La guerra fallida
Cuando las tropas de Hitler invadieron Ia Unión Soviética, en 1942, la victorica nazi parecía inevitable. Misteriosamente, el führer detuvo a su ejército en las afueras de Moscú, error que causó un desastre y demostró que el Tercer Reich no era invencible.
Sin ninguna advertencia, el 22 de junio de 1941 los soldados alemanes salieron de sus trincheras hacia el asalto masivo contra la Unión Soviética. A pesar de los avisos, Stalin fue tomado completamente por sorpresa. |
Stalin, suspicaz hacia el occidente
capitalista, no podía creer las evidencias que demostraban que
Hitler tenía intenciones de lanzar en 1941 una invasión
sorpresa contra Rusia. Para indignación del mundo, los
dictadores de la URSS y la Alemania nazi, autoproclamados mesías
de sistemas políticos diametralmente opuestos, el 23 de agosto
de 1939 firmaron un pacto de no agresión por 10 años, en los
que negociarían pacíficamente sus desacuerdos. Nueve días
después, el 10 de septiembre, Alemania invadió Polonia, que
según un acuerdo secreto sería dividida con la URSS. El ataque
originó la Segunda Guerra Mundial.
Mientras la guerra devastaba Europa y las asombrosas tropas nazis
marchaban implacables hacia el Atlántico, Stalin se aferro
desesperadamente a la ilusión de que su vasta pero pobre nación
no sería atacada. "Es mejor mantenerse aparte del
conflicto", explicó un funcionario de la organización
comunista internacional conocida corno Comintern, "aunque
nos encontramos preparados para intervenir cuando las potencias
involucradas se debiliten por la guerra, y podamos asegurar la
revolución social". Por su parte, el líder soviético
abasteció a su dudoso aliado alemán con materias primas
esenciales tales como granos, petróleo y hierro.
Pero luego de conquistar Francia y asegurar su dominio en Europa, el führer se sorprendió de la obstinada resistencia de Inglaterra, que en el verano de 1940 resistió los ataques de su poderosa fuerza aérea, la Luftwaffe. En la batalla de Inglaterra, Hitler comunicó a su Estado Mayor su decisión de vencer al comunismo ruso de una vez por todas. Al eliminar a Rusia como posible aliado, esperaba ganar a los ingleses aplastando su última esperanza. Tras meditar un año, consideraba que la Unión Soviética se estaba haciendo peligrosamente fuerte. El 18 de diciembre, la ultrasecreta Directiva 21 de Hitler ordenó preparar una blitzkrieg ("guerra relámpago") contra Rusia para el verano siguiente. La Operación Barbarroja, cuyo nombre provenía de un emperador germano medieval que conquistó el Este, no debía durar más de cuatro meses. Requeriría de al menos tres millones de soldados, 3.400 tanques y unos 3.000 aviones: se trataba de la campaña terrestre más grande de la Histcria. Mientras tanto, Stalin decretó que sus soldados no provocaran a Alemania, ni siquiera reaccionando a los vuelos nazis de reconocimiento sobre territorio soviético. Consideró como trucos capitalistas las advertencias del primer ministro británico Winston Churchill, e ignoró las sombrías y exactas predicciones de su red de espías en Alemania. El 22 de junio de 1941, un tren cargado con grano ruso para Alemania cruzó la frontera a las 2:00. Una hora y 15 minutos después, sin molestarse en declarar la guerra, Hitler envió a sus tropas tras la frontera rumbo a Moscú. El pacto de no agresión tuvo una duración de apenas 22 meses.
Gracias a su ataque sorpresivo, los tanques de la Alemania nazi devastaron sin ningún esfueno los amplios y vitales sembradíos de grano de Ucrania en la entonces URSS |
Mal cálculo de Hitler
Hitler y sus nazis despreciaban a los rusos,
considerandolos untermensch, inferiores a los seres
humanos. Hitler pensaba que el comunismo era obra de
intelectuales judíos y quería exterminar a la supuesta clase
judeo-bolchevique. Creía que su dominio del mundo y su nuevo
orden se lograrían si controlaba los vastos recursos naturales y
agrícolas de Rusia, aun si como resultado morían de hambre
millones de personas. Al optar por una política de crueldad sin
precedentes, el dictador nazi dijo a sus jefes militares que
podían ignorar las reglas básicas de la guerra, puesto que los
soviéticos no eran signatarios de las convenciones de Ginebra.
