Los niños que nunca
se olvidan
(ACEPRENSA)
En muchos templos budistas de Japón hay miles de mizuko
iiko, estatuillas que representan a niños abortados. Sus padres
acuden allí en señal de arrepentimiento y duelo. Sheryl WuDunn describe esta
costumbre en New York Times (25-1-96).
( ... ) En Japón, el aborto no es un motivo de
polémica que divida al país. El aborto, que es legal en los primeros cinco
meses de embarazo, apenas provoca algún murmullo. No hay manifestaciones
delante de clínicas abortistas, no se discute la posibilidad de prohibir el aborto,
y los políticos no se pronuncian sobre la cuestión. Las últimas restricciones
legales se suprimieron en 1948. Así pues, es llamativo que en un país donde
prácticamente todos creen que el aborto es un asunto sobre el que corresponde
decidir a la mujer, muchas mujeres sientan tanta desazón después de ejercer su
derecho al aborto.
Las pruebas de este incesante pero callado duelo son las decenas de
miles de mizuko jiko o guardianes de fetos abortados, o perdidos por
aborto espontaneo, así como niños nacidos muertos o fallecidos a edad muy
temprana. Mujeres -y a veces hombres- acuden a los templos diseminados por todo
el país para expresar su pena, miedo, desasosiego y esperanza de perdón.
En muchos casos, lo que lleva a las jóvenes japonesas a visitar los
templos budistas después del aborto es el miedo: un temor supersticioso de que
su secreta culpa atraiga la maldición sobre ellas o sus futuros hijos. Pero
también hay sentimientos más profundos.
"Si has asesinado a alguien, la culpa te acompañará durante toda
la vida, nunca desaparecerá", dice un agente de ventas de 27 años. Sus
palabras hacen que su novia, que esta junto a él delante de un mizuko jiko, rompa
en sollozos. Los dos decidieron abortar, principalmente por no estar casados.
"Hablamos mucho de eso -dice ella, de 24 años-. Nunca lo diré a mi
familia".
Los que como ellos vienen a los templos pagan una cantidad por
adoptar un mizuko y grabar sus nombres en la estatuilla. Para ellos, el mizuko
representa a su propio hijo muerto, que vive en el templo. Visten las
figuras como a recién nacidos: les ponen baberos, prendas de punto hechas a
mano, botines o gorros contra el frío. Y derraman agua sobre las figuras para
calmarles la sed. ( ... ) La idea de vestir y visitar los mizuko jiko no
surgió hasta la postguerra, y se ha relacionado sobre todo con el aborto
provocado, más que con el espontáneo o con los casos de niños nacidos muertos.
"Los que mueren a edad muy temprana se sienten desgraciados
-dice Myoshun Nagata, sacerdotisa del templlo Jikeiin, situado a las afueras de
Tokio-. La gente viene a confortarlos y aliviarlos de todos sus
sufrimientos".
Un día, hace veinte años, un ginecólogo acudió a Nagata y le explicó
que al cabo de los años había practicado tantos abortos y había visto tantos
fetos desfigurados, que quería purificarse. Le pidió que celebrara una
ceremonia budista especial para él. Nagata así lo hizo, y desde entonces
preside con regularidad ceremonias de este género. Las celebra en una pequeña
estancia de paredes doradas, impregnada del olor del incienso, iluminada con
velas y decorada con cientos de estatuillas.