Parte I : Nacimiento-evolucion-Maduracion. Individual de la Especie.
Seccin III: EVOLUCION LABORAL.
PROLOGO: DIALOGO SOBRE LA O MORAL/ ETICA,
VS. JUSTICIA=MORALDIKA/ DIKETICA
DEL "EMPRESARIO Y SU ACCIóN":
con EL LABORIMO GREMIAL EVOLUTIVO: EVLO.
Capitulo II
q1.Empresa y Sociedad
El titulo genérico de este captulo nos sugiere, a primera vista, la alternativa ideológica en que esta empleada la humanidad desde hace un siglo: la primaca del hombre sobre la sociedad o la prevalencia de la sociedad sobre el hombre. Esta tensiòn contradictoria de lo que,tambin desde hace màs de un siglo, ha dado en llamarse la cuestin social, que afecta de manera especial a la empresa privada, se ha vivido fundamentalmente en un nivel técnico, ideolgico y sociolgico.
Las dificultades de base entre eI liberalismo y el socialismo se centran fundamentalmente en esa alternativa. El viejo liberalismo sostiene que el verdadero conglomerado social surge del hombre y del juego de sus libertades individuales, en tanto que para el socialismo clàsico lo primero es la sociedad y el orden auspiciado por un plan estatal.
Teòricamente hay en ambos una comùn estimaciòn hacia el hombre y su libertad, y hacia la sociedad y su orden, pero la necesidad de optar por el momento entre uno y otro manifiesta ya una preferencia y, en el rejuego de la dialctica, una exclusividad: para el liberalismo, si de verdad triunfase la libre concurrencia de los hombres, el orden social se dara por añadidura; para el socialismo, en cambio, la expansiòn libre del hombre sera una venturosa consecuencia de la debida administracin social.-
Es sta la manera como el liberalismo y el socialismo, al mostrar sus impaciencias tecnicas, ideolgicas o sociolgicas, plantean tal alternativa: hombre o sociedad. En el interior de la opcin han florecido los neoliber a l ismos sociales y los neosocialismos liberales, de los que est poblada la Tierra, pero todos ellos surgen en esa grieta que ha dejado la alternativa, an no tcnicamente resuelta, entre la sociedad y el hombre. Pues resulta importante considerar que esta o pc in alternativa entre sociedad y hombre configura tambin todo el espacio de posibilidades sociales que, entre la una y el otro, existen: desde la familia -que es posibilidad natural- hasta la empresa y las sociedades intermedias -que son posibilidades voluntarias-.
Esta afirmacin se hace evidente en el caso especfico de la empresa. Una misma entidad productiva -con los mismos factores y funciones- cambia radicalmente de perspectiva segn la veamos como expresin del hacer de los individuos y resultad o del juego de sus propias libertades, o la veamos, contrariamente, como una cristalizacin o modulacin concreta de oficios que por la sociedad, como tal, deben ser ejercidos. La naturaleza entera de la empresa, como de toda posibilidad social humana, qued ara as pendiente de la opcin de la que hablamos.
q2. Opción hombre-sociedad frente
a las ideologas.
En Occidente la antinomia liberalismo-socialismo (individuo-sociedad) ha sido reemplazada por tcnicas nue vas (c apit alismo social, neoli-beralismo, socialismo liberal), que tienen en comn el admitir el principio de integracin de la libertad individual y del orden social (individuo-sociedad) sin permitirse la opcin uni-lateral, aunque fuese momentnea. Pero tienen t ambin en comn el que todos esos sistemas de integracin que ahora ensaya eI Occidente se mueven en un plan decididamente tecnolgico.
- El neoIiberalismo viene a decir: la economa puramente liberal, que confi en la libre concurrencia desamparada de la ln terve ncin del Estado, tena que fracasar porque era un sistema econmico tc-nicamente errneo igualmente, el socialismo liberal confiesa: la economa del socialismo clsico fue en exceso optimista; cometi el error tcnico de poner en las manos del Est ado lo qu e tamb in requiere el activo concurso de la libertad individual.
