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La leyenda continúa |
Su nombre ha vuelto a cobrar vida luego del levantamiento armado producido recientemente en el estado mejicano de Chiapas. Allí, como en otras partes de México, la memoria de Zapata está rodeada aún de un aura de fábula y misterio. En algunos sectores del pueblo, especialmente en su Morelos natal, se cuentan historias en las cuales el héroe vuelve del más allá para ayudar a los pobres y necesitados. Primero fué agricultor, aparcero y arriero. Luego, el mejor domador de caballos de la región para terminar siendo un lider revolucionario, capaz de mandar a miles de hombres armados. Las claves de un mito apasionante.
En 1914, Zapata se encuentra con Pancho Villa en el Palacio Nacional de México
No tenía aún diez años, pero el llanto de su
padre iba a marcarlo para siempre: Gabriel Zapata fue uno de los
tantos perjudicados, cuando hacia 1887 el hacendado Manuel
Mendoza Cortina despojó de viviendas y huertos a la pequeña
comunidad campesina de San Miguel de Anenecuilco, donde vivían.
Cuentan que entre lágrimas de impotencìa le dijo a su hijo que
lo miraba azorado: "Los amos nos quitan las tierras
abusándose porque son poderosos"; el pequeño Emiliano, con
los puños apretados, le respondió: "Pues cuando yo sea
grande haré que las devuelvan". Esta anécdota pinta de
cuerpo entero al que más tarde iba a ser un carismático
caudillo social, a quien sus fieles seguían ciegamente. Pero
¿qué impulsó al joven Miliano -el sobrenombre con que era
comúnmente conocido a combatir contra todos los gobernantes que
se sucedieron en México desde 1910 hasta 1919, fecha de su
muerte por una emboscada en una hacienda de la localidad de
Chinameca?
El futuro jefe guerrillero había nacido entre 1877 y 1883 (no se
conoce con precisión el año) en el estado mexicano de Morelos,
al sur del país; más exactamente, en la pequeña población de
Anenecuilco, nombre que en lengua náhuatl quiere decir
"lugar donde el agua se arremolina": una de las cuatro
comunidades agrarias que formaban el municipio de Ayala. En el
año 1887 la aldea se hallaba al borde del colapso; sus escasos
cuatrocientos habitantes sufrían desde hacía tiempo la pérdida
de suelos y acequias de riego a manos de los grandes propietarios
del azúcar.
Con todo, la familia Zapata no era de las más pobres; los
padres, Gabriel y Cleofas Salazar, les habían dejado a Emiliano,
noveno de diez hijos, y a su hermano Eufemio -el único otro
varón sobreviviente y más tarde uno de sus principales
compañeros de guerrilla- una casa de tierra y adobe a orillas
del río Ayala; también, algunos animales y unas cuantas
hectáreas cultivables. Miliano -siguiendo el mismo camino que
sus abuelos- fue muy pronto peón de campo, aparcero en una
hacienda vecina, arriero de mulas, regador de tierras y se
asegura que el mejor domador de caballos de toda la región. Pero
además sabía leer y escribir, gracias a los dos años de
escuela que había pasado en Ayala.
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Gregoria Zúñiga esposa de Zapata, en su rancho de Teneztepango (izquierda). Para poder casarse con ella (centro) la raptó. A la derecha, la última foto de Gregoria.
A los diecisiete tuvo que esconderse en un rancho vecino por discordias con las autoridades; y en 1909 ya había intervenido activamente en la campaña opositora al teniente coronel Pablo Escandón, candidato a gobernador del estado de Morelos y jefe del Estado Mayor del general Porfirio Díaz. Lo más trascendente de aquellas primeras luchas electorales fueron sus conexiones con la fuerte campaña antiporfirista librada en todo México por Francisco Madero, un culto terrateniente de Cohauila educado en Estados Unidos y Francia. Madero iba a ser en breve el primer presidente de la Revolución Mexicana, epopeya que se prolongaría hasta 1934, cuando ascendió al gobierno el presidente nacionalista Lázaro Cárdenas.
Zapatistas de ayer
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Zapatistas de hoy, en Chiapas
En aquel mismo 1909, Milíano fue nombrado por
aclamación presidente del Consejo zonal, un organismo cuya
existencia se remontaba a tiempos prehispánicos. Era como decir:
presidente del pueblo. La designación reflejaba su creciente
prestigio. Pero además, el apellido Zapata era importante en
Anenecuilco: familiares suyos habían combatido valientemente
contra los españoles y contra la intervención francesa en la
década de 1860. Todos sin excepción -amigos y enemigos-
reconocen hoy que aquel hombre moreno y menudo, de cejas
pobladísimas e imponentes bigotes, y hábil como nadie en las
destrezas de a caballo, fue la figura más bravia e intransigente
de la Revotución con su incansable exigencia de restituir
"nuestra Madrecita, la Tierra", a peones e indios. Para
éstos, Zapata aún está vivo. Y revivió, bien o mal, con las
batallas desatadas por los indígenas del estado de Chiapas y sus
líderes del llamado Ejército Zapatista de Liberación Naciona;
las mismas están de algún modo emparentadas con esas luchas
seculares.
