Carta de los Agentes de la Salud (I):
Introducción. Engendrar
PRESENTACIÓN *
INTRODUCCIÓN *
Ministros de la vida *
Al servicio de la vida *
Presencia vigilante y
solicita *
Relación interpersonal de
confianza y de conciencia *
Actitud de simpatía *
Visión integral del enfermo *
Entrega total del agente de
la salud *
Colaboración ministerial al
amor de Dios *
Encuentro integrante entre
profesión, vocación y misión *
Participación en la acción
pastoral de la Iglesia *
Competencia
técnico-profesional *
Responsabilidad ética *
Formación profesional
ético-religiosa *
Constitución de comités
éticos *
Ámbito: salud y sanidad *
Humanización de la medicina *
Garantía de la fidelidad
ética *
I. ENGENDRAR *
Valor y dignidad de la
procreación humana *
La manipulación genética *
Prospectiva del conocimiento
genético *
No a las manipulaciones que
alteran el genoma *
Sí a la manipulación de
células somáticas con fines curativos *
La regulación de la
fertilidad *
Procreación y colaboración
responsable con Dios *
Criterios para la valoración
moral *
Significados esponsales y
paternales *
Distinción ética entre
métodos naturales y medios artificiales *
Diferencia antropológica
entre métodos y medios *
Significado unitivo y
procreativo de los métodos *
Contribución para favorecer
esta concepción humana y cristiana *
La procreación artificial *
Originalidad del engendrar
humano *
Don de Dios y fruto del amor
conyugal *
Asistencia y jamás
sustitución del acto conyugal *
Procreación asistida en el
matrimonio *
No a la FIVET homóloga *
Diferencia entre deseo del
hijo y derecho al hijo *
Factores agravantes de la
fecundación in vitro *
Negatividad ética de la
FIVET heteróloga *
No a la fecundación
artificial de núbiles y convivientes *
No a la maternidad
sustitutiva *
Acogida de la vida como don
de Dios *
Procedimientos ulteriores
opuestos a la dignidad del embrión *
Testimonio del respeto
debido a la originalidad del engendrar humano *
Servicio a la integridad y
al bienestar psicofísico de la persona *
De la concepción a la muerte
natural *
PRESENTACIÓN
Fruto de la larga, atenta y
multidisciplinaria preparación sale ahora la publicación, por iniciativa del
Pontificio Consejo para la Pastoral de los Agentes Sanitarios, la Carta de
los Agentes de la Salud.
En las vicisitudes humanas
nada es casual; inclusive las coincidencias cronológicas pueden asumir
significados emblemáticos. El esperado documento, en efecto, sale a la luz a
pocos meses de que la Pontificia Academia para la Vida, fuese instituida (11
Febrero 1994) por el Santo Padre Juan Pablo II. Academia que, idealmente,
operativamente y por finalidad estatutaria, está estrechamente asociada a los
objetivos y tareas del Dicasterio para la Pastoral de los Agentes Sanitarios.
No es menos halagador el
hecho de que la Congregación para la Doctrina de la Fe haya aprobado y
confirmado prontamente y en su totalidad el texto de la Carta, sometido
a su consideración: una razón más para reconocerle plena validez y segura
autoridad, como también una concreta confirmación de la eficacia de la
cooperación interdicasterial, expresamente auspiciada por el Motu Proprio estableciendo
el Pontificio Consejo para la Pastoral de los Agentes Sanitarios.
Múltiples motivos
recomiendan el estudio, el conocimiento. la difusión y la aplicación de la
directiva contenida en este código deontológico de los agentes de la salud. Su
publicación cubre una laguna fuertemente advertida no sólo en la Iglesia sino
también de quienes se reconocen en el empeño primario que ella cumple en la
promoción de la defensa de la vida.
Los extraordinarios progresos
de la ciencia y de la técnica en el vastísimo campo de la sanidad y de la salud
han convertido en disciplina específica a aquella que actualmente se denomina Bioética,
o ética de la vida. Esto explica por qué, sobre todo a partir de Pío XII,
el Magisterio de la Iglesia ha intervenido con creciente atención, con
coherente firmeza y con directivas siempre más explícitas sobre todos los
complejos problemas implicados en la inseparable relación existente entre
medicina y moral. Ninguno de estos problemas puede actualmente considerarse
terreno neutro cuando se confrontan la ética hipocrática y la moral cristiana.
De aquí la exigencia, rigurosamente respetada por la Carta de los Agentes de
la Salud, de ofrecer una síntesis orgánica y exhaustiva de la posición de
la Iglesia sobre todo aquello que pertenece a la afirmación, en el campo de la
salud, del valor primario y absoluto de la vida: de toda la vida y de la vida
de cada ser humano.
