Se pide una legislación internacional
La posibilidad de clonar seres humanos
provoca temor y rechazo
Juan
Domínguez (aceprensa)
El logro de una oveja
clónica a partir de una célula de un ejemplar adulta supone un gran avance en
biotecnología, pero ha suscitado alarma ante la posibilidad de aplicar la nueva
técnica a los seres humanos. De las numerosas reacciones habidas en todo el
mundo desde que se conoció la noticia, prácticamente todas subrayan que la
clonación humana es inadmisible, y muchas piden que se reformen las leyes
nacionales e internacionales a fin de impedirla.
La inquietud se explica por
la relevancia del experimento realizado en Escocia por el equipo del embriólogo
Ian Wilmut, del Instituto Roslin (Edimburgo). Este organismo cuenta con el
patrocinio de la empresa de biotecnología PPL Therapeutics, que ha adquirido la
patente del procedimiento empleado. La finalidad de la investigación era
obtener animales que produzcan sustancias de utilidad terapéutica. Pero la
técnica usada en el ensayo parece abrir nuevas posibilidades de donar hombres.
Eso se ha hecho ya, al menos
una vez. En 1993, dos investigadores norteamericanos clonaron embriones
humanos, lo que provocó también rechazo unánime. Los embriones así obtenidos no
fueron implantados, por lo que no se sabe si podrían haberse desarrollado, cosa
que muchos dudan en general para el caso del hombre. En aquella ocasión se
empleó la dotación genética de células embrionarias, ya que se pensaba que la
clonación de animales superiores no es posible a partir de células ya
diferenciadas, tomadas de individuos adultos. Esto sólo se había hecho en
batracios, y con malos resultados.
Posible,
pero inaceptable
Así pues, Wilmut ha
conseguido la primera donación de un mamífero adulto, lo que induce a pensar
que lo mismo podría hacerse con un hombre. Esto dista mucho de ser seguro, pues
la nueva técnica es aún muy imperfecta (el nacimiento de la oveja "Dolly"
es el único éxito de 277 intentos) y, además, la especie humana presenta
mayores complicaciones. Pero si se consiguiera, se podrían hacer múltiples
"copias" de individuos humanos dotados de determinadas
características elegidas en los originales. Por ejemplo, una raza de esclavos,
según las elucubraciones difundidas en estos días, o —lo que no es tan
fantástico— una réplica del hijo muerto.
Sobre esto, Ian Wilmut ha
declarado que sería posible lograrlo, aunque no pronto. Y ha añadido que él
nunca lo hará: dice que no encuentra ningún "motivo clínico" para
clonar seres humanos y que, en cualquier caso, tal cosa sería "inaceptable
desde el punto de vista ético", además de ilegal en Gran Bretaña. Prueba
de sus buenas intenciones es que ha facilitado todos los datos del experimento
a la Autoridad en Fecundación y Embriología Humana (AFEH, el organismo
británico que vigila la práctica de la fecundación artificial), para ayudar a
impedir usos indebidos de la técnica.
Líderes
políticos piden dictámenes
Numerosas voces han hablado
en favor de medidas legales con ese fin. Daniel Tarschys, secretario general
del Consejo de Europa, ha pedido a los cuarenta Estados miembros que suscriban
la Convención Europea de Bioética, que proscribe la clonación humana. Jean-François
Mattéi, diputado francés activo en cuestiones bioéticas, cree necesario que la
ONU adopte una reglamentación mundial.
También ha habido
iniciativas de estudio. En Estados Unidos -país sin apenas regulación de la
procreación artificial-, Bill Clinton ha encargado a la Comisión Nacional
Consultiva de Bioética un informe sobre las consecuencias jurídicas y éticas de
la clonación. En el mismo país, Carl Feldbaum, presidente de la Organización de
la Industria Biotecnológica —que representa a 700 empresas y centros
especializados en este campo— reclama que la clonación humana se prohiba por
ley. Por su parte, la OMS ha convocado para fines de marzo una reunión de
experto; para estudiar el asunto.
