La última batalla de Custer
En el invierno de 1876, conminados a asentarse en reservas, miles de indios defendieron su territono. La consecuente batalla resultaría una de las más polémicas de la historia de Esfados Unidos.
En los primeros meses de 1876, la región de Black Hills en Dakota del Sur bullía de febril actividad. La difícil convivencia entre los indios de la zona y los blancos había llegado a su punto más delicado en el invierno anterior, y se percibía que el territorio sufriría cambios importantes y tal vez sangrientos. Las tropas de blancos se adiestraban. Los jefes indios conferenciaban. Todos esperaban un estallido. Los problemas habían iniciado dos años antes, cuando la Séptima Caballería, comandada por George Armstrong Custer, hizo un reconocimiento en el llamado Gran Espacio Tribal Sioux, en el oeste de Dakota del Sur. Su objetivo aparente era emplazar un nuevo puesto militar para proteger a las tierras indias de las incursiones ilegales de los colones blancos. Pero la verdadera misión de Custer era hallar oro, y el joven oficial no decepcionó a los periodistas que lo acompañaron ni a las hordas de estadunidenses que esperaban noticias en el este. Corrió la voz de que habia "oro entre las raíces del pasto".
![]() La masacre del Séptimo Batallón de Caballería de los EUA junto al río Little Bighom se convirtió en tema de leyenda |
Llegó luego una ola de gambusinos, y para 1876 cientos de blancos pisoteaban los terrenos sagrados de caza de los sioux, sin ninguna consideración al Tratado del Fuerte Laramie, que garantizaba a los indios las tierras de Dakota "mientras creciera el pasto y corriera el agua". Los líderes sioux trataron primero de razonar con los funcionarios gubernamentales, para recordarles sus obligaciones. Pero cuando fue obvio que no recibirían ninguna protección, miles de indios salieron de la reserva para vivir en las aún prístinas colinas de la vecina Montana. La Oficina de Asuntos Indios respondió con el ultimátum de que debían volver a la reserva: a partir del 31 de enero de 1876, todo indio que permaneciera en "territorio no cedido" sería considerado enemigo y afrontaría el encarcelamiento o la ejecución sumaria. Al considerar que no tenían otra opción que hacer la guerra si el ejército cumplía la amenaza, Caballo Loco, de los sioux oglala, y Toro Sentado, de los sioux hunkpapa, citaron a una reunión a los demás jefes sioux y a sus aliados cheyenes. Aunque las tribus no acostumbraban vivir o pelear juntas, ahora necesitaban unir fuerzas. Acordaron acampar en un ancho valle al lado del río Little Bighorn. Contando con unos 2 500 guerreros, los indios decidieron luchar encarnizadamente y morir si fuese necesario.
El jefe sioux Nube Roja fue llamado Indio de la Agencia, pues trató de negociar acuerdos con el hombre blanco. |
"Suficienfes indios para todos"
El ejército de EUA, por su parte, tenía órdenes de hacer cumplir el ultimátum. Bajo el mando del general Alfred H. Terry, el 22 de junio de 1876 se planeó una ofensiva en tres frentes que supuestamente tomaría por sorpresa a los indios. Custer, con 10 años de experiencia en combates contra los indios de la región, comandaría uno de los contingentes menores, la Séptima Caballería, integrada por 600 hombres. Terry quería que Custer estuviera en la vanguardia del ejército, frente al campamento indio. Una vez ahí, debería ocultarse hasta el día 26, cuando el resto de las tropas de Terry tomarían posiciones al otro lado del valle. Entonces las tres fuerzas atacarían simultáneamente. Esta estrategia parecía garantizar la victoria a Terry, pues los indios tradicionalmente empleaban la guerrilla como estrategia. Con base en la experiencia de anteriores escaramuzas, se suponía que, al enfrentarse a las fuerzas combinadas de Terry, los indios huirían en todas direcciones, convirtiéndose así en blancos fáciles para los fusileros del ejército. Pero Terry no tomó en cuenta el impredecible temperamento de Custer. Tal vez debió hacerlo, pues Custer tenía, entre sus colegas oficiales, la negativa reputación de ser insubordinado y vanidoso. De hecho, el oficial de 36 años había comparecido ante una corte marcial 10 años antes, para responder por los cargos de ausentarse del mando, desobedecer órdenes, exponer a sus tropas y no dar trato militar a los desertores. Aunque Custer era egresado de la academia militar de West Point y se había distinguido en la Guerra Civil como el general honorario más joven del Ejército de la Unión, nunca demostró tener ningún talento para la estrategia militar o el liderazgo. Sus soldados aprendieron con duras experiencias que Custer tampoco daba mucha importancia a la seguridad en el campo de batalla. Su estilo de combate era arremeter contra el enemigo, y más de una vez expuso innecesariamente las vidas de sus soldados para llevar a cabo una maniobra espectacular. El que mantuviera un puesto de mando durante tantos años se debía tanto a su brío como a su desenvoltura, pues nadie mejor que Custer para lucir una caballeresca apariencia, con su dorada melena hasta los hombros, su complexión fornida, sus brillantes ojos azules, la apostura militar al cabalgar y sus ostentosos uniformes. Tenía el don de codearse con altos funcionarios y sus poderosos aliados intercedieron para perdonarle los errores.
