El adiós definitivo
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Victoria Martín
Directorio
Cientos de personas visitan cada día la isla de Gorée. A sólo veinte minutos en ferry de Dakar, su arquitectura colonial, sus playas y el atractivo de los artistas bohemios que viven y trabajan en la isla, hacen de Gorée una visita obligada para los turistas. Pero si la UNESCO ha declarado Gorée patrimonio de la Humanidad, no es por su innegable belleza, sino por la desgarradora historia que esconden sus calles.

En el siglo XVII Gorée se erigió como uno de los lugares fundamentales en el tránsito y almacén de esclavos Áfricanos. Esta pequeña isla de apenas unos 2.500 metros cuadrados era el principal centro del tráfico de esclavos
La Isal de Gorée
entre Europa, África y América. De aquí partieron miles de barcos cargados de esclavos del continente negro hacia el nuevo mundo, sobre todo hacia Guyana, la Guadalupe y La Martinica.

El único almacén que se conserva de aquella época es "La Casa de los Esclavos". Situada en el punto mas occidental de la isla y pintada de un llamativo color rojo, esta dividida en dos plantas. En las espaciosas habitaciones del piso superior vivían los comerciantes y aún se puede ver una cocina holandesa del siglo XVII reconstruida. En el piso inferior, de angostos pasillos y habitaciones sin ventanas, habla por sí solo.

Aún quedan grilletes en las tres estancias (una para hombres, otra para mujeres y una tercera para niños). Los Áfricanos que habían sido capturados en las racias del continente esperaban en estas insalubres habitaciones la llegada de los barcos negreros. Entre la habitación de los hombres y la de las mujeres, una puerta sobre las rocas y sin escalones significaba el adiós definitivo a su tierra natal y el comienzo del viaje a América. Las naves anclaban justo enfrente de la casa y tendían una tabla para que las "piezas de ébano" subieran al barco. Hoy, un pequeño cartel de madera recuerda el nombre con el que se llegó a conocer el lugar: La Puerta sin Retorno.
La Casa de los Esclavos
En el Norte de la isla, el Fort D'Estrées alberga el IFAN, Museo Histórico de la Diáspora. Con interesantes objetos y sobre todo dibujos y fotografías, reconstruye una etapa de la historia de la Humanidad que se cerró con la abolición de la esclavitud.

Al salir del fuerte y recorrer las callecitas de arena de la isla, entre casas coloniales, parando en la iglesia de San Carlos Borromeo, en el jardín público y en los restaurantes y terrazas al borde del mar, parece difícil imaginar que un lugar tan acogedor fuera centro de tanto sufrimiento en otros tiempos. Hoy en día, las casas antiguas están tan solicitadas que sólo los senegaleses más ricos pueden permitirse vivir en Gorée. Ellos y los artistas, especialmente pintores, se han refugiado en los pasadizos y búnkers del antiguo castillo que se utilizó por última vez en la Segunda Guerra Mundial. Desde lo alto del castillo, las vistas de la isla y de Dakar, enfrente, parecen atenuar el dolor que guardan los museos. Pintores y músicos se inspiran en la belleza de Gorée, en el ambiente cosmopolita y abierto de sus habitantes, que saludan al visitante con una sonrisa, siempre dispuestos a sentarse a charlar sobre la importancia del respeto, la hospitalidad y la amistad.

(Fotos de este reportaje)
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