Contra la mentira negra y roja

Juan GOYTISOLO

La Vanguardia, 09/03/2005



Rigor moral

Hallé en 'Incerta glòria'el mismo dolor ante lo destruido que me conmovía en los poemas de Cernuda



Cuando, a fines de 1956, cumplí mi sueño de dejar para siempre la asfixiante atmósfera política, literaria y moral de la España franquista para acogerme a la libertad de París, mi acto de ruptura individual se transformó pronto en algo más ambicioso y menos egoísta. Seguía en mi exilio los pasos de un gran poeta, Josep Palau i Fabre, y compartía con él el afán de combatir las consecuencias castradoras de la censura procurando divulgar –como lo haría luego en Ruedo Ibérico– los libros prohibidos por ésta. Gracias ami compañera Monique Lange, asumí la responsabilidad de lector de español en la editorial Gallimard, tarea que ejercí por espacio de más de diez años y que me permitió introducir en Francia a algunos autores en lengua castellana que habían sufrido a menudo la cirugía preventiva de los guardianes de la moral y podían publicar al fin sus novelas sin cortes ni tijeretazos. Ello me valió, claro está, la malquerencia del régimen y una campaña de descrédito, para mí, honrosa, que se prolongó hasta la muerte del dictador.

El día en que leí el manuscrito de Incerta glòria que me envió Joan Sales fue uno de los más satisfactorios de mi labor. Pese a mi conocimiento aún imperfecto del catalán, comprendí en seguida que se trataba de una gran novela, no sólo por su elaboración cuidadosa y compleja, sino también por su enfoque singular del tema, el de la Guerra Civil de 1936-1939. Escrita por un testigo del lado de los vencidos, no contenía ningún mensaje político ni se abandonaba a una fácil exaltación partidista. Hallaba en ella el mismo dolor ante lo irremediablemente destruido que me conmovía en los poemas de Las nubes, de Luis Cernuda, un dolor que sobrevivía a los caducos ejercicios de propaganda de cualquiera de los dos bandos: no sólo los de la mediocre o miserable novela y poesía de los heraldos de la Falange, sino también, los más dignos, de los escritores comunistas o republicanos.

El deber de testimoniar "la veritat contra la mentida negra i contra la mentida roja", de la que habla posteriormente en El vent de la nit, concede a Joan Sales el rigor moral de quien no asienta sus reflexiones en certeza alguna y vive a la intemperie en el absurdo del mundo, con su cortejo de sangre, muerte e injusticia. Los protagonistas de Incerta glòria –combatientes voluntarios o no en el frente de Aragón– viven en una situación que rebasa sus alcances y les convierte en peones de un juego que no controlan. Sus sufrimientos, sus dudas, heroicidades, sacrificios, encarnan "the uncertain glory of an April day" que da título al libro. Joan Sales no cae en la trampa del testimonio melodramático ni en la ilusión lírica que afectan a la mayoría de las novelas de guerra. Por dicha razón, la fuerza de Incerta glòria sobrevive al paso del tiempo y puede leerse hoy con la misma intensidad con la que fue escrita.

El texto incompleto que recibí contenía no obstante párrafos y pasajes que no figuraban en la edición catalana de entonces. Bernard Lesfargues los tradujo escrupulosamente al francés, y la novela obtuvo una excelente acogida crítica. Mi lucha minúscula contra la censura se vio así felizmente recompensada, como lo sería años después con la publicación por Gallimard de La plaça del Diamant, de Mercè Rodoreda. Creo que estos dos autores son quizá los novelistas más significativos del período sombrío por el que atravesó la cultura catalana desde el fin de la Guerra Civil hasta la agonía del franquismo. El renacimiento actual de la narrativa en la lengua creada por Ramon Llull no hubiera sido posible sin ellos.





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