Por esta razón, después de
presentar en la Introducción la figura y deberes esenciales de los agentes de
la salud, o mejor, «ministros de la vida», la Carta concentra sus
directivas en torno al triple tema del generar, del vivir y del morir.
Y con el fin de que -como frecuentemente sucede- la interpretación opinable
no prevalezca sobre la validez objetiva de los contenidos, en la redacción del
documento se ha preferido, casi siempre, ceder directamente la palabra a las
intervenciones de los Sumos Pontífices o de los textos autorizados publicados
por los Dicasterios de la Curia Romana. Intervenciones que de muestran hasta la
evidencia cómo la posición de la Iglesia sobre los problemas fundamentales de
la bioética, manteniendo firmes los límites insuperables de la promoción de la
vida, es altamente constructiva y abierta al verdadero progreso de la ciencia y
de la técnica, cuando éste se une con el de la civilización.
En el párrafo inicial de la Carta
se dice que la actividad del agente de la salud es «una forma de testimonio
cristiano» .
Con humildad, pero también
con firmeza, podemos creer que la Carta de los Agentes de la Salud se
inscribe en el compromiso de la «nueva evangelización» que, en el servicio de
la vida, basado en el ejemplo del ministerio de Cristo, adquiere su momento
cualificante en especial en aquellos que sufren.
El auspicio es, por tanto,
que este instrumento de trabajo se convierta en parte integrante de la
formación inicial y permanente de los agentes de la salud, de manera que su
testimonio sea demostración de que en la defensa de la vida, la Iglesia abre su
corazón y sus brazos a todos los hombres, porque a todos los hombres se dirige
el mensaje de Cristo.
Card. Fiorenzo Angelini
Presidente del Consejo
Pontificio para la Pastoral de los Agentes Sanitarios
1. La actividad de los
agentes de la salud tiene el alto valor del servicio a la vida. Es la expresión
de un empeño profundamente humano y cristiano, asumido y desarrollado como
actividad no sólo técnica sino de un entregarse total e incondicionalmente y de
amor al prójimo. Tal actividad es «una forma de testimonio cristiano». «Su
profesión les exige ser custodios y servidores de la vida humana»*.
La vida es un bien primario
y fundamental de la persona humana. En el cuidado de la vida se expresa, pues,
ante todo, una obra verdaderamente humana al tutelar la vida física.
Presencia
vigilante y solicita
A ella dedican la propia
actividad profesional o voluntaria los agentes de la salud. Son médicos,
enfermeras, farmacéuticos, capellanes hospitalarios, religiosos, religiosas,
administradores, voluntarios del sufrimiento, comprometidos en diversa formas
en la profilaxis, tratamiento y rehabilitación de la salud humana. Modalidad
primaria y emblemática de «darse al cuidado» es su presencia vigilante y
solicita al lado de los enfermos. En ella la actividad médica y de
enfermería expresan su alto valor humano y cristiano.
Relación
interpersonal de confianza y de conciencia
2. La actividad
médico-sanitaria se funda sobre una relación interpersonal, de naturaleza particular.
Ella es «un encuentro entre una confianza y una conciencia». La «confianza» de
un hombre marcado por el sufrimiento y la enfermedad, y por tanto necesitado,
el cual se confía a la conciencia de otro hombre que puede hacerse cargo de su
necesidad y que lo va a encontrar para asistirlo, cuidarlo, sanarlo. Éste es el
agente de la salud.
Para él «el paciente no es
solamente un caso clínico» -un individuo anónimo sobre el cual aplica el fruto
de los propios conocimientos- sino siempre un «hombre enfermo», hacia el cual
«adopta una actitud sincera de simpatía» en el sentido etimológico del término.
Lo cual exige amor:
disponibilidad, atención, comprensión, benevolencia, paciencia, diálogo. No
bastan «la pericia científica y profesional», se precisa también «la
participación personal en las situaciones concretas del paciente individual».
3. Salvaguardar, recuperar y
mejorar el estado de salud significa servir a la vida en su totalidad. En
efecto, «enfermedad y sufrimiento son fenómenos que, escrutados a fondo,
plantean siempre interrogantes que van más allá de la misma medicina para tocar
la esencia de la condición humana en este mundo. Se comprende por tanto
fácilmente qué importancia reviste, en los servicios socio-sanitarios, la
presencia... de los agentes de la salud, que sean guiados por una visión
integralmente humana de la enfermedad y sepan actuar en consecuencia con un
acercamiento profundamente humano al enfermo que sufre.
