Políticas sociales y nuevos desafíos en educación

Stella Accorinti
CIFIN - Argentina
stella@filo.uba.ar

El neoliberalismo ha impulsado, como estrategias propias en el contexto latinoamericano, políticas sociales que tienen como eje la privatización, la descentralización y la focalización. Estas estrategias conllevan problemas relativos a la racionalidad y a la equidad. La política social de toda la región se muestra afectada por problemas de exclusión, estratificación e ineficiencia ¿Cuáles son los fundamentos de estas estrategias aplicadas a las políticas sociales? ¿Cuáles son los riesgos de focalizar, descentralizar y privatizar los servicios sociales? ¿Cuáles son las posibilidades de reformular las políticas sociales en América Latina teniendo en cuenta el análisis exhaustivo de estas cuestiones?

La focalización plantea redireccionar el gasto social hacia los sectores clasificados por edad, tipo de ingreso o cualquier otra variable que permita determinar en ellos carencias claramente distinguibles (alimentarias, de nutrición, sanitarias, dificultades en el acceso al empleo, etc.), al comprobarse que el gasto social del Estado sólo llega en ínfima proporción a quienes más necesitan de él. Los fondos asignados a la focalización implementan y desarrollan acciones respecto de programas alimentarios básicos, de seguimiento nutricional, acciones sanitarias y de generación de ingresos, entre otros.

La privatización es la estrategia implementada de modo más débil en el terreno de las políticas sociales, ya que si bien es presentada como una respuesta que evita la irracionalidad del gasto público, utilizado de manera no cuidadosa debido a la gratuidad (de acuerdo con esta mirada), sus efectos han sido endebles. Al modo de ejemplo general: el proceso de privatización de la salud ha derivado en obras sociales que contratan servicios privados que indican a los pacientes análisis innecesarios, e incluso indican la realización de intervenciones quirúrgicas a los que la persona no debiera ser sometida si existiera un mínimo nivel de ética en estos prestatarios. Como ejemplo particular: es alarmante el aumento de partos por cesáreas en las clínicas privadas que atienden obras sociales. La privatización ha tenido un logro: trasladar la irracionalidad en el uso de los recursos del ámbito público (si es que allí existía del mismo modo) al ámbito privado.

La descentralización está planteada como una estrategia para acercar los problemas a la gestión. Se plantea que las prestaciones educativas y sanitarias llevadas a cabo por los gobiernos nacionales después de la Segunda Guerra Mundial fueron ineficentes, burocráticas y lentas (la figura más utilizada para graficar este punto es la del Estado-elefante).

Respecto de la falta de equidad, una gran parte de la población está excluidade los servicios de vivienda, salud y educación (aunque esta última presenta un acceso que puede considerarse el de corte más universalista, si se tiene en cuenta sólo la educación primaria -que no es, en este momento histórico, el mínimo requerido para insertarse satisfactoriamente en el mundo del trabajo).

La exclusión se manifiesta fuertemente de acuerdo a los niveles sociales y geográficos, y por el acceso diferencial a diversos beneficios del seguro social (1).

Los beneficios recibidos según el lugar que se ocupa en la estratificación social generan nuevas modos perversos de inequidad en las políticas sociales.

Respecto de la falta de eficiencia en la distribución de las políticas públicas, se ve claramente como esto retroalimenta los peores vicios que las estrategias implementadas por el neoliberalismo definen como "problemas a ajustar", cuando en realidad constituyen problemas estructurales y no meramente coyunturales. Así, la deficiente asignación de recursos, la baja calificación de las personas en el sector público y costos administrativos elevados, y, en suma, la racionalidad sectorial resultante en ineficiencia global resumen los problemas recurrentes respecto de la falta de eficiencia o racionalidad de las políticas públicas. No es esperable que si el contexto permanece inmutable cambien las políticas sociales. La crisis de los '90, sumada a las políticas de ajuste, han producido la exclusión y la inequidad(2), generando aún más anomia en sociedades que se han construido como poco proclives a respetar la solidaridad orgánica, que mantiene vivo el tejido social, como así tampoco la solidaridad mecánica, que emana de las leyes(3).

