Watergate: enigma sin solución

Un "robo de poca monta" inexplicado paralizó al gobierno de los EUA y abrió la caja de Pandora de los secretos de la Casa BIanca. Por primera vez en la historia del país un presidente es obligado a renunciar y sus asesores más cercanos son enviados a prisión.

Posiblemente fue la pregunta más famosa que haya realizado la opinion pública de los EUA: "¿Qué sabía el presidente... y cuándo lo supo?" Howard Baker, senador de Tennessee y principal miembro republicano del Comité Senatorial para las Actividades de la Campana Presidencial, hizo eco de la frustración del país en 1973 cuando un desfile de testigos, ante las cámaras de TV, habló de una compleja y sombría historia de intrigas, intimidaciones, vigilancia electrónica y sobornos en los más altos niveles del gobierno. La racha de sórdidas revelaciones se conoció popularmente como escándalo de Watergate: las investigaciones del Congreso, juicios, noticias de la prensa y libros Ilenarían una pequena biblioteca. ¿Pero la pregunta del senador se respondió satisfactoriamente? La dolorosa experiencia, que el presidente Gerald Ford llamaría "nuestra larga pesadilla nacional", comenzó como una farsa. El 17 de junio de 1972 se sorprendió a cinco hombres que registraban la sede del Comité Nacional del Partido Demócrata en el complejo Watergate en Washington. Con cámaras y equipo electrónico de rastreo, ya habían movido paneles del techo y hurgado entre los archiveros. Todos ellos resultaron estar relacionados con la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Fueron sorprendidos solamente porque un guardia de seguridad notó que una cerradura tenía una cinta adhesiva. Cuando quitó la cinta, uno de los intrusos la volvió a poner, sin sospechar nada. Por entonces, el presidente Richard Nixon, abanderado de los republicanos, parecía destinado a obtener una fácil victoria sobre el candidato demócrata, el senador George McCovern. Aun cuando uno de los asaltantes resultó ser James McCord, un agente de seguridad del Comité para la Reelección del Presidente ICRP), Nixon aseguró que "la Casa Blanca no estaba de ninguna manera involucrada en esto". Pero Lawrence F. O'Brien, director nacional de los demócratas, denunció que el asalto era "un descarado acto de espionaje político" y demandó al CRP por un millón de dólares. Más y más líneas de investigación Ilevaban hacia la Casa Blanca. Dos de los asaltantes estaban relacionados con E. Howard Hunt, nombrado por la CIA para comandar el vergonzante intento de invadir Cuba en 1961. Hunt era ahora asesor de Charles W. Colson, estratega político y consejero de Nixon. Aun cuando el FBI, el Departamento de Justicia, el Congreso y la prensa se concentraron en esta inexplicable historia, el presidente logró en noviembre una aplastante victoria. Pero mientras Nixon y su equipo celebraban, el enigma de Watergate se convertía en una obsesión nacional. El presidente tuvo que dar explicaciones a cada nueva vuelta de los hechos. ¿Es que él y su gente sembraron, de algún modo, la semiIla de su propia destrucción política?

 

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El conjunto comercial y residencial Watergate en Washington dio su nombre al escándalo político

 

"Plomeros" de la Seguridad Nacional

El 9 de mayo de 1969, pocos meses después de la primera toma de posesión de Richard Nixon, éste se enfureció cuando el diario The New York Times informó que los EUA bombardeaban en secreto bases norvietnamitas en Laos y Camboya. Se ordenó intervenir los teléfonos de los sospechosos de dar esta información. Dos años después, el 13 de junio de 1971, el mismo diario publicó fragmentos de un informe confidencial del Pentágono acerca del papel de los EUA en Vietnam. Era claro que alguien del gobierno entregó el estudio de 7.000 páginas, pues sólo existían 15 ejemplares. Luego se supo que el informe fue entregado por Daniel Ellsberg, un exanalista que trabajaba en el Departamento de Defensa. Decidido a que las deliberaciones privadas de su administración no se ventilaran públicamente, Nixon habló con sus dos asesores más allegados, H.R. Haldeman, jefe de Personal de la Casa Blanca, y John D. Ehrlichman, asesor de Asuntos Internos. Ordenaron a Egil Krogh, asistente de Ehrlichman, que formara un grupo secreto encargado de "tapar goteras", que se Ilamaron a sí mismos "plomeros". Hunt y un fiscal de provincia aficionado a las armas Ilamado G. Gordon Liddy se unieron a este proyecto, pero fallaron en su primera misión. Queriendo desacreditar a Daniel Ellsberg, contrataron a cubanos anticastristas para que entraran a la oficina de su psicoterapeuta, pero los ladrones no hallaron el expediente de su tratarniento.