Entrega
total del agente de la salud
En este sentido el agente de
la salud, cuando está verdaderamente animado del espíritu cristiano, descubre
más fácilmente la exigente dimensión misionera propia de su profesión: en ella
efectivamente: «allí está implicada toda su humanidad y le es requerida una
entrega total».
Decir misión es decir vocación:
respuesta a una llamada trascendente que toma forma en el rostro sufriente
e invocante del paciente confiado a los propios cuidados. «Así que cuidar con
amor un enfermo es cumplir una misión divina que sólo puede ser motivada y
sostenida por un compromiso más desinteresado, disponible y fiel y le da a esto
un valor sacerdotal». «Presentando el núcleo central de su misión redentora, Jesús
dice: "Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia" (Jn
1O,1O) (...). Pero es precisamente en esa "vida" "donde
encuentran pleno significado todos los aspectos y momentos de la vida del
hombre"»*.
EL agente de la salud es el Buen
samaritano de la parábola, que se para al lado del hombre herido,
haciéndose su «prójimo» en la caridad (cf. Lc 1O, 29-37).
Colaboración
ministerial al amor de Dios
Esto significa que la
actividad médico-sanitaria es un instrumento ministerial del amor exclusivo de
Dios por el hombre sufriente; y a la vez obra de amor por Dios, que se
manifiesta en el cuidado amoroso al hombre. Para el cristiano es continuación
actualizante de la caridad terapéutica de Cristo, el cual «pasó haciendo el
bien y sanando a todos» (Act 1O, 38). Y al mismo tiempo caridad directa
a Cristo: es Él el enfermo -«estaba enfermo»- que toma el rostro del hermano
sufriente; puesto que Él retiene dirigido hacia sí mismo -«lo habéis hecho a
mí»- los cuidados plenos de amor por el hermano (cf. Mt 25, 31-4O).
Encuentro
integrante entre profesión, vocación y misión
Profesión, vocación y misión
se encuentran y, en la visión cristiana de la vida y de la salud, se integran
recíprocamente. Bajo esta luz, la actividad médico sanitaria toma un nuevo y
más alto sentido como «servicio a la vida» y el «ministerio terapéutico». Ministro
de la vida, el agente de la salud es «ministro de aquel Dios, que en la
Escritura es presentado como 'amante de la vida'» (Sap 11, 26). Servir
a la vida es servir a Dios en el hombre: volverse «colaborador de Dios en la
recuperación de la salud del cuerpo enfermo» y dar alabanza y gloria a Dios en
la acogida amorosa de la vida, sobre todo si está débil y enferma.
Participación
en la acción pastoral de la Iglesia
5. La Iglesia, que considera
«el servicio a los enfermos como parte integrante de su misión», lo asume como
momento de su ministerio. «La Iglesia... ha mirado siempre la medicina como un
soporte importante de la propia misión redentora cuando se confronta con el
hombre.» En efecto, «el servicio al espíritu del hombre no puede efectuarse
plenamente, sino poniéndose como servicio a su unidad psicofísica. La Iglesia
sabe bien que el mal físico aprisiona el espíritu, así como el mal del espíritu
somete el cuerpo».
Esto significa que el ministerio
terapéutico de los agentes de la salud participa de la acción pastoral y
evangelizadora de la Iglesia. El servicio a la vida se convierte en ministerio
de salvación, o sea, anuncio que realiza el amor redentor de Cristo. «Médicos,
enfermeros, los otros agentes de la salud, voluntarios, son llamados a ser la
imagen viva de Cristo y de su Iglesia en el amor hacia los enfermos y los que
sufren»: testimonios del «evangelio de la vida».
Competencia
técnico-profesional
6. El servicio a la vida es
tal sólo en la fidelidad a la ley moral, que de ella expresa con
exigencia el valor y los deberes. Más allá de una competencia
técnico-profesional, existen para el agente de la salud responsabilidades
éticas. «La norma ética, fundada sobre el respeto de la dignidad de la persona
y de los derechos de los pacientes, debe iluminar y disciplinar tanto la fase
de la investigación, como también la de la aplicación de los resultados
obtenidos en ella. En la fidelidad a la norma moral, el agente de la salud vive
su fidelidad al hombre, de cuyo valor la norma es garante, y a Dios, de cuya
sabiduría la norma es expresión.
El toma su directiva de
comportamiento de aquel campo particular de la ética normativa que hoy se
denomina Bioética. Sobre ella, con vigilante y cuidadosa atención, se ha
pronunciado el Magisterio de la Iglesia, con relación a cuestiones y conflictos
surgidos del progreso biomédico y del cambiante ethos cultural. Este
magisterio bioético constituye para el agente de la salud, católico o no
católico, una fuente de principios y normas de comportamiento que le iluminan
la conciencia y le orientan -especialmente en la complejidad de la actual
posibilidad biotecnológica- a hacer elecciones siempre respetuosas de la vida y
de su dignidad.
