Descubrir
los secretos de los genes
El proyecto Genoma Humano
En 1989 se puso en marcha el proyecto Genoma, que pretende descifrar
e1 código genético en el que están escritas las instrucciones por 1as que se construye
y funciona el cuerpo humano. Aunque se está sólo al comienzo de este inmenso
trabajo, los conocimientos actuales permiten ya intentar algunas aplicaciones
terapéuticas. Así, el gobierno británico acaba de autorizar la aplicación de
terapias genéticas en seres humanos. En este artículo, resumen de uno más
amplio publicado en "Cuadernos de Bioética" (1), Vicente Franch
explica los beneficios y los riesgos que pueden derivarse del conocimiento del
genoma humano (2).
Una grosera estimación del número de genes humanos baraja cifras de
entre 50.000 y 100.000. Pero estos genes no están situados uno a continuación
de otro en el DNA, sino irregularmente repartidos y, además, fraccionados. De
momento, se han identificado unos 5.000 genes, pero sólo cerca de 2.000 se han
localizado en los distintos cromosomas. Los genes secuenciados por completo
rondan el millar, aunque estas cifras aumentan día a día.
En 1989 el Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos puso en
marcha el proyecto Genoma Humano, nombrando director a James Watson, el
descubridor, junto con Francis Crick, de la estructura del DNA. Su objetivo es
determinar, en un plazo de 15 años, la secuencia completa de nucleótidos del
DNA humano.
¿Un proyecto desmesurado?
El programa tiene dos fases: en los primeros cinco años se intenta
determinar la localización exacta de los cerca de 100.000 genes que se supone
constituyen el genoma en los 23 pares de crornosomas humanos; en los diez años
sucesivos se espera secuenciar completamente los 3.000 millones de pares de
nucleótidos de que se compone el DNA humano.
El proyecto Genoma no ha sido recibido con tanto entusiasmo en el
mundo científico como en los medios de comunicación. Nadie duda del interés de
conocer a fondo el genoma humano; el problema que se plantea es de prioridades.
La principal objeción se basa en que el desciframiento debería hacerse en
función de las necesidades científicas, no de forma global e indiscriminada.
Concretamente no parece tener mucho sentido conocer el orden de los
3.000 millones de pares de bases del DNA, cuando el 90% de ellas son
repetitivas y sin significado genético. En lugar de ello se propone que la
cartografía y secuenciación se centre en los genes que la comunidad científica
necesita para profundizar en otras investigaciones, en los que permitieran
mejorar los productos biotecnológicos y en los que fueran susceptibles de
terapia génica.
Por otra parte, se considera que hay muchas cosas más urgentes que se
deberían dilucidar desde el desarrollo de vacunas al combate contra viejas
enfermedades inrecciosas— y para las que sería muy necesaria la actividad de
todos los centros de investigación especializados en estos campos.
Posibles aplicaciones
Las posibles aplicaciones que se derivarían del conocimiento del
entero genoma humano pueden agruparse en cuatro apartados:
Científicas: la preparación de una base de datos sobre la
secuencia del DNA humano podrá ayudar a resolver algunas cuestiones básicas de
la estructura y fisiología celular: control de la expresión génica, mecanismos
de diferenciación y especialización, procesos inmunitarios, etc.
Informativas: elaboración de un "carnet de identidad''
genético. El estudio de los genes de un individuo puede mostrar la
predisposición a adquirir ciertas enfermedades, o las aptitudes para
desarrollar determinado trabajo, por ejemplo. También permite la identificación
inequívoca con fines policiales, legales, etc.
Terapéuticas: curar enfermedades genéticas insertando el gen
sano o modificando la expresión de genes nocivos. Cuantos más genes se
conozcan, más posibilidades hay de actuar en este sentido. Aquí se suele
incluir también la prevención y el diagnóstico de enfermedades genéticas,
aunque esto entra más bien en el apartado de aplicaciones eugenésicas.
Eugenésicas: seleccionar positiva o negativamente a los
individuos en función de su dotación genética e intentar modificar el
patrimonio genético de los gametos para obtener individuos con características
predeterminadas.
Dejando aparte la polémica rentabilidad del proyecto, es evidente que
aportará una información valiosa para la ciencia básica. También será positivo
que ese conocimiento amplíe las posibilidades de la biotecnología para la
producción de proteínas puras de uso terapéutico. La clonación de genes humanos
en microorganismos, como las bacterias, es utilizada a escala industrial desde
hace diez años para obtener cada vez más sustancias de interés terapéutico,
como la insulina humana.
Carnet de identidad genético
Las técnicas de cartografía genética se verán notablemente potenciadas
por la secuenciación del DNA, lo que permitirá detectar sutiles diferencias
individuales. Actualmente ya es posible determinar la identidad de un sujeto
mediante un mapa genético elaborado a partir de una pequeña muestra celular.
El interés por esta técnica en los medios policiales es evidente. En
1987 se sienta el primer precedente legal de aceptación como prueba en un
juicio del mapa genético del acusado: Tommy Lee Andrews fue condenado por
violación y asesinato al probarse que el DNA de la muestra de esperma recogida
en la víctima coincidía inequívocamente con la del acusado.
Las compañías de seguros tienen un especial interés en conocer
las predisposiciones de los clientes a posibles enfermedades para poder
determinar con más precisión las pólizas; por supuesto que a una persona con
riesgo de adquirir un determinado tipo de cáncer. por ejemplo, le resultará más
caro un seguro de vida. También las organizaciones empresariales y sindicales
norteamericanas ven en la identificación genética un medio de distribuir los
puestos de trabajo, por ejemplo, para evitar que personas con riesgo ocupen
puestos peligrosos para su salud, por ejemplo en ciertas actividades
industriales.