Tal vez debido a su actitud arrogante, uno de sus colegas oficiales dijo a Custer cuando éste salió el 22 de junio de su campamento base: "No seas codicioso. Hay suficientes indios para todos. Espéranos."
Toro Sentado ya no era un guerrero activo en el momento de la batalla de Little Bighorn, pero aún se le consideraba un gran líder sioux. No existen imágenes de Caballo Loco, pues no permitía que se le fotografiara. |
Mando dividido
Pero en la Historia consta que Custer no esperó. Desde que salió de la base condujo a sus tropas hacia su destino, a velocidad vertiginosa, marchando de día y de noche, hasta quedar exhaustas. En su primera noche de marcha sus hombres comentaron entre sí que, aun tomando en cuenta el carácter de Custer, en esa ocasión el temperamental comandante estaba extrañamente tenso y excitado. Confió a sus oficiales la razón por la que rechazó la oferta de Terry, de contar con un batallón adicional de caballería y una batería de armas: no le parecían necesarios, pues consideraba que tan sólo la Séptima Caballería era más fuerte que cualquier cosa que lanzaran los sioux. La mañana del 25 de junio, Custer y su agotada columna se encontraban ya a pocos kilómetros del campamento indio, según los informes proporcionados por su grupo de avanzada. A pesar de las instrucciones de Terry, Custer ordenó a sus tropas tomar posiciones. Su primer movimiento fue enviar a una compañía para que protegiera al lento tren de abastecimiento. Luego envió al capitán Frederick W. Benteen y a 125 soldados a una misión de reconocimiento que los alejó del campo de acción. Después ordenó al mayor Marcus Reno y a 140 hombres ir a la punta sur del campamento sioux. Finalmente, Custer ordenó a sus cinco compañías restantes, que sumaban un total de 215 hombres, que lo siguieran mientras se preparaba para lanzarse de frente contra el enemigo. Lo acompañaron sus hermanos Boston y Thomas Custer, su sobrino Henry Armstrong Reed y su cuñado James Calhoun. Nada puede explicar los actos de Custer, aun considerando su historial de oficial impetuoso y a veces temerario. No sólo desobedeció explícitamente las órdenes del general Terry, de esperar hasta el día siguiente para un asalto conjunto, lo que en sí era una grave infracción a las reglas militares, sino que también descartó los informes de sus espías, quienes, al observar desde las colinas el campamento sioux, notaron que había varias aldeas indias en una zona del valle de 5 km de largo. Incluso Cuchillo Sangriento, el espía favorito de Custer, lo previno de que había más guerreros sioux que balas en los cintos de sus soldados. ¿Qué fue lo que empujó a Custer a emprender su temeraria aventura? Los historiadores lo discuten desde entonces. Algunos han sugerido que pensaba que los espías sioux habían visto la llegada de su tropa, y ante la sospecha de encontrarse vigilado, trató de sacar el mayor provecho de una situación adversa, atacando antes de que los indios pudieran huir o defenderse. Otros, menos benévolos hacia Custer, han propuesto que simplemente demostró lo que sus soldados decían de él a sus espaldas: que era un patético oficial de caballería, con demasiado exhibicionismo y vanidad, y con poco sentido común.
Los innumerables rebaños de búfalos salvajes eran el sostén de los indios de las planicies, hasta que su irracional sacrificio por los hombres blancos llevó a estas bestias al borde de la extinción. En el grabado, pasajeros de tren cazan búfalos por diversión. |
Rumbo al Valle de la Muerte
Todo lo que se sabe con certeza es que poco después del mediodía del 25 de junio, cuando el sol caía a plomo sobre la tierra, Custer alzó su espada, dando la señal tradicional de avance, y condujo su caballo a la entrada del valle hacia el asalto. Sus 200 soldados, tal vez menos seguros que él de la victoria, lo siguieron para enfrentarse con aproximadamente 2.000 guerreros indios hostiles. Mientras tanto, cumpliendo las órdenes de Custer, Reno y su destacamento atacaron una de las aldeas. Fueron detenidos casi en el acto por una masa de guerreros al mando del jefe hunkpapa Agallas. Los hombres de Reno se replegaron en desorden: varios de ellos cayeron de sus caballos y se les dejó morir. Para crear confusión, los guerreros encendieron la hierba y se alzó fuego y humo por doquier. Reno se asustó. Ordenó a sus soldados restantes replegarse a unos riscos a casi 2 km de distancia. Ahí, Reno avistó la columna de Benteen y corrió para encontrarse con él. Benteen, convencido de que se le había enviado a una misión estúpida, inició la retirada y, al oír los disparos, supuso que encontraría a Custer. Pero en vez de eso se topó con Reno y se enteró de que Custer llevaba al resto de sus tropas a la entrada del valle. Benteen no supo qué hacer: el destacamento de Reno se encontraba en un estado lamentable y había perdido a la mitad de sus hombres, muchos caballos y casi todo su parque. Reno y Benteen decidieron que su posición era extremadamente peligrosa y que deberían evitar los enfrentamientos hasta que llegara el tren de abastecimiento. Al caer la noche, se ocultaron lo mejor que pudieron, mientras los pavorosos cantos de los guerreros resonaban a distancia.