Formación
profesional ético-religiosa
7. EL continuo progreso de
la medicina requiere de parte del agente de la salud una seria preparación y
formación continua, para mantener, también mediante estudio personal, la
exigida competencia y el debido prestigio profesional.
De la misma manera debe ser
cultivada una sólida «formación ético-religiosa de los agentes de la salud»,
que «promueva en ellos el culto de los valores humanos y cristianos y la
delicadeza de su conciencia moral». Es necesario «hacer crecer en ellos una fe
auténtica y el verdadero sentido de la moral, en la búsqueda sincera de una
relación religiosa con Dios, en la cual encuentra fundamento todo ideal de
bondad y de verdad.
«Todos los agentes de la salud
sean formados en materia moral y en la bioética». Para tal finalidad los
responsables de la formación deben empeñarse en la institución de cátedras y
cursos de bioética.
Constitución
de comités éticos
8. Los agentes de la salud,
los médicos en particular, no pueden ser dejados solos y cargados de
responsabilidades insostenibles, ante casos clínicos cada vez más complejos y
problemáticos, debidos a las posibilidades biotecnológicas, muchas de las
cuales en fase experimental, de que dispone la medicina actual, y de la
relevancia socio-sanitaria de ciertas cuestiones.
Para facilitar tales
opciones y mantener una vigilancia sobre ellas, han de favorecerse, en los
principales centros hospitalarios, la constitución de comités éticos. En
ellos la competencia y valoración médica se confronta e integra con la de
otros que también están presentes al lado del paciente, tutelando la dignidad
de éstos y la misma responsabilidad médica.
9. El ámbito de acción de
los agentes de la salud está constituido, en general, de cuanto concierne y
está comprendido en los términos y conceptos ante todo de salud y de sanidad.
Con el término y concepto de
salud se entiende todo lo que se refiere a la prevención, al diagnóstico, al
tratamiento y a la rehabilitación para el mejor equilibrio y bienestar físico,
psíquico y espiritual de la persona. Por sanidad se entiende en cambio todo lo
que atañe a la política, la legislación, la programación y la estructura
sanitaria.
El concepto integral de
salud se refleja directamente incluso sobre el de la sanidad. En efecto «las
instituciones son muy importantes e indispensables; pero ninguna institución
puede por sí sola sustituir el corazón humano, la compasión humana, el amor
humano, la iniciativa humana, cuando se trata de encontrarse con el sufrimiento
del otro».
EL encuentro y la síntesis
en la praxis de las exigencias y de los deberes suscitados de los conceptos de
salud y sanidad constituyen el fundamento y la vía de humanización de la medicina.
Ésta ha de practicarse conjuntamente ya sea en el plano personal-profesional:
relación médico-paciente; ya sea en el plano social-político: para defender en
las estructuras institucionales y tecnológicas, los intereses humano-cristianos
en la sociedad y las infraestructuras institucionales y tecnológicas. El
primero, no sin el segundo, en cuanto a la humanización, más allá que una obra
de amor-caridad, «responde a un deber de justicia». «Estos gestos construyen en
lo profundo la 'civilización del amor y de la vida', sin la cual la existencia
de las personas y de la sociedad pierde su significado más auténticamente
humano»*.
Garantía
de la fidelidad ética
1O. La presente Carta quiere
garantizar la fidelidad ética del agente de la salud: las elecciones y
comportamientos en los cuales toma cuerpo el servicio a la vida.
Esta fidelidad viene
delineada siguiendo el camino de la existencia humana: el generar, el vivir, el
morir, como referencia de reflexiones ético-pastorales.
Valor
y dignidad de la procreación humana
11. «En el relato bíblico,
la distinción entre el hombre y las demás criaturas se manifiesta sobre todo en
el hecho de que sólo su creación se presenta como fruto de una especial
decisión por parte de Dios, de una deliberación que establece un vínculo
particular y específico con el Creador: 'Hagamos al ser humano a nuestra
imagen, como semejanza nuestra' (Gen 1, 26). La vida que Dios
ofrece al hombre es un don con el que Dios comparte algo de sí mismo con la
criatura» .
«El mismo Dios, que dijo 'no
es bueno que el hombre esté solo' (Gen 2, 18) (...), queriendo
comunicarle cierta participación especial en su propia obra creadora, bendijo
al varón y a la mujer diciendo: 'Creced y multiplicaos' (Gen 1, 28)
(...). La generación de un hijo es un acontecimiento profundamente humano y
altamente religioso, en cuanto implica a los cónyuges que forman 'una sola
carne' (Gen 2, 24) (...), como colaboradores de Dios Creador».
