E N T R E V I STA

a Enrique Galarza[1]

 

Una educación para el siglo XXI

 

Dr. Galarza, como profesional de la educación, por las múltiples funciones desempeñadas en torno a esta tarea y, ahora, en calidad de autoridad de una Facultad cuya misión es, precisamente, la formación de los futuros maestros, ¿cómo ve la educación?

Antes de contestar la pregunta, tendría que empezar diciendo, como parte de mi presentación, que soy profesor por profesión y por vocación. He trabajado como profesor toda mi vida…

Creo que la pregunta puede ser contestada desde dos perspectivas: Desde una perspectiva de desafío, creo que la docencia en el Ecuador tiene que retomar un discurso educativo del cual, en este momento, carecemos; el país no tiene un discurso pedagógico, no tiene un discurso educativo y, en esa medida, la docencia se ha desvalorizado y se ha autodesvalorizado. Los profesores tenemos que asumir como reto, como desafío, la elaboración de un discurso educativo que permita, entre otras cosas, revalorizar la docencia como vocación y como profesión.

Desde el punto de vista de amenaza, la docencia tiene umbrales y paradigmas inmensos que superar: condiciones económicas que no permiten ni siquiera la supervivencia de los profesores; un muy débil sistema de preparación y actualización continua de los profesores; un aislamiento bien desde una ideologización del discurso educativo o bien desde una sujeción a un sistema educativo privado que, en gran parte, se ha convertido en lucro y, por tanto, en una relación obrero patronal. Creo que todo esto ha llevado a la crisis educativa que, evidentemente, vive el país.

¿Usted cree que esta situación de crisis, que se la vive de manera especial dentro de las facultades de educación, se debe a que la perspectiva de la formación de los futur@s maestr@s no va más allá del aula, de tal forma que su vida y muerte queda circunscrita a esas cuatro paredes, y no le ofrece la posibilidad de más alternativas? El perfil de/l/la docente, de cara al siglo XXI, ¿deberá considerar otras alternativas?

Yo soy un esperanzado y confiado creyente de la libertad como vocación del ser humano y, por tanto, no acepto ningún determinismo, menos el determinismo económico; pero hay que aceptar con realismo, que el sistema político y socio-económico de nuestro país y del mundo repercuten, influyen, en el quehacer humano y, por tanto, también en la docencia.

De los profesores graduados en Pedagogía, no conozco ninguno que se haya hecho rico desde la docencia. Conozco muchos que han vivido oscilando entre la pobreza y la supervivencia. Esto, evidentemente, también ha repercutido en una crisis de las facultades de Ciencias de la Educación. En efecto, yo creo que se encarceló la educación, se la enclaustró en el aula; como si la acción educativa intencional se realizara exclusivamente en la relación docente-dicente, profesor-alumno. Y ese es un paradigma, un paradigma va contra toda razón, desconociendo la fuerza educativa -o deseducativa- de la familia y de la propia sociedad, a través de vehículos tan determinantes como los medios de comunicación social, la educación no formal y la ocupación del tiempo libre, por decir algunos, y que constituyen verdaderos desafíos a la tarea educativa. Me parece que, entre otros, éste es el primero de los paradigmas que tiene que caer. El educador debe convertirse, fundamentalmente, en un facilitador, un animador de procesos vitales, educativos, que estén orientados hacia la vida, con todo lo que eso implica. Habrá que considerar el sistema de producción -¡también de consumo!- en el que hay que educarse y, muchas veces, habrá que ir contra corriente, porque la pretención de algún sistema ideológico de convertir a hombres y mujeres en homo consumens es un avasallamiento y un reduccionismo absoluto del ser humano.

¿No cree usted que se corre el peligro, al sufrir de una falta de modelos, de que sigamos en esta especie de experimentalismo en el que hemos vivido tanto tiempo y que nos ha llevado a un cierto eclecticismo pedagógico que tanto daño ha hecho a la educación?

Creo que la carencia de un discurso pedagógico ha llevado a una novelería que es síntoma, al mismo tiempo, de anquilosamiento. Considero que hay una esclerosis en los profesores y en el sistema educativo y, dentro de esa esclerosis de empobrecimiento absoluto, la novelería tiene gran cabida. Se va agarrando, entonces, lo que va apareciendo como si se tratara de la fuente de agua de la juventud o la gallina de los huevos de oro; un facilismo -que es el otro elemento- que anula el esfuerzo, la búsqueda, la investigación constante y permanente. Yo, personalmente, si me remonto a los métodos educativos, sigo queriendo ser, en la práctica, un socrático: creo que la mayéutica está vigente en los diferentes modelos contemporáneos de educación; el principio sigue siendo válido; esto es, que el individuo tiene capacidades en potencia y que el facilitador tiene que ayudarlas a desarrollar y potenciarlas a su máximo grado. Ese sentido presente en el ser humano no se acaba jamás porque es infinitamente perfectible.

