FORMANDO UN CÍRCULO:
UNA REFLEXIÓN DESDE LA EXPERIENCIA
Entre las primeras herramientas que utilizamos en
preparar a los niños y niñas para la discusión filosófica es la de formar un
círculo. La hemos usado muchas veces con varios grupos y, aunque las enseñanzas
que nos ha dado han sido múltiples, nos vamos a referir sólo al tema de la
comunicación y en aspectos muy concretos ya que, por espacio, no podemos
profundizarlos. Además, llevándola a la práctica cada maestro y maestra podrá
descubrir por sí mismo/a lo que aquí,
obviamente, faltará por decir.
Después de
implementarlo, de distintas maneras según los grados, comenzaron a retumbar en
mi cabeza los contenidos programáticos que se diseñan desde los 4º grados de
básica para “enseñar” acerca de la comunicación y me venían las palabras, que
no es raro escuchar entre colegas, acerca de que ni las niñas ni los niños
saben comunicarse -o porque la tele, la crisis familiar, lo que no les enseñan
en los grados anteriores- o no saben, cuestiones puntuales como, por ejemplo,
codificar ni decodificar mensajes.
Al parecer, es un
tema de mucha preocupación y -dado que los/as maestros/as tenemos respuesta para casi
todo- la solución que hemos intentado darle se ha restringido únicamente a lo
cognitivo. Pienso, después de trabajar esta clase con niñas y niños, que dicha
solución está en la práctica misma de la comunicación y que en ella deben
involucrarse los propios maestros y maestras. La “escucha” es quizás una de las
habilidades básicas que uno aprende a notar que nos falta; y es que, debido a
que nuestro adiestramiento como maestras/os, queriéndolo o no, hemos llegado a
hacernos expertos en el manejo de la unidireccionalidad: nos comportamos “como
si” escucháramos, pero, en realidad, sólo continuamos dándoles vuelta a
nuestros propios pensamientos sin conectarlos con los de los demás.
Los niños y las
niñas se dan cuenta de lo que es la comunicación sin necesidad de darles
conceptos ni teorías. No que no se les deba dar, pero si entran en una práctica
comunicativa desde el inicio de su vida escolar, cualquier teorización sólo
será una añadidura que posiblemente entrará, a su tiempo, dentro de lo tantos
temas que deban ser examinados por los mismos niños.
Algo más. La
comunicación, tal y como está concebida en nuestras clases, no es arbitraria en
el sentido de que está ceñida a un hilo conductor (el hilo que los niños se van
pasando unos a otros y con el que se teje una improvisada red que sirve como
símbolo para la conversación primera)(1) que posibilita que cualquier conversación
sostenida en el aula y que se constituye en objeto de debate, concluya o no,
tenga un carácter de persistencia que obligue a los participantes a querer
profundizar en el tema escogido en la clase, más allá de que lo logren o no.
Sobre todo, los niños asumen que la
comunicación en el aula es una responsabilidad en la que todos deben
comprometerse (no soltar el hilo, no estirarlo, no acapararlo, etc.) y por eso
aprenden a trabajar insistentemente en el respeto de los turnos, del silencio y
la escucha cuando los otros compañeros están participando, de pedir la palabra
para confirmar o refutar, dar ejemplos o contraejemplos, buscar supuestos o
elaborar hipótesis.
Por supuesto, esto no es todo lo que se
podría decir sobre un tema tan rico desde la experiencia de esta primera
herramienta. Mucho más fructífero resultaría compartir con quienes están
haciendo lo mismo en otras escuelas. Es mucho lo que hay que aprender.
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1«Formar un círculo» como herramienta de iniciación a la discusión filosófica es sólo parte de una serie de herramientas que permiten el acceso a una forma de llevar la clase con la intención de "madurarla" y convertirla en una comunidad investigativa.