FORMANDO UN CÍRCULO:
UNA REFLEXIÓN DESDE LA EXPERIENCIA

Ivonne Ulloa
2º de Básica - Colegio Alemán

Entre las primeras herramientas que utilizamos en preparar a los niños y niñas para la discusión filosófica es la de formar un círculo. La hemos usado muchas veces con varios grupos y, aunque las enseñanzas que nos ha dado han sido múltiples, nos vamos a referir sólo al tema de la comunicación y en aspectos muy concretos ya que, por espacio, no podemos profundizarlos. Además, llevándola a la práctica cada maestro y maestra podrá descubrir  por sí mismo/a lo que aquí, obviamente, faltará por decir.

Después de implementarlo, de distintas maneras según los grados, comenzaron a retumbar en mi cabeza los contenidos programáticos que se diseñan desde los 4º grados de básica para “enseñar” acerca de la comunicación y me venían las palabras, que no es raro escuchar entre colegas, acerca de que ni las niñas ni los niños saben comunicarse -o porque la tele, la crisis familiar, lo que no les enseñan en los grados anteriores- o no saben, cuestiones puntuales como, por ejemplo, codificar ni decodificar mensajes.

Al parecer, es un tema de mucha preocupación y -dado que los/as maestros/as tenemos respuesta para casi todo- la solución que hemos intentado darle se ha restringido únicamente a lo cognitivo. Pienso, después de trabajar esta clase con niñas y niños, que dicha solución está en la práctica misma de la comunicación y que en ella deben involucrarse los propios maestros y maestras. La “escucha” es quizás una de las habilidades básicas que uno aprende a notar que nos falta; y es que, debido a que nuestro adiestramiento como maestras/os, queriéndolo o no, hemos llegado a hacernos expertos en el manejo de la unidireccionalidad: nos comportamos “como si” escucháramos, pero, en realidad, sólo continuamos dándoles vuelta a nuestros propios pensamientos sin conectarlos con los de los demás.

Los niños y las niñas se dan cuenta de lo que es la comunicación sin necesidad de darles conceptos ni teorías. No que no se les deba dar, pero si entran en una práctica comunicativa desde el inicio de su vida escolar, cualquier teorización sólo será una añadidura que posiblemente entrará, a su tiempo, dentro de lo tantos temas que deban ser examinados por los mismos niños.

Algo más. La comunicación, tal y como está concebida en nuestras clases, no es arbitraria en el sentido de que está ceñida a un hilo conductor (el hilo que los niños se van pasando unos a otros y con el que se teje una improvisada red que sirve como símbolo para la conversación primera)(1) que posibilita que cualquier conversación sostenida en el aula y que se constituye en objeto de debate, concluya o no, tenga un carácter de persistencia que obligue a los participantes a querer profundizar en el tema escogido en la clase, más allá de que lo logren o no.

Sobre todo, los niños asumen que la comunicación en el aula es una responsabilidad en la que todos deben comprometerse (no soltar el hilo, no estirarlo, no acapararlo, etc.) y por eso aprenden a trabajar insistentemente en el respeto de los turnos, del silencio y la escucha cuando los otros compañeros están participando, de pedir la palabra para confirmar o refutar, dar ejemplos o con­traejemplos, buscar supuestos o elaborar hipótesis.

Por supuesto, esto no es todo lo que se podría decir sobre un tema tan rico desde la experiencia de esta primera herramienta. Mucho más fructífero resultaría compartir con quienes están haciendo lo mismo en otras escuelas. Es mucho lo que hay que aprender.

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1«Formar un círculo» como herramienta de iniciación a la discusión filosófica es sólo parte de una serie de herramientas que permiten el acceso a una forma de llevar la clase con la intención de "madurarla" y convertirla en una comunidad investigativa.


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