![]() Un dibujo del indio sioux Caballo Rojo muestra a los sioux y cheyenes, a caballo, rodeando y disparando a los soldados del Séptimo Batallón de Caballería de EUA, en la batalla del 25 de junio de 1876. |
¿Héroe y mártir?
Nunca se supo con precisión qué ocurrió esa tarde con los soldados de Custer, pero parece que el impetuoso oficial de caballería se dirigió directamente a las fuerzas de Caballo Loco, quien era uno de los mejores estrategas engendrado por las sioux, y que había pasado la mañana del 25 de junio con ansiedad. "!Ho-ka hey!", dijo a sus hombres.''!Es un buen día para luchar! !Es un buen día para morir!" Entonces ordenó a sus guerreros prepararse para la batalla. Conforme Custer se acercaba, con sus tropas rebasadas en número por las de los indios, el sioux oglala Caballo Loco salió a su encuentro en la punta noroeste del valle. Eran ya las 16:00. Al mismo tiempo, Agallas y otros sioux, que una hora antes habían repelido a Reno y a Benteen, dieron un rodeo y se toparon con la pequeña tropa de Custer en un ataque desde el flanco. Según el testimonio de Lobo Valiente, uno de los indios combatientes, los soldados de Custer pelearon valerosamente hasta el final. Pero a 20 minutos del primer disparo no quedó un solo hombre vivo del contingente de 215. "He estado en muchas batallas difíciles", recordó Lobo Valiente, "pero nunca vi hombres tan valerosos" Al día siguiente, Benteen y Reno fueron atacados de nuevo, pero esta vez de un modo más bien esporádico. Caballo Loco y los demás ya sabían del avance del general Terry y al mediodía levantaron el campamento, dejando la duda a lo que quedó de la Séptima Caballería sobre la suerte corrida por Custer y sus hombres. El 27 de junio, Reno y Benteen supieron la verdad. Llegaron las tropas de Terry y hallaron en una colina el sitio de la "última incursión" de Custer. Aunque muchos oficiales tenían sus propias teorías acerca de cómo Custer tuvo ese final, todo se lo guardaron para sí. Ante el público, Custer figuró como héroe y martír, y cuando se formó una corte investigadora para hallar a los culpables de las pérdidas, los partidarios de Custer quisieron hacer de Reno el chivo expiatorio. Luego de 26 días de audiencias, la corte exoneró a Reno pero no inculpó a Custer. Al final, sólo los sioux fueron declarados culpables del asesinato de Custer, y las represalias fueron más feroces que nunca. El año 1876 era, después de todo, el centenario de la declaración de Independencia de EUA y cundía en el país un sentimiento de orgullo nacional y de invencibilidad. Dos años después, la mayoría de los indios que derrotaron a Custer y a su Séptima Caballería fueron capturados o expulsados a Canadá. Caballo Loco, que sintió no tener más opción que conducir en 1877 a los oglala a una reserva, fue acusado de instigar una rebelión y se le ejecutó de inmediato: se alegó que eso había ocurrido cuando se opuso al arresto.
Traiciones a gran escala En 1830 el Congreso aprobó la Ley de Remoción de los Indios, que daba al presidente poder para desplazar indios de sus tierras, si estaban dentro de regiones colonizadas por blancos, hacia zonas consideradas sin valor, como las tierras al otro lado del río Mississippi. Al principio, los indios trasplantados tuvieron una relativa libertad para seguir con su vida nómada. Pero al final de la Guerra Civil el espíritu de expansión hizo que oleadas de granjeros, cazadores, mineros y leñadores emigraran al Oeste, y de nuevo las tierras indias fueron codiciadas. El gobierno federal, que había prometido solemnemente proteger a los indios,respondiócon una política nueva. Forzó a las naciones indias a firmar ua tratado mediante el que serían concentradas en reservas establecidas, a cambio de pagos anuales. Esta promesa tampoco fue cumplida, y los indios lucharon por última vez para remediarlo. Fueron derrotados por soldados bien armados y bien alimentados, y en 1880 fueron destruidos como pueblo independiente. De los casi ocho millones de hectáreas que tenían en 1830 sólo quedaron unas cuantas reservas en las partes más desoladas del Oeste. Actualmente sus condiciones no son mucho mejores: hay 1.5 millones de estadunidenses nativos asentados en 285 reservas en EUA. Sin poder seguir sus formas tradicionales de vida o hallar empleo en el mundo del hombre blanco, un gran número de indios de las reservas llevan vidas de callada desesperación, aquejados por males como la desnutrición, el alcoholismo, la disfunción social y el suicidio. Aún orgullosa de la bandera de EUA, esta mujer de la reserva de los navajos simboliza la crisis de los indios en ese país |