Los agentes de la salud cumplen su servicio cuando ayudan a los padres a
procrear con responsabilidad, favoreciendo las condiciones, removiendo las
dificultades y tutelándola de un tecnicismo invasor y no digno del procrear
humano.
Prospectiva
del conocimiento genético
12. El conocimiento siempre
más extenso del patrimonio genético [genoma] humano, la individualización y el
trazado del mapa de los genes (mapa genético) con la posibilidad de
transferirlos, modificarlos o sustituirlos, abre inéditas prospectivas a la
medicina y contemporáneamente plantea nuevos y delicados problemas éticos.
Distinción ética:
intervenciones curativas y las que alteran el patrimonio genético
En la valoración moral se
debe distinguir la manipulación estrictamente terapéutica, cuyo objetivo
es el tratamiento de enfermedades debidas a anomalías génicas o cromosómicas
[terapia génica], de la manipulación que altera el patrimonio genético
humano. La intervención curativa, llamada también «cirugía genética», «es
considerada en principio permisible, porque tiende a la verdadera promoción del
bienestar personal del hombre, sin menoscabar su integridad o deteriorar sus
condiciones de vida».
No
a las manipulaciones que alteran el genoma
13. Las intervenciones que
no son propiamente curativas, sino que miran a la «producción de seres humanos
seleccionados según el sexo u otra cualidad preestablecida», o en cualquier
caso que alteren la dotación genética del individuo y de la especie humana,
«son contrarias a la dignidad personal del ser humano, a su integridad y a su
identidad. Por esta razón de ningún modo pueden ser justificadas en vistas de
eventuales consecuencias benéficas para la humanidad futura»:
«ninguna utilidad social o científica y ninguna motivación ideológica podrán
jamás motivar una intervención sobre el genoma humano que no sea terapéutica,
es decir, que en sí misma sea finalizada según el desarrollo natural del ser
humano».
Sí
a la manipulación de células somáticas con fines curativos
14. En cada caso este género
de intervenciones «no debe perjudicar el origen de la vida humana, es decir, la
procreación ligada a la unión no solamente biológica sino también espiritual de
los padres, unidos por el vínculo del matrimonio».
Las valoraciones éticas
negativas, aquí delineadas, se refieren a cada intervención de manipulación
genética que atañe a los embriones. En cambio no suscitan cuestiones morales ni
la manipulación de células somáticas humanas con fines curativos como tampoco
la manipulación de células animales o vegetales con fines farmacéuticos.
La
regulación de la fertilidad
Procreación
y colaboración responsable con Dios
15. «La verdadera práctica
del amor conyugal y toda la estructura de la vida familiar que de él nace, sin
posponer los otros fines del matrimonio, tienden a que los cónyuges, con
fortaleza de ánimo, estén dispuestos a cooperar con el amor del Creador y del
Salvador que a través de ellos continuamente dilata y enriquece su familia».
«Cuando de la unión conyugal de los dos nace un nuevo hombre, éste trae consigo
al mundo una particular imagen y semejanza de Dios mismo: en la biología de
la generación está inscrita la genealogía de la persona (...). En la
concepción y generación de un nuevo ser humano, no nos referimos sólo al
aspecto biológico sino a la continuación de la creación».
«La paternidad responsable
se ejercita, ya sea con la deliberación ponderada y generosa de hacer crecer
una familia numerosa, ya sea con la decisión tomada por motivos graves y en el
respeto de la ley moral de evitar temporalmente o por tiempo indeterminado»,
una nueva concepción. En este segundo caso se ubica el problema de la
regulación de la fertilidad.
Criterios
para la valoración moral
16. En la evaluación de los
comportamientos en orden a esta regulación, el juicio moral «no depende sólo de
la sincera intención y de la evaluación de los motivos, sino que va determinado
por criterios objetivos, que tienen su fundamento en la dignidad misma de la
persona humana y de sus actos». Se trata de la dignidad del hombre y de la
mujer y de su más íntima relación. El respeto a esta dignidad decide la verdad
del amor conyugal.
El acto conyugal expresa la
«conexión indivisible entre los dos significados del acto: el significado
unitivo y el significado procreativo». Los actos en efecto con los cuales los
cónyuges realizan plenamente e intensifican su unión son los mismos que
generan la vida y viceversa.
