conocimiento más profundo de las leyes de desarrollo de la sociedad, por una particular situación de clase o por contacto con las fuentes más profundas de la conciencia colectiva, estan exentos del error y pueden, por tanto, arrogarse el ejercicio de un poder absoluto. A esto hay que añadir que el totalitarismo nace de la negación de la verdad en sentido objetivo. Si no existe una verdad trascendente, con cuya obediencia el hombre conquista su plena identidad, tampoco existe ningún principio seguro que garantice relaciones justas entre hombres: los intereses de clase, grupo o Nación, los contraponen inevitablemente unos a otros. Si no reconoce la verdad trascendente, triunfa la fuerza del poder, y cada uno tiende a utilizar hasta el extremo los medios de que dispone para imponer su propio interés o la propia opinión, sin respetar los derechos de los demás. Entonces el hombre es respetado solamente en la medida en que es posible instrumentalizarlo para que se afirme en su egoismo. La raíz del totalitarismo moderno hay que verla, por tanto, en la negación de la dignidad trascendente de la persona humana, imagen visible de Dios invisible y, precisamente por esto, sujeto natural de derechos que nadie puede violar: ni el individuo, el grupo, la clase social, ni la Nación o el Estado. No pueden hacerlo tampoco la mayoría de un cuerpo social, poniéndose en contra de la minoría marginándola, oprimiéndola, explotándola o incluso intentando destruirla. EVLO: Reconociendo las caídas tendencias de los humanos, especialmente de los que ostentan cargos de gobierno, el L. S. propone agiornar las limitaciones de las autoridades públicas, conseguidas por la división de poderes, aumentando a las tres ya tradicionales un cuarto poder: el Poder Económico; dividiendo el PODER Ejecutivo, en lo humano, EN lo que más le corrompe: el poder y el dinero Y EN TÉcnico, dos ramos de actividad que son distintos: la política de la economía. Esta nueva evolución ASCENDENTE dará sus frutos dedicando a la economía los mejores elementos de lo económico y a la política, en su misión de servicio, a los capacitados para llevarla. El L. S en sus principios políticos, ajenos y contrapuestos al autocratismo, propone como base democrática no solo la determinación de los consensos populares por mayorías, sino la integración de las minocracias, grupos que representen en el gobierno los intereses de todas las minorías y dentro de este éspíritu, el gobierno colectivo y por consenso. En especial el L. S. hace ver, como parte del proceso actual de evolución de las sociedades, la llegada de la hora menguante del militarismo y de los militares que esperaba esta Época en el espíritu para perder fuerza como institución humana, muy a pesar de su arraigo en las más profundas raíces del humano animal guerrero. Nada más humano y cristiano que el fin de las guerras de hermanos contra hermanos. El L. S. afirma en cambio, el fortalecimiento en calidad de las institituciónes policíales encargadas de la defenza de los derechos humanos y en lucha contra el mal público hasta el final de los tiempos. 46. La cultura y la Praxis del totalitarismo comportan además la negación de la Iglesia. El Estado, o bien el partido, que cree poder realizar en la historia el bien absoluto y se erige por encima de todos los valores, no puede tolerar que se sostenga un criterio objetivo del bien y del mal, por encima de la voluntad de los gobernantes y que, en determinadas circunstancias, puede servir para juzgar su comportamiento. Esto explica por qué el totalitarismo trata de destruir la Iglesia o, al menos, someterla, convirtiendola en instrumento del propio aparato ideológico. El Estado totalitario tiende, además, a absorber en sí mismo la Nación, la sociedad, la familia, las comunidades religiosas y las mismas personas. Defendiendo la propia libertad, la Iglesia defiende la persona, que debe obedecer a Dios antes que a los hombres (cf. He 5,29); defiende la familia, las diversas organizaciones sociales y las Naciones, realidades todas que gozan de un propio ámbito de autonomía y soberanía. ¸¸¸ El L. S. achaca la mayoría de los males sociales causados por las dictaduras y abusos de poder , a una desordenada ambición personal de los gobernantes (desde los de la familia hasta los altos cargos del gobierno colectivo) que viendosé a sí mismos se contemplan y creen, con el falso derecho eterno de Ser como dioses , y que justifican, en ellos y en sus cuadrillas, sus conductas de abuso del poder y del dinero. los principios ideológicos son sólo parte de las conductas pragmaticas que adoptan, como buenos fariseos, porque más les convienen en lo personal:(fascismo, nacismo, comunismo, nacionalismo, partidismo) con tal de hacerse con el poder y el dinero. Los partidos facistas y entre ellos el comunista no son más que manifestación de este abuso. El L. S. pone como ejemplo de los políticos para el S.XX a mahatma Gandi. 