Sentido y sin sentido
del criterio de la calidad de la vida
Mattew
Habiger
Presidente
de Vida Humana Internacional
1. A donde
han conducido históricamente las decisiones sobre la calidad de la vida
La calidad de
la vida es un lema que se ha utilizado para justificar que la persona se quite
la vida (suicidio), mate a otra persona (eutanasia) a un grupo entero de
personas (eugenesia). El común denominador es la creencia de que algunas vidas
no valen la pena, y que ese tipo de persona tan sobrecargada de opresión
estaría mejor muerta que viva. Esto constituye una desviación radical de la
ética judeocristiana que enseña que la vida es siempre un regalo de Dios y que
únicamente Dios es el creador de la vida, y que sólo El puede determinar cuando
se ha de acabar la vida de cada cual.
En el fondo
de la cuestión de la eutanasia se encuentra la cuestión del sufrimiento humano.
¿Ha de evitarse este a toda costa, o puede lograrse mucho de bueno mediante la
redención por el sufrimiento humano?
a) El
ejemplo de Alemania
Tanto
Alemania como Holanda son buenos ejemplos de casos que deben estudiarse por los
resultados obtenidos de sus criterios sobre la calidad de la vida. En Alemania,
las raíces del plan de la eutanasia antecedió al ascenso de Hitler. En 1920, un
médico y u abogado, Alfred Hoche y Karl Binding respectivamente, ambos hombres
prominentes en sus campos correspondientes, publicaron un pequeño libro que
tuvo mucha influencia: Die Freigabc der Vernichtung Lehensunwerten Lebens (La
condonación de la destrucción de las vidas carentes de valor). Su postura
estaba fundamentada en el supuesto de que algunas personas son inútiles y deben
de ser eliminadas para salvaguardar la calidad de la vida. El libro, en su
comienzo, expresa sentimientos de « lástima » por el paciente; pero, en el
resto del texto, el tema de la lástima no aparece más; se echa completamente al
olvido. En cambio, ambos autores profundizan en el factor económico, el dinero
y el trabajo que se malgastan en el cuidado de los retrasados.
Los médicos
alemanes concibieron y realizaron el plan de la eutanasia entre 1939 y 1945. El
propósito expreso de este plan no fue matar a los judíos ni a los gitanos ni a
los polacos ni a otras personas cuyo origen no era ario, sino más bien
purificar la raza alemana mediante la eliminación directa de aquellos
ciudadanos alemanes de pura raza que tenían algún defecto físico, emocional o
mental. Este plan alemán de eutanasia apareció dos años antes del plan genocida
de Hitler para la eliminación de otras razas.
En 1939,
cerca de 300.000 pacientes enfermos mentales se encontraban internados en
hospitales psiquiátricos, instituciones o clínicas. En 1946 su número era de
40.000. Durante el proyecto se habló de que 300.000 camas de hospital quedarían
libres si se eliminaban los pacientes enfermos mentales. Ello significa que por
lo menos 275.000 pacientes psiquiátricos fueron exterminados, los cuales, en su
mayoría, no eran «incurables ». Casi un 50% hubiese mejorado de tal modo que
hubiese podido dárseles de alta; habrían podido vivir una vida social fuera del
hospital, o se hubiesen curado completamente.
En este caso
el factor hereditario no jugaba ningún papel, o solamente representaba una
mínima parte. La cifra total comprendía tanto a los curables como a los
incurables, las personalidades psicópatas, los epilépticos, los encefalíticos,
casos neurológicos, los defectos mentales tanto graves como benignos, los
arteroscleróticos, los sordo mudos, los pacientes con todo tipo de enfermedades
nerviosas, los pacientes incapacitados que habían perdido un miembro en la
Primera Guerra Mundial internados en un hospital del Estado, los « lisiados »
de todo tipo, y otras clases.
Las
indicaciones se ampliaron cada vez más hasta que, eventualmente, el criterio de
«gente superflua », llegó a abarcar a los inadaptados, los improductivos,
cualquier « comilón inútil », los desambientados, los indeseables. En un
sentido general esto se entiende mejor como la identificación y la eliminación
de los débiles.