Significados
esponsales y paternales
El amor que asume el
«lenguaje del cuerpo» en su expresión es al mismo tiempo unitivo y procreativo:
«comporta claramente 'significados esponsales' y paternales conjuntamente».
Esta conexión es intrínseca al acto conyugal: «el hombre no la puede romper por
su propia iniciativa», sin desmentir la dignidad propia de la persona y «la
verdad interior del amor conyugal».
Distinción
ética entre métodos naturales y medios artificiales
17. Por tanto, mientras es
lícito, por motivos graves, valerse del conocimiento de la fertilidad de la
mujer, renunciando al uso del matrimonio en los períodos de fecundidad, resulta
ilícito el recurso de los medios contraceptivos.
Los métodos naturales
implican un acto conyugal que, de una parte, no dan lugar a una nueva vida y,
de la otra, permanece todavía en sí mismo destinado a la vida' *. «Precisamente este respeto
legitima, al servicio de la responsabilidad de la procreación, el recurso a
los métodos naturales de regulación de la fertilidad: éstos han sido
precisados cada vez mejor desde el punto de vista científico y ofrecen
posibilidades concretas para adoptar decisiones en armonía con los valores
morales»
Los medios artificiales
contradicen «la naturaleza del hombre y de la mujer y la de su más íntima
relación». Aquí la unión sexual queda separada de la procreación: el acto se ve
privado de su natural apertura a la vida. «Así se deforma y falsifica el
contenido originario de la sexualidad humana, y los dos significados, unitivo y
procreativo, innatos a la naturaleza misma del acto conyugal, son separados
artificialmente. De este modo, se traiciona la unión y la fecundidad se somete
al arbitrio del hombre y de la mujer»
Esto sucede con «cada acción
que, o en previsión del acto conyugal, o en su cumplimiento, o en el desarrollo
de sus consecuencias naturales se proponga, como finalidad o como medio, hacer
imposible la procreación».
Diferencia
antropológica entre métodos y medios
18. Surge así «la diferencia
antropológica y al mismo tiempo moral que existe entre la contracepción y el
recurso de los ritmos temporales»
«No se trata de una
distinción a nivel simplemente de técnicas o de métodos, en los cuales el
elemento decisivo estaría constituido por el carácter artificial o natural del
procedimiento. Es una diferencia que involucra «dos concepciones de la persona
y de la sexualidad humana irreductibles entre sí».
Es necesario ahora reconocer
y motivar la «diferencia»: «la razón última de cada método natural no es
simplemente su eficacia o importancia biológica, sino su coherencia con la
visión cristiana de la sexualidad expresiva del amor conyugal». «Se afirma con
frecuencia que la anticoncepción, segura y asequible a todos, es el
remedio más eficaz contra el aborto (...). La objeción, mirándolo bien, se
revela en realidad falaz. (...) De hecho, la cultura abortista está
particularmente desarrollada justo en los ambientes que rechazan la enseñanza
de la Iglesia sobre la anticoncepción».
Significado
unitivo y procreativo de los métodos
19. Más que como
instrucciones de uso, los métodos naturales responden al significado atribuido
al amor conyugal, que dirige y determina la vivencia de la pareja: «La elección
de los ritmos naturales comporta la aceptación del tiempo de la persona, es
decir, el de la mujer, y con esto también aceptar el diálogo, el respeto
recíproco, la responsabilidad común, el dominio de sí. En este contexto la
comunión conyugal viene enriquecida con los valores de ternura y de
afectividad, los cuales constituyen el alma profunda de la sexualidad humana,
aun en su dimensión física».
Contribución
para favorecer esta concepción humana y cristiana
20. Los agentes de la salud
pueden contribuir, según su propia oportunidad, a favorecer esta concepción
humana y cristiana de la sexualidad, haciendo accesible a los cónyuges, y
primero aun a los jóvenes, el conocimiento necesario para un comportamiento
responsable y respetuoso de la dignidad peculiar de la sexualidad humana.
Esto explica por qué la
Iglesia apela también a la «responsabilidad» de los agentes de salud para
«ayudar con efectividad a los cónyuges a vivir su amor en el respeto a la
estructura y la finalidad del acto conyugal que lo expresa».
Originalidad
del engendrar humano
21. La aplicación al hombre
de biotecnologías deducidas de la fecundación de animales, ha hecho posibles
diversas intervenciones sobre la procreación humana, suscitando graves
cuestiones de licitud moral. «Las distintas técnicas de reproducción
artificial, que parecerían puestas al servicio de la vida y que son
practicadas no pocas veces con esta intención, en realidad dan pie a nuevos
atentados contra la vida».