47. La Iglesia aprecia el sistema de la democracia, en la medida en que asegura la participación de los ciudadanos en las opciones políticas y garantiza a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a sus gobernantes, o bien la de sustituirlos oportunamente de manera pacífica. Por esto mismo, no puede favorecer la formación de grupos dirigentes restringirlos que, por intereses particulares o por motivos ideológicos, usurpan el poder del Estado. participación de los ciudadanos en las opciones políticas y garantiza a los gobernados la posibilidad de elegir y controlar a sus gobernantes, o bien la de sustituirlos oportunamente de manera pacífica. Por esto mismo, no puede favorecer la formación de grupos dirigentes restringirlos que, por intereses particulares o por motivos ideológicos, usurpan el poder del Estado.La auténtica democracia es posible solamente en un Estado de derecho y sobre la base de una recta concepción de la persona humana. Requiere que se den las condiciones necesarias para la promoción de las personas concretas, mediante la educación y la formación en los verdaderos ideales, así como de la "subjetividad" de la sociedad mediante la creación de estructuras de participación y de corresponsabilidad. Hoy se tiende a afirmar que el agnosticismo y el relativismo escéptico son la filosofía y la actitud fundamental correspondientes a las formas políticas democráticas, y que cuantos están convensidos de conocer la verdad y se adhieren a ella con firmeza no son fiables desde el punto de vista democrático, al no aceptar que la verdad sea determinada por la mayoría o que sea variable según los diversos equilibrios políticos. A este propósito, hay que observar que, si no existe una verdad última, la cual guía y orienta la acción política, entonces las ideas y las convicciones humanas pueden ser instrumentalizadas fácilmente para fines de poder. Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia. La Iglesia tampoco cierra los ojos ante el peligro del fanatismo, o fundamentalismo de quienes, en nombre de una ideología con pretensiones de científica o religiosa, creen que pueden imponer a los demás hombres su concepción de la verdad y del bien. No es de esta índole la verdad cristiana. Al no ser ideológica, la fe cristiana no pretende encuadrar en un rígido esquema la cambiante realidad sociopolítica y reconoce que la vida del hombre se desarrolla en la historia en condiciones diversas y no perfectas. La Iglesia, por tanto, al ratificar constantemente la trascendente dignidad de la persona, utiliza como método propio el respeto de la libertad. La libertad, no obstante, es valorizada en pleno solamente por la aceptación de la verdad. En en mundo sin verdad la libertad pierde su consistencia y el hombre queda expuesto a la violencia de las pasiones y a condicionamientos patentes o encubiertos. El cristiano vive la libertad y la sirve (cf. Jn 8, 31-32), proponiendo continuamente, en conformidad con la naturaleza misionera de su vocación, la verdad que ha conocido. En el diálogo con los demás hombres y estando atento a la parte de verdad que encuentra en la experiencia de vida y en la cultura de las personas y de las Naciones, el cristiano no renuncia a afirmar todo lo que le han dado a conocer su fe y el correcto ejercicio de su razón. ¸¸¸ Al L. S. le sostiene la filosófìa evolucionista y con ello hace conciente la evolución de la verdad mediante el agiornamiento; necesario en todos los principios, ciencias, instituciones, costumbres, gustos. Abomina de los fariseismos que solo saben seguir sus tradiciones (" os aferrais a la tradición de los humanos" Mc. 7, 8) , ajenas a la luz de la justicia, ciencia del bien y el mal que rige a los humanos. El L S. Propone la moraldiké y la dikética o sea la moral y la ética basada en la justicia y no el "las tradiciónes de los humanos¨ En sus principios políticos el L. S. seÑala el agiornamiento ya mencionado de las democracias como principio de las mayorías, iniciando el sistema de las minocracias o sea el gobierno de las minorías en gobiernos colectivos y por consenso. En el mundo actual que vivimos tienen cada día mayor relevancia la aparición de las minorìas en todos los campos, Geográficas, liguísticas, raciales, religiosas, de tendencia sexual, cultural, etc. que piden ser oídas y tomadas en cuenta. 