Al mencionar el tema de la mayéutica, me hace pensar que los actuales modelos que se están implementando en el país no han permitido que se generen campos de reflexión, que serían el fruto más logrado del método mencionado, de tal forma que ni las facultades de pedagogía tienen hoy espacios (revistas, boletines, etc.) donde se vea la producción de quienes están trabajando en docencia y sólo se ha dejado esto en manos de dos o tres expertos (nacionales unos e internacionales la mayoría de la preferencia) cuya palabra es seguida al pie de la letra. Parece que l@s maestr@s nada tuvieran que decir: nadie quiere hablar, escribir, exponer. De modo general, ¿será que, en el fondo, tampoco estamos preparados para eso?

Entre otras cosas, creo que en eso los profesores reflejamos clarísimamente la realidad del país. Pienso que una de las deudas de la educación al país y una de las terribles consecuencias que ha sufrido el país en la educación ha sido la incapacidad, condicionada socialmente, de que encontremos causes de pluralidad, de diálogo, de concordancia, de acuerdos y concertaciones. Somos o tenemos una tendencia fuertísima, a oscilar, por contradictorio que parezca, de un escepticismo generalizado a un dogmatismo personal, subjetivo e individualista. Creemos que cada uno de nosotros tenemos ya la respuesta para todos los problemas, sabemos todo y lo que no sabemos nos inventamos. Esto ha empobrecido enormemente todos los espacios de participación social, inclusive los espacios de educación.

¿Está usted diciendo que, de hecho, la educación, de alguna manera, es culpable de la falta de actitudes democráticas de nuestra gente?

Totalmente. Creo que la educación refleja la realidad del país y el país es una proyección de la educación. Yo, personalmente, soy educador por vocación y profesión y estoy convencido de que este país no cambiará si no cambia la educación. Solamente la educación podrá cambiar este país, en la medida en que la educación cambie y supere los paradigmas que ya hemos dicho y otros más que están latentes.

Al principio mencionaba la situación que estamos viviendo a nivel educativo en el sentido de que muchos han visto que la educación puede ser un buen negocio. ¿Hasta dónde el participar en una educación, que -en mayor o menor proporción- es de élites (por las pensiones que hay que pagar), está contribuyendo a la corrosión de la democracia, la solidaridad, el compromiso, como valores que pueden ayudar a sostener una sociedad como la nuestra?

Hay que considerar dos tiempos. La Revolución Alfarista pregona, propone e impone una tesis sana, esto es, la del derecho universal a la educación, que es uno de los enunciados básicos de la revolución liberal. De esta propuesta surge la educación laica como responsabilidad del Estado de ofrecer educación a todos los ecuatorianos; pero, se supone que la educación entonces, ahora y siempre, debe ser entendida como una educación en calidad. Desgraciadamente, este ideal de la Revolución Alfarista no se concreta en la realidad..., aunque aquí cabría una discusión y un foro.

Una tesis que no creo sea totalmente descartable es la de que el profesor, siendo maltratado socialmente, se convirtió en maltratante y por su propia proximidad a los sectores más pobres, buscó una salida política que le redujo a una posición ideológica tan monopólica que universalizó la crisis del sistema educativo.

Entonces surgió la educación particular, fundamentalmente, no como un servicio ni tampoco como una búsqueda de una educación de calidad, en términos universales (porque hay excepciones) y, siguiendo la línea del libre mercado, podemos ver que hoy suman más las escuelas, colegios y universidades que fueron puestas con una visión lucrativa, del mismo modo como se podían haber puesto un local de salchipapas o un lugar para el expendio de papas al mayoreo. De esto resulta que la educación pública y la educación privada, en sí mismas, no garantizan la calidad y la competitividad que se supone deberían caracterizar cualquier proceso educativo.

Teniendo en cuenta que la educación se apoya también en ideales y utopías sobre el hombre y la sociedad, y que hay situaciones que, realmente, los contradicen (la educación convertida en empresa de lucro es una de ellas), ¿cómo mirar la educación en esta era de globalización? ¿No será que la empresarización de la misma es uno de los caminos?

Los educadores tenemos que renovar nuestra fe, nuestra esperanza en el ser humano; creo que ésa es la clave fundamental. Solamente se puede educar y alguien puede educar si confía en el otro, y confiando en el otro termina confiando en sí mismo y en sus posibilidades inacabadas de ir siendo más perfecto cada día, y la única forma de serlo no se logra sino en la compañía de los otros.

 



[1]Doctor en Administración Educativa, Licenciatura en Psicología Educativa, Filosofía, Sociología y Ciencias Políticas. Especialista en Planificación Educativa. Es Decano de la Facultad de Ciencias de la Educación de la PUCE y se ha desempeñado como Consultor Internacional en asuntos educativos. Ha sido miembro de la Primera Comisión Anticorrupción del Ecuador, Mediador del conflicto armado en América Central y Mediador en los diálogos entre los pueblos indígenas y el Gobierno del Ecuador


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