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Germán Uribe
Dogma: vigencia y perspectiva del cine vanguardista
La burguesía se distingue por muchas cosas, como por ejemplo, el buen gusto, la comodidad, el pragmatismo y el eclecticismo. Eso es bien sabido. Y notorio. Pero hay algo que el común de la gente no sabe: la lucidez práctica con que se empeña y logra esconder sus propias y más íntimas lacras. En una película, Celebración (1998), del joven director Thomas Vinterberg, sí que se revelan bien estos rasgos burgueses. Sólo que aquí Vinterberg se propone mostrar de qué manera y en cuáles circunstancias la burguesía logra desnudarse en la intimidad de su familia y de sus amigos de clase, en medio de un festín que se celebra para conmemorar los 60 años de uno de sus más caracterizados representantes. Toda la descomposición, todo el efluvio pestilente sale a flote, y es cuando venimos a enterarnos de cuán frágiles, imperfectos, livianos y pervertidos pueden llegar a ser estos “intachables” caballeros.
La cinta corresponde a una producción de la escuela cinematográfica danesa denominada Dogma, nombre que, a través de un manifiesto de 1995, un grupo de directores de aquel país (Lars Von Trier, Thomas Vinterberg y Sören Kragh-Jacobsen) le dio a un nuevo procedimiento para hacer cine. Ellos establecieron a partir de él unos preceptos, unas pautas mínimas y rigurosas para sus trabajos, entre las cuales se destacan:
1)
Rodar en exteriores, descartando los estudios, los efectos especiales y toda
aquella
En resumidas cuentas, suprimen los artificios, trucos y efectos sobrepuestos y grandilocuentes que tanto gustan a Hollywood.
Todo el filme al que hago referencia se elabora tomando lo que pueda proporcionar el medio ambiente tal cual, con simplicidad y naturalidad y espontaneidad, y captando de él lo hermoso o lo grotesco, lo fresco y sano, o lo degradante que pueda proponer. Sin mascaradas ni ajustes hechiceros y engañosamente deslumbrantes. Esta revolución posmodernista de la técnica cinematográfica que retoma elementos básicos del neorrealismo italiano, de la Nouvelle Vague, de Godard, Bergman y Buñuel, parece más preocupada por su respuesta anárquica e irreverente de la manera tradicional de hacer cine, que por llevarle al espectador una entretención de contenido ilusorio y capcioso. Más que alienarlo a través de un mundo luminoso repleto de fantasías, lo que se propone es devolverlo a la cruda realidad circundante. Es esta escuela, Dogma, ya recientemente percibida su influencia en otros filmes americanos y europeos, a la que forzosamente habrá que terminar por reconocerse como valioso proyecto y acertada experimentación de lo que será este arte en un futuro muy próximo.
En fin, pienso que Celebración, la primera película realizada por Dogma, tan exaltada por el New York Time, encarna el naciente modelo vanguardista del Séptimo Arte, modelo con resonante vigencia y apasionante perspectiva que, sin importar su contenido de dificultad para verse cómodamente debido a su técnica terrorista, y sin llegar a ser comercial, proyecta e impulsa un claro y feliz posmodernismo en la cinematografía mundial.
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