1. Surgimiento del apodo "LOS MILLONARIOS"
"La
primera fecha del torneo se disputó el último día de
mayo. Y River, como visitante, venció a Atlanta por 1 a
0 con un gol (obviamente, el primero del profesionalismo
para el Club) marcado por el legendario Vicente Locaso.
Los once titulares -con la camiseta a rayas rojas,
blancas y negras que utilizaron durante toda la
temporada- fueron Jorge Iribarren, Belvidares y Juan
Carlos Iribarren; Malazzo, Dañil y Cecarelli; Gondar,
Artel y Ganduglia, Locaso y Méndez. Se recaudaron 2.616
pesos. La gran emoción de esa
tarde llegó a los 23 minutos del complemento. "Fue
una linda jugada que se inició con una pelota que cayó
en poder de Francisco Gondar, el puntero derecho. Se le
fue al marcador y lanzó el centro atrás. Yo definí con
un cabezazo, aunque parezca mentira por mi estatura.
Simplemente fue un accidente haber hecho el primer gol de
River en la era rentada: me tocó a mí esa suerte como
le pudo haber tocado a cualquier otro compañero",
recordó alguna vez Vicente Locaso. Promediando 1931, los
clubes, impulsados por el especial momento que se vivía,
se largaron en una desenfrenada carrera compradora. Y
River llevó la bandera:pagó 10 mil pesos por la
transferencia de Carlos Desiderio Peucelle, wing
derecho de Sportivo Buenos Aires y de la Selección
Argentina que había participado en el mundial de 1930.
La asombrosa cantidad pagada por ese pase, más la
contratación del uruguayo Pedro Lago, le valieron al
club ganarse un apodo que se mantuvo a lo largo de la
historia: Los Millonarios. Sin embargo el '31 no fue un
buen año para River, futbolísticamente hablando.
Terminó tercero, junto a Estudiantes (con 44 puntos),
superado por bosta (el ganador, con 50) y por San Lorenzo
(45)." Fuente: Libro "River Plate. El Campeón del
Siglo" (M.A. Bertolotto)
2. Incendio salvador en
Dársena Sur
"El 13
de marzo de 1913, un violento temporal arrasó con las
instalaciones que el Club tenía en Dársena Sud. Ni
siquiera se salvó una flamante tribunita que se había
edificado poco tiempo antes. Todo quedó esparcido por
los alrededores de la ribera: los postes, los tablones,
los carteles. El desencanto entre los riverplatenses,
claro, fue absoluto. Pero, apretaron los dientes, sacaron
pecho, y se pusieron nuevamente en marcha para
restablecer lo destruido por la tormenta. Y de a poquito
se levantó todo nuevamente, incluso otra pequeña
tribuna. La satisfacción, de todos modos, no duró
demasiado: el jefe de Movimiento del Puerto intimó a las
autoridades del Club para que abandonasen el campo de
juego. La amenaza fue dura: si no dejaban libre esos
terrenos, todo iba a ser demolido. Se trató de convencer
al funcionario, se buscó alguna posible negociación,
pero las tratativas culminaron en el fracaso. Un grupito
de conspicuos directivos y simpatizantes de River, luego
de deliberar largamente en la confitería La Camelia,
hallaron la "solución": provocar un incendio
de las instalaciones para al menos, cobrar el seguro y
poder efectivizar la mudanza y la reconstrucción del
Club en otro lugar. Marcharon con una vela y una pila de
diarios viejos, y luego de armar el operativo, se
asomaban a cada rato a la esquina de Pinzón y Gaboto,
esperando ver las llamaradas.
Nada de eso sucedió: una sudestada había apagado la
vela... Pero la anécdota no concluyó allí: por la
noche, cuando se lo contaron al tesorero, el hombre por
poco se desmaya: 'Que suerte que el
incendio no se produjo -se alegró-.
Porque el encargado de renovar el seguro se olvidó y
estamos sin ninguna cobertura. Hubiéramos perdido todo'..."
Fuente:
Libro "River Plate. El Campeón del Siglo"
(M.A. Bertolotto)
3.
