Fracaso en el desierto
Durante casi seis meses EUA no consiguió la liberación de 53 rehenes cautivos por fanáaticos iraníes en Teherán. Cuando la superpotencia lanzó finalmente un ataque, su poderío militar resultó inadecuado.
Teherán, 25 de abril de 1980. Camiones con la insignia del ejército iraní llegan a la puerta trasera de la embajada de EUA. Los disparos rompen el silencio nocturno y los pesados vehículos derriban las puertas del recinto oficial. Seis helicópteros parecen salir de la nada. Tres de ellos aterrizan en el edificio de la embajada, cubiertos por la metralla de los otros tres que sobrevuelan el lugar. Una fuerza de 90 soldados desembarca y se une a los escuadrones que toman el lugar. Juntos, vencen fácilmente a los guardias que tienen a 50 rehenes estadunidenses. Otro grupo trae tres rehenes más desde el cercano Ministerio del Interior iraní, donde se les tiene por separado.
Mientras las milicias iraníes en la capital se disparan entre sí en medio de la confusión, el comando de soldados hace que los rehenes aborden los helicópteros, que despegan y se internan en la oscuridad. Poco después, aterrizan en un remoto desierto donde aviones de transporte llevan a los rehenes y soldados lejos del suelo iraní. Estados Unidos ha concluido con este audaz golpe su larga humillación; el presidente Jimmy Carter es aclamado en todo el país por su valiente iniciativa en el rescate. Es así como los estrategas de la Casa Blanca imaginaron el resultado del asalto para liberar a los rehenes luego de 172 días de cautiverio. Pero, desgraciadamente, la realidad no fue así.
El ayatola Jomeini bendijo el secuestro de los rehenes de EUA, un acto virtualmente sin precedentes entre los países civilizados |
La campaña del odio
La crisis en las relaciones EUA-Irán se había iniciado 15 meses antes, el 16 de enero de 1979, cuando el sha Mohamed Reza Pahlevi fue obligado a huir por el movimiento revolucionario en su país. El ayatola Rujola Jomeini, anciano líder de los fundamentalistas musulmanes chiítas, regresó triunfalmente de su exilio en París para lanzar una virulenta campaña antioccidente y antinorteamericana. El gobierno del sha, apoyado durante décadas, financiera y militarmente por EUA, desapareció sin dejar rastro y el ayatola fue proclamado indiscutible líder espiritual y, por ende, gobernante temporal de Irán. Como un paria impotente y caído en desgracia, el sha y su familia deambularon por el mundo en busca de asilo. Cuando se supo que estaba enfermo de cáncer, el presidente Carter permitió al sha entrar a Estados Unidos para tratarse médicamente en Nueva York. Estas noticias iniciaron una ola de furiosas manifestaciones en Teherán y los simpatizantes del ayatola marcharon por las calles de la capital gritando "!Muera el sha!" y "!Abajo Estados Unidos!" La campaña de odio del ayatola contra EUA Ilegó a su clímax el 4 de noviembre, cuando una muchedumbre de inflamados jóvenes revolucionarios asaltó la embajada estadunidense y tomó a sus empleados como rehenes. Los ciudadanos cautivos serían liberados únicamente a cambio de la extradición del sha, de EUA a Irán, para ser juzgado por todos los crímenes cometidos contra el pueblo iraní.
Helicópteros destruidos en el desierto iraní atestiguan el fracaso de la misión para rescatar a los rehenes de EUA en Teherán. |
Firmeza contra la ilegalidad
El presidente Carter se rehusó a ceder a las demandas de la muchedumbre, e inicialmente gozó del apoyo de la gran mayoría de estadunidenses. Confiado en la diplomacia tras bambalinas, el presidente esperaba presionar al ayatola para que renunciara a las demandas. Pero Jomeini utilizó la situación para consolidar su poder y anular los desafíos del ala moderada de su gobierno. Además, él sabía que la euforia por el exitoso reto a una superpotencia provocaba que el pueblo iraní se distrajera de las enormes dificultades económicas de su país.