- Mi posicin es que tal alternativa (individuo-sociedad) ser insoluble mientras quiera verse slo desde un punto de vista tcnico o socio-lgico, esto es, mientras quiera resolverse con el m ero acierto de una frmula o sistema social. En concreto, estos sistemas sociales que pretenden la integracin entre la sociedad y el hombre suelen partir del error original de haberse concebido como remedios a ensayos sociales equivocados, como nuevas tent ativas de trmino medio, en fin, como un intento ms que se suma a los muchos iniciados en nuestros dos uiltimos siglos.
- Estoy convencido de que, antes que un repertorio de consignas y frmulas de actividad, toda tcnica socio-econmica debe s ere en el fo ndo, un a doctrina antropolgica, una visin o concepcn del hombre. La verdadera solucin a la absurda anttesis del hombre y la sociedad habr de encontrarse en la naturaleza humana, o no se hallar en frmula alguna, por ms que se intenten revoluc iones y ensayos.
- El influjo que ejercen hoy las ideologas deviene justamente de las desatenciones a la naturaleza humana. Si se define la ideologa como un sistema de ideas respecto de lo que ha de hacerse el error consiste en enfrentar una ideologa, que no es al fin y al cabo otra cosa que un modo de hacere con otra ideologa, vale decir, con el hacer de otro modo. La respuesta al qu hacemos? no puede darse sino con la respuesta al qu somos?, que no ser contestada con una ideologa sino con una conce pcin del ser del hombre. El buscado desarrollo social , las pretendidas libertades de accin a que el hombre de hoy aspira no sern consecuencia de una ideologa, que disee un sistema acertado para la accin humana, sino de una antropologa que acierte a decir nos lo que el hombre es, y de una moral que seale acertadamente las vas del crecimiento del ser del hombre.
- Habituados al enfoque actual, predominantemente tcnico, del problema de la empresa en su relacin con la sociedad, esta investigacin resultar d esacostumbrada, pero se ver, sin embargo, que la posicin de la empresa, sea como sociedad, sea como prolongacin de la libre accin individual, comporta problemas previos, sin cuya solucin las recetas tcnicas son inoperantes.
q3.Indivi dualidad y com unidad.
Empecemos con la afirmacin, bien evidente, de que el hombre, en cuanto individuo, nunca ser comn a otros: es incomunicable, con una incomuinicabilidad que invalida las posibilidades de todo comunismo pronuncia do a boca llena. Pero, a l mismo tiempo homo naturaliter, segn el trmino clsico, est animal socialis: el impulso social humano radica de suyo en la naturaleza del hombre, y de esa tendencia esencial es de donde arranca la necesidad de cooperacin de muchos a un mismo fin, en lo qu e consiste la sociedad: no soy social porque tenga necesidad de los otros, sino que tengo necesidad de los dems porque soy esencialmente social: no posee otro sentido el naturaliter de la expresin tomista.
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En la naturaleza d el hombre, pues, est ya resuelta de un modo natural, valga la redundancia, esto es, sin artificios, la artificiosa antinomia hombre-sociedad-. Donde no est resuelta es en la tcnica sociolgica, y elIo justo por atender slo, o preferentemente, a la dimensin material human a, esto es, por una falsa concepcin de la naturaleza del hombre. El liberalismo y el socialismo, y las frmulas sociolgicas intermedias, se explican slo desde un planteamiento, al menos inicial, materialista. Desde una perspectiva espiritua l, seguirn exist iendo, qu d uda cabe, los graves problemas sociolgicos con-temporneos, seguir en pe la gravsima cuestin de cmo nos las vamos a arreglar entre nosotros para convivir; pero esta cuestin no podr ya plantearse desde la alternativa hombre-soci edad, libertad-or den, liberal ismo-socialismo, hasta encontrar un punto adecuado, un intermedio razonable entre dos extremos. Partiendo de una alrernativa falsa, por considerar que el hombre es un ser material, o por considerar slo lo material en el homb re, difcilmente po dr lograrse u na frmula que pueda resolver una alternatva inexistente.