Se colocó a
miles de niños alemanes no judíos en un plan de eutanasia, en su mayoría por
razones sociales más que por cualquier defecto de herencia. Este proyecto
asesino no fue originado por los oficiales Nazis sino por la propia profesión
médica; de hecho jamás se aprobó ninguna ley. Las matanzas se hicieron bajo la
supervisión y mediante actos directos de los psiquiatras y los pediatras. Los
asesinatos por eutanasia fueron aprobados por juntas de asesores médicos
independientes, similares a las que exigió la ley de 1933 para aprobar el
aborto. El asesinato de los niños se consumó principalmente por inanición o por
dosis excesivas de fármacos. Durante las primeras fases sólo los niños de cría
que padecían de defectos graves fueron asesinados. Con el transcurso del
tiempo, los niños pequeños fueron creciendo y las indicaciones se estrecharon
aún más, por ejemplo, « orejas mal formadas », « niños que mojaban la cama », y
los niños « difíciles de educar ». Este proyecto non terminó hasta que las
tropas aliadas invadieron las instituciones involucradas.
La ley de
Prevención de Enfermedades Hereditarias en la Posteridad se aprobó en 1933. Por
aquel entonces, los miembros dirigentes de la profesión médica ya estaban muy
bien preparados para poner en marcha el programa Nazi de esterilización
selectiva y el aborto, y la propia profesión médica organizó y lanzó el plan de
la eutanasia al final de los años 30, el cual desembocó en el plan genocida de
1941-45. Algunos médicos se negaron a cooperar en los asesinatos por eutanasia,
pero no fueron castigados por su negativa.
No se mató a
ningún paciente enfermo mental sin la participación de los psiquiatras. Sin la
racionalización científica que éstos facilitaron desde el principio y si no
hubiesen movilizado sus propios hospitales e instituciones psiquiátricas todo
este procedimiento no hubiese llegado nunca a tomar la forma que tomó. Sólo
ellos eran responsables de sus propios juicios, de sus propias decisiones, de
sus propios actos. Esto nos ayuda a comprender las amplias ramificaciones
sociales de aquella violencia si nos damos cuenta de que desde las más altas
esferas hasta las más bajas, los psiquiatras actuaron espontáneamente y sin
presión.
b) El
ejemplo de Holanda
En 1990 el
Comité para la Investigación del Ejercicio de la Profesión Médica en relación
con la Eutanasia, nombrado por el gobierno holandés, ordenó una encuesta
nacional sobre la práctica de la eutanasia. Se adoptaron métodos de estudio muy
confiables y los investigadores que trabajaron para el Comité no escatimaron
esfuerzo alguno para obtener la más completa y verídica información. Cuando se
publicó el informe del Comité, el 10 de septiembre de 1991, en dos volúmenes,
el informe de Remmelink, de inmediato se apreció claramente que contenía la más
valiosa y extensa información sobre la eutanasia en Holanda hoy en día. Ahora
ya no existe controversia alguna sobre los hechos,
El número de
personas que murieron por eutanasia en los Países Bajos asciende a más de
25.000 por año, lo que representa el 19,4 por ciento de todas las muertes. En
otras palabras, una de cada cinco de las muertes del país es consecuencia de la
eutanasia. La cifra total de 25.000 casos debe suplementarse presumiblemente
por un número no muy alto de recién nacidos incapacitados, niños enfermos,
pacientes psiquiátricos y pacientes con SIDA, ya que, de acuerdo con el
informe, la terminación de la vida se practica igualmente en estos casos,
aunque no han podido obtenerse estimados cuantitativos.
Según los
datos publicados con el informe, 14.691 personas murieron por eutanasia
involuntaria en 1990; ello significa que quedaba justificada la sospecha de que
los doctores habían acortado arbitrariamente la vida de sus pacientes. Cuando
esto ocurrió en el hospital, en el 45 % de los casos, la eutanasia se practicó
no sólo sin el conocimiento del paciente sino también sin que su familia lo
supiese.
Se dio muerte
a 8.750 personas retirándoles el tratamiento de prolongación de la vida sin
advertir antes al paciente. Y se le quitó la vida a 5.941 personas mediante una
acción, es decir administrándoles inyecciones letales sin el consentimiento o
sin el conocimiento de la persona afectada. De las personas que fueron sometidas
a este tipo de eutanasia activa e involuntaria, 1.400 eran cabalmente
competentes. En el 8% de los casos, los médicos procedieron a practicar la
eutanasia activa e involuntaria a pesar de que creían que otros modos de
proceder eran todavía posibles. Las razones que más frecuentemente se exponían
para poner fin a la vida de los pacientes sin su consentimiento eran: « la baja
calidad de la vida », « la carencia de perspectiva de mejoramiento », y « la
familia no podía aguantar más ».
De modo que,
en Holanda, cuando una persona ingresa en el hospital, donde se supone que
puede fiarse, un médico la evaluará su calidad de su vida, tomará una decisión
y, sin preguntarle al paciente si esta de acuerdo o no, le administrará una
inyección que le parará la respiración y los latidos del corazón. Uno de cada
22 holandeses fallecidos, muere de esta manera. Por vez primera en este informe
del comité del gobierno se reconoce oficialmente el hecho de que en Holanda se
practica la eutanasia involuntaria.