Mientras 1979 concluía sin solución a la crisis, Carter tuvo que pensar en medidas más severas para acabar con una situación intolerable. En abril de 1980 rompió relaciones diplomáticas con Irán e impuso un embargo comercial de mercancías de EUA, excepto medicinas y alimentos. Una estricta contabilidad de bienes iraníes congelados en EUA permitiría que fueran usados para indemnizar a los rehenes al ser liberados y pagar las demandas de las empresas norteamericanas contra Irán. Las lentas reacciones de Carter no satisficieron a los estadunidenses: una encuesta reveló que el 65% de los ciudadanos pensaba que las sanciones no acelerarían la liberación de los rehenes. Un 51% opinó que las acciones del presidente no eran "suficientemente enérgicas" Cuando Carter recibió informes de que el ayatola planeaba retener a los rehenes por lo menos hasta el primer aniversario de su captura -4 de noviembre de 1980-, comprendió que ahora tenía un problema tanto interno como de relaciones internacionales. Por entonces, el presidente demócrata abrumado por problemas, buscaba reelegirse y su principal contrincante republicano, Ronald Reagan, ya capitalizaba la aparente impotencia de Carter. "Desde un principio estuvo equivocada", dijo Reagan sobre la cautelosa política del presidente. "Los rehenes no debieron estar cautivos seis días, mucho menos seis meses."
Los militantes que secuestraron a los rehenes anunciaron su hazaña con una grotesca caricatura del presidente Carter . |
La opción militar
El presidente consideró una solución militar a la crisis casi desde su inicio. El 9 de noviembre, apenas cinco días después de la captura del personal de la embajada, Carter ordenó a sus asesores más cercanos meditar en varias opciones militares, entre ellas una misión de rescate. Diez días después, el informe estaba en su escritorio. Aunque autorizó a la unidad antiterrorista Luz Azul a planear y entrenarse para la misión, la consideró como un último recurso. Quería asegurarse de haber agotado todas las posibilidades de una solución diplomática. Con el fin de confundir a los iraníes, Carter declaró el 8 de enero, en una conferencia de prensa, que descartaba cualquier intento de rescate porque "seguramente fracasaría... y los rehenes morirían" A fines de marzo ya era clara la intransigencia del ayatola; Jomeini no tenía intención de detener a sus fanáticos seguidores. El 11 de abril, Carter, que ante el público presionaba diplomática y económicamente, en privado ordenó iniciar la misión de rescate. Involucraría las cuatro ramas del ejército: infantería, fuerza aérea, marina e infantes de marina. Era un plan intrincado y audaz: seis aviones de transporte C-130 Hércules despegarían de una base aérea egipcia, circunvolarían la península arábiga y aterrizarían en un punto del desierto iraní, cuyo nombre en clave era Desierto Uno, 400 km al suroeste de Teherán. Ahí se les unirían ocho helicópteros RH-53 Sea Stallion, procedentes de un portaaviones en el cercano golfo Pérsico, que llevarían a los comandos -una fuerza selecta de 90 voluntarios- a la capital, donde el aterrizaje y asalto se coordinarían con iraníes proestadunidenses que llegarían en camiones. Los rehenes liberados y los comandos viajarían en los helicópteros a Desierto Uno, donde abordarían los aviones de transporte para volar hacia Egipto, donde ya estarían a salvo. Luego de reabastecerse en los C-130, los helicópteros regresarían al portaaviones. Esto requería de una meticulosa planificación, entrenamiento intensivo, coordinación rigurosa, secreto absoluto y, tal vez, mucha suerte.
Tras el fallido rescate, militantes iraníes reforzaron la embajada de EUA con sacos de arena, temiendo otro ataque del ejército estadunidense. |
Las fallas
Por la tarde del jueves 24 de abril, los C-130 despegaron puntualmente de Egipto para cruzar Irán en vuelo rasante, y evitar ser detectados por los radares. Pero tan pronto los helicópteros entraron en el espacio aéreo iraní, dos de ellos tuvieron problemas mecánicos. Uno regresó al portaaviones, y el otro debió realizar un aterrizaje forzoso. Sus tripulantes abordaron uno de los seis helicópteros restantes para llegar al punto de reunión en Desierto Uno. Mientras se reabastecían de combustible en el desierto, detectaron, en otro helicóptero, una falla hidráulica que lo dejó fuera de servicio. El comandante en tierra, coronel Charles Beckwiht, boina verde de 51 años y veterano de Vietnam se enfrentó a un dilema: se consideraba que el mínimo indispensable para rescatar a los rehenes eran seis helicópteros; tenía sólo cinco. Tuvo que solicitar a Washington, a 13 000 km de distancia, autorización para continuar con la misión. La respuesta fue: cancelar y salir de Irán. "Por lo menos no hubo bajas", dijo el presidente a sus asesores, "y no hubo detección". Desgraciadamente, Carter resultaría estar equivocado en ambas aseveraciones: de pronto apareció en Desierto Uno un camión con 40 iraníes; los soldados de EUA decidieron abordar el C-130 para volver y asegurarse de que la misión quedaría en secreto. Pero míentras cargaban combustible, un helicóptero despegó intempestivamente, sus aspas rasgaron el avión y ambos estallaron. Murieron cinco tripulantes del C-130, y tres infantes de marina del RH-53. Otros cuatro soldados sufrieron quemaduras graves. No hubo tiempo para que los vehículos se enfriaran y poder retirar los cuerpos, y además enfrentar a los iraníes que aparecieron en Desierto Uno. Los comandos se apiñaron en los C-130 restantes para despegar apuradamente. Luego de la trágica misión de rescate, los militantes iraníes dispersaron a los rehenes en varios lugares de la capital para imposibilitar otra misión de rescate. Carter apareció en la televisión y ante todo el país se responsabilizó del fracaso. "Fue mi decisión intentar la misión de rescate", declaró, "y fue mi decisión cancelarla cuando surgieron problemas" Según los comentaristas, el fracaso de todos sus esfuerzos para liberar a los rehenes -y especialmente el humillante final de la misión de rescate- costó a Jimmy Carter la reelección presidencial. Ronald Reagan lo derrotó fácilmente en las elecciones de noviembre. El mismo día que Reagan prestó juramento, 20 de enero de 1981, Irán liberó al último de los rehenes.
