Aborto y angustia

(ACEPRENSA)

 

A veces se quiere justificar el aborto como la única salida a la situación angustiosa que supone un embarazo no deseado. Incluso, algunas legislaciones admiten la angustia de la mujer como indicación para abortar. Sin embargo, la peor angustia viene después del aborto. Muchas mujeres que han abortado experimentan trastornos psíquicos de diversa gravedad, a menudo con repercusiones fisiológicas. La Dra. María Simon, psicóloga en la Clínica Ginecológica Universitaria de Wurzburg (Alemania), ha realizado un estudio de las consecuencias psíquicas del aborto. La propia autora expone los resultados de esta investigación en un artículo publicado en Deutsche Tagespost (Wurzburg, 4-VIII-92), del que recogemos las principales conclusiones .

Gran parte de las mujeres sufren trastornos psíquicos después de abortar

Tras un aborto se acumulan las siguientes consecuencias psíquicas: sentimientos de remordimiento y de culpa, oscilaciones de ánimo y depresiones, llanto inmotivado, estados de miedo y pesadillas. A menudo, estos fenómenos van acompañados de perturbaciones físicas, como alteraciones del ritmo cardiaco o de la tensión arterial, migraña, trastornos del aparato digestivo o calambres en el vientre.

Cerca del 60% de las mujeres entrevistadas creen que el aborto da lugar a sentimientos de remordimiento y de culpa; una proporción similar se sienten efectivamente culpables. Si se interpela a las mujeres, se descubre que muchas asienten a la afirmación: ''Desde el aborto tengo más a menudo sentimientos de culpa no sé por qué''.

Frecuentemente, las mujeres se quejan de síntomas fisiológicos, algunas incluso de molestias psicosomáticas. De esta manera, el sentimiento de culpa ya no se experimenta de modo consciente, sino transformado en sufrimiento físico.

Inestabilidad psíquica

Entre un 30 y un 40% de las mujeres reconocen tener oscilaciones del ánimo y estados depresivos tras el aborto. Describen su situación como aumento de la excitabilidad, inestabilidad anímica, hasta llegar a depresiones declaradas, que pueden ser tan fuertes como para necesitar terapia psicosomática —ambulatoria u hospitalaria— o psiquiátrica. Pueden presentarse incluso pensamientos o intentos de suicidio que no existían antes del aborto.

Otras mujeres pierden la esperanza en el futuro, tienen que hacerse violencia para desempeñar tareas que antes del aborto realizaban sin esfuerzo y a veces ya no ven salida para las situaciones difíciles.

 

Muchas mujeres médicos y asesores de que no les habían informado suficientemente sobre las posibles consecuencias psíquicas

 

Después del aborto, aproximadamente un 35% de las mujeres lloran con más frecuencia, sin tener motivo en realidad. Una paciente rompía a llorar durante la entrevista ante cada pregunta referida directamente al aborto, aunque la intervención había tenido lugar cuatro años antes.

Alrededor de un 30% de las mujeres encuestadas responde que después del aborto tienen con más frecuencia sentimientos de miedo, sin saber a qué. Inmediatamente tras el aborto y bastante tiempo después, las pesadillas tienen como tema niños pequeños muertos.

Muchas más de la mitad de las mujeres encuestadas no se sienten inmediatamente después del aborto mejor y más libres, sino más nerviosas y menos equilibradas. Las mujeres se atormentan con preguntas como: "¿Era ya un auténtico ser humano?" "¿Qué han hecho los médicos con mi hijo muerto, qué habrá sido de él?" A menudo se oye: ''No puedo evitar pensar en mi hijo cuando veo a otras mujeres con los suyos. Me siento culpable, porque he aniquilado una vida''.

Podría objetarse que los porcentajes indicados son tan altos porque posiblemente las mujeres encuestadas eran sobre todo creyentes y practicantes. Es cierto que el 48% se consideran bastante religiosas; pero un tercio de ellas no se consideran vinculadas a ninguna confesión, lo que expresan con afirmaciones como ''Puedo vivir sin la Iglesia'' .

Un recuerdo que se intenta enterrar

Como las mujeres que han abortado tienen que vivir con este mal recuerdo, desarrollan mecanismos para librarse de sentimientos de culpa. Se pueden distinguir con mayor o menor claridad tres mecanismos con los que las mujeres intentan asimilar las consecuencias psíquicas de un aborto: la represión, la proyección y la confrontación.

La represión, en especial, trae consigo muchas molestias de origen psíquico, como dolores de espalda y de cabeza, pinchazos en el pecho, vértigo o calambres en el vientre. Así, el 30% de las mujeres encuestadas se quejan de multitud de dolores en el vientre, sin que se encuentre ninguna causa somática.

Un grupo relativamente grande de las mujeres entrevistadas declaran en la conversación que el aborto no las ha alterado psíquicamente. Sin embargo, intentan no pensar conscientemente en el aborto. Así, fue interesante ver en una encuesta que las mujeres habían olvidado en qué año ocurrió el aborto, aun cuando había tenido lugar solo un año antes. Por el contrario, eran capaces de indicar correctamente la fecha de operaciones mucho más antiguas.