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Porque cada hombre, al tener una actividad independiente de la materia, al ser espritu, es eminentemente distinto de los dems hombres, con una libertad inalienable y con una digni dad propia suya; no como los ejemplares de una misma edicin, que tienen la dignidad de la edicin a que pertenecen. Esta dignidad de la persona de la que ahora tanto se habla en Oriente y Occidente, no puede referirse ms que al carcter espiritual del hombr e, y por ende, a su destino inmortal e imperecedero. De lo contrario, con mayor motivo se hablara de la dignidad de la vaca y del caballo, cuya "situacin social" es ms precaria que la del hombre mismo. Si el hombre quedara reducido a una mera individualidad biolgica, e n la que el alma no vendra a ser ms que un epifenmeno sin valor particular, la cuestin social tendra una cabal respuesta en la sociedad protectora de animales.
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Sin embargo, no es es todo. La espiritualidad humana, que es la base de su dignidad individual, y que le da un valor personal incalculable -incal-culable al menos con los parmetros de la vaca y deI caballo- es, al propio tiempo, y paradjicamente, la base de su disposicin social. El hombre, por ser espiritual, y no estar lo espiritual coartado por la materia y embebido en ella, se encuentra dirigido a lo absoluto, que trasciende su propia indivi-dualidad, y que le sera inalcanzable sin la cooperacin de muchos. No podemos encaminarnos a lo absoluto, que consti tuye nuestro natural destino, si nos afirmamos y clausuramos en nuestra mera individualidad personal: estamos destinados por naturaleza a un fin para cuyo alcance somos todos y cada uno insuficientes. Esta asociacin particular y especfica que es la empres a constituye, como ta ntas otras asoc iaciones de su nivel, una consecuencia ms de la insuficiencia humana, que se patentiza cuando buscamos algo superior a aquello que individualmente podemos alcanzar.
q4.Individuo versus empresa
o empresa versus sociedad.
Enfocar la vinculacin del individuo a la empresa a travs de los principios puramente liberales es un error craso y de fatales consecuencias. El individuo se inserta en la empresa, como en cualquier otra sociedad, para ser ms de lo que seri si n tal insercin. Pero esta amplitud de ser, adquirida en la asociacin, debe hacerse en y por la asociacin misma, y no de espaldas a ella. Ha de reconocerse que una buena parte de las tcnicas administrativas para vincular al individuo a la empresa, y otra buena parte de los formulismos sociolgicos para vincular la empresa a la sociedad, parten de estas alternativas: individuo .versus empresa o empresa versus sociedad. Alternativas que son, por igual, punto de partida del liberalismo y del socialismo; y que, por igual, consideran que los fines del uno -individuo- y de la otra -sociedad- han de estar en necesaria disyuncin o competencia: las tcnicas y los formulismos tratarn de componer el estado disyuntivo, arreglar la oposicin. En el fondo, no hay ms que una visin materialista del hombre y de la sociedad, nica plataforma ideolgica desde la que tal alternativa puede considerarse como un problema, pero desde la cual ha sido, hasta hoy, irresoluble.
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Porque, en cambi o, el carcter espiritu al del hombre, en lo que consiste su dignidad propia, lo afirma con una dimensin personal, s, en contra de todo colectivismo socialista, pero, al propio tiempo, de ese mismo carcter espiritual brota, como acabamos de ver, la exigencia de su disposicin soc ial, frente a todo liberalismo individualista.
A partir de este momento, la opcin social de la que hablamos desa-parece.
