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* Jean-François Lyotard (1924 - 1998) *

Entorno: antecedentes

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A partir de 1930, más o menos, a pesar de la fuerte presencia del neokantismo, repunta en Francia el pensamiento de Hegel. Entre las circunstancias que favorecieron este repunte encontramos:

Entre las diversas cuestiones abiertas en torno al pensamiento hegeliano, especialmente durante el curso de Kojève, está el tema del fin de la historia, un tema conectado estrechamente con lo que luego será la polémica acerca de la postmodernidad.

En el caso de Kojève, el tema del fin de la historia se relaciona con el tema de la realización del Absoluto. Se trata del momento en el que el espíritu alcanza su realización total, cuando ya se disuelve la diferencia entre mundo exterior y mundo interior, entre vida material y vida espiritual, cuando el mundo está absolutamente humanizado y dominado y el hombre se libera de necesidades materiales.

La cuestión del fin de la historia ocupó mucho a los jóvenes filósofos durante los años 50.

Pero aunque Hegel era la principal coordenada filosófica ya hacia 1945, por esta misma época comienza a cobrar interés la fenomenología, una relativamente nueva vertiente del pensamiento elaborada, en su versión moderna, por Edmund Husserl.

Aunque todavía mal recibida y poco conocida en la universidad francesa, por los años 50 la fenomenología husserliana parecía ineludible para algunos jóvenes filósofos. Todavía hoy puede considerarse esta disciplina como una actividad de rigor incomparable. No se trata de la versión sartreana o merleau -pontyana de la fenomenología dominante en esa época, sino de un aspecto que la fenomenología francesa parecía evitar a toda costa: en el ámbito de la ética y de la política.

Como un índice de esto, puede mencionarse un libro que marcó para algunos de aquellos jóvenes el lugar de una tarea: Fenomenología y Materialismo Dialéctico de Tran Duc Thao. Una obra que intentaba de alguna manera abrir el camino hacia un materialismo dialéctico que debería hacer justicia a las exigencias más rigurosas de la fenomenología trascendental. Es más, la tesis fundamental de la obra es que sólo a través del materialismo dialéctico es posible el encuentro con las cosas mismas que aspiraba la fenomenología.

Otro índice, más relevante para nuestro tema, es el hecho de que el propio Lyotard escribiera y publicara en 1949 una obra titulada precisamente La Fenomenología, donde precisamente aborda con cierto detalle los temas y problemas que circundan y animan la reflexión fenomenológica. De hecho, Lyotard cita constantemente y recomienda la lectura de la obra de Tran Duc Thao. Refiriéndose justamente a este filósofo vietnamita, Lyotard afirma: "los hombres no están directamente asentados sobre lo económico; están asentados sobre la existencia, o mejor dicho lo económico es ya algo existencial [..]. De modo que, según Thao, el problema no consiste solamente en organizar y establecer una economía nueva, sino en la realización por el hombre del sentido mismo de su devenir. Y desde este punto de vista la teoría de Marx no es un dogma, sino una guía para la acción". Es posible y necesaria una tercera vía, que de alguna manera quería abrir la fenomenología.

Aunque a nuestros oídos suene un poco sosa esa crítica al dogmatismo marxista, en aquella época tenía una enorme significación y guarda tras de sí el germen de lo que posteriormente será el pensamiento de Lyotard.

Para los filósofos de la generación de Lyotard, era necesaria una oposición a lo que en los hechos era marxismo: la Unión Soviética, la Internacional de partidos comunistas, etc.). Se trataba de una crítica que se concebía a sí misma fuera de las motivaciones conservadoras o reaccionarias, incluso más allá de las posiciones de la derecha moderada o republicana.

En los años 50 de la filosofía francesa, los temas escatológicos del fin de la historia, del fin del marxismo, del fin de la filosofía, eran el pan nuestro de cada día. Así que para esa generación, en palabras de Derrida,

Con el pasar del tiempo, ya llegados los años 60, la filosofía francesa comienza a mostrar otra cara: se vuelve contra Hegel y hace del pensamiento de Nietzsche la punta de lanza de su desarrollo.

La deuda del pensamiento francés a partir de los años 60 con Nietzsche es incalculable. En todos los textos se respira la presencia de Nietzsche, como en toda tragedia griega Dionisos lleva la voz cantante.

Frente al marxismo clásico, Lyotard trata de dar relevancia a la necesaria autonomía de la superestructura en el desarrollo de la historia, en el devenir histórico donde el hombre se realiza. Lo que está en juego aquí, en esta crítica, es una filosofía de la historia, una teoría del cambio de la humanidad occidental en el tiempo. Como alternativa al marxismo, y evitando la salida reaccionaria y conservadora, la filosofía francesa se aferra a la concepción nietzscheana de la historia, que deja de lado el concepto de lucha de clases y se apoya en la noción de nihilismo y de devenir de fuerzas en el marco de relaciones de poder.

Otras coordenadas culturales relevantes para el pensamiento francés contemporáneo serán el psicoanálisis y el desarrollo de la lingüística estructural a partir de los trabajos de Ferdinand de Saussure.

No cabe duda de que los pensadores franceses, desde Bataille, hicieron de los descubrimientos de Freud un entorno discursivo común y corriente. De hecho, los acontecimientos del 68 estaban en consonancia con un pensamiento que establecía estrechos paralelos entre conceptos de la economía política marxista y la economía del subconciente freudiana. El deseo sería un aspecto también necesario considerar en las propuestas políticas.

En el caso de Lyotard en particular, los estudios de Freud son importantísimos y constituyen la parte esencial de su crítica a la dialéctica y a la concepción moderna de la historia.

Lyotard trata de recordarle a los pensadores críticos, al pensamiento dialéctico, las observaciones de Freud respecto al deseo, respecto a la energía libidinal. Lyotard recuerda como Freud descubre que las descargas de esta energía no se da en lugares diversos de un cuerpo, que no se trata de energías diferentes sino de diferentes efectos de la misma descarga producida en el mismo lugar siempre. No hay negación de una descarga por otra, no hay contradicción entre ellas. Lo que hay es olvido, una memoria selectiva. La dialéctica olvida la fase activa del olvido, la fuerza de la indiferencia.

La concepción del deseo en Lyotard culminará en la posición que sostiene en su obra Economía Libidinal, donde expone en detalle su postura al respecto. Pero en la introducción de La Deriva, por ejemplo, ya encontramos textos como estos:

Es una cita un poco extensa que nos muestra la cercanía entre el pensamiento de Lyotard y otro de sus contemporáneos, Gilles Deleuze.


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