No hay duda de que lo recibido en la aulas universitarias es valioso, inmenso y variado. De lo que ya no podemos estar seguros es de si ese cúmulo de conocimientos ha pasado por una criba especial que permita a los docentes hacer una opción pedagógica para el momento en que su práctica docente empieza.
Lo ponemos en duda porque una de las afirmaciones comunes y corrientes de los nuevos profesionales, sobre todo a nivel de docencia primaria, es la de decir que a la práctica escolar llevamos lo mejor que hemos escogido de todas las teorías pedagógicas, psicológicas, didácticas que se nos han entregado. Es dudoso porque, simplemente, surgen interrogantes que nos son tan simples de contestar: ¿Cuáles son los criterios de selección que hemos usado? ¿Hasta dónde es posible mezclar -si es posible- lo mejor de tantas teorías que, en la práctica y en la teoría resultan muchas veces contradictorias? ¿Qué criterios nos llevan a decir que tal o cual elección de determinada teoría es “lo mejor”? ¿Son los criterios usados personales o “heredados”? Alguien pudiera objetar que si vamos por este camino necesitaríamos también responder a la pregunta sobre los criterios que hemos utilizado para elegir ciertos criterios y, sin despreciar esta pregunta, no podemos evitar las anteriores so pena de iniciar la labor docente de manera injustificada y, hasta cierto punto, irracional.
Viendo el problema desde una perspectiva más simple, es decir, sin someter tal afirmación a un mínimo esclarecimiento, casi podríamos decir que ella nos exonera del compromiso que implica la opción por una línea de pensamiento. Digámoslo de otra manera: Sin poner en duda la posibilidad de que algo así sea cierto, queda con todo el sinsabor de la ambigüedad y la sospecha de un eclecticismo de lo más insípido.
Si bien es cierto que afirmaciones de tal naturaleza no dejan de ser deseables, también es cierto que su aplicación no resulta tan fácil como pudiera parecer. Son muchas las circunstancias implicadas y cuanto más elementos aparecen involucrados tanto más difícil parece el llevar a cabo la necesaria tarea de discernimiento que debe ejercitarse. Si no se da esta dimensión discerniente, probablemente terminaremos dando veneno (poison) en lugar de remedio (poison), para exagerar un poco la situación.
Lo
dicho me lleva a pensar en la necesidad que tenemos de educar a nuestros
estudiantes desde los primeros grados precisamente en esta habilidad de
discernir, lo cual no es otra cosa que ayudarlos a trabajar con base en
criterios. No en vano la etimología de discernir y criticar es común:
ambas palabras descienden del griego krino que significa juzgar,
es decir, hacer juicios apropiados. Obviamente, una educación para
el “buen juicio”, para la razonabilidad, requiere también de un
elemento docente juicioso y esto parece que sólo sería
posible si es que desde la práctica discente de la escuela se llega
a un ejercicio diestro a nivel universitario.
a. A nivel personal, la opción por una sola línea pedagógica
obliga a una preparación en detalle de las exigencias que dicha
línea conlleva. Cuando no hay tal opción, que es lo común
y corriente, todos hacen lo que piensan que deben hacer y sin mayores exigencias
-o con ellas-, precisamente porque todoos lo hacen así.
b. La opción personal de una línea implica también la disposición
permanente de aceptar o rechazar lo nuevo que traerá consigo dicha
línea dentro de un clima de reflexión tanto personal como
comunitaria. Lo nuevo, por el simple hecho de serlo, no supone sólo
aspectos positivos; más aún: es la problematización
que trae consigo lo que ayudará de hecho a enriquecer las propias
experiencias.
c. La
adopción de una nueva línea no significa, sin más,
la eliminación de la o las anteriormente adoptadas. Todo modelo
pedagógico posee un bagaje extraordinario de posibilidades que pueden
ser utilizadas dentro de los nuevos esquemas y sólo en la medida
en que apoyan esos esquemas y los enriquecen. Los criterios de adopción
siempre serán importantes en este sentido. (Se puede hablar de prudencia
cuando se elige una nueva línea pero no se elimina aquélla
con la que se había estado trabajando hasta entonces. Siempre es
necesario tener un soporte para no caer en el vacío. Recuérdese,
sin embargo, que estos casos aunque pueden darse, no lo harán con
frecuencia. Aquí, más bien, nos referimos a aquellos establecimientos
que no han elegido uno y trabajan con varias y sin criterios selectivos)
d. A
nivel institucional, además de los requerimientos regulados por
el o los Ministerios respectivos, la opción de una línea
pedagógica implica también el reajuste de programaciones
de los centros que optan por esas líneas. Esto supone romper, de
alguna manera, los esquemas tradicionales y optar por nuevas alternativas
a este nivel.