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No quiero afirmar, entindase bien, que ha desaparecido la cuestin social en s misma: es evidente que existe. No puede confund irse la antropolog a con la prestidigitacin o con el malabarismo. Pero tal cuestin no habr de enfrentarse ya como si fuera una opcin sociolgica -que requiere de transformaciones en las estructuras sociales-, sino en el sentido de una opcin existencial, qu e requiere un cambio en las conductas individuales.
q5.El proyectarse como ser del hombre.
Para entender esta opcin existencial en la que los problemas sociales han, definitiva y ltima mente, de solucionarse, debe entenderse bien que slo el hombre se puede encarar con su propio ser como una tarea por hacerse. El hombre es una tarea que cada uno debe hacer por s mismo, y no un mero producto social, que tenga en una frmula social la soluc in de su destino.
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Es sta una nota del se r del hombre que ha sido puesta en relieve, y con un nuevo vigor, por el existencialismo contemporneo, precisamente como reaccin a los proyectos sociales de hoy: que el proyecto bsico del hombre no se limita a sus caminos sociolgicos n i a sus posibilidade s tcnicas, sino que se adentra hasta la relacin consigo mismo, como hechura ontolgica inacabada. Cuando Heidegger nos recuerda que el ser del hombre es el proyectarse, nos est diciendo que es reflexivo, en su sentidoo ms fuerte: porqu e el hombre es produc ro de si mismo, puede hacer-se, y como tal hacer-se se refiere directamente a su propio ser, el ser del hombre no consiste en ese mero ser que es sino en un "estar .siendo-.se" dinmicamente reflexivo. Sin duda, Sartre, con poco rigor a nuestro juicio, exa gera hasta el abuso -abuso slo conceptual, por supuesto- estas posibilidades de la reflexividad del hombre en lo que a su ser se refiere, hasta afirmar que "no hay una naturaleza humana"e como si el hombr e fuera absoluro y no tuvier a antecedentes ni final idad, como si careciera de punto de partidae de impulsos naturales, de entorno social alguno. Pero como quiera que sea, el hombre no es animal racional -en lo que consiste su naturaleza- de la misma for ma que el agua es dos molcula s de hidrgeno y una de o xgeno - en lo que consiste la suya-pues el hombre no es, rigurosamente, racional, sino que debe llegar: a serlo. Mientras podemos referirnos a todos los seres del universo con afirmaciones simplemente descriptivas, nuestras refere ncias al hombre tienen siempre una intencin imperativa. Ello no es un descubrimiento de ahora: el "s lo que eres" de Pndaro, quiere decir exactamente lo mismo. Todo esto no significa que el hombre carezca de naturaleza: por el contrario (y aqu nos asomamo s a la falta de rigor de Sartre), significa que la naturaleza humana es naturaleza de un modo ms apropiado, profundo y rico: porque no es una naturaleza slo limitante del ser al que corresponde, sino adems expansiva de l, f uente de nuevas posibilidades, origen de enriquecimiento entitativo, principio de propias plenificacones- Y estos significados precisamente -fuente, origen, principio. son lo que los griegos queran indicar con a palabra fisis (naturaleza), que Sartre se n iega a atribuir aI hombre.
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EI otro extremo se halla en una consideracin tambin materialista del hombre, para la que su ser est ya completo, repleto de s mismo, como una piedra. Su progreso posterior no provendr ya de una posibilidad interna derivada de la elasticidad del espritu del hombre carecera de interioridad reflexiva, en el sentido existencialista), sino, por el contrario,de la funcin.social que ejerza, igual justo que una piedra: no hay para ella margen de crecimiento interior; sus posibilid ades de cambio se cifran slo en su funcin: clave de arco o adoqun de pavimento.
q6.Funcionalidad del hombre en la empresa.
