Crímenes en el Támesis

Ágil como un gato, sediento de sangre, un brutal asesino elegía a sus víctimas entre los peatones de un arrabal londinense. Aunque el asesino de 1888 nunca fue capturado, la policía cerró el caso. ¿A qué se debió?

Anexa al trozo de riñón humano que la policía recibió por correo, había una carta: "Les envío la mitad del riñón que saqué de una mujer... la otra pieza la freí y me la comí..." Domicilio del remitente: "El infierno." Era el otoño de 1888 y todo Londres sabía que el repulsivo mensaje provenía de "Jack el Destripador", que recién había acuchillado a su cuarta víctima, Catherine Eddowes, de 43 años. Las cuatro víctimas eran patéticas prostitutas, mayores y desgastadas, forzadas a ejercer su degradante oficio en el arrabal de Whitechapel, una verdadera cloaca de la miseria más infamante, con sus estrechos callejones que conducían a una sucia red de tiendas de ginebra, burdeles y fumaderos de opio. Menos de la mitad de los niños que ahí nacían Ilegaban a los cinco años. Hasta siete personas se hacinaban en los cuartuchos de los ruinosos edificios. Para no morir de hambre en estas circunstancias extremas, muchas mujeres no tenían otra opción que vagabundear en el barrio para venderse. Por razones desconocidas, ellas eran las presas del Destripador, que nunca fue identificado o aprehendido.

El fantasma del asesino horrorizó a Londres. Durante tres meses, a fines de 1888, Jack el Destripador aterró a los londinenses y las indefensas mujeres nocturnas se preguntaban sobre su siguiente crimen.

Muerte en la niebla

La primera víctima fue Mary Ann "Polly" Nichols, de 42 años, quien fue degollada la noche del 31 de agosto. Mientras yacía moribunda en el callejón, el asesino le abrió fría y cuidadosamente el abdomen con un cuchillo de 25 cm. A los ocho días, "Morena Annie" Chapman, de 47 años y tuberculosa, murió del mismo modo y con el mismo tipo de arma. La gente recordaba ahora el asesinato de otra prostituta de Whitechapel. Como sólo fue apuñalada, la policía no vio ninguna conexión. Pero el público pensó de otro modo y creó un atemorizado revuelo para presionar a la policía y que enviara refuerzos a la barriada. Detectives privados y voluntarios civiles se enrolaron inmediatamente en el Comité de Vigilancia de Whitechapel, fundado por preocupados negociantes de Londres. A la par del temor, quedó expuesto el lado oscuro de la vida victoriana. Los miembros acomodados de la sociedad eran indiferentes a las crueles condiciones que sufrían los pobres. En una era en que los asuntos sexuales ni siquiera eran mencionados, la llamada "gente decente" se hacía de la vista gorda con las prostitutas. Pero seguían poniendo atención en el asesino, que había escrito su primera carta con tinta roja, jactándose de sus crímenes, y la había firmado con el autoasignado nombre de "Jack el Destripador". Parecia bien fundada su afirmación de que la policía no lo apresaría, aunque ya fuera evidente un patrón en sus crímenes. Los médicos forenses determinaron que era zurdo y que era versado en anatomia, pues resultaba obvia su habilidad para extirpar con precisión organos humanos. Gradualmente, quedó claro que los crímenes se perpetraban entre las 23:00 y las 4:00. Pero esta evidencia no era suficiente. Los investigadores asediaron a personas inocentes, sólo por el hecho de ser delincuentes comunes o sexuales, o por ser cirujanos o carniceros con problemas emocionales. El asedio a todo aquel que despertó sospechas fue infructuoso. Los crímenes se hicieron más audaces y más horripilantes. Tal vez interrumpido cuando degollaba a Elizabeth "Larga Liz" Stride, de 45 años, el Destripador desapareció en la oscuridad poco después de la medianoche del 30 de septiembre: su víctima murió pero no fue mutilada y se le halló con un racimo de uvas en una mano y dulces en la otra. El testigo que llegó al lugar del crimen oyó los pasos de alguien que probablemente huía, pero no pudo ver al asesino. Despojado de su placer, el Destripador volvió a atacar 45 minutos después. Esta vez su víctima fue Eddowes, a quien mató y destripó, extrayendo el fragmento de riñón que envió por correo.

Asombrosamente, un vigilante que estaba a pocos metros del lugar no oyó nada. De algún modo, en una noche de sábado del bullicioso arrabal, con hordas de policías y vigilantes voluntarios al acecho, el sanguinario asesino pudo escabullirse una vez rnás.