LEOPOLDO BARD: el primer presidente
"Fue
uno de aquellos pioneros que lucharon desde el comienzo
para crear este Club de hoy, majestuoso, imponente,
prestigioso. Aquel jovencito, hombre de Santa Rosa en los
primeros tiempos, incluso fue -junto a Pedro Martínez-
el que propuso el nombre de River Plate cuando la idea de
fusionarse con La Rosales se transformó en un hecho
concreto. No le fue sencillo imponer el nombre -había
otros, claro está- pero su insistencia pudo más que las
otras propuestas. Leopoldo Bard
figura hoy en la historia de River como uno de los
nombres ineludibles. Porque fue uno de sus fundadores,
porque fue jugador y capitán del primer equipo. Y porque
también fue el primer presidente. Con anécdotas como
estas: se encargó -con Livio Ratto- de conseguir el
cartel inicial para el campo de deportes y de pintarlo
con su propia letra. Bard, practicante por ese entonces
del Hospital Muñiz, vio el cartel -que estaba sostenido
por dos postes y ofrecía la publicidad de una emulsión-
ubicado en un terreno frente al nosocomio y esperó
pacientemente la posibilidad de tenerlo en su poder para
traspasarlo al flamante River Plate. Y la encontró
cuando un temporal tiró el cartel. Aguardó un día,
dos, tres, cuatro, a que alguien lo levantara y lo
volviese a poner en su lugar. Nadie lo hizo. Y entonces
se decidió: lo llevó a la carpintería del Muñiz,
borró el anuncio original y pintó en su lugar el nombre
y la bandera del Club. Después, en un tranvía, lo
trasladó hasta la Dársena Sur para dejar el cartel en
su nuevo destino. El doctor Leopoldo Bard. Pionero,
capitán y presidente. Un ilustre de River." Fuente: Libro "River Plate.
El Campeón del Siglo" (M.A. Bertolotto)
4.
Duchas truchas y habilitación en Sarandí
"Cuando River emigró a Sarandí,
los problemas económicos del club parecían superar
ampliamente a las posibilidades de crecimiento. Sin
embrago, el impulso y la creatividad de los forjadores se
fue desplegando a través del tiempo para superar desde
conflictos graves hasta las pequeñas trabas que
parecían imposibles de vencer. Una de ellas, por
ejemlpo, se dió cuando la Asociación del Fútbol debía
autorizar a River para que jugara sus partidos en la
cancha de Sarandí. Uno de los requisitos fundamentales
era que cada vestuario tuviera duchas que permitieran la
higiene de los futbolistas despues del partido. Así fue
como una mañana se apersonaron en el campito de
Sarandílos emisarios de la Asociación, quienes trataron
de asegrarse de que la casa estuviera en orden. Revisaron
el terreno de juego, los vestuarios, las comodidades para
los espectadores... Todo fue cumpliéndose estrictamente,
al pie de la letra. Los responsables de la supervisación
se retiraron del lugar con sus informes y en ese momento
dos chicos se descolgaron de los techos del vestuario, en
donde habían permanecido por espacio de trs horas. Que
hacían? Para qué tanto misterio? Sencillo: eran los
encargados de descargar agua en las vacías cañerías de
las duchas. Los jóvenes, con una buena provisión de
baldes con agua, debían estar atentos a la señal que
les iban a hacer cuando los controles de la Asociación
abrieran los grifos de las duchas 'reglamentarias'. El
agua debía salir. La sincronización fue perfecta. Y
River consiguió el permiso para jugar en Sarandí."
Fuente:
Libro "River Plate. El Campeón del Siglo"
(M.A. Bertolotto)
5.
El ascenso a Primera División
"El 27 de diciembre de 1908 quedó
establecido en la historia de River como el día
histórico, el día del ascenso a primera división.
