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Dr. Mukiur Richard Mababu
Durante los diez últimos años el mundo ha sido testigo de acontecimientos que están determinando la situación actual y el futuro del continente Africano. La caída del comunismo y, por consiguiente, el final de la guerra fría es uno de los sucesos geopolíticos que ha dado resultados positivos en cuanto a las perspectivas de desarrollo social y económico que a África se refiere. Ha empezado a generar 'un nuevo orden mundial', una nueva visión de paz, estabilidad y posibilidad de progreso del continente africano. Estos cambios se han realizado con gran violencia en muchos países africanos. Varios países occidentales con intereses económicos reales en este continente no han querido aceptar este cambio y han logrado a crear clima de crispación, de violencia y de guerra civil en muchos de los países de África (guerras de Ruanda y Burundi, Congo-Brazza, Congo-Kinshasa, etc.).

Sudáfrica tomó la delantera iniciando un proceso prácticamente irreversible al desmantelar el apartheid. Todo el África subsahariana generó mucha esperanza pensando en el 'efecto dominó' que tal cambio podría crear en la zona revitalizando las economías y democratizando los regímenes políticos. Algunos efectos positivos de estos cambios se está notando tímidamente: la economía: ha empezado un crecimiento creciente y estable, los focos de grandes conflictos están desapareciendo, las organizaciones políticas africanas están teniendo cada vez más una implicación real en la política social y económica del continente. La adaptación del continente africano a este nuevo contexto es un largo camino hacia su verdadero 'despliegue al desarrollo humano', tan esperado. El desarrollo a corto y medio plazo del continente africano depende más de la determinación del pueblo y del apoyo de la sociedad civil de los países o continentes vecinos que de las instituciones políticas nacionales e internacionales.

 
El fracaso en la mayoría de los países africanos en plan político, económico y social es atribuible a una crisis de las instituciones (falta de proyecto de sociedad, malversación, corrupción, falta de motivación, etc.). En tres décadas prácticamente los líderes africanos se preocuparon más de sus intereses personales y de sus aliados occidentales que de los del propio pueblo. Han contribuido en el saqueo sistemático de sus propios países a cuento de los intereses de las grandes potencias como Francia, Estados Unidos, Reino Unido, etc. Este fracaso tiene también su origen indudablemente en la incapacidad de los dirigentes para armonizar la riqueza cultural y socioeconómica de las estructuras ancestrales africanas con las aportaciones de la sociedad occidental. En todos los países africanos, los dirigentes siguieron el modelo colonial de gobernabilidad ignorando por completo las estructuras sociales y económicas del propio continente. Dicho de otra forma, tanto los colonos como los propios dirigentes africanos quisieron hacer una réplica del mundo occidental en África, en los pocos lugares donde se tomaron tales iniciativas. Esta tendencia se observa hasta ahora en los programas de desarrollo que las instituciones internacionales especializadas en el desarrollo, como el FMI, el Banco Mundial así como en las tendencias generales de las ayudas públicas para el desarrollo. Los programas de desarrollo para los africanos se gestan en despachos climatizados de Europa y América sin tener en cuenta las necesidades y las realidades locales. Además no asocian a los propios africanos en la concepción y en la realización de tales proyectos. Les asocian sólo en la fase final, es decir, en la ejecución como mano de obra barata. Como si los africanos no tuvieran ni opinión ni capacidad de concepción para planes que afectan a sus propias vidas. No es de extrañar que en más de treinta años, África siga conociendo un retroceso en calidad de vida. Cuanto más tiempo pasa peor vive la gente, y cuanto más programa de desarrollo se elabora más calidad de vida pierde la gente. La reconstrucción de África pasa por la reconsideración del potencial de su pasado y la implicación del pueblo en cada esfuerzo de desarrollo. La reconsideración de su potencial histórico implica una mirada hacia su historia, su cultura y el ‘savoir-faire’ de su pueblo.

En su historia, África ha conocido grandes imperios que llegaron a crear verdaderas confederaciones estatales (Imperio de Ghana o Malí o Reinos Kongo, Zulú, etc.) o estados independientes como Ibo y Yoruba, Etíope, Nubia, Sudán, Kongo, etc. Aunque en la mayoría de estos imperios o reinos el poder político era jerárquico, sus lideres (emperador o reyes) gobernaban a sus pueblos por consenso, participación y representación (representación de diferentes grandes familias o grupos). Existía un mecanismo específico de elección y elaboración o aprobación de leyes por consenso, de tal suerte que se podía destituir a un jefe que actuaba fuera de la ley o no era popular. Este procedimiento es conocido como ‘Kikiri’ (en los Yoruba), ‘Itwika’ (en los Agikuyu), ‘Mfua ngemba’ (en los Kongo),…El sistema de repartición de riqueza estaba asegurado, el proceso de la educación era sistemático, la protección de las personas y bienes, el respeto de los derechos humanos formaban parte integral de la constituciones de los estados.
A su llegada, los colonos eran conscientes de las estructuras políticas, sociales y económicas de las zonas que ocuparon. Repartieron el continente en nuevos estados sin tener en cuenta las naciones existentes. Los diferentes poderes coloniales (francés, portugués, belga y británico principalmente) usaron diferentes sistemas de administración colonial pero tenían un elemento en común: la represión y los trabajos forzosos. Durante los procesos de independencia, los líderes africanos heredaron las fuertes estructuras centralizadas de la política y de la administración colonial que ponía énfasis en el control y el poder. Consolidaron gobiernos en dictadura monopartidista, sin control estatal y una fuerte represión militar.