 

Un sospechoso real...

Luego del doble asesinato, el Destripador no hizo nada durante seis semanas. Mientras, la policía siguió una pista interesante. En la noche en que Stride y Eddowes fueron asesinadas, un oficial detuvo a un elegante caballero que hablaba con una prostituta de Whitechapel. Al ser interrogado, el educado sospechoso, totalmente fuera de lugar en el sordido distrito, se hizo pasar por médico y convenció al policía de que lo dejara libre. Entonces cundieron los rumores: ¿sería que el asesino era un miembro de la alta sociedad que, por una compulsión demente, se había obsesionado con la vida de los bajos fondos? Durante casi un siglo, uno de los sospechosos más famosos fue el duque de Clarence, nieto de la reina Victoria. Sin embargo, los periódicos de la época nunca publicaron esta especulación pues el duque era el hijo primogénito de Eduardo, príncipe de Gales y heredero al trono, que posteriormente reinó como Eduardo VII. Pero por todos era conocido que el duque sufría de una gran inestabilidad emocional. Los que proponen la teoría de que él era Jack el Destripador señalan que el duque fue internado en una clínica luego del último crimen. Murió en 1892.

 

Persistentes rumores relacionaron al Destripador con el duque de Clarence, nieto de la reina Victoria. Para infortunio de los que gustan de escándalos aristocrcíticos, recientemente se demostró que el duque estaba de cacería en Escocia mientras ocurrieron al menos dos de los asesinatos.

...y un suicidio conveniente

El más espantoso de estos crímenes ocurrió la madrugada del 10 de noviembre. A las 3:45, los vecinos oyeron gritos en el cuarto de Jane "Negra María" Kelly, de 24 años. Cuando el sirviente del casero entró de día a la habitación, notó que el Destripador aprovechó la privacía del cuarto de su víctima: evisceró meticulosamente el cuerpo, extrajo el corazón y los riñones y los puso con todo cuidado en el lugar. Este brutal y extraño crimen fue el último que oficialmente se atribuyó a Jack el Destripador. Pocas semanas después la policía cerró el caso sin dar explicaciones al público. Privadamente, se dijo a los miembros del Comité de Vigilancia de Whitechapel que el asesino confesó antes de suicidarse, ahogándose en el río Támesis. Sin embargo, hasta este día no se ha mostrado la nota de suicidio ni se ha revelado su contenido. Muchos sospechan que todo fue un encubrimiento para proteger al duque de Clarence o a un perturbado oficial de la policía. En lo que respecta al hombre ahogado, luego del asesinato de la "Negra María" Kelly, se rescató el cadáver de un suicida en el Támesis. El 3 de diciembre, el abogado principiante Montague John Druitt, obsesionado con la enfermedad mental de su madre, se suicidó tirándose al agua. Nunca se publicó su nota final y bien podría tratarse de la confesión citada por la policía para cerrar el caso. Druitt, hijo de una familia aristócrata dedicada a la medicina, estaba relacionado con la alta sociedad inglesa y asistió a un prestigioso internado. Pertenecía al elitista club Los Apóstoles, cuyos miembros eran hijos de las principales familias del país. Quienes conocían al abogado sabían que detestaba a las mujeres. El 10 de julio de 1888, la señora Druitt fue internada en una clínica para enfermos mentales. Su hijo la visitaba regularmente, tal vez temiendo por su propia estabilidad emocional. Para llegar a la clínica, ya fuera desde su despacho de abogado o desde el internado para varones donde se ganaba la vida como maestro de educación física, Druitt tenía necesariamente que atravesar el distrito de Whitechapel. ¿Acaso los temores y la misoginia de Druitt se combinaron para producir al monstruo que se hacía Ilamar Tack el Destripador? En octubre, su hermano William notó en él indicios de comportamiento aberrante. El 30 de noviembre Druitt fue despedido de su trabajo académico. Algunos teóricos piensan que el club Los Apóstoles usó su respetada posición social para proteger el buen nombre de uno de los suyos. Quizá convencieron a Druitt de que se suicidara o incluso lo mataron, poniendo así fin a una bárbara e insaciable adicción que sufría. Luego, según esta teoría, convencieron a las autoridades de callar la verdadera historia y cerrar el caso. Sospechoso de unos 14 asesinatos, el criminal desconocido fue tal vez culpable de sólo cinco durante su reinado de terror de tres meses. Fascinado por la sangre, eligió a sus víctimas para que los lugares de los crímenes formaran una cruz en el mapa de Whitechapel. Tal vez nunca sea identificado ni comprendido.

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