48. Estas consideraciones generales se reflejan también sobre el papel del Estado en el sector de la economía. La actividad económica, en particular la economía de mercado, no puede desenvolverse en medio de un vacío institucional, jurídico y político. Por el contrario, supone una seguridad que garantiza la libertad individual y la propiedad, además de un sistema monetario estable y servicios públicos eficientes. La primera incumbencia del Estado es, pues, la de garantizar esa seguridad, de manera que quien trabaja y produce pueda gozar de los frutos de su trabajo y, por tanto, se sienta estimulado a realizarlo eficientemente y honestamente. La falta de seguridad, junto con la corrupción de las poderes públicos y la proliferación de fuentes impropias de enriquecimiento y de beneficios fáciles, basados en actividades ilegales o puramente especulativas, es uno de los obstáculos principales para el desarrollo y para el orden económico. Otra incumbencia del Estado es la de vigilar y encausar el ejercicio de los derechos humanos en el sector económico; pero en este campo la primera responsabilidad no es del Estado, sino de cada persona y de los diversos grupos y asociaciones en que se articula la sociedad. El Estado no podría asegurar directamente el derecho a un puesto de trabajo de todos los ciudadanos, sin estructurar rígidamente toda la vida económica y sofocar la libre iniciativa de los individuos. Lo cual, sin embargo, no significa que el Estado no tenga ninguna competencia en este ámbito, como han afirmado quienes propugnan la ausencia de reglas en la esfera económica. Es más, el Estado tiene el deber de secundar la actividad de las empresas, creando condiciones que aseguren oportunidades de trabajo, estimulándola donde sea insuficiente o sosteniéndola en momentos de crisis. El Estado tiene, el derecho a intervenir, cuando en situaciones particulares de monopolio creen rémoras u obstaculos al desarrollo. Pero, aparte de estas incumbencias de armonización y dirección del desarrollo, el Estado puede ejercer funciones de suplencia en situaciones excepcionales, cuando sectores sociales o sistemas de empresas, demasiado débiles o en vías de formación, sean inadecuadas para su cometido. Tales intervenciones de suplencia, justificadas por razones urgentes que atañen al bien comun, en la medida de lo posible deben ser limitadas temporalmente, para no privar establemente de sus competencias a dichos sectores sociales y sistemas de empresas y para no ampliar excesivamente el ámbito de intervención estatal de manera perjudicial para la libertad tanto económica como civil. En los últimos años ha tenido lugar una vasta ampliación de ese tipo de intervención, que ha llegado a constituir en cierto modo un Estado de indole nueva: el "Estado del bienestar". Esta evolución se ha dado en algunos Estados para responder de manera más adecuada a muchas necesidades y carencias tratando de remediar formas de pobreza y de privación indignas de la persona humana. No obstante, no han faltado excesos y abusos que, especialmente en los años más recientes han provocado duras críticas a ese Estado del bienestar, calificado como "Estado asistencial". Deficiencias y abusos del mismo derivan de una inadecuada comprensión de los deberes propios del Estado. En este ámbito también debe ser respetado el principio de subsidiaridad. Una estructura social de orden superior no debe interferir en la vida interna de un grupo social de orden inferior, privándola de sus competencias, sino que más bien debe sostenerla en caso de necesidad y ayudarla a coordinar su acción con la de los demás componentes sociales, con miras al bien común. Al intervenir directamente y quitar responsabilidad a la sociedad, el Estado asistencial provoca la pérdida de energías humanas y el aumento exagerado de los aparatos públicos, dominados por lógicas burocráticas más que por la preocupación de servir a los usuarios, con enorme crecimiento de los gastos. Efectivamente, parece que conoce mejor las necesidades y logra satisfacerlas de modo más adecuado quien estpa próximo a ellas o quien está cerca del necesitado. Además, un cierto tipo de necesidades requiere con frecuencia una respuesta que sea no sólo material, sino que sepa descubrir su exigencia humana más profunda. Conviene pensar también en la situación de los prófugos y emigrantes, de los ancianos y enfermos, y en todos los demás casos, necesitados de asistencia, como es el de los drogadictos: personas todas ellas que pueden ser ayudadas de manera eficaz solamente por quien les ofrece, aparte de los cuidados necesarios, un apoyo sinceramente fraterno. ¸¸¸ El L. S. reconoce y publica