Exactamente a las 15:30, y como hacía catorce días,
River Plate y Racing Club estaban frente a frente. River
alistó a Luraschi, Chiappe y Politano; Messina, Morroni
y Chagneaud; Anapodisto García, Grifero, Abaca Gómez,
Elías Fernández y Priano. River ganó el sorteo y
decidió jugar el primer tiempo con viento a favor y el
sol pegando en la espalda de Luraschi. Racing, por lo
tanto, obtuvo la posibilidad de mover desde el centro de
la cancha. La resistencia de los
hombres de Avellaneda duró muy poco, ya que a los 5
minutos Grifero abrió el marcador al conectar un centro
de Anapodisto García. Era evidente que River quería
revalidar desde el comienzo lo realizado en la primera
final. A pesar del 1 a 0 favorable, River cedió en su
ataque sostenido hacia el arco Rival y, a los 22 minutos,
Abaca Gómez aprovechó una habilitación de Politano
para establecer el 2 a 0. Y como para no dejar dudas, dos
minutos después, el back de Racing, Vigil, rechazó
deficientemente un disparo de Politano y superó el
esfuerzo de su propio arquero (Lamour). El 3 a 0 con que
se cerró la etapa inicial marcó con sobrado elocuencia
la diferencia entre un equipo y otro. Por esas cosas del
amateurismo o de la dignidad mancillada, Lamour se peleó
con sus compañeros en el vestuario y decidió abandonar
el arco de Racing. La mayor calidad y la superioridad
numérica de River no dejaban margen de dudas sobre lo
que iba a pasar en la segunda mitad. A los 10 minutos,
Politano puso el 4 a 0; a los 18, Chiappe marcó el
quinto; a los 27, Grifero señaló el sexto y, a los 40,
aumentó nuevamente Chiappe. El 7-0 final habló por sí
solo. Las discusiones, como generalmente ocurre,
terminaron en el momento en que la pelota empezó a
rodar. Una crónica de La Nación resumió de esta forma
lo ocurrido aquel domingo 27 de diciembre: 'El match, en
general, fue muy bueno. Sin embargo, el desequilibrio de
fuerzas que se notó desde el principio le quitó mucho
del brillo que se esperaba. El River Plate jugó un
notable partido. Presentó un cuadro homogéneo y
excelente, cuya línea de forwards trabajó con empeño,
combinando en buena forma. Y en cuanto a la defensa,
actuó con todo acierto, destacándose la línea
intermedia. El match de ayer hace esperar que reforzados
aquellos puntos que se encuentran más débiles, el River
Plate tendrá una buena actuación en la temporada
próxima dentro de la primera división'." Fuente: Libro "River Plate. El Campeón del
Siglo" (M.A. Bertolotto)
6.
La Banda Roja
"Una noche de carnaval iba
llegando pacientemente a su fin. Se escuchaban las
últimas voces, surgían entre las sombras los rezagados
-con sus modestos disfraces, con sus caras felices y
agotadas escondidas tras las máscaras caseras- que
apuraban el regreso a sus casas, por ahí quedaban los
papeles picados y las serpentinas como muestra de lo que
había sido la fiesta en las empedradas calles. Debían
estar frescos para el día siguiente, para seguir la
adoración al Rey Momo, para alargar los pitazos y las
risas. Por ahí, lentamente, un
viejo carro asomó también en busca del lugar de
descanso. El carrero murmuró algo ininteligible; el
caballo, cansado, agachaba la cabeza una y otra vez, se
movía con parsimonia, casi automáticamente; las ruedas
llenaban la noche de chirridos. De la parte de atrás del
carro colgaba, desprolijamente, una cinta roja de seda. Y
ese detalle es el que apreció un quinteto de pibes:
'Vamos a sacársela', dijo uno de ellos. 'No, no... Si
nos ve el carrero nos mata', terció otro. Pero el que
llevaba las riendas estaba demasiado entregado como para
pensar en las travesuras infantiles. Y entonces triunfó
la mayoría. Los atrevidos, los que no tenían miedo. Uno
largó el manotón justo y el resto salió corriendo,
contentos tras la hazaña. La cinta roja estaba en sus
manos. Esa acción, claro está, tenía un motivo:
adosarle un detalle de color a la camiseta blanca que
hasta ese momento servía para identificar al equipo de
River Plate. Primero, la cruzaron en diagonal, a modo de
banda, y la prendieron con alfileres. La vieron hasta el
cansancio y la aceptación fue general. Después
consiguieron otras similares y armaron el juego completo.
La nueva casaca tuvo su estreno en un encuentro ante el
Maldonado, un Club de Palermo. Nadie recuerda el
resultado estricto: sólo se sabe que ganó River. El
bautismo de la indumentaria fue con triunfo, con amplias
sonrisas, como para incrementar aún más el orgullo. Los
alfileres, con el tiempo, le dejaron paso a otra
'confección' más moderna. Pero la cinta de seda no se
movió más: pasó a ser historia. Aquel carrero,
seguramente, nunca supo que sin querer había contribuido
para alumbrar una de las camisetas más famosas de todo
el mundo. La banda roja..." Fuente: Libro "River Plate. El Campeón del
Siglo" (M.A. Bertolotto)
7.