Todas las instituciones que pretendan contribuir en el arranque definitivo del continente africano hacia el desarrollo y el bienestar deben de implicar al pueblo en cada palabra, cada línea, cada ladrillo o sencillamente en cada proyecto que se intente realizar dentro del continente y para el bien del pueblo. Si bien es verdad que a los dirigentes occidentales nunca les ha interesado el desarrollo del continente africano parece que están de moda las nuevas iniciativas para impulsar (‘esta vez va en serio’, dicen) el desarrollo de África.

En las tímidas experiencias de democracia los líderes políticos africanos están cayendo otra vez en la trampa, copiando las prácticas occidentales para aplicarlas literalmente en África. Algunos lo hacen torcidamente: para demostrar que la democracia ‘no funciona’ en África; por tanto, ha de volver a las antiguas dictaduras y mantener la ‘burguesía elitista’ en detrimento del pueblo. El juego democrático en África tiene que reconsiderar las estructuras sociales del propio continente, incorporando a los lideres tradicionales y jefes de los pueblos, descentralizando el poder político y económico.
Aparte de esta estrategia de incorporación real del pueblo en la vida sociopolítica y económica, la organización y participación de grupos de sociedad civil es importante. El papel de las sociedades civiles es también de regulación y orientación de los asuntos públicos (desarrollo humano, derechos humanos, protección del medio ambiente, difusión cultural, etc. ). Las sociedades civiles vienen del pueblo; por lo tanto conocen sus problemas, intereses, necesidades, … afortunadamente, está creciendo el número de sociedades civiles en África, procurando luchar por la promoción del todo el hombre y de todo hombre en el continente africano. Una de las formas de esas sociedades civiles son las llamadas ‘Organizaciones No Gubernamentales (ONG)’.

Como las capacidades de reacción de los gobiernos africanos frente a los problemas de cada día de los pueblos son casi nulas, las ONG está rellenando el abismo. Buscan sus propios recursos y actúan dentro y para el pueblo (salvo algunos casos de ONG que se han convertido en ‘multinacional de la miseria de los demás’). Realizan acciones concretas junto a las personas con necesidades específicas. Tienen objetivos claros y un alto grado de compromiso. Su tamaño pequeño hace que sean más flexibles y operativas, incluso en tareas tan delicadas como la construcción de puentes, hospitales, escuelas, etc. Las ONG han llevado a la luz las políticas del ‘mal desarrollo’ o mejor dicho ‘la política del desarrollo del subdesarrollo’ que las instituciones implicadas siguen desarrollando en África. Llevan demostrando a la opinión pública que el problema de la pobreza en África no es la falta de recursos, sino las estrategias del neocolonialismo que impiden cualquier esfuerzo de desarrollo en el continente. El gran problema que están teniendo las ONG es la falta de continuidad en algunas de sus acciones o proyectos.

África, en definitiva, necesita urgentemente un nuevo contexto de dar y recibir. Este nuevo contexto debe empezar desde el propio continente. Los líderes deben tomar conciencia de los problemas de sus pueblos y evitar los errores que se han cometido: la evasión, la esclavitud, la colonización, las independencias políticas torcidas y los intentos de democratización falsos. La democracia ha de apoyarse sobre las estructuras de los pueblos sin despreciar las estructuras tradicionales ya que cada individuo se mueve en esferas de su propia tradición y cultura. Es importante que las sociedades civiles cobren fuerza y que vayan formándose para trabajar teniendo en cuenta las necesidades del pueblo. En esta era de fuerte intercambio los africanos deben asociarse al concierto de las naciones. Las ONG locales deben de crear lazos de amistad, de solidaridad y de cooperación con diferentes sociedades civiles de otros continentes que tienen intereses, necesidades y objetivos afines. El verdadero desarrollo integral de todos los pueblos (y de África en este caso) pasa obligatoriamente por el intercambio, respeto y el entendimiento mutuo. África tiene mucho que dar …!
 
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