 

Preparándose para lo peor

En 1960 Nixon perdió frente a Kennedy por escaso margen. En su segundo intento de 1968 apenas pudo ganarle a Hubert Humphrey. Las encuestas decían que la tendencia de los votantes se movía en contra suya tan rápidamente hacia el fin de la campaña que pudo haber perdido las elecciones si se hubiesen realizado unos cuantos días después. Para consolidar esa frágil posición política, Nixon fundó el CRP, una organización dedicada a reunir los millones de dólares necesarios para una vigorosa campaña de reelección en 1972. John Mitchell renunció como procurador general para ser director del CRP, Liddy fue contratado como asesor de finanzas y McCord, como jefe de seguridad. El CRP logró tener un gran éxito, recibiendo una fortuna de los ejecutivos de grandes corporaciones que sin duda querían ser recordados por la Casa Blanca después de las elecciones. Pero incluso cuando era evidente que los demócratas habían nominado a un candidato con pocas posibilidades de derrotar a Nixon, algunos agentes pensaron que eran necesarias algunas medidas poco usuales. Aún hoy se ignora qué es lo que los ladrones esperaban encontrar el 17 de iunio de 1972 en la sede demócrata. ¿Tenían razones para sospechar que sus oponentes poseían información que podía arruinar la campaña de Nixon? ¿Esperaban que al "intervenir" las oficinas podrían anticipar las estrategias demócratas? Irónicamente, el robo resultó en sí el evento más perjudicial de la campaña, una bomba de tiempo que no detonaría sino varios meses después.

 

La red se cierra

Temporalmente, lo de Watergate pasó a las últimas planas de los diarios, pero Ehrlichman, Haldeman, Mitchell y un joven abogado Ilamado John Dean, asesor especial del presidente, reconocieron su explosivo potencial. Frenéticamente, trataron de comprar el silencio de Hunt, Liddy y los cinco ladrones. A todos se les prometió la amnistía presidencial, pero McCord, presionado por el severo juez de distrito John Sirica, confesó en marzo de 1973 que Dean y Teb Magruder, exsubdirector del CRP, tenían conocimiento previo del robo.

Un mes antes, el Senado inició una investigación que desembocaría en las audiencias televisadas a todo el país. Siguió una verdadera avalancha de acusaciones, contraacusaciones, rumores y amenazas. Finalmente, Dean cooperó con el jurado senatorial, mostrando a una Casa Blanca muy involucrada en encubrir el asunto de Watergate. Declaró que Mitchell fue instado a "llevar la carga", confesando su responsabilidad en el robo; que Nixon sabía que Hunt pedía más de 120.000 dólares para guardar silencio y que Ehrlichman trató de destruir evidencia. Dean también reveló que Haldeman ordenó a un subordinado que "sustrajera y destruyera información perjudicial" de los expedientes de la Casa Blanca, con lo cual el asunto quedó prácticamente a descubierto. En el núcleo del testimonio de Dean, como si apuntara hacia la pregunta fundamental del senador Baker, estaba la afirmación de que el presidente mintió al público del país acerca de su propio papel en el caso. Atestiguando con calma y precisión, el joven y serene abogado acusó a Nixon de saber del encubrimiento por lo menos desde el 15 de septiembre de 1972. El presidente afirmaba que supo del asunto más de seis meses después, el 21 de marzo de 1973, y que inmediatamente ordenó una búsqueda de toda la verdad. En realidad, diio Dean, su jefe ya conocía entonces toda la historia y dirigía todos sus esfuerzos a salvarse él mismo. No fue ninguna sorpresa que Nixon despidiera a Dean y pidiera las renuncias de sus dos veteranos asesores, Haldeman y Ehrlichman.

