La cara oculta de la eutanasia

 

(Aceprensa)

Acaba de publicarse la versión española de Final Exit, con el título El último recurso (Tusquets, Barcelona, 1992). En este libro, Derek Humphry hace una apología de la eutanasia y explica diversos métodos para suicidarse. Pero la historia de su anterior mujer demuestra que hace falta otro tipo de ayuda para afrontar la muerte con dignidad. El año pasado, poco después de la aparición de esta obra en Estados Unidos, Patrick Buchanan contaba esta historia en un artículo publicado en Washington Times (4-XI-9I), del que recogemos algunos párrafos.

Ann Wickett Humphry, de 49 años, era una mujer moderna. Tenia todo: era guapa, rubia, de ojos azules; hija de un banquero de Boston; doctora en Literatura Inglesa, especialista en Shakespeare; y cofundadora, junto a su marido Derek, de la Hemlock Society (Sociedad de la Cicuta), organización en favor del derecho a una muerte digna. Hace un mes, Ann W. Humphrey se suicidó.

Garry Abrams, de Los Angeles Times, describe su muerte: el 2 de octubre, Ann abandonó su gran ja de Oregón. Subió su caballo favorito a un remolque y partió hacia una ciudad de las montañas. Allí se detuvo, ensilló su caballo, cabalgó tres millas por un camino, se perdió en el bosque, desmontó, despidió al caballo, tomó unas pastillas y, sentada, esperó la muerte mientras caían las hojas de los árboles. Seis días después, la policía descubrió su pelo rubio entre las hojas caídas.

Parece una forma romántica de morir. Pero no lo fue. Ann Wickett dejó un testamento lleno de amargura y resentimiento. "Lo conseguiste--escribió a su marido--. Desde que me diagnosticaron el cáncer, has hecho todo lo imaginable para acelerar mi muerte... No hay palabras para describir el horror de lo que hiciste: abandonar y después hostigar a una mujer que va a morir''.

(...) La solitaria muerte de Ann Wickett debería servir para que la gente conociera la cara oculta del movimiento pro derecho a la muerte. (...) La muerte de la segunda esposa de Derek

Humphry es más que una tragedia personal, porque él es el presidente de la Hemlock Society, el principal defensor del suicidio asistido en Estados Unidos, y el autor de Final Exit, un manual del suicidio y la eutanasia que también se ha convertido en best seller.

Cal McCrystal, un periodista británico que los conoció hace quince años, cuando ya estaban casados, confirma la historia de Ann. En una carta de 1990, Ann le contaba que estaba hundida por la aventura de su marido con una mujer que tenia la mitad de años que él. "Quiero dejar constancia --decía--de que Derek está intentando mataarme. No creo que haya dudas sobre eso... Me parece que la actividad de Derek en favor de la muerte encaja con un aspecto de su personalidad que es patológico y ciertamente siniestro. Para él es importante animar a los demás a morir incluso presionándoles".

Derek "ha hecho todo lo imaginable para sabotear todos y cada uno de mis intentos de sobrevivir... Ahora alardea de tener una nueva amante y le ha comprado una casa. Sabía que la noticia había de llegarme y que había de causarme un efecto mortal. En una palabra: ¿se puede decir que Derek sea una persona que intenta apoyarme y consolarme?"

Humphry se declara orgulloso de haber ayudado a suicidarse a su primera mujer, y reconoce que intervino en el suicidio de los padres de Ann (Ann utilizó su herencia para comprar la granja de Oregón). En la Hemlock Society, todos los que recuerdan a Ann suscriben la versión de Derek, según la cual Ann padecía desequilibrio mental.

Estados Unidos ha entrado en una era postcristiana. Los hombres y las mujeres que no creen en Dios ni en la inmortalidad del alma no desean vivir de acuerdo con las viejas creencias. Reclaman el derecho a deshacerse de los niños no queridos, el derecho a acabar con el sufrimiento de sus padres cuando lleguen al estado terminal, y el derecho a quitarse la vida cuando ellos--nadie más decidan que ha llegado el momento de morir. Quieren ser los dioses que rijan su propio destino. Y si las leyes no les dan libertad para hacer lo que quieran, otros--como el Dr. Jack Kevorkian en Michigan y Derek Humphry en la Hemlock Society--lo harán por ellos, y que la justicia intente detenerlos y procesarlos.

(...) Pero así como el grito silencioso descorrió la cortina mostrando la realidad del aborto--un niño no nacido que intenta huir del bisturí mortal quizás el trágico final de Ann Wickett Humphry, sola en los bosques te Oregón, nos permita entrever lo que se esconde detrás del tranquilizador lema muerte digna.

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