HUMOR
Una lección de
Algernon
Cuando era un joven
respetable, lo que sucedió hace muchos anos, me gustaba actuar en el
teatro.
En una obra llamada
“Whitebait in Greenwich” actuaba el papel de un mesero de un hotel; había sido
abandonado por sus padres, pero tenía a la mano un parte de la policía que decía
así:
"Abandonó a su
hijo; apellido: desconocido; nombre de pila: Benjamín. Cuando se le vio por
última vez vestía chaqueta y pantalón de pana. Altura 5 pies 10 pulgadas con los
zapatos puestos, etc."
Así que cuando un
hombre llegaba al hotel le preguntaba si su nombre era Benjamín y cuando no lo
era me desilusionaba.
Finalmente llegaba
una pareja y oí que ella lo llamaba Benjamín. Sacaba mi cinta de medir y al
pretender que sacudía su traje, con disimulo lo medía ansiosamente: 5 pies 8
pulgadas. En una desbordada emoción, le levantaba el tacón de la bota, a pesar
de sus esfuerzos y su indignación, encontraba que medía 2 pulgadas.
Inmediatamente le llamaba padre con mucho afecto y a ella mamá. La indignación
de la pareja era enorme, porque sólo eran primos y no estaban casados y por
supuesto no tenían relación conmigo. Bueno frecuentemente desempeñé este papel,
nunca pude reprimir la risa que interiormente sentía por lo absurdo y gracioso
de la situación cuando debía haber pensado sólo en representar mi papel.
Una vez tuve, en la
India, un joven jabalí como mascota. No era una mascota de verdad porque era muy
arisco. Vivía en el patio, mezcla de jardín y potrero. que compartía con mis
caballos. Uno de ellos, una espléndida yegua inglesa era una magnífica cazadora.
En la India nuestras cacerías eran de puerco salvaje, y la yegua lo hacía con
tanto empeño que seguía al jabalí casi sin guía del jinete, y cuando lo
alcanzaba, lo golpeaba con sus patas delanteras.
Cuando ella vio al
joven Algemon, así se llamaba mi pequeño jabalí, en el patio se lanzó contra él,
pero el jabalí se le escapó y se escondió en la maleza.
Después de escapar
así, el pequeño villano solía observar a la yegua desde su escondite y cuando
ella pastaba tranquilamente salía y la sorprendía desde atrás asustándola con el
gruñido de un jabalí adulto. Ella brincaba de susto y al darse cuenta de quién
se trataba, lo perseguía con todas sus fuerzas, pero él era más rápido y cuando
ella pensaba que iba a aplastarlo con su pezuña, él brincaba hacia un lado y
salía corriendo en otra dirección antes de que ella pudiera dar la vuelta. Esto
se repetía una y otra vez hasta que ambos tenían que hacer una pausa para
descansar.
El juego se repetía
a diario. Ambos lo disfrutaban mucho, y la yegua se ejercitaba con rabia. Era en
realidad un juego peligroso para Algemon, pero tenía el sentido del humor de
considerar divertido lo que era una aventura peligrosa.
Ese sentido del
humor, de ser capaces de encontrar el lado divertido a una situación peligrosa o
desagradable, es de un gran valor para el hombre en el transcurso de la
vida.
Algunas personas no
tienen ese sentido y cuando les llega la desgracia o las cosas las ven negras,
no tienen un rayo de sol que les alumbre su oscuridad; en cambio, el que se ha
acostumbrado a ver el lado cómico de todo puede pasar por dificultades y
peligros con el corazón alegre y lo que es más, puede dar esperanza y confianza
a los que lo rodean.