Juan Joaquín Péreztejada


Los refranes del jaranero

ÍNDICE

LOS PUERTOS Y LAS PLAYAS


Escrituras de naufragios

Escrituras de naufragios

I hope that someone gets my
message in a bottle.

Sting



La tierra, empero, estaba
informe y vacía, y las tinieblas
cubrían la superficie del abismo
y el espíritu de Dios se movía
sobre las aguas.

Génesis, I, 2


Prólogo

Entre mis pasos y la soledad
habita una playa
Aparecen azoradas en esta ribera
esquirlas de la muerte
botellas opacas cubiertas de pólipos
un papel en su interior
la constancia del otro
Alzo estos residuos marinos
y los descorcho para acercarlos
a otras orillas


I. Mensaje en la botella

Quién recogerá esta botella con mensaje
mohín de náufrago
arrojada al mar
El verde y ámbar guardan la historia de naufragios
legendarios
La palabra al garete
en boyas de olvido
única certeza
Mis poros comienzan a confundirse con la arena y el silencio
El pensamiento inicia una ola
Del salitre he obtenido este aspecto de anciana luz
somnolienta
ruina sofocada
aridez de reinos derruidos
La claridad de los días en la última línea del horizonte
se ha vuelto desesperanza
El oleaje trae a galope cascos rotos de estrellas


II. Alientos de la isla

He de lunar el aire
estola de la brisa
para descubrir los colores perdidos del arco iris
lascas de esteros femeninos
máculas indemnes del siroco
mascarón bolinero esculpido en el cierzo

He de fondear en el descanso de respiros
esta inquietud de escribir aquello
encerrado en la canícula para hacerlo visible en el paisaje
cántaro repleto de púrpuras azules

He de nombrar
alientos de la isla


III. Melodía para sistro y salterio

Al despertar playas de mis labios
el coyol vertió secretos de malvas brisas

Los amantes llevan caracolas nubes atadas
a los besos despeñados de
Cormorán y Fungia

Velas del recuerdo alentadas por la memoria
maman de la tarde la luz
donde se hinca el amanecer

La luna nueva asciende de luna llena

La última copla de la noche canicular
aparece convertida en deseo sonámbulo
melodía para sistro y salterio

Una sirena amordazada
este naufragio


IV. Nocturno

La piel de la marina
creación del paisaje
es la marea en pleamar
de bocas y de ríos
En el interior
duerme un pelícano
ribetea su pico
azaleas el sueño

Flores de algas
desvanecen sus cantos
en el marchitar
de mis días
La noche acurruca sus horas
en la costa
Cenizas de bajel
la mirada


V. Fallecer de las maderas

Esta desgracia contiene
ora un aroma de puta nueva
ora la fragancia de una virgen delirante
Mi mano recorre el único mástil donde ella nunca más será vigía
Las velas bajaron por última vez
la mañana desde donde zarparon agitando pañuelos
las aventuradas caricias embarcadas hacia esta saga
inesperado fallecer de todas las maderas

Tierra caliente
aves y silvas recorren el litoral de voces distanciadas
Encallados labios asoman besos sobre la escollera
Florecen arrecifes donde encuentro astillas de carracas
El mar demuestra mi incapacidad de ser pez
Viejos troncos de palmera guardan mis instantes de trópico
Mi lengua mantiene la humedad y el color de su cintura
A mi corazón el limo lo llena de abandono


VI. Temporal

A quién hamacas en el deseo de nombrarme
polizón de un naufragio
Coronas mi sien con la alianza
entre políperos y cornejas
selladas con el silbo de un airón real
La luz da testimonio del tiempo
tatuaje dormido en tu vientre

A quién bambas en el furor de bautizarme
ultramarina gracia
caracola de líneas negras
constancia de vórtices incendiados
choza construida con sal auroras y nostalgias

Despiertas sonatinas para interpretar
el color de la zozobra y tiendes
las gavias de la tempestad
para apodarme sesteo de un berberecho

El nombre al cual respondía lo he perdido en el mar

En una hoguera
encendida con esencias de arco iris
arden los nombres verdaderos de Dios


VII. Algarabía de la naturaleza

Acólita luna campanera
con su húmedo tañer de olas
anuncia la tempestad
La ceremonia del aire da principio
Rachas de recuerdo arrasan la luz
o tanta luz oscurece el rededor
y lo vuelve recuerdo
Un norte jacarero comienza su propio jolgorio
cubre su cara con una máscara de tormenta
El viento bufa como en el último día de carnaval
En los pliegues del remolino se leen estas sentencias:
Todo huracán arroja de golpe las barcas sobre la arena
Jamás un relámpago abolirá un naufragio

Desnudas y límpidas
dieciséis estrellas vestales viran sus brillos hacia el fondo
de una poza
La playa juega a los rayos sus mareas
manoseada por un vendaval bullanguero
La celebración culmina en la resaca
Un faro mantiene el vaivén del bullicio marino
viejo pirata barbarena
gira sin poder fijar su mirada
lleva al firmamento como parche en uno de sus ojos
En este piélago queda el estro hecho jirones
náufrago de la juerga


VIII. En los naufragios

Un arete de corsario
un doblón español
una bala gringa
un riel de tranvía

Un clarinete
un bastón
una fotografía de carnaval
(Él estaba disfrazado de odalisca)
un reloj con leontina

Un acto de magia con monedas
un cuento referido durante la lluvia
una sonrisa de Chaplin
una canción acuñada en el aliento