El mito galopa más lejos aún: suman miles los campesinos que
todavía descreen de la muerte de su jefe el 10 de abril de 1919,
cuando estaba desarmado y con sólo una pequeña escolta. Aunque
el cuerpo de Zapata fue expuesto por sus matadores en la plaza de
Cuautla, los zapatistas fanáticos afirman que era "un
sosia" y siguen negando su acribillamiento a mansalva por
las tropas que comandaba el coronel Jesús María Guajardo,
oficial que lo engañó citándolo en una hacienda luego de
fingir pasarse al bando rebelde durante el mandate presidencial
de Venustiano Carranza. Por eso, en pleno 1994 millares de
cañeros y zafreros juran todavía que el jefe reaparece muchas
tardes sobre el horizonte, montado en un caballo blanco y
disparando al aire su carabina, "para avisarnos que pronto
volverá a decirnos cómo recuperar la tierrita" o castigar
una injusticia. A comienzo de siglo, que es cuando comienza a
forjarse la leyenda de Zapata, las llagas sociales hervían en
México, como en toda América. Fue el anhelo por la
"tierrita" el motor de la guerrilla agrarista que
Zapata lideró paralelamente -o asociándose- a las rebeliones
protagonizadas por otros jefes de renombre, como Pancho Villa
oPascual Orozco. Y coincidiendo con la revolución democrática
impulsada por importantes líderes políticos.
AIgunos hitos claves de esa revolución fueron los siguientes: 1910: Francisco Indalecio Madero se opone a la reelección de Porfirio Díaz y encabeza una amplia coalición antirreeleccionista. Su popularidad crece. Es encarcelado poco antes de las elecciones, Díaz sale "reelecto" mediante el fraude. Madero logra huir a Texas y lanza el famoso plan de San Luis Potosí: allí llama a derrocar al porfirismo incluso por las armas, y en su punto tercero esboza una tímida reforma agraria. El 20 de noviembre estalla la rebelión pro-maderista con apoyo zapatista y campesino. Febrero de 1911: tras incontables demoras y falta de respuestas a sus reclamos legales por sus parcelas, los campesinos de Anenecuilco vieron cómo la hacienda del Hospital rentaba esas mismas tierras a agricultores de la Villa de Ayala. Dice el profesor de Harvard, John Womack: "Como presidente municipal, Zapata tomó la decisión. Reunió a unos 80 hombres del pueblo, hizo que se armaran y fueran a los campos donde trabajaban los de Ayala. Les dijo que la tierra era de Anenecuilco. Los de Ayala se retiraron, junto con la guardia de la hacienda, y Zapata procedió a distribuir los lotes entre los agricultores de su pueblo..."
Zapata en lucha
Pasan varios meses: la hacienda exige alquiler
por esas tierras y apela al prefecto del distrito. Al cabo de
largas discusiones, el jefe distrital se decide en favor de los
campesinos. Pagarían recién en 1911, y lo que pudieran. Womack
dice: "Fue una victoria asombrosa, pero Anenecuilco no
podía dormirse en los laureles". Zapata desplegó una
inteligente acción conciliadora, pero también cuando lo creyó
necesario "derribó las cercas de las haciendas en cada
región disputada, habló con los agricultores del lugar y
repartió lotes entre los campesinos". Por esa época fue
puesto al frente de la Junta de Defensa de
Ayala-Anenecuilco-Moyotepec. Entre los campesinos sube un clamor
y un grito de guerra que iba a perdurar hasta hoy: "!Viva
Zapata!"
Los acontecimientos políticos se precipitan. Ese mismo febrero,
Madero ingresa en Ciudad de México. En marzo, Zapata guía ya a
400 guerrilleros, que e 17 mayo se vuelven 4.000. Toma Cuautla
por las armas. Diaz dimite el 25 de ese mes. Madero será electo
en nombre del Partido Constitucional Progresista. Pero si en el
norte el robusto Pancho Villa cree en Madero, e ingresa
transitoriamente al ejército regular, Zapata no transige.
Reclama el cumplimiento de la reforma agraria. Madero lo promete;
Emiliano acepta desarmar a sus hombres, pero el jefe del
ejército, general Victoriano Huerta, ordena arrasar a las
fuerzas zapatistas: "No hay que pactar con
delincuentes", dice. La guerrilla ya no se detendrá: avanza
como un huracán por casi todo México. Varios sacerdotes la
acompañan; en sus filas hasta hay anarquistas cristianos. Las
mujeres "soldaderas" les dan apoyo logistico, algunas
son capitanas y coronelas.