El 61% de las mujeres encuestadas evitan pensar en el aborto y reprimen esos pensamientos. Hacen declaraciones como: "Es que tengo que arrastrar este problema toda la vida?", o "Tras el aborto me he sumergido en el trabajo para olvidar''; pero también; ''El aborto pesa sobre mi alma. Llevo todos estos años atormentándome para echar tierra sobre el aborto, una y otra vez. No lo consigo''. Al 52% de las encuestadas les molesta ver a mujeres embarazadas porque les recuerdan sus propios hijos abortados. En el 70% de las mujeres surge una y otra vez el pensamiento de cómo serían las cosas si el niño abortado viviese ahora.

 

Una mujer que por lo general reaccione psíquicamente de modo inestable en situaciones críticas responderá a la tensión psicológica del aborto con anomalías psíquicas aun más fuertes

Bajo la presión del hombre

Otras mujeres intentan hacer cargar a otros con la responsabilidad del propio aborto; es el mecanismo de proyección. Mujeres inestables psíquicamente, pero sobre todo mujeres económicamente dependientes del padre del niño, ceden frecuentemente a la presión psíquica y abortan. Entonces, es frecuente que echen a otros !a culpa del aborto. ''Atribuyo a los que me rodeaban una gran parte de la culpa de esta decisión'' y "El padre del niño no lo quería" son declaraciones del cuestionario a las que asienten un gran porcentaje de las mujeres.

Sentimientos de odio, frialdad sentimental, caprichos y depresiones caracterizan la convivencia matrimonial-sexual de más de una mujer tras el aborto. Una consecuencia frecuente es la aparición de disfunciones sexuales. El conocido ginecólogo Meyer escribió hace ya cuarenta años: "Parece existir una especial predisposición a neurosis sexuales allí donde e1 hombre empuja al aborto y la mujer cede por amor a él, plegándose a la necesidad, no al propio deseo. Entonces aparecen las disfunciones como una especie de venganza por la irrupción en la libertad de la persona y como una especie de dura lección al hombre por su comportamiento injusto''.

Reproches a los médicos

También los médicos se convierten en blanco de las acusaciones de las mujeres. En las entrevistas se oyen una y otra vez fuertes reproches contra los médicos que atemorizaron exageradamente a la paciente o la empujaron al aborto, porque existía la posibilidad de que el niño naciera con alguna deficiencia. Una paciente decía entre lágrimas: ''Los médicos decidieron sin contar conmigo. Me asustaron diciendo que el niño podía estar tarado. Si estuviese otra vez en la misma situación llevaría adelante el embarazo, incluso aunque mi hijo estuviese tarado. Es carne de mi carne y sangre de mi sangre: yo le amaría.

La envergadura de la ruina anímica que sobreviene tras un aborto es mucho mayor de lo que se suponía hasta ahora. Por tanto, hay que preguntarse si el médico que practica semejante intervención tiene claro qué es lo que está haciendo a la mujer afectada

 

En total, el 45% de las mujeres darían marcha atrás si pudiesen, porque consideran equivocada y perjudicial su anterior decisión de abortar .

Muchas mujeres acusan a médicos y asesores de que no les habían informado suficientemente sobre las posibles consecuencias psíquicas. Si hubiesen sabido antes del aborto que riesgos somáticos y psíquicos acarrea, no habrían abortado.

Duelo por el hijo muerto

El tercer y más pequeño grupo de mujeres encuestadas intenta recuperar su equilibrio psíquico afrontando conscientemente el hecho del aborto. Lo hacen sobre todo a través de conversaciones con personas de su confianza, como el marido, más frecuentemente una amiga o la madre, rara vez un médico, nunca —dato significativo— el médico que practicó el aborto. Entre los interlocutores se cuentan también el sacerdote, el psicólogo y el psicoterapeuta.

Por lo general, primero la mujer intenta reconocer su culpa. No la reprime, no la proyecta ni recurre tampoco a justificaciones. El siguiente paso es arrepentirse del aborto. En esta fase la mujer se duele por su hijo muerto como por cualquier difunto querido.

Uniones rotas

El aborto no es una solución para dificultades psicosociales. Por el contrario, tras el aborto persiste la crisis y se añade el riesgo de consecuencias psíquicas nuevas y más graves.

El aborto no sólo aniquila una vida humana no nacida, sino que también arruina la psique de la mujer. A consecuencia del gran número de abortos que se practican está apareciendo un ejército de mujeres con graves neurosis. Además, en estos casos los pronósticos de éxito de la psicoterapia no son especialmente favorables, por no mencionar las repercusiones sobre el cónyuge y los hijos. Las encuestas arrojan proporciones de hasta el 50% de uniones que se rompen después de un aborto.

 

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