Introducción
La importancia del período vivido haría necesario situar
las luchas en un marco de interpretación. Pero al mismo tiempo su
proximidad no nos lo permite. Ahora bien, sí quercmos espacializarlas,
según distintas etapas. Etapas que pueden parecer arbitrarias y
quizá lo sean. Amén del problema que supone hacer etapas
en un periodo tan corto y tan cercano. Incluso se puede pensar si no es
ya un marco interpretativo. Y algo de ello puede haber. Con todo, situamos
las luchas en distintas etapas, con todos los matices y precisiones que
se deban hacer y que otros harán, para intentar comprender mejor
lo que en el fondo de las luchas se ha movido, y poder comprender muchas
de sus características.
La primera etapa desde el primer gobierno después dc la muerte
de Franco a los acontecimientos de Vitoria.
La segunda etapa desde los acontecimientos de Vitoria al 12 de noviembre
de 1976.
La tercera etapa desde el 12 de noviembre al 15 de junio de 1977.
La primera etapa se caracteriza por una lucha activa de los sectores tradicionales del Movimiento Obrero, a los que se incorporaron nuevos sectores: enseñantes, banca, seguros. Lucha activa generalizada contra las medidas económicas del gobierno que llega a calar hondo en la conciencia de los trabajadores, de modo que supuso una base real para unas luchas que tenían enfrente un plan económico de capitalismo agresivo.
A partir de ello, la lucha se amplia contra la falta de libertades, asociación, etc... plantando cara a unas formas de dominación que eran el agarradero fuerte de ese plan. Los conflictos parten de una situación socioeconómica, pero la forma en que se desarrollan supone el que muchos sectores obreros descubran realmente el papel del Estado. Con ello la lucha, en muchos momentos y con cierta amplitud, se desarrolla contra las formas de dominación burguesa.
De una manera aún confusa, ciertamente, pero lo suficientemente firme como para hacer fracasar los planes del primer gobierno de la monarquía. Por lo que éste pierde la confianza del gran capital que buscará nuevas salidas para poder afrontar la crisis en que se encuentra. Y ello, es claro, se debe a la lucha decidida y firme de los trabajadores. "Que la crisis no la paguen los trabajadores", vino a ser la idea de fondo que estuvo presente en todas las luchas y, como consecuencia, el rechazo del pacto social. Y a partir de ahí... división de opiniones. Para unos, lo que se imponía era "las libertades", frase mágica. Para otros, el Gobierno Provisional. Para aquéllos el proceso Constituyente, etc. etc... Para todos la amnistía general y total, tanto política como laboral. En este contexto, las luchas obreras se extendieron de unos sectores a otros, dándose un amplio ejercicio de la solidaridad obrera, económica. Lucha contra los despidos, por la readmisión de todos, por la libertad de detenidos, apoyo y sostenimiento de las reivindicaciones, huelgas, etc... Se da una característica prácticamente común a todas las luchas: salen a la calle; no se quedan encerradas, sino que buscan la salida pública, no quedarse aisladas, etc. Una y otra característica deben señalarse, porque van a ser notas diferenciales con las otras etapas.
Esta práctica generalizada de luchas pone sobre el tapete el
tema de la organización obrera. Las luchas tienen una base Asambleísta.
Bien es cierto que no todos defienden la Asamblea de la misma manera. El
abanico va desde los que tienen la Asamblea como mero órgano de
información y refrendo de líderes, hasta los que defienden
que la Asamblea se debe ir constituyendo como órgano soberano. Y
en el mismo sentido, líderes, comisiones asesoras, etc... mas o
menos impuestos a la Asamblea desde fuera, sobre los que la Asamblea no
ejerce control, aunque se autodesignen sus representantes, hasta la Asamblea
que elige, controla y revoca sus representantes. Pero en cualquier caso,
Asamblea que aún mixtificada y manipulada, no puede ser relegada
por nadie. Y es en base a ello, que nos parecen totalmente esclarecedoras
las luchas que presentamos en este período. Más o menos claras
unas u otras, son luchas en las que esta viva esta dialéctica. Y
son luchas que, además, se mueven en la línea general que
recorre este período. Pudiendo casi decir que las luchas en que
predominan las características de organización asambleístas,
son al mismo tiempo las más firmes y decididas en la oposición
a los planes capitalistas, y las más combativas en la decisión
de extenderlas y generalizarlas a los otros sectores del movimiento obrero.
