Los médicos dudan de la utilidad

del testamento vital

 

Estados Unidos: nueva ley sobre la autodeterminación del paciente

 

Según la ley sobre autodeterminación del paciente, que entró en vigor en Estados Unidos el mes pasado, al ingresar en un hospital público el paciente puede entregar a los médicos un documento en el que declare qué tratamientos desea que se le apliquen y cuáles no en caso de pérdida de conciencia o estado terminal. Esta disposición ha sido acogida con reserva por gran parte de los médicos, que dudan de la utilidad del llamado testamento vital. Un estudio publicado en The New England Journal of Medicine (5-XII-91) recoge las objeciones de los profesionales sanitarios. Los autores son un grupo de médicos, abogados y otros especialistas que pertenecen al Hastings Center (institución dedicada a los estudios de bioética), a diversas universidades o a otras organizaciones.

La ley aconseja, pero no impone a los pacientes que hagan el testamento vital, el cual es de obligado cumplimiento para los médicos. Por otra parte, tales declaraciones no tienen por qué consistir en una renuncia a recibir tratamientos en caso de enfermedad incurable: el paciente puede también exigir que se haga todo lo posible para prolongar su vida.

Muchos médicos, según el estudio mencionado, dudan de la utilidad y validez de esas declaraciones pues sostienen que los pacientes no pueden realmente prever cuáles serán sus preferencias en caso de enfermedad grave. Además, la gran mayoría de las personas saben poco de los procedimientos que existen para prolongar la vida. Esto hace que sus decisiones por anticipado tengan poco valor. Un médico podría encontrarse obligado a cumplir disposiciones manifiestamente inadecuadas, dictadas por un paciente que no había previsto la eventualidad efectivamente surgida. El problema ético sería especialmente agudo si el enfermo hubiera quedado incapaz de decidir. Algunos Estados reconocen expresamente el derecho del médico a la objeción de conciencia en tales casos. Por su parte, algunos médicos sostienen que, en esas situaciones, debe prevalecer el bien del paciente sobre las decisiones previamente tomadas por éste.

Otro inconveniente es que las instrucciones dejadas por el enfermo no pueden sino ser imprecisas. Así, todo testamento vital requiere una interpretación auténtica, que no es posible cuando el declarante ha perdido sus facultades. Para solventar esta dificultad, la ley permite que el paciente designe un apoderado para que decida en su lugar si él no es capaz. Pero los médicos creen que también el apoderado puede interpretar erróneamente la voluntad del paciente, por lo que sus decisiones no tienen necesariamente un especial valor, Asimismo, señalan que un apoderado, armado con su poder legal, podría tomar decisiones contrarias a las instrucciones del paciente.

A pesar de sus inconvenientes, los autores del estudio se manifiestan a favor del testamento vital. En su opinión, aunque es un instrumento imperfecto, no hay otro mejor para garantizar el respeto a la voluntad de los pacientes. Aun así, reconocen que la aplicación de la ley puede acarrear graves problemas. Uno de ellos sería que los hospitales, a fin de evitar demandas por incumplimiento de los deseos de los pacientes, transformaran la información previa al ingreso en una engorrosa entrevista para rellenar minuciosos e interminables formularios. Los centros sanitarios, entonces, encargarían de esa tarea al personal administrativo, para no robar tiempo a los médicos, lo que no favorecería la confianza de los pacientes en las verdaderos responsables de su tratamiento.

Los autores proponen que ese acto y, en su caso, la discusión del testamento vital, sea sólo una fase de la continuada relación que el médico ha de tener con el enfermo. Pero hay médicos que piensan que, entonces, el testamento vital no añade más que nuevos problemas al modo tradicional de llevar esa relación.

 

 

 

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