Esta concepcin socialista de la vida del hombre (esto es, el nfasis d ado a la funcin social) ha prend ido, a partir de este siglo, tambin en la empresa moderna, aunque proclame, en otros aspectos, su oposicin al socialismo. El ideal de la administracin se lleg a convertir, en efecto, en la elaboracin de sistemas o manuales operativos al margen de lo que e l hombre es; vale decir, al margen de sus caractersticas eminentemente creadoras, racionales y libres. Lleg a jugarse as un turbio doble papel: la misma libertad que la empresa reclamaba al Estado para sus operacionese de ntro de un marco de libre competen cia, est simultneamente n egada a sus trabajadores y empleados, en aras de la eficacia de la organizacin.-
No puede decirse que la articulacin de estas dos realidades imperantes en el hombre -creatividad y orden, libertad y naturaleza- sea teri-camen te sencilla; pero la natur aleza, que Sartre nos niega, y la libertad de hacernos nosotros nuestro propio ser, que nos niega el materialismo, son dos realidades que se presentan con fuerza en nuestra propia vida, en la que es indudable que somos de una manera determinada, independi entemente de lo que queramos (es decir, tenemos una natu raleza que no nos hemos dado a nosotros), pero que podemos ser, adems, como queramos (es decir, lo que se nos ha dado puede por nosotr os negarse o ratificarse, retraerse o acrecetarse). Nuestra vida es una continua experiencia de esta curiosa situacin: '`somos libres, o sea, no estamos hechos del todo; pero somos, o sea, tampoco lo tenemos todo por hacer".2 El hombre comparte con los an imales las acciones por las que infl uye en las realidades que lo rodean, aunque les d modula ciones especficas; pero el hacerse a s mismo le es estrictamente propio. Y es ah, en el nivel del hacerse a si mismo -que puede llamarse con rigor nivel entitativo o nivel ntico- en donde se encuent ra el nervio de la cuestin s ociaI.
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Porque es ah donde se dan las opciones fundamentales de la vida humana, que condicionan y configuran las dems opciones, aqullas incluso que podran presentar, de primera instan cia, un particular nivel de radicalida d.
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Por ello podemos deci r ahora, de una vez, que la cuestin social no est bien planteada en el plano sociolgico como opcin entre liberalismo y socialismo, sino en el plano entitativo como opcin entre el ser par a m o el ser para los otros. Esta opcin ha sido siempre bsica y prime ra, pero reviste un carcter principal en este tiempo, hasta constituirse en un asunto de primaca y hasta de apremio, precisamente por la exal-tacin masiva y oficial del egosmo, que se h a constituido como un tema recurrente e n todos los planteamientos socialesde hoy.
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La consideracin de las leyes como represin de la espontaneidad personal; el "debo vivir mi vida" como mxima nica a la que todas las dems reglas han de sujetarse; la bs queda de la realizacin particular como f in exclusivo de la existencia, son muestras claras de un egosmo degenerado en egolatra, que desemboca en esa postura megalmana del hombre, que est bien a la vista.
q7.Apertura a los dems y fun cin social.
A la exaltacin indebida del egosmo debe aadirse ahora una peculiar confusin. Porque la alternativa de ser para otro, la manera de salir del egosmo, se confunde lamentablemente con una posibilidad de orden diverso. Parecer a que si la persona quiere abrirse a los dems debera preferir su funcin respecto de los otros, en lugar de su propio ser personal. Deeste modo, el socialismo sera el paradigma de la apertura a los dems. Esto es falso, la apertura personal hacia los: otros, la opcin de mi ser entregado a los dems, es un fenmeno diverso de aqul por el que mi persona se diluye en la funcin que ejerce socialmente. Lo primero -la apertura a los dems- se da en la disposicin fundamental del ser de la persona, esa disposicin que no se identifica con una accin concreta, aunque ponga su selIo en todos mis actos en tanto que lo segundo -la funcin social- se refiere justamente a una accin o acciones especficas dentro del sistema operativo de la sociedad. Ser verdadero afirmar que amb as realidades humanas -apertura a los dem s y funcin social- no son contradictorias, y no lo son justo porque pertenecen a rdenes diversos. Pero entran vivencialmente en contradiccin cuando se me obliga a optar por una de ellas, esto es, por la de la func in social, como nica forma vlida de abrirm e a los dems, prescindiendo de mi persona.