No es que, en esta etapa, las luchas más heterodirigidas no
hayan sido combativas y opuestas al plan capitalista. Pero fueron luchas
cuya orientación final estuvo más en la línea de ganar
posiciones los líderes, partidos y sindicatos que las controlaban.
De modo que llegaran hasta el punto en que las condiciones fueran óptimas
para conseguir la posición deseada, y a partir de ese momento frenarlas.
La etapa finaliza con los hechos de Vitoria, que si por una parte marcan
el punto álgido de la etapa por sus características, y envergadura,
por otra parte marcan su final, pues a partir de este momento las luchas
obreras se van a mover dentro de unas coordenadas distintas.
Segunda etapa: Como resultado de todos estos hechos, la crisis del primer
gobierno es galopante, la oposición cuaja en un organismo más
amplio, Coordinación Democrática, que con las posiciones
ganadas en las luchas y con la crisis del gobierno, domina el campo general
y dirige el proceso, exigiendo la ruptura democrática. Entramos
así en una nueva etapa. Ya no se trata tanto de parar el golpe capitalista.
Se considera que se ha ganado esa batalla y ahora se quieren estabilizar
los resultados. Esto hace que las luchas tengan aún una importancia
grande, pues aún hay muchas cosas en cuestión: ni las libertades,
ni la amnistía están conseguidas, ni la cuestión pluralidad/unidad
esta decidida. Con lo que siguen unas constantes del periodo precedente,
pero en unas nuevas coordenadas que les van a dar otro sentido. Esas nuevas
coordenadas son: la búsqueda de fórmulas y alianzas para
el pacto político que permita la ruptura democrática. Este
proceso se mantiene hasta el verano, momento en el que se preveía
lo que todo el mundo calificaba como el "otoño caliente", que luego
se quedará en "primavera templada", para solaz de paseantes enamorados.
Indiquemos someramente la trayectoria de las luchas. Ya decíamos
que Vitoria supone un punto de inflexión en las luchas. Y ello es
claro si analizamos cómo fue tratada por el Movimiento Obrero la
huelga de Vitoria. En primer lugar estaba relegada al olvido. La razón
de ello, en el fondo, no es otra que el que la lucha de Vitoria no era
gestada ni controlada por los partidos y sindicatos. Sólo salió
por las muertes de la jornada del 3 de marzo. Pero no salió como
lo habían sido las luchas que se habían dado hasta ese momento:
apoyando las reivindicaciones obreras con la solidaridad de los otros sectores
obreros.
Más bien se transformó en mero leit-motiv para las reivindicaciones
de libertad, amnistía, ruptura, etc... si exceptuamos, claro está,
a Euskadi. Con lo que las luchas obreras tomaron ya más claramente
el camino de apoyo de los objetivos que planteaba Coordinación Democrática.
En estos momentos Coordinación Democrática capitaliza la
iniciativa democrática. Y dentro de ella tienen predominio las fuerzas
obreras que cuentan, todavía, con la movilización de la clase
trabajadora. Las luchas, por tanto, de esta etapa son todavía expresiones
de fuerza obrera, pero se mueven ya en unas coordenadas en las que se empujan
o no según la orientación de los militantes, partidos y sindicatos,
que las sostienen. Son por tanto luchas en las que se expresa el juego
de fuerzas en torno a los temas en debate: unidad/pluralidad sindical;
Asamblea y democracia directa/ representación por los vértices;
comisiones representativas Asambleas de Delegados/institucionalización
de las Centrales. En definitiva, la lucha por situarse mejor para la negociación
democrática; utilización de las luchas obreras para hacer
prevalecer las posiciones de cada cual frente a la posición de desarrollar
una conciencia socialista de clase y una organización obrera autónoma
como elementos de avance obrero en la coyuntura. Pero aún se apoyan
las luchas. Luchas de todos modos ya más controladas, que no se
extienden y generalizan como antes, en las que la solidaridad está
dependiendo de la línea de fondo que sigue cada lucha.