El arma principal contra el pueblo sería el terror. El plan
buscaba como primer paso que el partido nazi y las SS tomaran
inmediatamente la administración de los territories capturados.
Todos los comisarios sovieticos, civiles o militares, serían
ejecutados. Además de perversa, esta política era un grave
error de cálculo, pues muchos ciudadanos soviéticos no
comunistas veían a los alemanes como sus liberadores de las
atrocidades de Stalin. En Ucrania, los aldeanos ofrecían brindis
a los invasores y daban gracias en las iglesias cerradas por
Stalin. Pero en cuanto el enemigo mostró su brutalidad, la
azorada ciudadanía comenzó de inmediato a contraatacar. El
pueblo ruso tenía horribles alternativas. El 3 de julio Stalin
habló por primera vez en público (y sorprendió a los rusos con
su fuerte acento georgiano), desentendiéndose de la propaganda
del partido y llamando al sacrificio en aras de la Madre Rusia.
Muchos respondieron a este patriotismo, pero su lealtad estaba
respaldada por la policía secreta NKVD. Se disparaba contra los
oficiales que ordenaban retiradas estratégicas y éstos, a su
vez, disparaban contra sus propios soldados, que eran blanco del
enemigo a la vez que de sus superiores. Antes de fin de año,
Hitler se jactaba de haber derribado 17 mil aviones de la URSS,
Desde el 19 de julio, se tenían prisioneros a más de 400.000
soviéticos. Más aún, para el 3 de julio las fuerzas alemanas
habían penetrado 510 km en territorio ruso, a medio camino hacia
Moscú. Al día siguiente Hitler dijo: "Prácticamente, el
enemigo perdió esta campaña."
En octubre de 1942, las lluvias convirtieron el suelo ruso en lodazales, volviendo el rápido avance alemán un paso de tortuga. Mucho del equipo invasor tuvo que ser dejado a merced del invencible "General Lodo " |
EI azote de la interferencia
Pero la naturaleza intervino poco después, cuando los alemanes
casi tenían la victoria. En julio, las lluvias torrenciales
hicieron lodazales que atascaron los vehículos nazis. Los pocos
caminos y vías férreas del subdesarrollado país apenas
resistían el abastecimiento del ejército invasor. Aunque las
bajas rusas eran numerosas porque los incompetentes comandantes
habían destacado a demasiadas tropas en el frente, había muchas
reservas en la población nativa. Pero estos indicios del futuro
desastre eran poco importantes cuando la máquina de guerra nazi
lograba un triunfo tras otro. El 19 de julio, las fuerzas de
Hitler tomaron la entrada natural a Moscú y estaban a 320 km de
la expuesta capital. La victoria parecía inminente. Entonces
Hitler se contrapuso a sus generales. En lugar de tomar la
capital, el führer -que prefería hacer la guerra en movimientos
de flanco- decidió ir hacia Leningrada, al norte, y a las ricas
regiones industriales, carboníferas y petrolíferas del sur.
Pensó que la toma de Leningrado sería una enorme victoria
psicológica, y las materias primas eran vitales para su proyecto
de guerra. Esperaba lograr ambos objetivos antes del invierno.