Zapata con traje de miliciano
El 25 de noviembre de 1911 , sólo un año después del levantamiento maderista, Zapata da a conocer su avanzado Plan de Ayala y desconoce al presidente Madero. Huerta asume la presidencia y ordena detener a Madero y a su vice Pino Suárez: ambos son fusilados el 21 de febrero de 1913. En 1912 se multiplican los alzamientos en apoyo del Plan de Ayala en Puebla, Michoacán, Guerrero, Oaxaca. Los zapatistas controlan Chihuahua en el norte. En 1914 el huertismo cede ante el empuje del llamado movimiento constitucionalista liderado por Carranza. Zapata llegaría a imponer entre 1915 y 1917 un gobierno popular en Morelos, y dicta un decreto agrario que nacionalizó incluso fincas urbanas. Pero cuando los zapatistas entran por fin en 1914 junto con las huestes de Villa en Ciudad de México -para participar en una reunión de jefes revolucionarios-, demuestran ser unos campesinòs imprevistamente tímidos que portan la efigie de la Virgen de Guadalupe y piden alguna vianda a los transeúntes. Zapata rehúsa sentarse en el sillón presidencial: aborrece la ciudad tanto como el poder. Toma en préstamo del Banco de México -contra recibos- fondos que devolverá luego hasta el últiino céntimo.
Una de las últimas fotos de Emiliano Zapata
En 1915 Villa será derrotado por el general carrancista Alvaro Obregón, en tanto que Zapata sigue combatiendo en todas partes: es un vendaval que golpea y retrocede; al llegar las tropas federales, sus hombres del Ejército del Sur ocultan las armas y se convierten en campesinos; tiene centenares de espías, uno por cada hombre o mujer de pueblo. Pero el ejército gubernamental practica, con el implacable general Juvencio Robles al frente, la llamada "recolonización" una política de tierra arrasada, con destrucción de casas y sembrados. El propio Carranza se consolida interna e internacionalmente y promulga en 1915 una reforma agraria que hace deponer las armas a muchos, aunque no a Zapata. Sin embargo, éste sufre la falta de provisiones y de armas y los disensos en sus propias filas; su carácter se vuelve hosco y receloso y apela a gestos desesperados. Uno de estos gestos le seria fatal. Enviados del coronel Guajardo le hicieron creer que éste había desertado de las filas del gobierno para plegarse a sus órdenes. Zapata, desconfiado, lo somete a varias pruebas; le ordena la toma de varios pueblos, cosa que Guajardo cumple escrupulosamente. Al fin, luego de muchas dudas, acepta reunirse con él en Chinameca, el 10 de abril de 1919. Cuando la guardia del coronel hizo sonar sus trompetas tres veces fingiendo rendirle honores, nada permitía suponer que los soldados que presentaban armas iban a disparar sobre Zapata y su escolta. El héroe de la revolución, acribillado a balazos, cayó a tierra para no levantarse más. Aunque sus fieles juren que el viejo caudillo los mira desde un horizonte en llamas.
El día de su muerte, el 10 de abril de 1919
LOS HOMBRES DE EMILIANO Desde conspicuos intelectuales anarquistas como Pablo Torres Burgos u Otilio Montaño, hasta campesinos iletrados y fanáticos de su virgencita; desde jóvenes "ingenieritos" que deslindaban tierras hasta caciques indígenas como el jefe revolucionario del estado Guerrero, Ambrosio Figueroa, los seguidores y compañeros de batalla de Zapata conformaron un abigarrado mosaico. En muchos casos se levantaron en armas dentro de sus propios territorios, simultáneamente con Emiliano. En cambio, el legendario Francisco Pancho Villa (cuyo verdadero nombre era Doroteo Arango), se rebeló por su lado en los estados norteñas; las dos caudillos nunca se pondrían totalmente de acuerdo. Villa, imponente con sus 90 kilos, tenía el aire de un militar en regla; había sido el hijo de un campesino de Durango, y se convirtió en delincuente tras salit en defensa de su hermana contra el caudillo local: fue peón en el ferrocarril y las minas, jornalero y mediero. Tras haberse puesto a las órdenes de Madero, siguió guerreando al frente de un ejército de trabajadores y campesinos con intereses sociales menos definidos que los combatientes zapatistas. Con todo, en cierto memento, gran parte del norte respaldó la furia villista. Otro destino azaroso fue el del hermano mayor de Emiliano, aquel Eufemio Zapata que de comerciante en Veracruz pasó a ser aguerrido jefe revolucionario. Pero se obstinó en castigar a los paisanos que se emborracharan, y cierta vez flageló duramente por ello a un anciano de Cuautla. El hijo del viejo se vengó vaciando su carabina sobre Eufemio y arrastó su cuerpo hasta un hormiguero: así murió el hermano de un héroe tan carismático, que "hasta las piedras en México son zapatistas". |
Mensaje del Frente Zapatista de Liberación Nacional a las comunidades mapuches de Neuquén
Páginas del Frente
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