 

La escaramuza de las cintas

Accidentalmente, los investigadores del Senado descubrieron que Nixon instaló una grabadora en la sala oval de la Casa Blanca. Almacenadas en un sótano, las cintas contenían conversaciones que databan de la primavera de 1971. El fiscal especial nombrado por el Departamento de Justicia, un profesor en derecho de Harvard Ilamado Archibald Cox, cooperó con el juez Sirica y el Comité del Senado para obtener las cintas. Apelando otra vez a sus privilegios ejecutivos, Nixon se negó a entregar la evidencia y trató de forzar a Cox, a quien Ilamó "víbora guerrillera", a desistir. Cox, a quien se le prometió independencia del gobierno, se negó. Nixon ordenó su despido el 20 de octubre de 1973. El procurador Eliot Richardson prefirió renunciar a cumplir la orden presidencial. El subprocurador también renunció. Aunque programada para el fin de semana, cuando la reacción del público es menor, la acción causó lo que el nuevo jefe de Personal de Nixon, general Alexander Haig, definió como "tormenta de fuego"

 

 

Las cintas incriminatorias

Asombrado, Nixon se desdijo. De las nueve cintas requeridas por los investigadores, sólo entregó siete, una de las cuales tenía un lapso de silencio de 18 minutos. La leal secretaria presidencial, Rose Mary Woods, afirmó haber borrado sin querer esa parte al poner el pie en un botón de control. Pero cuando trató de demostrar lo ocurrido a los periodistas, no pudo hacerlo. Las cintas tenían otras interrupciones que, en muchos casos, fueron aumentadas electrónicamente por expertos en sonido. Así, suficiente material incriminatorio se hizo audible y uno de los abogados de Nixon, al oír las cintas por primera vez, murmuró: "Se acabó todo." Nixon estaba grabado en una dlscusión del encubrimiento hecha el 23 de iunio de 1972, sólo seis días después del robo y mucho antes de lo informado por John Dean. En julio de 1974, la Suprema Corte de Justicia afirmó, por unanimidad, el derecho de la corte a oír las demás cintas. El Comité Judicial, que inició una investigación de inculpación, recibió 19 cintas, pero pidió 42 más, con conversaciones sostenidas entre junio de 1972 y junio de 1973. Durante el proceso de inculpación, Nixon fue el primer presidente que recibió un citatorio del comité. La Casa Blanca entregó las cintas y una transcripción de unas 1 200 páginas. Nixon explicó que, debido al lenguaje vulgar y asuntos de seguridad nacional, la transcripción era más una versión editada que un recuento textual. Cuando se supo cuánto se había editado y se comparó la transcripción con las cintas, su credibilidad se desgastó aún más. El comité, luego de audiencias públicas, votó el 30 de iulio de 1974 a favor de transmitir a la Cámara de Diputados tres causas de inculpación: obstrucción de justicia, abuso de poderes presidenciales e intento de impedir el mismo proceso de inculpación. En el veredicto se rechazaron otras dos causas.

 

El interés nacional

Aún el 5 de agosto, Nixon aseguró públicamente que lo sucedido en el asunto de Watergate y sus propios actos no justificaban un acto tan extremo como su renuncia. Pero intervino la amarga realidad. Algunos de los más viejos amigos políticos de Nixon, incluyendo al senador conservador Barry Goldwater, le advirtieron que podría ser inculpado por la Cámara. Le dijeron que sólo la renuncia le evitaría el vergonzoso espectáculo de ser juzgado ante todo el Senado. La noche del 9 de agosto, Nixon apareció en televisión nacional para anunciar que renunciaría al mediodía siguiente. Lejos de admitir su culpa o expresar remordimiento, explicó que su decisión era necesaria solamente por carecer de una base política en el Congreso. En una denuncia que desembocó en la sentencia de prisión de sus seguidores, incluyendo a Mitchell, Haldeman y Ehrlichman, el presidente fue considerado "conspirador no denunciado". La amenaza de ser procesado pendió sobre él hasta que su sucesor, el presidente Ford, proclamó una amnistía "por todos los delitos" que Nixon cometiera contra los EUA durante su periodo presidencial. La cordial rectitud de Ford le produjo una inmediata popularidad en la Casa Blanca, pero su acto -que bien pudo estar motivado por su compasión hacia un ser humano deprimido y caído en desgracia- fue visto por muchos con suspicacia. Algunos piensan que esto contribuyó en gran medida a que fuera derrotado en 1976 por Jimmy Carter. Ford esperaba "cerrar y sellar firmemente este libro" al dar el perdón, pero en realidad espoleó el misterio aún más. ¿Acaso Nixon aceptó renunciar sólo a condición de obtener el perdón? No hay evidencia de que Ford fuera parte de semejante trato, pero el legado de Watergate fue en realidad una mayor desconfianza por parte del pueblo estadunidense hacia los altos funcionarios. A falta de pruebas, algunos votantes prefirieron creer lo peor.

 

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Carlo Bernstein (izq.) y Bob   Woodward investigaron el asunto Watergare para el diario The Washington Post. Su brillante labor para desenmarañar el escándalo hizo el el periódico recibiera en 1973 el premio Pulitzer por servicio meritorio

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