Artículos y Colaboraciones


 

¿Por qué no un Congreso Resolutivo?

 

En días pasados, eméritos de la UNAM, premios nacionales, académicos y sobre todo autoridades, se manifestaron en contra de un Congreso Resolutivo como una de las vías para destrabar el conflicto. ¿Por qué esa actitud?

La respuesta es bastante clara.

Un congreso, tal y como se dio en el 90, implica sentar a ambas partes a una mesa, discutir, hacer una serie de conclusiones y declaraciones floridas, y posteriormente, delegar en el Consejo Universitario la responsabilidad de hacer leyes lo ahí acordado.

Evidentemente, ese esquema se presta para un juego sucio y amañado que conlleve el triunfo de las autoridades sobre la comunidad universitaria, implica el triunfo del neoliberalismo en su apartado educativo, sobre el modelo real de la universidad clásica.

Implica retrasar el cambio de fondo de la universidad y posponer los cambios neoliberales.

En contraparte, un congreso resolutivo implicaría necesariamente, tener al Consejo Universitario como una instancia decorativa que tendría como única función, aceptar sin mayores cuestionamientos los resolutivos del congreso.

Evidentemente, los consejeros universitarios tendrían la oportunidad de participar en el congreso, por ello, la re-discusión en el seno del CU no tendría relevancia, dado que el sitio de discusión y consenso sería el Congreso Universitario Resolutivo, democrático, plural y REALMENTE REPRESENTATIVO Y PROPORCIONAL.

En lo anterior, radica el disgusto y MIEDO que tienen las autoridades de aceptar un Congreso Resolutivo. Dejarían de detentar el poder y tendrían por fuerza que admitir los cambios en beneficio de la comunidad universitaria MAYORITARIA y por ende, beneficiar a la sociedad en su conjunto que tendría a cambio, una universidad abierta, fuerte y justa.

Las autoridades saben de sobra, que ellos no representan verdaderamente los intereses universitarios, saben perfectamente que son minoría y que no tienen el poder de la razón, porque si así fuera, ¿qué problema habría al enfrentarse con una minoría rijosa, no representativa, sin argumentos ni apoyo social?

Evidentemente, el riesgo bajo el anterior supuesto no existiría. Pero como no es así, entonces su única salida es bloquear esa iniciativa, al igual que el diálogo público, y tratar de imponer a cambio, negociaciones a espaldas de la sociedad y el movimiento (esto es, negociaciones cerradas) y sus famosos y "eméritos" espacios de discusión, que en el fondo, lo único que proponen es un diálogo de sordos.