AYUDA
Los elefantes ganan la Cruz de Victoria
(N. del T.
Condecoración inglesa).
Enseñada por un
elefante
Un gran cazador de
elefantes que murió la semana pasada, en una ocasión me contó, cómo disparo e
hirió a un gran elefante macho. El resto del rebaño, alarmado por el disparo,
huyó dejando al herido tambaleándose y en malas condiciones. Un segundo disparo
sólo lo hirió de nuevo sin matarlo, pero el ruido apresuró la huida de la manada
con excepción de dos elefantes. Estos dos machos estaban irritados y se
detuvieron para mirar hacia atrás. Viendo a su camarada tambaleándose e incapaz
de seguirlos, valientemente se encararon al temido fuego del rifle y regresaron
para ayudarlo. Se pusieron uno a cada lado de él y apretaron sus pesados cuerpos
contra él y casi lo levantaron en vilo llevándolo lentamente lejos del
peligro.
Si hubieran sido
soldados rescatando a un camarada a riesgo de sus propias vidas en el campo de
batalla hubieran merecido la "Cruz de Victoria". Eran sólo bestias salvajes, sin
embargo nos dieron un ejemplo de verdadera ayuda a un camarada en apuros aunque
tuvieron que enfrentar un riesgo para llevarlo a cabo.
Algunos de nosotros
a veces no nos prestamos a dar la mano a otros, aunque no haya riesgos, porque
significa tiempo y un poco de diversión. ¿Qué piensas de estos personajes? Un
día, el año pasado un viejecito en bicicleta fue a la Oficina de Empleos del
Departamento de Trabajo en Washington para pedir hablar con el jefe
departamental. Él dijo que quería salvar a un ruso al que se le había ordenado
devolver de los Estados Unidos a Rusia y que no quería volver porque lo
fusilarían.
El Comisionado le
dijo: "Lo siento, ¡no puede hacerse! Él vino de Rusia y debe volver a
Rusia".
Así que el
viejecito se montó en su bicicleta y fue a la Casa Blanca, la residencia del
Presidente Roosvelt. Ahí persistió diciendo que debía ver precisamente al
Presidente y a nadie más.
Finalmente el
Presidente accedió a recibirlo y oír su problema. El Presidente lo interrogó
sobre su persona y supo que era judío y había pedido prestado dinero y la
bicicleta para llegar desde Texas para abogar por el ruso.
Así el Presidente
dijo: "entonces supongo que este ruso es judío y por eso te interesa, ustedes
los judíos se ayudan mucho".
"No", replicó el
hombrecito. "Él no es judío; es católico de la iglesia griega".
"Entonces ¿por qué
quieres ayudarlo?".
"Yo no veo la
cuestión religiosa de ese hombre, él es un ser humano en apuros y eso basta para
hacerme querer ayudarlo".
El Presidente
emitió la orden de que no se deportara al ruso y que el Sr. Cohén se encargaría
de él y le conseguiría trabajo.
Bueno, ese Sr.
Cohén era bien conocido en su ciudad natal, Galveston, como un hombre que pasó
su vida haciendo buenas acciones para los demás. Si su cuerpo era pequeño, su
corazón era el mayor de la ciudad. Iba haciendo el bien, ese era su hobby.
Cuando oía que alguien necesitaba ayuda garabateaba su nombre y dirección en el
puño de la camisa. Todos los días el puño de su camisa tenía una lista y
caminaba por la ciudad, visitando a cada uno de los afligidos haciendo lo que
podía por cada uno de ellos aunque él era pobre.
Tachaba cada nombre
de su puño cuando visitaba al interesado y no se iba a su casa en la noche hasta
ho haber tachado todos los nombres de su puño. Él dijo una vez: "muchos hombres
hacen ejercicio jugando al golf, yo lo hago ayudando a la gente".
Esto es lo que los
Boy-Scouts están haciendo cuando cumplen la Promesa Scout "ayudar al prójimo en
todas las circunstancias", eso es siempre, si les conviene o no; sin importar el
credo, clase social, o país al que el otro pertenezca. No tienen puños de camisa
para escribir los casos que quieren resolver, tienen las mangas enrolladas,
listas para emprender cualquier trabajo