Un anochecer de marzo en Cambil


       Desde la ventana de la cámara he contemplado el anochecer este día de marzo...; la luna está en creciete. Sobre el cerro, detrás del castillo, las olivas se recortaban contra un cielo de primavera. Hay algo en el aire, yo lo siento y, cuando me doy cuenta, la alegría brota dentro de mí; todo lo olvido y me identifico con la tierra que canta. ¡Hoy! ¡Vivir! Vivir hoy -sin ayer, sin mañana- esta hora maravillosa cargada de promesas; creer firmemente en la felicidad, en el amor... ¡que esta hora mística y sensual llene nuestra alma!

       La gente iba por la calle. Lejos anochecía sobre los cerros. ¡Primavera! En las ciudades apenas se nota; en los pueblos, algo; en el campo, mucho. Huele el ambiente a las flores y cantan los grillos como locos. No puede evitarse el sentir con la tierra toda que resucita.

Cambil, 1968



Sin título



       Hoy, después de haber visto otros lugares lejanos y varios, descubrí vuestro pueblo con su mágico encanto, escondido. Decidme, si queréis ser sinceros, que no habéis hallado lejos belleza ni encanto comparables a los que atrás dejasteis hace años. Volvéis en agosto, cuando el paisaje tiene en sus noches de luna un algo que no es de este mundo; cuando ésta ilumina todo el pueblo, suspendida en lo alto, y lo inunda con su luz, en aquietud que nada se atreve a turbar. Contemplar el pueblo desde ese sin par balcón que es el Portillo, es un privilegio. Parece como si la luna se encontrara feliz sobre este paisaje y diera toda su belleza, como si transportara nuestra alma a otros mundos.

       Aquí está el paraíso que muchos buscan lejos en ruidosos lugares sin encanto. Las noches son frescas, deliciosas, a veces perfectas en su temperatura. Aquí hay el silencio necesario para que hable el paisaje, para que se escuche su voz sutil. Mirad y escuchad, cambileños, hijos de las villas que fueron, y ya no son más que la voz depurada por el paso del tiempo que decanta y pule lo que fue bueno un día. Alimentaos el alma con este pan al que debéis vuestra clase -porque el lugar también hace el hombre-; por él sois gentes de inteligencia abierta, espítitu elevado y alma noble, capaces de apreciar lo que vale, hospitalarios para el forastero y, en suma, gente fina aun sin tener cultura. Esto tiene su mérito.

Cambil, 05/08/1974




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