Todo ello va dando como resultados dos hechos en sí contrapuestos
como extremos alternativos a los que llega la dialéctica que ya
apuntaba desde la primera etapa. Por una parte, la implantación
en Vizcaya de la experiencia de Vitoria: lucha directa y autoorganización
obrera = las comisiones representativas, que en Vizcaya cuaja en la Coordinadora
de Fábricas de Vizcaya; y, por otra parte, la conversión
de Comisiones Obreras en Sindicato, lo que supone abandonar el esfuerzo
por la unidad obrera, aunque sólo fuera unidad sindical, y la perspectiva
de que la organización de los trabajadores se hiciera desde la base
en un proceso asambleario. Para pasar a imponerse la pluralidad, la división,
llegándose a imponer el proceso de creación de la organización
de los trabajadores, al revés, o sea, desde arriba, quedando a los
trabajadores la única opción de aceptarla afiliándose,
o no aceptarla no afiliándose; pero sin poder intervenir en su creación,
sus características, etc. Ahora bien, la defensa de las Comisiones
Representati-vas, de los Delegados, no significó para todos lo mismo.
Efectivamente, fue continuo el intento de "sindicalizar" las Comisiones
Representativas elegidas por las Asambleas. Es decir, permanentizar las
Comisiones Representativas sin permanentizar las Asambleas, convirtiéndolas
en gestoras sindicales. De hecho, en muchos casos, han sido el origen de
los hoy llamados Sindicatos Unitarios. Podemos encontrar ejemplo de ello
en la Construcción de Navarra, Burgos, León, Vigo..., aunque
no únicamente en estos casos. Las Comisiones Representativas de
Vitoria, la Coordinadora de Fábricas de Vizcaya, han tenido el mismo
problema: separarlas de la Asamblea, o lo que es lo mismo negar lo que
en sí mismas son. El avance de la oposición democrática
se refleja en las estructuras de poder con el cambio de gobierno de julio.
La incapacidad demostrada del gobierno Arias obliga a tomar una posición
decidida en torno al cambio democrático. Y se inicia lo que luego
se llamó la "reforma de la Reforma Democrática". El gobierno
Suárez, recibido por todos como de segundones, para acabar ganando
a todos el pan y la sal, inicia rápidamente la gran tarea de recuperar
la iniciativa en el proceso que estaba perdida por el gran capital a manos
de la oposición democrática. Esta situación de indecisión
entre quién lleva la iniciativa se alarga, por poner fechas a los
procesos, hasta la famosa jornada del 12 de noviembre. La jornada se planteó
como huelga general contra las medidas económi-cas del gobierno.
Huelga general controlada, inducida a la clase obrera, como ensayo de movilización
y control de las Centrales Sindicales a la clase obrera. Con lo que más
que jornada de lucha obrera, fue una jornada que respondía a la
demostración de fuerza de la oposición para la negociación
con el segundo gobierno.
La tercera etapa se abre con las consecuencias del 12 de noviembre,
contrarias a las previstas. En primer lugar si el número de parados
fue estimable, esto no significa nada. No pudo conseguir, no podía,
con ese día de paro, que el gobierno doblegara sus esquemas. La
clase obrera no tuvo arte ni parte en la preparación, objetivos,
forma de lucha, ni del sentido de la acción; y su fuerza fue mínima,
la necesaria para parar, pero sin la combatividad de no hacia aún
un año. Esto quiere decir que la clase obrera perdió y quienes
ganaban eran las Centrales Sindicales, que demostraban -aún a nivel
de ensayo- su capacidad de controlar las luchas. Lo que marca el comienzo
de una nueva etapa con respecto a las luchas anteriores. Ahora son las
Centrales quienes controlan el apoyo, la extensión; quien recoge
la negociación y la representación. Por tanto las luchas
obreras no se organizarán desde y por los propios trabajadores.