Presentar as las cosas sera perder la radicalidad del planteamiento; ste debe hacerse en el propio nivel de la persona, y no slo en el de su relacin con la accin o c onducta social: se hace, por tanto, en el t erreno de lo que hemos llamado nivel entitativo o nivel ntico. Porque las mismas disposiciones fundamentales del ser pueden orientarse, dijimos, hacia m o hacia el otro. Y es aqu en donde se ubica la opcin radic al. El fenmeno social de todos los tiempos h ace evidente que tal opcin es p osible: es decir, podremos detectar y singularizar casos en que el hombre ha optado en uno u otro sentdo. En el momento filosfico contemporneo, el ejemplo lo tenemos bien a la ma no: "la metafsica es el prjimo", de Marcele f rente a ``el infierno son los ot ros", de Sartre.
A Ia luz de este fenmeno podra verse con ms claridad -aunque nos sera imposible mostrarlo ahora- el singular error de quienes consideran a la empresa con l a sola finalidad del servicio social, sin prov echo para los individuos, o con l a sola finalidad del provecho individuale sin exigirle funcin social alguna. Se dio por supuesto que todos somos egostas, y que no podemos dejar de serlo, y se mont todo un mecanismo de administracin bajo tales suposiciones: al punto que puede decirse que la administracin moderna se lleg a convertir en un sistema cooncebido para lograr que la persona trabajase para los fines de la organizacin, suponiendo que no quera hacerlo.Y de igual manera, se presupuso que la empresa no poda tener otro fin que el de l a utilidad o provecho del capital, y todo elmecanismo de la administracin pblica se centr en presionar a la empresa a fin de que llevara a cabo un servicio social para el cual por naturaleza no estara constituida e incluso le seria adverso.
No puede d arse ya por resuelta la opcin afirmando gratuitamente que las disposiciones entitativas o fundamentales del hombre, como tal, Io orientan originalmente a ser para s mismo, y conferirle a estas disposiciones el ttulo de nivel bsico humano: un egoismo natur al que luego habr de eliminarse o remediarse tcncamente con frmulas sociales o administrativast (En el extremo opuesto se encontrara, obviamente, la ingenuidad socialista segn la cual todos llegaramos a ser generosos por el solo expediente de un cambio so cial -por violento que fuese- sin mediar una decisin moral personal arduamente mantenida-)
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El hombre poodr elegir esta posibilidad aeo egoosmo, y atenerse a sus ooon secuencas; pero loo que hoy se necesita es que en el peor casoo, lo haga consciente d e que la ootra alternativa -el ser para los dems- eS posible de facto' y puede tambin ser elegida.
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Slo una concepcin materialista e intramundana del hombre, que ign ora las caractersticas del espritu, puede prete nder invalidar la posibilidad de taI al ternativa, del ser entero, referido a los dems. En efecto, si opto por el ser para otro, lo har bajo es supuesto de que hay algo en el que el otro que- aunque sea de o tro- vale ms que yo. Y elIo sera imposible si la diferencia entre ambos fuera una mera d istincin numrica material, como los ejemplares, dijimos, de una misma edicin. En tal caso, mi apertura no se dara hacia el otro como persona, sino hacia el conjunto c omo totalidad, porque, justo por ser totalidad, me superar a m, que soy slo una parte. La condicin del otro, como poseedor de cualidades de las que carezco, y con cuyo contacto puedo superarme, en una superacin que llamo servicio, quedar reducida a una ig ualdad a la que se otorga tal importancia. que mientras no pueda lograrse no podra afirma rme yo en mi propio ser: yo sera menos si hubiera otro que fuera ms. Y en lugar de abrirme al otro para crecer con l, luchar para que todos quedemos medidos por esos mismos mediocres raseros.
