El árbol si hace ruido al caer
Mario Arribas
Agosto 2002




Hace unos años escuché una discusión entre dos personas; una de ellas era un profesor de secundaria, bien preparado y educado; la otra uno de sus estudiantes, uno de mis compañeros de clase. La discusión se generó alrededor de un acto de indisciplina que alguien había cometido en el salón. Los efectos de ese acto estaban a la vista, pero quien lo había llevado a cabo, no quiso hacerse responsable por ello. Estoy seguro de que el veterano profesor sabía de sobra quien había sido, así como tambien sabía que el culpable nunca confesaría. El profesor tratando de sacar el mayor provecho pedagógico posible de esa experiencia, se apartó del programa ordinario de su clase y nos preguntó:

“...Si en un bosque cae un árbol, y nadie lo oye.....ese árbol hace ruido al caer?...”

La pregunta, a simple vista, nos pareció estúpida; cómo que si hace ruido. Claro que sí, independientemente de que nadie lo oiga, hace ruido; y eso es un hecho.

Una vez que establecimos la veracidad de la aseveración anterior empezó la enseñanza.

Había una sola persona en el salón que sabía la verdad sobre la responsabilidad del hecho que trajo a colación esta discusión: su autor. A pesar de protegerse en el anonimato que le concedía el que nadie mas lo supiera, él sí sabía que había hecho algo malo. Y ese era el objeto de esa enseñanza.

A todo el mundo se le puede mentir, pero a uno mismo, jamás. Es por ello que muchos consejeros espirituales apelan a la conciencia propia, para lograr ese sentimiento de arrepentimiento que necesitan para introducir en uno, los conceptos morales que dictan lo que es bueno y lo que es malo.

El Honor no es mas que ese concepto moral que nos impide tratar de engañar a nuestra conciencia; es la línea que separa la verdad de la mentira, al bien del mal. Cuanto mejor y mas visiblemente trazada esté esa línea, mas importante será el honor para la persona en cuestión. Una persona honorable sabe de sobra que es inutil engañarse a sí mismo; que uno es el primer y principal testigo de sus propios hechos; y tambien su mas severo juez.

Aquel compañero de clases, escondido en su anonimato tuvo la oportunidad de aprender una valiosísima lección sobre el honor; pues a pesar de que nadié oyó el ruido, todos vieron el árbol caído, inclusive él.











Regresar a la página anterior