El riesgo de discriminación genética
De todas formas, es fácil advertir que este tipo de argumentaciones
pueden afectar a derechos fundamentales de la persona como el derecho a la
intimidad o a la no discriminación por motivos biológicos .
Algunos hechos recientes han puesto de manifiesto las consecuencias
sociales de estas técnicas. Recordemos el caso de la anemia falciforme en
Estados Unidos en los años setenta. Esta enfermedad es consecuencia de una
mutación en el gen de la hemoglobina. Parece tener origen africano y afecta
especialmente a la población negra norteamericana. El gen mutado es recesivo,
por lo que la grave enfermedad sólo se expresa en individuos homocigóticos
recesivos. Los heterocigóticos portadores, que son sanos y resistentes al
paludismo aunque ligeramente anémicos, constituyen el 8% de los individuos de
color en USA.
En los años setenta, las autoridades sanitarias norteamericanas
promovieron una campaña de detección del gen mutado entre la población negra.
Esto provocó, además de numerosos abortos, otras disfunciones sociales
inesperadas. En la opinión pública se generó la sensación errónea de que los
individuos portadores eran enfermos potenciales. Como consecuencia, las pólizas
de seguro se hicieron más caras para esas personas y seis compañías de aviación
les prohibieron viajar en sus vuelos. Algunas empresas empezaron a realizar el
control genético de los empleados descartando a los portadores del gen
defectuoso para ocupar los puestos en que tendrían contacto con determinadas
sustancias químicas. Durante diez años estuvo prohibido a estas personas el
acceso al puesto de piloto de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos.
Si estas han sido las primeras repercusiones de las técnicas de
detección genética para un solo gen, es fácil imaginar las complejas
consecuencias sociales y éticas que pueden derivarse del análisis exhaustivo
del patrimonio genético humano.
Corrección de "erratas" genéticas
Otro campo de aplicaciones es la llamada terapia génica, destinada a
sustituir un gen alterado por el gen normal para permitir, por ejemplo, la
síntesis de un determinado enzima. Actualmente su aplicación parece quedar
restringida a la transformación de células fácilmente accesibles sobre las que
se pueda realizar un control previo de la eficacia del transplante de genes,
como pueden ser las células de la médula ósea, hígado o fibroblastos.
En septiembre de 1990 se dio la primera autorización oficial en
Estados Unidos para realizar una terapia génica en personas (ver anexo). Pero
los resultados obtenidos no permiten pensar que se ha ya superado la etapa
puramente experimental. Un criterio ético fácilmente aplicable a la
manipulación génica de células somáticas es la de considerarla semejante a la
manipulación del cuerpo humano. En este sentido y con los mismos criterios de
licitud según las circunstancias, la modificación de genes se puede comparar al
transplante de órganos y a las intervenciones quirúrgicas.
La terapia génica aplicada al embrión humano debe excluirse por el
momento, puesto que la fragilidad del embrión, la dificultad del diagnóstico y
las consecuencias imprevisibles de una inserción errónea son mucho mayores que
en adultos. En este aspecto, es importante evitar una consideración restrictiva
sobre el valor de la vida humana embrionaria, que llevaría a asumir riesgos
injustificados sobre la vida o integridad física del embrión que no serían
admisibles en un adulto. Esta actitud propiciaría una mentalidad en la que el
capricho de los padres sobre las características de los hijos determinaría la
decisión de ciertas manipulaciones genéticas, que constituirían un verdadero
control de calidad de los seres humanos. La polémica surgida recientemente en
España sobre la elección del sexo de los hijos se vería multiplicada por la
posibilidad de elegir hijos de ojos negros o cabello rubio, por ejemplo.
No alterar las células reproductivas
Este aspecto ético del proyecto Genoma fue el tema central del
congreso que tuvio lugar en Valencia en noviembre de 1990, con la participación
de Watson y otros premios Nobel, así como de representantes de organizaciones
internacionales. Allí se aprobó una declaración cuyo último punto distinguie
entre la terapia génica en células somáticas y en células reproductoras:
''Estamos de acuerdo con que la terapia genética con células somáticas puede
ser utilizada para el tratamiento específico de enfermedades humanas. La
terapia genética de la línea germinal presenta obstáculos técnicos y no existe
un consenso ético ".
El premio Nobel Jean Dausset hizo pública una crítica particular a
las conclusiones señalando que no se dejó clara la prohibición de manipular
genéticamente las células de la línea germinal y del embrión; en el estado
actual de nuestros conocimientos, el resultado de estas manipulaciones es
altamente inseguro para el embrión y para la dignidad humana.
La nueva eugenesia
Aunque el proyecto Genoma Humano parece tener una finalidad puramente
científica de carácter documental —conocer en su totalidad la secuencia del DNA
humano— a nadie se le oculta que tal volumen de datos se orienta a conocer en
mayor grado toda la información hereditaria transmisible de padres a hijos. Y
aquí se plantea el problema de la eugenesia.
La eugenesia científica propuesta por Galton en 1883 se fundamentaba
en la estadística demográfica, en el concepto darwinista de selección de los
mas aptos y en una ideología según la cual la ley debía proteger a la sociedad
de la proliferación de los indeseables o débiles. En toda la primera mitad del
siglo, hasta la caída del nacionalsocialismo, las ideas eugenésicas se sitúan
en la vanguardia de los ambientes intelectuales. Tras acceder al poder en
Alemania en 1933, el nazismo no hizo sino llevar a la práctica de forma masiva
las ideas eugenistas, basándose en su carácter pretendidamente científico
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