Y las luchas que no sean así no sólo no recibirán
su apoyo como antes, sino que serán aisladas, consideradas contraproducentes,
etc... En segundo lugar, la otra consecuencia importante será que
el gobierno no saldrá debilitado, sino fortalecido. Es decir, se
afirma más en su proyecto y empieza a tomar la iniciativa en el
proceso de transición. Iniciativa que toma totalmente cuando gana
en las Cortes el Proyecto de Reforma Política sancionado en el Referéndum
del 15 de diciembre. Recordemos simplemente el juego a que some-tió
a la llamada Comisión Negociadora de la Oposición y el caso
que hizo a los planteamientos de la Oposición. En este mismo sentido
de pérdida de la iniciativa por parte de la Oposición,
va la pérdida de peso de las fuerzas obreras dentro de los organismos
de la oposición democrática a favor de las fuerzas burguesas.
Todo lo cual va situando a las fuerzas obreras en una posición de
súplica, que le lleva a un comportamiento cada vez más blando.
De ahí su postura ante las luchas obreras. Y que vaya pasando desde
hablar de ruptura democrática, a ruptura pactada, ruptura negociada,
entendimiento, etc... para acabar aceptando las reglas de juego electorales
sellándolo con el voto del 15 de junio. Dejándose sentir
ya claramente las consecuencias del 12
de noviembre, se producen los hechos de enero que, dominados por el
gobierno secundado por la oposición, sitúan claramente la
perspectiva democrática como salida cierta. No es nuestra intención,
repetimos, la crónica política. Sólo lo apuntamos
como dato cuya consecuencia fue la legalización del PCE, y posterior
de las Centrales Sindicales. Lo cual no es ni más ni menos que la
base de la tarea del gobierno Suárez de su proyecto democrático.
Legalización sí, pero según las reglas de juego que
la burguesía instaura. Se había encontrado por fin la fórmula
del pacto político que permitiría la llegada de la "democracia".
Ahora bien, pacto político como base del pacto social para el que
el tercer gobierno de la Monarquía anda buscando las fórmulas.
De una u otra forma las luchas de esta tercera etapa han estado condicionadas
por estos tres objetivos: progresivo dominio de las Centrales Sindicales:
moderación al limite; entendimiento negociado en la línea
del pacto social. Frente a ello las luchas obreras que se salían
de este marco eran aisladas e incluso se desarrollaban al margen o contra
las Centrales Sindicales. En este contexto se han dado los conflictos que
presentamos en esta tercera etapa, con una serie de características
comunes:
a. Se plantean reivindicaciones y objetivos que en gran medida sobrepasan
la mera reivindicación economicísta:
solidaridad, readmisión, contra despidos, por imponer las formas
de organización y representación obreras.
b. Son conflictos largos con intento de extensión a otras empresas
y sectores.
e. Son luchas autónomas, no sólo porque han sido apoyadas
por militantes de la corriente autónoma en sentido amplio, sino
porque han adoptado formas claras de autoorganización, basadas en
la Asamblea, las Comisio-nes Representativas y las Comisiones de Trabajo.
d. Suelen terminar en derrota económica, al menos parcial, si
bien merced al carácter de la lucha y el espíritu asambleario
dejan un cierto sabor de victoria entre los trabajadores.
A la vista de todo ello podemos ir deduciendo el futuro de las luchas obreras cuyas características han ido prefigurándose en las que han tenido los conflictos de esta tercera etapa.
Julio 1977