La focalización presenta problemas respecto de otorgar los beneficios realmente a quienes más necesitan, de acuerdo con lo que debería ser, strictu sensu, la implementación de la propuesta: que las políticas sociales hagan foco en aquéllos a quienes los programas están dirigidos. Lo cierto es que los sectores de escasos recursos carecen del manejo simbólico necesario y de los niveles organizativos adecuados para apropiarse de los recursos disponibles, que pasan de este modo a ser parte del usufructo de estas políticas por parte de los sectores con mayor organización (con mayor y mejor utilización de los símbolos )(4). Redireccionar el gasto social para que llegue real y efectivamente a quienes más necesitan y para quienes las estrategias de focalización lo instituyen debiera ser el punto de máxima ocupación y preocupación en este aspecto. Pero lo cierto es que, por ejemplo, expulsados muchos sectores asalariados de los sectores de atención de salud que brinda la seguridad social, concurren a los centros hospitalarios, lo que se constituye en expulsión, a su vez, de los sectores más marginados, y las políticas de focalización se muestran endebles para atender lo que pretenden resolver, ya que, pensadas para actuar en segmentos de la población proporcionalmente pequeños, su acción se vuelve casi inexistente cuando la población pobre(5) y desprotegida suma cifras alarmantes y en creciente ascenso. Asimismo, la asignación de los fondos es considerablemente baja si se compara con el gasto social en su conjunto, lo que vuelve aún más escaso y problemático su accionar. Además de los problemas planteados, también se debe prestar especial atención porque estas estrategias se convierten, con demasiada facilidad,< en programas de caridad o en sistema de control de los pobres, reeditando a su vez variantes perversas de las workhouses inglesas, con enfoques focalistas (aunque resulte irónico) de la Speenhamland, promulgada en los albores de la Revolución Industrial(6). El control de los pobres a través de la focalización suele ser una tentación de la ideología conservadora, acerca de lo cual tenemos ejemplos en la sistematización del nuevo viraje que los países centrales realizan en sus políticas sociales: Clinton ha implementado en Estados Unidos lo que se conoce como workfare, que suplanta al welfare (Estado de Bienestar). El workfare, que se extiende en todo el mundo, propone, en sus variantes, tanto otorgar un subsidio mensual (37 dólares) a las madres con hijos pequeños (en Québec), siempre que los amamanten (si dejan de hacerlo, pierden el derecho), como que< los padres reciban un subsidio de desempleo que aumenta si se casan legalmente (pero pierden el subisidio si tienen otro hijo). La clasificación y vigilancia de los pobres nos remonta a dos siglos atrás, a las leyes para pobres, y el control que con ellas se hacía, o a las oficinas de beneficiencia de la Francia del siglo XIX.

Los programas de learnfare relacionan directamente el monto de los subsidios al hecho de que los padres se ocupen de la escolarización de sus hijos. Estos programas se implementan tanto en Wisconsin como en Ohio o en Brasilia. Las medidas de control de los comportamientos se acrecienta en calidad y en cantidad, en lo formal y en lo sustantivo. En Connecticut a los drogadictos que suspenden su rehabilitación les es suspendido el subsidio (la suspensión de un lado va acompañada de la supensión en el otro, en espejo, para que el control parezca, irremediablemente, autocontrol y decisión del propio implicado, lo que realiza la internalización del control).

La privatización y la descentralización adolecen de graves problemas, conexos a los ya presentados respecto de la focalización. Los ejes de la eficiencia y de la equidad son útiles también aquí para analizar estas estrategias. En cuanto a la eficiencia: la privatización presenta, como ya he adelantado, grados inexplicables de irracionalidad a la luz de lo que se proponía resolver. El desmantelamiento del Estado hace que su regulación respecto de las privatizaciones sea casi inexistente. Respecto de la descentralización, no se ha visto mejorada la eficiencia, sino, en todo caso, trasladada la centralización, que pasó en la educación del control rígido de la Nación al control rígido de las provincias. Respecto de la equidad y la privatización, que haya disminución de servicios estatales no implica que los sectores medios asalariados dejen de recurrir, en la situación de crisis que atraviesa la región, a los servicios públicos, en un proceso de continuo desplazamiento de los que más necesitan. En las relaciones entre equidad y descentralización, vemos que sin la presencia de un Estado que modere para que no quede cada uno librado a sus propias fuerzas (en beneficio de los fuertes y en desmedro de los pobres) no es posible hablar de una descentralización con equidad, sino sólo y en nombre de otorgar más libertad, crear nuevas y más pesadas cadenas para quienes ya tienen las suyas propias.