Cuentan la aventura
embotellada


IX. Extintas especies

Ciudad de ruinas
la arena
Aire dormido
la antigüedad
de los puertos
y sus faros
Hoy los mascarones
sueñan
con argonautas
Ítaca ha dejado
de existir
Odiseo
No hay de dónde partir
No hay a dónde regresar

Éste es el fin de la historia


X. Grafía del guanelusco

Lujo del salitre
el guanelusco oscila
entre las arenas y el delirio
corre por fiebre de derrotas
Entre marzo y octubre desova
verdes y escamas
alas y amarillos
gana sus aros la bruma del final de mis tardes
Siempre hay algo de abril o de noviembre
bajo su torso azul
Exuberante animal de la familia de los alebrijes
arrastra su cuerpo desde la imaginación
hasta alucinaciones ultramarinas
No le pregunto su nombre cuando tiende su vientre
sobre las rocas
ni deseo escuchar su voz para saber cuándo ha de volver
mi compañera
Ella ha muerto y esta vegetación insular es el rezo
esta pausa de tierra su velar
El guanelusco descansa a mis pies
permanece oculto a la escollera
cuando se transfigura en un gesto de luz


XI. Mientras sucede el horizonte

Entre el agua y la creación
el inicio de las voces

Entre la tierra y la sombra
angustias de sal

Entre el aire y la piedra
un fósil de sueños

Entre el fuego y el humo
el azogue del relámpago

Entre las furias y el deseo
el comienzo de la palabra


XII. Cartografía de la ausencia

Desertaron los lugares
Las eras y las horas
han cedido al olvido
Memoria escaldada
yace baldía en el aire

Luz de estrellas
herencias de huracanes
guijarros esparcidos en el sueño
una penca de nombres sin figuras
estas escrituras embotelladas

No es silencio este naufragio
sino vaivén de las calaveras


XIII. Paraíso

Estoy en un lugar
parecido al quinto día de la creación
donde sólo habitan bestias inmundas y lúbricas

El zumbido de los mosquitos
anima los trabajos del reino

Pueblo esta tierra
a imagen y semejanza del naufragio
Mi costado herido
un efluvio del cual nace
una sirena de límpido plumaje


XIV. Ademán de náufrago

Atrapado entre la roca y el remolino
contemplo mi peñasco exaltado
por él fluyen rías de rojo barro

Cómo dejar constancia del tiempo
en los atolones donde acuáticas aves
buscan alimentarse
del imperecedero murmullo de los nortes

Cuántas palabras abiertas en cristales de sal
deben navegar por este océano incólume
para acaecer en la albufera de mis ojos

Este sueño y vigilia del pensamiento
es semejane al ademán de náufrago
ante el horizonte sin brío

En mí sólo encuentro la imagen
de la atarazana repleta de botellas de vino


XV. Túmulo azul

No espero más por el navío
nada vislumbro en el horizonte
Construyo una balsa con el fervor
de los jejenes y el coraje del humus
amarro mi última voluntad
con tiras de marinas luces coralíferas
Cubro mi cuerpo con andrajos de corsario
para sucumbir de una vez y para siempre
como esperma de ballena


XVI. Última estancia

Yo soy la vírgula primigenia
arena vida de playas luces
el fragor de estrellamares
suave encarnación de los principios
el salitre enconado
la doncella brisa de la marina palabra

Ella es el glifo último
un perfil del litoral no descubierto
el vértigo del silencio
la levedad de los finales
breve rasguño de los arrecifes
muchacha de arponeras frases

Yo soy naufragio
su nombre borrasca


XVII. Coda

Durante la noche la luz de cocuyos esplende
faro natural
nimba polvos fatigados que recién arriban a la deshonra
fanfarria de mosquitos da el saludo de bienvenida al infortunio
Suertes enredadas en las sales de olas viajan a pelo sobre lomos de mar
en sus alforjas transportan la calamidad de fracasadas épicas marinas
ahogadas desventuras de guerreros y el consuelo de rones y dalias
Durante la noche la luz de cocuyos esplende
baila la oscuridad a su ritmo titilante
Sueños aborígenes entonan cantos primitivos
Banderas izadas en aras de la leyenda
desplegadas por la fuerza del silencio
portan en su centro el escudo de armas de la decepción
un sol convertido en virutas de estrellas
y el color de la luna en áridos escritos sin eclipses
Claroscuro instante en duermevela
áspero surtidor de agonías
musgo donde pace una piara de mejillones afligidos
virtud apacible
lánguida mariposa negra
anuncia mi muerte
Esta luz de cocuyos horada cualquier deseo
donde hubo prodigios ahora hay crepúsculos
si hubo batallas perderlas fue el mejor hábito
Cada intento de travesía desemboca en un muñón de mar
Esta tragedia enarbola mi definitiva
exclusión de los océanos
deshilachada condición misérrima a la cual
he sido confinado
Este palpitante fulgor nocturno ensaya
elegías con el murmullo de una eternidad
herrumbrosa
El desastre silba una balada
la engarza a mi desgracia
el brillo opaco de su sonido saquea mi piel curtida
por la sal y el cierzo
riada de fuegos desgastados


Epílogo

Destino inútil esta costa mía
Quien escribe mensajes
para guardarlos en corambres de cristal
y arrojarlos a las mareas
a nadie puede salvar


Los refranes del jaranero de Juan Joaquín Pereztejada
se terminó de imprimir en el mes de agosto de 1993
en los talleres de Impresión y Diseño.
La edición consta de mil ejemplares y estuvo
al cuidado de
Juan Domingo Argüelles.

Desde el 10 de julio de 1998 son lectores virtuales...


Volver a la página de Juan Joaquín Péreztejada