Algunos de
los argumentos propuestos y sus funestos defectos
a) Algunas
vidas no vale la pena vivirlas
Lo que en
realidad cabe preguntar aquí es: ¿son los tratamientos beneficiosos para el
paciente, o es la vida del paciente beneficiosa para éste? El valor de la vida
humana es constante, no cambia nunca. Lo que se indique médicamente como
tratamiento puede variar en lo que se refiere a los beneficios que éste le
aporta al paciente. La vida es siempre un beneficio; siempre que haya vida
habrá algo que realizar, y sólo Dios entiende esto totalmente. Una cultura
pragmática y utilitaria no puede comprender esto ni tampoco el mérito del
sufrimiento redentor.
Hemos de
proporcionarle cuidados y bienestar al paciente siempre; esté muriéndose o no.
Mientras estén entre nosotros debemos de cuidarles. « Lo que hiciereis al
más pequeño de mis hermanos a Mí me lo hicisteis ». Los tratamientos no
pueden interrumpirse cuando se conviertan en una carga excesiva. Es posible con
los tratamientos se nos hagan pesados de administrar, o incluso para el
paciente, pero el paciente nunca debe de considerarse una carga. Podemos
comparar o contrastar tratamientos, pero no las personas.
b) Lo que
somos no es sólo el cuerpo
La vida no es
un bien que sólo sirve de instrumento para propósitos más altos como poder
relacionarse con los demás, el conocimiento intelectual, un cierto nivel de
bienestar y placer; por el contrario, la vida es un bien intrínseco, es un bien
que descansa sólo en sus propios méritos. Es bueno estar vivo, aunque sea en un
estado opresivo. Si no hay vida no hay nada más que decir.
Este
razonamiento presume un dualismo en el ser humano. Intenta interponer una cuña
entre nuestro cuerpo y nuestro espíritu, entre los bienes materiales (por ej.,
la vida, la salud, la fertilidad) y los bienes espirituales (por ej., las
relaciones, el conocimiento). Pero ignora el hecho de que durante siglos el
cristianismo ha puesto el énfasis en la vida corporal-espiritual de la persona
total (cf. Veritatis splendor).
No somos
totalmente espíritu, como los ángeles, ni completamente animales, como los
simios. Somos, por designio de Dios, espíritus corpóreos, y espíritus
encarnados. No le corresponde al hombre manipular la naturaleza humana a
voluntad. Es lo que constituye la norma del hombre y la de la naturaleza
propiamente dicha. Una buena parte de nuestro sentido de la moralidad, del bien
y del mal, procede del entendimiento de la naturaleza humana, la cual no
construimos, sino solamente describimos. La naturaleza humana es muy
específica. Acatarla significa salud y realización. Cambiarla constituye
autodestrucción .
c) Podemos
determinar por nosotros mismos el significado de la calidad de la vida
¿Quien decide
el significado de la « calidad de la vida »? ¿Las cualidades de quiénes han de
prevalecer? ¿Cuentan las decisiones de quién? ¿Se determinarán éstas según el
capricho o gusto personal o según juicios objetivos? ¿Habremos de presumir que
un comité de ética será más objetivo, se acercará más a la realidad, que la
orientación señalada por los principios morales cristianos?
En el mundo
moderno se le ha dado un énfasis excesivo a la libertad personal, a la libertad
para elegir sin restricciones, al ser libre para ser yo. Llevado al extremo,
esto no le deja sitio a las normas objetivas para diferenciar el bien del mal.
Ocurre un verdadero perjuicio cuando los derechos humanos objetivos están en
conflicto con los juicios subjetivos basados en las decisiones de la calidad de
la vida. Los derechos humanos están fundamentados en nuestra dignidad humana,
que solamente Dios puede otorgar. Unicamente Dios nos da nuestros derechos
humanos básicos; no nos los dan ni el Estado ni las compañías anónimas ni la
norma de la mayoría. Debemos cuidarnos mucho de no crear « pseudoderechos »,
que carecen de fundamento en la realidad. Ejemplos de ellos son: « el derecho a
decidir matar bebés no nacidos », « el derecho a la libertad de reproducción »,
« los derechos sobre mi cuerpo para hacer de él lo se me antoje », etc.
Los criterios
sobre la calidad de la vida constituyen usualmente decisiones basadas en la
conveniencia personal. Los peligros de ello resaltan inmediatamente.