Golpe en Entebbe Lo que EUA no logró en Irán, en abril de 1980, los israelíes lo realizaron cuatro años antes: liberar rehenes tras un vertiginoso ataque sorpresa. El 27 de junio de 1976, terroristas palestinos secuestraron un avión de Air France, tras una escala en Atenas, en su vuelo de Tel Aviv a París. Exigiendo la liberación inmediata de 53 supuestos combatientes de la libertad presos en Israel, Kenya y otros países, los secuestradores llevaron el avión y sus 258 rehenes a Entebbe, en Uganda, donde fueron bienvenidos y apoyados por Idi Amín, dictador de ese país en África del este. Israel negoció con los secuestradores mientras planeaba la misión de rescate. Cuando los rehenes que no eran judíos fueron liberados, se intensificaron los preparativos clandestinos y un comando militar israelí ensayó el operativo por cuatro días. El 2 de julio, dos aviones C·130 Hércules de carga y dos Boeing 707 de pasajeros, uno de ellos equipado como hospital, volaron 3 200 km hacia Uganda. Mientras el avión hospital aterrizaba en un aeropuerto de Kenya, y el otro Boeing 707 volaba como avión de comunicaciones, los dos C-130 descendieron para realizar la operación en Entebbe a las 23:00. Saliendo a toda prisa de sus aviones, los soldados vencieron fácilmente a los secuestradores: mataron a varios de ellos, y condujeron a los estupefactos rehenes a los aviones de transporte. Todo ocurrió en 53 minutos. Los israelíes dejaron tras de sí a tres rehenes, a quienes dispararon por equivocación, y a su comandante, Yonatan Netanyahu, que fue muerto por un francotirador.
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La República Islámica de Irán Los iraníes son un pueblo ario que inmigró a su planicie desértica entre el mar Caspio y el golfo Pérsico hace más de 3 000 años. Aunque su idioma, el persa o farsi, se escribe con caracteres arábigos, en realidad está relacionado con las lenguas europeas. La gran mayoría del pueblo iraní es musulmán y pertenece a la secta chiíta, menos numerosa que la zunita, a la que pertenece la mayoría de los países árabes. Los chiítas creen que el califa Alí Ibn Abi Tabib, primo y yerno de Mahoma, único heredero legítimo del profeta, y actualmente representado por los ayatolas, líderes espirituales que interpretan y refuerzan la ortodoxia musulmana. Cuando regresó de su exilio en 1979, el ayatola Rujola Jomeini asumió el liderazgo de la campaña para limpiar a Irán de las influencias prooccidentales. Su primer enemigo fue el sha exiliado; el segundo fue el gobierno de EUA, que apoyaba al sha. Para Jomeini, el secuestro de los rehenes fue un acto legítimo para humillar y derrotar a esos enemigos. Aunque la constitución adoptada por Irán en 1979 estipulaba que se eligiera un presidente y legisladores, Jomeini detentó el poder y se le nombró líder espiritual vitalicio del país. El faIlecimiento del ayatola en 1989 inició una ola de demostraciones de luto histérico en todo el país, pues su pueblo lo consideraba el líder de inspiración divina de una revolución que creó la primera república islámica del mundo. |