Nadie, sino que dizque van a fundar un Banco pa
darle plata a los pobres campesinos como nosotros.
Será que ha nacido el Anticristo y habrá
parido la mula, porque en los años que tengo de vida, nunca hey visto cosa
semejante, y dende moza que juí vengo oyendo un versito que dice:
Al pobre naide le da
Al
pobre naide le empresta
Si el pobre llega a tener
Gotas
de sangre le cuesta
Pero ahora dicen que la cosa va deveras y que
el Banco ese que está anunciao se va a regar en medio de los pobres
labradores como se riega la verdolaga.
Pero, niña del alma, no seas tan pacheca!
Nunca han dao nada los Gobiesnos, y de quitar le quitan a uno hasta el
marido, como pasó con el mio, que me lo pusieron de sordao y me lo mataron
no sé donde.
Juran y perjuran, Señora Guadalupe, que le
Banco Ispotecario será el pan del necesitao.
Quita allá, tonta! El pan del pobre es esto,
que ves aquí: el plátano, que Dios nos ha dao a los costeños pa que
siquiera tengamos llena la barriga, ya que los bolsillos están siempre vacíos.
Pero ¿que hacemos con plátano solo, señora?
Y que mas quieres, desdichada! Ustedes los
jóvenes de hoy día, no saben aprovechar los dones de la Providencia. Pero
sábetelo bien, el plátano es el único bien rial y positivo que tenemos.
Lo demás es viento molido y agua raspada, entiendes?
No
¿Quieres pan?
El pan está carísimo, según dice mi mama.
Que saben Ustedes! Se pone a asar entre cenizas
algunos plátanos verdes; luego se machacan con la piedra de moler hasta que
se hagan pasta; esta pasta se amasa con manteca de puerco, pimienta, sal y
chicharrón... ahí tienes un pan para chuparse los dedos!
Pero eso no es pan, sino bolón que llaman.
Es lo mismo, tontísima! Mi finao marido que
está en la gloria, no gustaba más desayuno que er bolón. Y si hubiera
visto como se relamía el buen hombre! Enseguida se atizaba su copa de
aguardiente refinao y quedaba mas fuerte que un buey par el trabajo.
Ay, señora Guadalupita! Y por qué será que
todos los jombres no comen bolón?
Por zoquetes que son! Así andan algunos que
parecen un fideo. Pero mi difunto, no. El sabía lo que hacía y no se
hallaba a gusto si no veía dos u tres racimos de plátanos colgados en la
cocina, unos de veldes y otros de maduros. Y a donde iba llevaba en er pico
de la albarda su bolsa de chifles. Sabes tú lo que son los chifles?
Son las rebanadas de verde frito.
Eso lo sabe todo er mundo! Er chifle es el
verdadero y legítimo pan bendito.
Por qué señora?
Porque cuando se parte cada rebanada se ve en
el medio la Cruz de Dios, como en una medalla bendecida. No las habís
visto?
Ahora que caigo en cuenta de que sí.
Pues hijita, el velde frito es pa mi gusto
mejor que las galletas que venden hoy, que parecen de ladrillo.
Y tan caras que son las condenadas!
Er plátano, por caro que esté siempre es
barato, y con un sucre que te gastes te puedes comprar un racimo para ocho días.
Y así digo yo: er que se muere de hambre aquí ha de ser por majadero.
Ay, señora.
Una libra de plátano, dicen los dotores, vale
por tres de casne y yo soy la preva viva. Mírame bien la fachada y adivina
lo que yo sería en mi tiempo: una muchachona maciza que sacaba de quicio a
todos los mocitos varones de mi pueblo.
Ay, por Dios, señora Guadalupe, que cosas dice
usté!
Gracias al plátano! Yo no mamé, como maman
otras, hasta grandezuelas, no. Yo fí criada con con mazamorra de plátano,
dende que abrí mis ojos. Y cuando ya tuve buenos dientes mi plato juerte
fue el locro de bolas y el maduro asao.
Lo mesmo cuenta mi mama.
Has comido torta de plátano frito en manteca
de vaca? Has comido bollo cocido en su propio jugo? Has comido cazuela de
cazón?
Así, así...
Pues eso es comer, siempre que haya manos
diestras, como las mías, pa manejar er plátano y mucha vista pa distinguir
sus variedades.
Yo conozco dos: er barraganete y el dominico.
Entonces no conoces nada: hay el hartón, el
guineo, er de la China, el morao, er de Lima, er de seda, er de oro, el
enano, y un pilo más. De ahí se saca desde la tapioca para el bebe hasta
el puchero para toda la familia y dende el postre de pasta confitada pa las
chicas golosas como tu, hasta el aguardiente para los bebedores como tu
enamorao.
Ay, señora Guadalupita, yo no tengo enamorao!
Y ese ñato que te sigue como un perro fiel?
Es amigo de mi ñaño
Tu te crees que yo me mamo er dedo? Te
equivocas, palomita! Pero sábete que no me asusto de nada. Soy una vieja
liberal, por todos los cuatro costaos, y cuando veo una pareja bien formada
que anda por ahí llamando la atención, arzo los ojos ar cielo y digo como
dice er Cura: - Creceos y multiplicaos!
Siga, hablando der plátano, mas mejor, señora
Guadalupe.
Pues bueno, hija, er maduro frito y mas aún er
bollo de maduro es lo que hay pa hermosear las formas de la mujer joven, que
tiene de donde dar. Lo digo por experiencia. Mira estos brazos, que han
sostenido diez muchachos y ya los quisiera hoy cualquier jovencita pa un día
de fiesta.
Y su esposo ¿que tal era?
Era casi cuadrao, de anchos hombros, recios
lomos y robusto pecho; pero, como el decía todo se lo debo a mi santo
patrono y al zango.
A qué zango?
Al zango de plátano.
Pero no dijo Ud. que lo que comía era bolón?
Eso era por la mañana criatura, por vía de
desayuno; después venía el velde y el maduro a discreción hasta la hora
del almuerzo, en el que comenzaba por la tortilla de plátano y
terminaba por la malarrabia.
Que es malarrabia?
Es un budín de maduro que hace la boca agua.
Y para beber?
La chicha, claro está. Cuantas penas he
ahogado yo en chicha de maduro! La Chicha, hija mía alegra el corazón de
las pobre mujeres cuando tenemos un amor mal correspondido.
Entonces er plátano es la maravilla der mundo?
Todo sirve, hijita mía, hasta la cáscara.
Cría tu puerco con cáscara de plátano y verás como se te pone hecho una
bola.
Ajá!
Y oye otra cosa: si te hace algún daño o
brujería alguna enemiga celosa, átate una tira de zapán en la cintura y
esa es la contra. Yo juí feliz con mi compañero, hasta que el gobiesno me
lo mató, porque nunca me fartó mi zapán.
Oiga!
Yo por eso me río del Banco del Agrio y del
Poticario y de la Agricultura y de la Escoba de la Bruja y del Estanco y de
que se yo. Pero oye, criatura inocente, estas palabras mías, y guárdalas
en tu pecho como un tesoro.
Diga Ud. que no se lo dirá a ninguna sorda.
Habla una montubia sana de cuerpo, ancha de
caderas, alta de pecho, clara de espíritu y harta de experiencia: aférrate
al plátano, que es el único amigo fiel del pobre en esta época de
engañifas, y ríete de todo lo demás.