La privatización, la descentralización y la focalización se organizan a través de políticas fuertemente centradas en el control de los sujetos. Se habla ya de nuevos paternalismos y de democracias vigiladas, en estas nuevas magistraturas del sujeto(7), que fueron análisis del discurso foucaultiano y que adoptan ahora lo que Baudrillard denominó el pasaje de las sociedades disciplinarias a las sociedades de control: la mirada que controla y disciplina ya no necesita espacios cerrados para hacerlo. Lo hace incluso en el espacio abierto, suplantando la figura del topo, ciego y enclaustrado en una galería de celdas, a la figura de la serpiente, que se mueve en campo abierto, y que es la imagen del peligro, y, a la vez, de la seducción. La imagen de un animal sinuoso, el mercado, que parece haber existido ad aeternum, ya que la encontramos en los mitos del Paraíso, pero que en realidad, como el mercado, fue una creación, humana demasiado humana. Y el problema crucial radica, en cada uno de los puntos nodales del análisis, en no problematizar el pensamiento social centrado sólo en el mercado.

La sociedad de mercado no existió siempre, es un invento humano. Pero parece que si bien muchos grandes relatos han caído, no es ciertoque, como Nietzsche propone, el mundo verdadero se haya convertido en fábula(8). La fábula del mercado, de la economía de mercado y de la sociedad de mercado, con el mundo de la política y de la democracia anexionada a esta mirada(9), es tratado como el mundo verdadero. Probablemente haga falta mucha y calificada decisión política y la puesta en marcha de voluntad política para que esta fábula (que como todo sistema complejo de símbolos realiza y construye la realidad) no continúe sumergiendo a los pobres en una degradación más abyecta de la que ya sufren. Pero las tautologías no agregan conocimiento, no agregan movimiento, no agregan cambio: ¿los políticos, inmersos en el sistema que les da identidad, serán capaces de pensar desde una perspectiva absolutamente diferente, que les cuestione el centro mismo de sus vidas? ¿O será que los intelectuales tendremos que crear el espacio y el tiempo para esta discusión identitaria, que marcará, para siempre el cambio de una época? Un cambio real, verdadero y profundo en educación depende de cuánta inversión destinen los gobiernos para la educación formal y no formal. Cualquier política educativa que no desensamble los mecanismos económicos y que crea que los proyectos educativos son independientes de la inversión, es una perspectiva ingenua e inmovilizadora.


(1) E. A. Isuani, "Política social y dinámica política en América Latina", p. 108-109.

(2) Esa conocida la imagen de la CEPAL: una copa de champagne podría graficar la alarmante brecha entre los ricos y los pobres, donde el 20 % de la población mundial consume el 80 % de la producción, y la separación entre los que más tienen y los que poco tienen se agranda cada vez más, sin que los múltiples programas de crédito logren subsanar lo que está sucediendo. La parte superior de la copa es disfrutada por unos pocos, que tienen acceso no sólo a la cantidad, sino , sobre todo, a la calidad, y la base estrecha y mezquina es compartida, casi de manera animal, por los pobres, a quienes, si esta situación no es sometida a un giro profundo, parece asignárseles sólo un futuro de genocidio o de zoológico (Cf. Isuani, 1992, 1998).

(3) E:A: Isuani, " Anomia social y anemia estatal", p. 9-14.
Utilizo "símbolo" en el sentido que los griegos daban a he simbolé: juntar, reunir, encontrar un signo de reconocimiento. El mundo griego también usaba este término para connotar confluencia, cálculo, e incluso sospecha.
En sus orígenes, el símbolo era una marca o una partición en un objeto que permitía el posterior ensamblamiento de los dos trozos. Ello permitía el reconocimiento de cada uno de los poseedores de las dos partes divididas de, por ejemplo, una misma moneda.
Todas los conceptos griegos ligados a consultas, resoluciones, estados deliberativos y también el sustantivo que designa a la asamblea deliberativa, son derivados directos del término he simbolé.

(4) Asimismo, en este contexto pienso el término "símbolo" relacionado con las funciones propias de los analistas simbólicos descriptas en R. Reich (1993), El trabajo de las naciones, p. 171-238.

(5) El tema de la pobreza es complejo y no puede determinarse a partir de variables simples, tales como la llamada "línea de pobreza". Cf. E.A. Isuani, " La pobreza mal medida", Clarín, 21-9-1999. (6) K. Polanyi , La gran transformación, p. 135-147. (7) P. Rosanvallon, La nueva cuestión social. Repensar el Estado providencia, pp. 202-211.

(8) F. Nietzsche, Crepúsculo de los ídolos. Cómo se filosofa con el martillo, trad. A. Sánchez Pascual, Madrid, Alianza, 1989, pp. 51-52.

(9) C. Offe, Partidos políticos y nuevos movimientos sociales, pp. 59-66.


A r t í c u l o s