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Esta concepcin materialista proviene de una imaginacin errnea: el desarrollo del individuo se disea como un proceso material por el que un continente se llena en la medida en que trae hacia s su posible contenido. EI trasv asar tal contenido a otros provoca, por el cotntrario, el vaco. Conforme a tal figura, el ser para s mismo -la disposicin fundamental egoista- conseguira la plenitud del hombre, mientras que el vacio -enajenacin, empobrecimiento, deterioro- sera el efecto de su vuelco, de su entrega a los dems.
q8.Plasticidad del espritu.
Pero los procesos del espritu no pueden pensarse recurriendo a figuras materiales. EI espritu se comporta justo de manera inversa: posee l a posibilidad de un despliegue, de un desdoblamiento, de una duplicacin enriquecedora, de modo que, para el hombre, el salirse fuera, el abrirse a los otros no le hace perder lo que tiene, sino ensanchar el radio de sus posibilidades. El ser-para-m como p roceso de la "plenificacin" humana nicamente es posible, en resumidas cuentas, desde esa p erspectiva materialista. La materia slo se engrosa por asimilacin. Al asimilar algo, apropindonos materialmente aquello extrao que nos rodea, se empequeece el entor no a los lmites estrictos de quien lo asimila. E l entorno se depaupera, entonces, para enri quecer al sujeto que se nutre (introyectndose en l, y perdiendo su autonoma). Pues bien: el egosmo, como medio de engrandecimiento del hombre (que eso es, en sust ancia, la opcin del ser-para-m) , se basa en esta concepcin unilateral de mis nexos con los o tros, que tendran, analgicamente, la calidad de relaciones meramente vegetativas; y si consideramos a los otros no ya como elementos del entorno, sino en la cond icin humana que les es propia, la posicin del egosta exige un verdadero contexto de canibaIismo social.
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Pero las consecuencias de esta opcin del ser-para-m no son desastrosas slo desde el punto de vista de los otros, como pudiera parecer. Al contrario, los efectos realmente letales se producen en aquel que opta por servirse de Ios dems. Porqu e, desde la perspectiva del espritu, el hombre se expansiona gracias a la apertura, y no gracias a la "nutricin vegetativa". Para seguir con la analoga, si la funcin vital bsica vegetativa es la asimilacin de l entorno inyectndolo dentro del propio ser, el lo es as para que la funcin vital superior del espritu pueda expansionar ese ser hacia afuera, en una forma nueva y ms alta. Esta confusin entre las operacio nes vitales del hombre, fruto inequvoco e inevitab le de una concepcin materialista, conduce a cons iderar la operacin vegetativa, de asimilacin destructivamente egosta, de intosuscepcin, de introyeccin de lo extrao dentro de m, como el paradigma de las r elaciones humanase con lo que el hombre no rebasa l a condicin del ganado de engorda.
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Por el contrario, desde una concepcin antropolgica espiritualista, el prototipo de la accin humana sufre una transformacin de 180o: porque el ser-para-m no, se ve como esa egocntrica "plenitud" vegetativa, sino, al r evs, como un equivocado repliegue del yo sobre sì mismo. De nada me sirve que en ese yo estn los demàs introyectados, porque, por ley de la nutricin, slo han podido incorporarse en m perdiendo su autonoma: quedo yo slo para m mismo curvado sobre m, en una po stura concava que me empobrece.
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La apertura e en cambio, hacia los dems (en lo que consiste el ser-para-el-otro), que es, en definitiva, la esencia del amor, engendra una expansin del yo, que se plenifica en esta apertura suya. Y, al tenor de la ana loga, si la plenitud de la materia reside en llena rse-de , la plenitud del espriru consiste en desplegarse-hacia.