E1 criterio ético valorativo
está aquí señalado por la originalidad del engendrar humano, que «deriva de la
originalidad misma de la persona humana». «La transmisión de la vida humana es
confiada por la naturaleza a un acto personal y consciente y, como tal, sujeto
a las santísimas leyes de Dios: leyes inmutables e inviolables que deben ser
reconocidas y observadas». Tal acto personal es la íntima unión de amor de
los esposos, los cuales donándose en totalidad recíprocamente, donan la vida.
Es un único e indivisible acto, conjuntamente unitivo y
procreativo, conyugal y de paternidad
Este acto -«expresión del
don recíproco que, según la palabra de la Escritura, realiza la unión 'en una
sola carne'» es el centro de la fuente de la vida.
Don
de Dios y fruto del amor conyugal
22. E1 hombre no tiene la
libertad de desconocer y desatender los significados y los valores intrínsecos
a la vida humana desde que nace. «Es por esto que no se pueden usar medios y
seguir leyes que pueden ser lícitas en la transmisión de la vida de las plantas
y de los animales». La dignidad de la persona humana exige que ésta venga a la
existencia como don de Dios y fruto del acto conyugal, propio y específico del
amor unitivo y procreativo entre los esposos, acto que por su misma naturaleza
resulta insustituible.
Asistencia
y jamás sustitución del acto conyugal
Cada medio e intervención
médica, en el ámbito de la procreación debe tener una función de asistencia y
jamás de sustitución del acto conyugal. En efecto, «el médico está al servicio de
las personas y de la procreación humana: no tiene facultad de disponer ni de
decidir sobre ellas. La intervención médica es respetuosa de la dignidad de las
personas cuando tiene por fin ayudar al acto conyugal. En cambio, a veces
sucede que la intervención médica sustituye al acto conyugal: en este caso la
acción médica no resulta, como debería, al servicio de la unión conyugal, sino
que se apropia de la función procreadora y así contradice a la dignidad y a los
derechos inalienables de los esposos y del niño que va a nacer»
Procreación
asistida en el matrimonio
23. «No se proscribe
necesariamente el uso de algunos medios artificiales destinados únicamente ya
sea a facilitar el acto natural, ya sea a procurar el logro del propio fin del
acto natural normalmente realizado». Es el caso de la inseminación
artificial homóloga, o sea, dentro del matrimonio con semen del cónyuge,
cuando ése es obtenido a través del acto conyugal normal.
24. Es ilícita la FIVET (Fertilización
in vitro con embrión transferido) homóloga porque la concepción no proviene
de la realización del acto conyugal -«el fruto del acto conyugal específico del
amor entre los esposos»- sino de fuera: in vitro, por obra de técnicas
que le determinan sus condiciones y deciden su actuación. La FIVET responde no
a la lógica de la «donación», que connota el generar humano, sino de la
«producción», y del «dominio», propia de los objetos y de los efectos. Aquí el
hijo no nace como «don» de amor, sino como «producto» de laboratorio.
«En sí misma» la FIVET
«disocia los gestos que están destinados a la fecundación humana del acto
conyugal», acto «indivisiblemente corporal y espiritual». La fecundación se
efectúa fuera del cuerpo de los cónyuges. Ésta no es «ni de hecho obtenida ni
positivamente querida como la expresión y el fruto de un acto específico de la
unión conyugal», sino como el «resultado» de una intervención técnica. El
hombre «no considera ya la vida como un don espléndido de Dios, una realidad
'sagrada' confiada a su responsabilidad y, por tanto, a su custodia amorosa, a
su 'veneración'. La vida llega a ser simplemente 'una cosa', que el hombre
reivindica como su propiedad exclusiva, totalmente dominable y manipulable».
Diferencia
entre deseo del hijo y derecho al hijo
25. E1 deseo del hijo,
aunque sincero e intenso, de parte de los cónyuges, no legitima el recurso de
técnicas contrarias a la verdad del engendrar humano y a la dignidad del nuevo
ser humano.
E1 deseo del hijo no origina
ningún derecho al hijo. Éste es persona, con dignidad de «sujeto». En cuanto
tal no puede ser querido como «objeto» de derecho. E1 hijo es más bien sujeto
de derecho: el hijo tiene el derecho a ser concebido en el pleno respeto de su
ser persona.
Factores
agravantes de la fecundación in vitro
26. Además de estas razones
intrínsecas a la dignidad de la persona y a su concepción, contribuyen también circunstancias
y consecuencias relativas al modo como es practicada hoy la F1VET homóloga
que la hacen moralmente inadmisible.
