Medicina selectiva

 Juan Domínguez (aceprensa)

 

En diversos países se ha planteado recientemente la cuestión de si se deben adoptar criterios generales para seleccionar a los enfermos que deben ser atendidos, cuando no hay recursos suficientes para todos o el coste del tratamiento es elevado.

Hace un año y medio, la Asociación Holandesa de Pediatría publicó un informe en el que proponía a los médicos algunos principios sobre la atención a bebes prematuros. En Holanda nacen anualmente unos trescientos de estos niños, que necesitan cuidados intensivos prolongados para sobrevivir; la mayoría de ellos mueren pese al tratamiento. La Asociación sugiere a los médicos que, al decidir si continúan con los cuidados, tengan en cuenta la "calidad de vida" que previsiblemente tendría el bebé si sobreviviere. E indica que el especialista puede suspender el tratamiento, con el consentimiento de los padres, previa consulta con un colega.

El caso de los prematuros fue discutido también en Dinamarca a principios de este año, cuando el Comité nacional de ética recomendó que no se reanimara a los bebés nacidos con menos de 28 semanas de gestación y menos de un kilo de peso. El Comité argumentaba que la mitad de esos niños mueren antes de un mes y que la quinta parte de los que sobreviven quedan con secuelas neuropsicológicas. El ministro de Sanidad rechazó la propuesta, por considerar que no se pueden fijar limites generales. Por otra parte, la OMS considera que las condiciones mínimas para que sobreviva un niño prematuro son 24 semanas de gestación y 500 g de peso.

Un poco antes, surgió la polémica en Dinamarca al saberse que varios hospitales habían establecido limites de edad para proporcionar cuidados intensivos a los pacientes aquejados de embolia o hemorragia cerebral. El hospital de Frederiksberg, cerca de Copenhague, publicó su decisión de no ingresar en la UCI ni dar rehabilitación a personas mayores de 71 años con esos episodios. Después se supo, merced a una encuesta de las autoridades regionales, que muchos otros hospitales hacen lo mismo. Esto no pudo menos de provocar una amplia reacción de inquietud en Dinamarca, donde un quinto de la población tiene más de 60 años. La Organización nacional de personas mayores envió una carta de queja al Ministerio de Sanidad. En Frederiksberg justifican la medida alegando que el hospital recibe de 300 a 400 casos anuales de derrame cerebral, mientras que sólo dispone de diez camas en la UCI, lo que obliga, dicen, a reservar esas atenciones a los pacientes más jóvenes, con familia a su cargo y que podrían reincorporarse a la actividad laboral. Pero algunos geriatras replican que lo acertado es decidir caso por caso, no según criterios generales.

Un debate similar suscitó el año pasado en Gran Bretaña la decisión, por parte de dos hospitales, de postergar a los fumadores al final de la lista de espera para recibir cirugía cardiaca. El equipo quirúrgico de uno de los centros expuso sus razones en el British Medical Journal: los fumadores tienen menos posibilidades de sobrevivir y su convalecencia es más larga y costosa, por lo que se debe dar preferencia a los otros enfermos. Esta opinión fue contestada por otros cirujanos, mientras que el Ministerio de Sanidad se inhibió, alegando que corresponde sólo a los médicos decidir en esos casos.

La escasez de recursos se manifiesta de modo especialmente agudo en los trasplantes. En España hay cerca de 6.000 pacientes en espera de un órgano, y no pocos mueren antes de recibirlo. Para no reducir las posibilidades de los nacionales, a principios del año pasado el Ministerio de Sanidad dicto un reglamento que excluye a los extranjeros de las listas de espera para trasplantes, salvo situaciones excepcionales. Francia y el Reino Unido habían tomado antes la misma decisión. En España, para que un extranjero tenga derecho a que se considere su petición de un trasplante, debe probar que la operación que necesita no se realiza en su país.

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