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La extensin perifrica -el desparramarse alrededor- empobrece a la materia porqu e, por ella, pierde esa consistencia y densidad interio r que frgilmente posee, pues, en realidad, no le pe rtenece. De igual manera, cuando el espritu se retrae curvndose sobre s mismo, lo nico que hace es reconcentrar tautolgicamente una interioridad en la que por naturaleza consiste, perdiendo la posibilida d de apertura, que es la ganancia adquirible desde a quella interioridad inicial. EI espritu, al mantenerse cerrado sobre s mismo, en la postura curva del ser-para-mi, decide permanecer inmvil en su punto de partida, en una quietud que es, precisamente, s u muerte, por-que su vida se define como versin hacia los otros, como logro de plenitud por expansin.
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Esta analoga, a la que da pie el opuesto comportamiento de la materia y del espritu en lo que respecta a su relacin con el entorno -asimilacin o ape rtura- y a la posibilidad de su plenitud -concentraci n o despliegue-, sirve para iluminar el enredado asunto contemporneo de la enajenacin humana, la cual es dfinitiva para entender la tesis del socialismo moderno que ataca a la empresa privada como fact or relevante y casi nico! de enajenacin. La enajenacin, entendida al modo de Feuerbach o de Marx, sera la prdida del propio ser cuando se entrega a un otro diverso de s: Dios en el caso de la rel igin, producto en el caso del trabajo, capitalista en el cas o del obrero, etctera. La plenitud como llenarse-de, q ue es el concepto materialista de propia plenificacin, conduce a que todas las posibilidades del espritu en el orden del despliegue-hacia s e traduzcan irremediablemente como peligros de enajenacin, cu ando pueden constituir, segn el caso, ptimos horizontes de enriquecimiento.
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Para Feuerbach y Marx es a todo punto imprescindible que el hombre no salga fuera de s (por fuerza de estos he chos ideolgicos el salir fuera de s se traduce hoy literalment e como enajenarse, lo cual tiene cierto sentido en el l enguaje psicolgico: del loco, del enajenado, decimos que est fuera de s). Pero, por otra parte, pronto se percatan ambos de que el produ cto del propio trabajo no puede repercutir sobre s mismo solame nte, sino que trasciende con una clara y necesaria incid encia en la sociedad- As las cosas antes que en su trabajo el hombre se supedite a lo social -vale decir, a algo que no es l mismo- optan ambos porque el hombre se identifique con la sociedad, de mo do que el producto de mis operaciones no recaiga sobre otro -enajenacin- sino en m mismo convertido ya en sociedad: a fin de no salir "hacia afuera" ser prefefible no tener 'adentro" alguno: me autoafirmo a costa de mi individualidad. La ya aludida dilucin de la persona en su funcin tiene aqu su origen frontal. Y su origen tiene tambin aqu esas opuestas concepciones de la empresa segn las cuales o el hombre debe servirse de ella para s mismo, o debe servir con ella a los dems. A estas alturas puede verse ya que tal problema no Se resuelve desde la empresa -ni d esde las tcnicas administrativas, ni siquiera desde el acierto personal del directivo- sino desde los ms hondos niveles antropolgico s. La antinomia del fin de la empresa (o utilidades para el capit al o servicio para la comunidad) no es ms que un reflejo d e la artificiosa antinomia hombre-sociedad, y apunta directamente a las ms profundas motivaciones del individuo que intervienen en la empresa: si esas motivaciones son solamente perifricas (salario, seguridad, status), o solamente personales (propio desar rollo, autorrealizacin) , o tambin trascendentes: anhelos de servicio a los dems,3 como fruto de mi opcin radical de abrirme hac ia los otros. Es ah, y no en otra parte, en donde se encuentra el n cleo del problema. Las frmulas tcnicas que se arbitren,con n o ser intiles, no suelen agarrar el toro por los cuernos, sino que le hurtan cobardemente el
bulto.
q10.CONCLUSION.
Al miedo, pues, de en