Incluso en países donde ya
está prohibida la clonación de seres humano; ha habido voces de alarma, pues
algunos ven en las leyes vigentes agujeros por donde se podría colar la
aplicación en personas de la técnica ensayada en Escocia. Por ejemplo, la ley
británica de 1990 proscribe la transferencia de un núcleo celular a un embrión,
pero no a un óvulo, que es el caso de "Dolly". El presidente francés,
Jacques Chirac, ha pedido al Comité Consultivo Nacional de Ética que estudie si
la legislación francesa está bien adaptada a "las nuevas aplicaciones"
abiertas por la clonación, y que le proponga "las adaptaciones necesarias
para evitar todo riesgo de utilización de estas técnicas de clonación en el
hombre".
La ley española, de 1988, al
prohibir la donación, especifica como motivo del rechazo los fines de selección
de la raza, sin mencionar otros, como la obtención de un hijo para una pareja
estéril. Pero, en opinión de Juan Ramón Lacadena, catedrático de Genética de la
Universidad Complutense de Madrid, aunque la solución de la esterilidad de la
mujer no implique razones eugenésicas, en modo alguno sería aceptable la
clonación: "En definitiva, la propiedad de unicidad (ser único e
irrepetible) junto con la de unidad (ser uno solo) son fundamentales en el
proceso de individualización del ser humano".
Sin embargo, algunos
científicos han advertido que seña un error legislar apresuradamente para
evitar la clonación humana. Dicen que unas leyes poco pensadas podrían
perjudicar el desarrollo de las nuevas técnicas para fines beneficiosos. Así
opinan Harold Varrnus, director de los Institutos Nacionales de Salud
(Washington), o Guy Paillotin, presidente del Instituto Nacional de
Investigación Agronómica (Francia).
Hay también quienes no creen
que se pueda parar la clonación humana. El norteamericano Ronald Munson,
especialista en ética de la Universidad de Missouri, subraya que la técnica
precisa es relativamente simple: "No requiere esas complejas máquinas que
se necesitan para la experimentación nuclear", explica (The international
Herald Tribune, 25-11-97); de modo que no se podría impedir mediante un control
internacional de compraventa de tecnología, como en el caso de las armas
atómicas. Martin Johnsun, de la AFEH, dice lo mismo, y añade que basta que haya
alguien decidido a clonar hombres y el dinero suficiente, que no es tanto.
Precisamente, según han
señalado algunos comentaristas, el proceso que llevará a la clonación humana
—si ésta resulta técnicamente posible— ya está en marcha, merced a la práctica
de la procreación artificial. Así opina Jean-Yves Nau (Le Monde, 27-II-97), que
alude a la actual "instrumentalización de las células sexuales humanas y
de los primeros estadios de la vida embrionaria". Y concluye: "La
aceptación de prácticas como la de las madres de alquiler, la considerable
magnitud de los intereses en juego y el empuje incontrolado de una demanda
nacida, en la estela de la progresiva disociación entre sexualidad y
procreación, de la cosificación del embrión humano y de un derecho al hijo,
hacen que tal posibilidad [la clonación humana] ya no pueda, tras el nacimiento
de Dolly, clasificarse en la categoría de la ficción científica".
Algo semejante ha dicho el
teólogo Gino Concetti en L'Osservatore Romano (26-II-97), al recordar que —como
ya antes había declarado el magisterio de la Iglesia— son contrarios a la ética
"los intentos de obtener un ser humano sin alguna conexión con la
sexualidad". Ya con ocasión del experimento norteamericano de 1993, Elio
Sgreccia, director del Centro de Bioética (Universidad Católica de Roma),
subrayó que el error está en el origen: "Una vez emprendida la senda de la
disociación entre procreación y acto de amor conyugal, no es concebible poder
detener la serie de aplicaciones que de ahí se derivan".
Ejemplo de esta mentalidad es una de las pocas voces discordantes en el coro de condenas a la donación humana, la de Michael Saphiro, profesor de la Universidad de California Sur, conocido por sus libros sobre bioética. Para él, "no hay nada intrínsecamente malo en la reproducción asexual": la cuestión está en los motivos por los que se haría. Por ejemplo, dice, sería ilícito clonar hombres con el fin de conseguir órganos para transplantarlos al individuo original, pero no si unos padres quieren "recuperar" un hijo perdido.