Los historiadores militares considerarían este periodo de
inactividad como el origen del fracaso de la campaña. Al
principio, a pesar de los temores de los asesores militares, el
plan funcionó bien. Al sur, Kiev fue ocupada el 20 de septiembre
y se llevó a los campos a 700 000 prisioneros. Al norte, los
atemorizados habitantes de Leningrado trabajaban día y noche,
preparándose para lo inevitable: aislada de la ayuda exterior,
la hermosa ciudad fundada por Pedro el Grande se consideró
perdida. Los alemanes no se molestaron en planear el asalto,
pensando que el largo asedio había desmoralizado a los
habitantes. Luego de una pausa de un mes, Hitler se preparó para
tomar Moscú. En dos meses de guerra, su saldo de bajas era de
409.998, incluyendo 87.489 muertes. Más de la mitad de sus
vitales tanques estaban fuera de combate. Para sorpresa de sus
generales, los reportes de inteligencia sobre la fuerza enemiga
resultaron ser totalmente insolitos. Esperando enfrentarse a 200
divisiones rusas, ya se habían topado con 360. Pero la
Operación Tifón, que era el ataque contra Moscú, comenzó
bien: en dos de las batallas preliminares se capturó a 663.000
soldados soviéticos y miles más desertaron, desmoralizados por
las victorias en el norte y sur. Ninguna otra guerra en la
Historia tuvo tales cifras de prisioneros y botín militar.
EI objetivo de Hitler era tener a la URSS a su merced para fin de año, y su avance inicial hacia Moscú fue veloz. Stalin hizo apurados preparativos contra la devastación. En la foto, trabajadores civiles excavan fosas antitanques. |
La naturaleza: adversario final
En octubre volvieron las lluvias, enrolando al famoso
"General Lodo" contra los invasores, cuyo ritmo decayó
del relámpago a la tortuga. Miles de vehículos se atascaron. En
julio, los alemanes avanzaban un promedio de 45 km diarios; ahora
pasaban días en que no avanzaban ni un kilómetro. Durante el
respiro que dio la decision de Hitler de no atacar antes, Stalin
pudo movilizar a 30 divisiones siberianas como refuerzo para la
indefensa capital. Además, los rusos podían usar su nuevo
tanque T34, reconocido actualmente como el mejor tanque empleado
en la Segunda Guerra Mundial. Los cohetes Katiuska, conocidos
como órganos musicales de Stalin, llovían sobre el enemigo. En
Moscú unos 100.000 habitantes, en su mayoría mujeres, excavaron
trincheras y tendieron alambre de púas. Unos dos millones de
moscovitas huyeron al este, pero el Ejército Rojo y la Guardia
Civil permanecían desafiantes. Finalmente, el frío del invierno
congeló el lodo y los alemanes pudieron reanudar su marcha. El
15 de noviembre se trabó combate. Pocos días después el
invierno ruso cobró nueva furia, congelando motores de tanques,
rifles y metralletas. Los alemanes usaban lubricantes para
verano, las nevadas impedían la llegada de provisiones y los
soldados, que no recibieron botas pesadas ni abrigos, se
congelaban. A principios de diciembre la temperatura llegó a los
40° bajo cero y los alemanes sucumbían. Tal vez Hitler sufrió
unas 100.000 bajas, entre ellas 14.000 soldados que sufrieron
amputaciones. Muchos de los heridos murieron de frío. Los rusos
se recuperaron tanto psíquica como militarmente y los invasores
alemanes morían por miles ante las interminables olas de
contraataques.
Los alemanes lanzaron un ataque en tres frentes contra la Unión Soviética: al norte, hacia Leningrado; al centro, hacia Moscú; y al sur, hacia la región industrial del Don, lugar en que se localizan los campos petroliferos del Cáucaso y Crimea. |
Fin de una ilusión
"Es ilusoria la idea de que se desbanden las fuerzas
enemigas ante nuestros ejércitos", informó un general
alemán el 10 de diciembre. Dos noches después se emprendió la
retirada ante un vigoroso contraasalto ideado por un héroe
militar ruso, el mariscal Georgi Zhukov. Durante el resto del
cruel invierno, los invasores no recuperaron la iniciativa.
Llegaron a 43 km de Moscú y fracasaron. Leningrado no fue
ocupada. Aunque Alemania controlaba el grano de Ucrania y mucho
del carbón y hierro rusos, se le rechazó de las vitales
reservas petroleras del Cáucaso.