JOSE MORRONI: el primer centre-half
"Indudablemente, José Morroni fue
el primer centre half caudillo del fútbol argentino. El
que marcó el comienzo de una dinastía que luego se iba
a extender con hombres como Cándido García, Manuel
Dañil, Pepe Minella, Bruno Rodolfi, Néstor Rossi,
Reinaldo Carlos Merlo, Américo Rubén Gallego...
El Negro Morroni era el pivote del equipo, por juego y
por temperamento. Cuando en alguna charla salía su
nombre, nunca faltaba quién dijera: 'Era duro y leal ese
Negro, ¿eh?'. Porque eso era Morroni: fiereza para
disputar cada pelota dividida sumada a una honradez a
prueba de balas. Nada mejor que algunas anécdotas para
describir a semejante personalidad, a un jugador que más
allá de los lujos dejó el sello para un puesto clave.
Una vez le rompieron la mandíbula en un encontronazo. El
Negro ni se inmutó. Salió unos minutos del campo,
pidió un pañuelo a un espectador y se lo ató para
sostener la quijada y evitar así destrozarse la lengua.
No sentía el dolor, sólo lo impulsaba su sentido del
deporte por encima de lo que a él mismo le pudiera
pasar. Fue la imagen del fútbol duro, varonil pero
carente de trampas o deslealtades. Si un rival lo
superaba, el mejor homenaje del Negro era dejarlo ir. El
ilícito recurso de la zancadilla no entraba en su
cabeza. Otro día de 1909, River recibía a Estudiantes
en su canchita de la Dársena. El cuadro local se puso en
ventaja, pero Morroni se dio cuenta de que un jugador del
otro bando empezó a conversar con el juez del partido,
el señor Jordán. Se acercó al lugar y preguntó '¿Se
puede saber que pasa?', a lo que el hombre de Estudiantes
respondió: 'Mirá, Negro, cuando Elías (por Fernández)
tomó la pelota, ya estaba afuera del campo'. El Negro
giró sobre sus pasos, buscó a Elías Fernández, quién
seguía festejando la apertura del marcador, y gritó:
'Elías, vení para acá...' Cuando el puntero izquierdo
se acercó, el Negro lo consultó: 'Cuando hiciste el
centro, ¿dónde estaba la pelota?' Elías no sabía que
contestar, pero ante la pregunta de su capitán
reconoció que 'estaba unos veinte centímetros
afuera...' El Negro Morroni regresó junto al señor
Jordán y luego de pedirle disculpas al defensor de
Estudiantes, dijo: ¡Señor referí... Tenían razón. Le
ruego que anule el gol...'
José Morroni fue el capitán de River que consiguió el
ascenso en 1908 y del que venció al legendario Alumni
por 1 a 0, un año después. Se quedó en el club hasta
1912, cuando decidió irse a jugar a San Isidro. Era el
dueño de la mitad de la cancha. El fiel reflejo de lo
que de ahí en más fue ser un centre half o, desde 1950
en adelante, calzarse una camiseta con el número cinco
en la espalda. Fuente: Libro "River Plate. El Campeón del
Siglo" (M.A. Bertolotto)
8.
La cábala de Angelito Labruna
"La cábala realizada por Angel
Labruna, de tirar al arco vacío antes de que se iniciara
el partido, nació en 1940. Hacía algunas fechas que
Labruna no marcaba y estaba enojadísimo. Entonces se le
acercó Don Renato Cesarini, quien era el técnico de las
inferiores, y le dijo: 'Angel, lo que pasa es que el arco
y vos dejaron de ser amigos. Antes de cada partido
acercate, mandale un tirito y hacete amigote de nuevo...
Vas a ver que las cosas mejoran'. Labruna le hizo caso al
domingo siguiente, ante Huracán, y marcó los dos goles
de la victoria de River. De ahí en más, jamás dejó de
hacer 'el golcito de mentira', como él mismo lo llamaba.
Una vez, en el
'54, Labruna hizo el tiro al arco vacío y un juez de
línea, que acababa de revisar la red, sacó la pelota de
taquito antes de que ingresara. Angelito se puso como
loco y lo insultó de arriba a abajo. El linesman le
pidió al árbitro que lo expulsara pero éste sólo lo
llamo al órden. ¿Cómo terminó la historia? Ese
domingo, River perdió el partido y el invicto. Para
Labruna, el línea en cuestión pasó a ser un mufoso de
aquellos...". Fuente: Libro "River Plate.
El Campeón del Siglo" (M.A. Bertolotto)
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