e. Las
instituciones deben preparar a sus maestros en las metodologías
correspondientes a la línea adoptada, pero también debe reforzar
su caudal teórico para fundamentar bien las experiencia. Esto implica
no sólo inversión en capacitación, sino también
en la implementación necesaria de material específico para
el trabajo.
f. En
muchos sentidos, la adopción de una línea pedagógica
implica también la adopción de los desafíos y riesgos
que implica su implementación: probablemente no sólo se tratará
de una adopción inofensiva de cierta línea, sino también
de la adopción de paradigmas que exigen, de cierta manera, el replanteamiento
del sistema hasta entonces vigente en la institución y del vigente,
incluso, a nivel general.
g. La
incorporación de una nueva línea no es de por sí garantía
de éxito. Es necesario hacer experiencias y probar fracasos para
hacer los ajustes pertinentes a los distintos contextos en los cuáles
dicha línea va a enraizarse. Lo dicho implica entrar en periodos
de flexibilidad en los que las programaciones a corto, mediano y largo
plazo puedan irse reacomodando permanentemente.
h. Al
adoptar una nueva línea, se hace necesario un acompañamiento
y asesoría constantes para que la práctica de los docentes
vaya cualificándose gracias a procesos de autoevaluación
y autocorrección que suponen la asimilación paulatina de
las claves que estructuran la línea que se ha adoptado.
i. Es
preciso, además, fijarse un periodo adecuado para poder hacer evaluaciones
lo más objetivas posibles. El lapso que dura una etapa escolar puede
considerarse como prudente para revisar los frutos desde un punto de vista
a largo plazo. Esto, sin embargo no descarta la necesidad de hacer lecturas
cada final del año escolar así como cada trimestre o los
periodos cortos adoptados por la institución.
j. Parte
de la necesidad de evaluar el trabajo efectuado bajo nuevos parámetros
implica la creación de herramientas que ayuden a hacerla más
eficaz. Las distintas áreas, departamentos, estamentos docentes
deben intervenir con sus aportes y experiencias para la creación
de esos instrumentos.
En
la práctica, ninguna de las exigencias involucradas en las razones
dadas son fáciles de asumir. Si por un lado se necesita de una programación
y evaluación permanente que debe ser asumida en sus propios niveles
por toda la institución, por otro se pretende crear nuevos caminos
que impidan cualquier tipo de congestión burocrática, precisamente
en aras de la facilitación y realización de, al menos, dos
aspectos:
1. Tener
un camino constituye el mejor modo de acceso a un tipo de transversalidad
primaria desde la cual se pueden elaborar proyectos institucionales no
sólo de carácter pedagógico, sino incluso administrativo
o de servicios.
Desde
el punto de vista pedagógico, todo el currículo de enseñanza-aprendizaje
queda subsumido en el eje mayor e incluso las exigencias planteadas por
las máximas autoridades de educación pueden ser incorporadas
desde una óptica propia que puede facilitar enormemente todo trabajo
en ese sentido.
2. En
cuanto hay un eje mayor que aglutina el trabajo pedagógico separado
por áreas, asignaturas, módulos, etc., se puede empezar a
elaborar diseños curriculares verdaderamente interdisciplinarios
desde los cuales surjan, con la creación de comisiones ad hoc, los
instrumentos de evaluación y seguimiento que se requerirán
a todo nivel..
Nada
de esto será posible si no se cuenta con la participación
democrática de autoridades,profesores
y todo el personal restante de la institución. El tema salarial,
los modos de calificación del profesorado, los beneficios laborales,
las posibilidades de representación laboral, la admisión
de alumnos, los alumnos especiales, pensiones, etc. son aspectos a tener
en cuenta en la elección de una línea de trabajo -en la medida
en que dicha línea debe ser entendida en cada nivel. Si es cierto
que lo pedagógico no puede mezclarse con lo laboral, no es menos
cierto que la labor del maestro es la pedagogía y no pueden tratarse
aisladamente, aunque también es preciso puntualizar que la institución
como tal debería darles a ambos aspectos la independencia necesaria
para poderlos tratar debidamente..
Cuando
una institución entre en esta dinámica puede realmente convertirse
en una unidad no sólo experimental, sino piloto, con la posibilidad
de pasar a ser centro aglutinador y de capacitación de otros centros
similares de la zona, la región, etc. Sin embargo, la dinámica
implica el serio esfuerzo de rectificación constante y de automedición
de fuerzas: A veces, las rectificaciones son insuficientes; entonces, habrá
que ver si vale la pena continuar andando el camino emprendido. Dejarlo
puede ser fácil, pero tomar otro implica la reconsideración
de los presupuestos que nos llevaron a elegir el primero: esta tarea es
la más sabia enseñanza que nos puede dejar una equivocación.
A r t í c u
l o s