necesario la teoría y práctica del principio de subsidiaridad en las sociedades de todo tipo -incluyendo la familiar-. Lo declara principio básico de la democracia, sin la cual esta no es tal, ya que a todos concierne. Este pricipio también concierne a la organización de la Iglesia. En la creación en la sociedad de una estructura económica la subsidiaridad es básico pues implica que los individuos laborales, células con genes económicos, sean los que marquen el crecimiento de la económía y puedan formar su cerebro que los dirija eligiendo a los representantes del poder económico. El L. S. tiene como principios que es Dios nuestro Señor el que determina las vocaciónes laborales de todos y cada uno de los laboradores - y no solo las vocaciones a la vida religiosa- pues si les manda a los humanos todos trabajar y cuidar la naturaleza ( Gn. 2, 15)también les proporcioan los medios interiores para realizar armonicamente el cuidado común de la naturaleza. Es en el plan de Dios de división del trabajo, tomando la Tierra entera y la libre inmigración como el creador, tiene su plan interior economico lavbotraly tiene previsto una completa división del trabnajo si se deja actuar las vocaci´lnes individuales. Al proponer el L. S. la creación de un nuevo Poder, el Poder Económico, a tomado en cuenta que ejerce mejor su actividad quien tiene vocación para ello, recibida de Dios y por tanto que están ma´s capacitados para llevar la función económica lo de la economía y más capacitados para llevar la Política los de la pólitica. 49. En este campo, fiel al mandato de Cristo, su fundador, está presente desde siempre con sus obras que tienden a ofrecer al hombre necesitado un apoyo material que no lo humille ni lo reduzca a ser únicamente objeto de asistencia, sino que lo ayude a salir de su situación precaria, promoviendo su dignidad de persona. Gracias a Dios, hay que decir que la caridad operante nunca se ha apagado en la Iglesia y, es más, tiene actualmente un multiforme y consolador incremento. A este respecto, es digno de mención especial el fenómeno del voluntariado, que la Iglesia favorece y promueve, solicitando la colaboración de todos para sostenerlo y animarlo en sus iniciativas. Para superar la mentalidad individualista, hoy día tan difundida, se requiere un compromiso concreto de solidaridad y caridad, que comienza dentro de la familia con mutua ayuda de los esposos y, luego, con las atenciones que las generaciones se prestan entre sí. De este modo la familia se cualifica como comunidad de trabajo y de solidaridad. Pero ocurre que cuando la familia decide realizar plenamente su vocación, se puede encontrar sin el apoyo necesario por parte del Estado, que no dispone de recursos suficientes. Es urgente, entonces, promover iniciativas políticas no sólo en favor de la familia, sino también políticas sociales que tengan como objetivo principal a la familia misma, ayudándola mediante la asignación de recursos adecuados e instrumentos eficaces de ayuda, bien sea para la educación de los hijos, bien sea para la atención de los ancianos, evitando su alejamiento del nucleo familiar y consolidando las relaciones entre generaciones. Además de la familia, desarrollan también funciones primarias y ponen marcha estructuras específicas de solidaridad otras sociedades intermendias. Efectivamente, éstas maduran como verdaderas comunidades de personas y refuerzan el tejido social, impidiendo que caiga en el anonimato y en una masificación impersonal, bastante frecuente por desgracia en la sociedad moderna. En medio de esa múltiple interacción de las relaciones vive la persona y crece la "subjetividad de la sociedad". El individuo hoy día queda sofocado con frecuencia entre dos polos del Estado y del mercado. En efecto, da la impresión a veces de que existe sólo como productor y consumidor de mercancías, o bien como objeto de la administración del Estado, mientras se olvida que la convivencia entre los hombres no tiene como fin ni el mercado ni el Estado, ya que posee en sí misma un valos singular a cuyo servicio deben estar el Estado y el mercado. El hombre es, ante todo, un ser que busca la verdad y se esfuerza por vivirla y profundizarla en un diálogo continuo que implica a las generaciones pasadas y futuras. ¸¸¸ Gremios y asociaicones profesionales -familia laboral- sin cuya asitencia no pudieran llevarse a cabo los fines de apoyo laboral ni de perfecionamiento profesional y base para que con la intervención de los gremios profesionales la educaión, desde la más tierna infancia se disponga para responder a las p´rograciones que dios otorga a cada uno y que debe seguir.