La Batalla. 1914.
Elisa Choffat. Rebeldía. Aclaraciones entre un pensador y una cura. -Pensador- Si señor cura; yo soy el paria, el desterrado de vuestra sociedad, el maldito de vuestras leyes, pero en cambio soy el hombre que estudia y analiza, y que profundizando llega a la conclusión de que todo lo existente es vil mentira que sustituye al verdad, impera y reina en la odiada hipocresía. Yo soy el hombre señor cura que con la fuerza de mi cerebro acoplando a ella la de mis brazos revuelvo el fondo de es límpida lágrima que engaña; busco en su negro la materia que esconde, yo busco en las obscuridades, un vestigio, y doy a la luz el fruto de mi curiosidad. Yo lleno los ámbitos con mi acento de rebeldía y busco combustible a la llama regeneradora que en mi germina. Yo guío al ignorante y le hago comprender la barrera que le separa de la verdad, yo hago brillar ante él, el fuego que iluminará las tinieblas, yo saneo su cerebro, extirpo lo malo que en él anida. Yo lanzo al mundo mi palabra preñada de enseñanza fecunda, y hago que la semilla que arrojo fructifique en las humanas almas, señor cura. - El cura- ¡Oh, hijo mío! Muchas espinar hallarán tus pies y coronará tu enseñanza la más triste de las recompensas: el desprecio. - El pensador- señor, no las temo; (con ironía), a mí no me guía el deber de la recompensa, soy el hombre que prescindiendo del pago a mis esfuerzos, trabajo y medito a favor de la especie. Quiero apartar de su camino el obstáculo que se opone a su arrojo libertario. Hago que vea con claridad, el lugar que está llamado a ocupar, quiero en fin su emancipación moral. ¡buscar su felicidad! - El cura- ¡oh! ¿acaso mis fieles no son felices? ¿acaso no aceptan sin protestar mis consejos santos que por cierto responden a sus deseos? - El pensador- no lo dudo, señor cura, pero yo desprecio esa felicidad. Esos fieles que hoy escuchan con marcada humildad, son seres a quienes asusta la progresiva evolución moral, individual y por lo tanto…esclavos de la voluntad ajena, incapaces de crearse ambiente propio; aceptan vuestra absurda religión; adoran el dogma oscuro que le presentáis. Y en la forma más grotesca divinizan ese cristo cubierto cn toda la dulzura que alcanzáis a concebir, si mañana hicierais germinar en sus almas débiles, un átomo de rebeldía, serían enemigos terribles de lo que hoy defienden. Yo los desprecio, yo solo quiero a mi lado la fuerza consciente; el individuo que sabiendo el por que de su lucha pone en ella toda la energía de su naturaleza: si, yo los veo desfilar ante mí como rebaño de ovejas conducidas por su hábil pastor. Son lo eternos rutinarios, son los seres que forman parte de esa vieja y carcomida sociedad que solo tiene por base la fuerza complotada en la mentira, en la falsedad. - El cura- Calla, calla, condenado; tú no sabes lo que dices; tus expresiones y frases son los síntomas de una alteración mental; yo te perdono, pero calla… - El pensador- ¡Callar! ¿cómo callar? Imposible callar cuando siento en mi todo el peso de vuestra miseria moral; callar cuando siento el deseo inasible de la venganza, las ansias locas del exterminio, de la destrucción completa de todo lo que prostituido me rodea; callar cuando siento aquí a mi lado, el grito de dolor de mis hermanos oprimidos que gimen su esclavitud en el yugo de la impotencia. ¡oh, no callo, ni callaré mi grito de protesta, de justicia, se hará oír; repercutirá allá en las anchas regiones de lo ignoto; callar cuando siento sobre mí la ignominiosa existencia de veinte siglos! No callo; mi acento de rebelde llegue hasta allá donde reside todavía el embrión de la libertad. |
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