Ésta en efecto se obtiene a
costa de numerosas pérdidas embrionarias, que son abortos procurados. Puede
comportar además el congelamiento, lo que significa la suspensión de la vida,
de los embriones así llamados «supernumerarios» y frecuentemente también su
destrucción. Éstos son «utilizados para investigaciones que, bajo el pretexto
del progreso científico o médico, reducen en realidad la vida humana a simple
'material biológico' del que se puede disponer libremente».
Es inaceptable la
inseminación «post mortem», o sea con semen, depositado en vida, del cónyuge
difunto.
Se trata de factores
agravantes de un procedimiento técnico que ya en sí mismo es moralmente ilícito
y que permanece como tal aun sin ellos.
Negatividad
ética de la FIVET heteróloga
27. Las técnicas heterólogas
están «marcadas» por la «negatividad ética» de una concepción disociada del
matrimonio. E1 recurso de gametos de personas extrañas a los esposos es
contraria a la unidad del matrimonio y a la fidelidad de los esposos y
perjudica el derecho del hijo a ser concebido y traído al mundo en el
matrimonio y por el matrimonio. La procreación entonces «manifiesta el propio
deseo, o incluso la propia voluntad, de tener un hijo 'a toda costa', y no, en
cambio, por expresar la total acogida del otro y, por tanto, la apertura a la
riqueza de vida de la que el hijo es portador».
Tales técnicas en efecto
desatienden la vocación común y unitaria de los cónyuges a la paternidad y a la
maternidad -a «convertirse en padre y madre solamente uno a través del otro»- y
provocan una «ruptura entre paternidad genética, paternidad gestacional y
responsabilidad educativa», que repercute desde la familia a la sociedad.
Motivo ulterior de
deslegitimación es la comercialización y la selección eugenética de los
gametos.
No a la fecundación artificial de núbiles y convivientes
28. Por los mismos motivos,
agravados en la esencia del vínculo matrimonial, es moralmente inaceptable la
fecundación artificial de núbiles y convivientes. «Así se deforma y falsifica
el contenido originario de la sexualidad humana, y los dos significados,
unitivo y procreativo, innatos a la naturaleza misma del acto conyugal, son
separados artificialmente. De este modo, se traiciona la unión y la fecundidad
se somete al arbitrio del hombre y de la mujer».
No
a la maternidad sustitutiva
29. Igualmente contraria a
la dignidad de la mujer, a la unidad del matrimonio y a la dignidad de la
procreación de la persona humana es la maternidad «sustitutiva».
Implantar en el útero de una
mujer un embrión que le es genéticamente extraño como también fecundarla
solamente con el propósito de entregar el niño que va a nacer a un
destinatario, significa disociar la gestación de la maternidad, reduciéndola a
una incubación irrespetuosa de la dignidad y del derecho del hijo a ser «concebido,
llevado en el seno materno, traído al mundo y educado por sus propios padres».
Acogida
de la vida como don de Dios
30. El juicio de ilícito
moral concierne claramente a la modalidad por medio de la cual se obtiene la
fecundación humana y no al fruto de estas técnicas, que es siempre un ser
humano, para acoger como un don de la bondad de Dios y para educar con amor.
Procedimientos
ulteriores opuestos a la dignidad del embrión
31. Las técnicas de
fecundación artificial pueden abrir hoy el camino a experimentos o proyectos de
fecundación entre gametos humanos y animales, de gestación de embriones humanos
en úteros animales o artificiales, de reproducción asexual de seres humanos
mediante fisión gemelar, clonación, partenogénesis.
Tales procedimientos son opuestos
a la dignidad humana del embrión y de la procreación, por lo cual deben
considerarse moralmente reprobables.
Testimonio
del respeto debido a la originalidad del engendrar humano
32. Una medicina ordenada al
bien integral de la persona no puede prescindir de los principios éticos que
presiden el engendrar humano.
Éste es el motivo de la
«presente apelación» a médicos e investigadores a dar «un testimonio ejemplar
del respeto debido al embrión humano y a la dignidad de la procreación».
Servicio
a la integridad y al bienestar psicofísico de la persona
33. E1 servicio médico a la
vida acompaña el vivir de la persona a lo largo de toda la existencia terrenal.
Esto se convierte en protección, promoción y cuidado de la salud, o sea, de la
integridad y del bienestar psicofísico de la persona, en la cual la vida «toma
cuerpo».
Es un servicio fundado en la
dignidad de la persona humana y en el derecho a la vida y se expresa tanto en
la profilaxis, tratamiento y rehabilitación como también en la promoción de la
salud global del hombre.
De
la concepción a la muerte natural
Esta responsabilidad
compromete al agente de la salud en un servicio a la vida que va «desde su
primer inicio hasta su término natural», o sea «de la concepción a la muerte».
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