Como Napoleón, Hitler no pudo conquistar Rusia, pero su
determinación agresiva ante aquellas circunstancias evitó un
repliegue caótico, pues creía que aun las retiradas tácticas
dañaban la moral combativa. Firme ante sus aterrorizados
generales, mantuvo en lucha a sus tropas. El soldado común
permaneció leal al führer, aun cuando se veía forzado a comer
carne de caballo congelada. Pero el mundo vio que los nazis no
eran invencibles y el efecto psicológico de esto en el futuro de
la guerra fue enorme tanto en Gran Bretaña corno en los Estados
Unidos. Por una parte, los alemanes exterminaron a medio millón
de soldados rusos, hirieron a un millón y capturaron a tres
millones, aproximadamente el mismo número que todo el ejército
invasor. Pero por otro lado unos 830.903 soldados, la cuarta
parte del eiército alemán, habían muerto, estaban heridos,
presos o desaparecidos, desmintiendo efectivamente la afirmación
de Hitler de que el Ejército Rojo era "inútil en
combate".
Hitler inmediatamente culpó a sus subordinados por el fracaso.
Oficiales del ejército, incluyendo a 35 generales de división,
fueron purgados, y el dictador asumió un control aún mayor de
la estrategia militar. Sin embargo, sus errores ya no pudieron
ser minimizados. Perdió la oportunidad de ganar para su causa al
oprimido pueblo soviético, que durante la revolución socialista
ya había perdido 20.000 personas. El führer evaluó
erróneamente la fuerza de la resistencia enemiga y las
dificultades de librar una guerra contra Rusia: dilatadas rutas
de abastecimiento, clima severo y un incontenible fervor
nacionalista. El fallido asalto contra Moscú fue un punto
crucial de la Segunda Guerra Mundial. Animada por el desastre,
fortaleciéndose mientras Hitler se concentraba en el frente
oriental, Inglaterra se revigorizó. Los EUA tuvieron más tiempo
para prepararse para el conflicto, y Rusia -a pesar de desconfiar
del occidente capitalista- estuvo dispuesta a cooperar con los
Aliados.
Durante la conferencia estratégica del 9 de mayo de 1942, Hitler decidió que Stalingrado y el Cáucaso serían el objetivo de la ofensiva de verano. Los alemanes entraron a esa ciudad en otoño, aunque sus líneas de abastecimiento se vieron demasiado presionadas. |
EI asalto final
Debilitado pero aún firme, Hitler planeó una ambiciosa ofensiva
para el verano de 1942, incluyendo la toma de Stalingrado y la
entrada a los campos petrolíferos del Cáucaso. En una sola
incursión aérea murieron 40.000 soviéticos. Pero una vez más
el dictador nazi se detuvo cuando estaba a punto de ganar,
desplazando a sus tropas de la agotada ciudad durante dos
semanas. Cuando los invasores regresaron, los furiosos rusos
estaban acantonados entre los escombros de los 50 km del centro
industrial, prestos a luchar casa por casa. Tenían todo en
contra, empezando por la superioridad de las armas alemanas,
hasta que volvió el cruel invierno. El 19 de noviembre una
contraofensiva rusa arremetió contra el 6° Batallón alemán,
sitiándolo en Stalingrado. Como en 1941, las ventiscas atacaron
a los mal equipados soldados, que sufrieron heladas, enfermedad y
hambre. Hitler juró no replegarse, pero los sobrevivientes de la
fuerza de ataque, de 300.000 soldados, se rindieron el 31 de
enero de 1943. Las impetuosas semanas en que la Plaza Roja de
Moscú fue considerada casi como cualquier otro botín de guerra
eran ya un recuerdo lejano. En el camino a la capital, así como
en el camino a Stalingrado, el extraño titubeo de Hitler cambió
el destino de muchos países. Cuando las esperanzas de lograr la
victoria se esfumaron, el derrotado führer sólo pudo
lamentarse: "El dios de la guerra se pasó al otro
bando."
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Las tropas rusas combatieron desesperadamente en las ruinas de Stalingrado (izq.) y consiguieron una rendición alemana en enero de 1943 (derecha).