Un muchacho especial
Mario Arribas
Agosto 2002
De niño, cuando uno imagina su futuro, sueña con cosas maravillosas; sueña con tener éxito en la vida, ganar lo
suficiente para satisfacer los gustos que para un niño en esa época son importantes; manejar el carro de su
preferencia, y otras cosas así; tambien uno se vé parecido fisicamente al héroe de turno; inclusive en sueños
hasta imita sus hazañas.
Luis, venía de una familia muy pobre, a tal punto de que lo que para otros era una realidad, comer al menos tres
veces al día, o tener otro par de zapatos; era para él uno de esos sueños de niño. Al despertar y verse en el
espejo, comparaba su cuerpo con el de su héroe favorito y se daba cuenta de que por culpa de la enfermedad
incurable que sufría, jamás sería como él.
Mientras los demas niños de su barrio crecían, él quedaba de la misma estatura, y a medida que pasaban los años,
esta diferencia de altura se hacía cada vez mas notoria e incómoda para Luis. Empezó a perder la agudeza visual,
y por lo escasa de recursos que estaba su familia, no pudo tener un par de anteojos que le permitieran apreciar
mejor las pocas cosas dignas de ver que estaban a su alrededor.
A medida que pasaron los años, su cuerpo fue deformándose cada vez mas, al punto que se le hacía demasiado dificil
caminar, por lo que tuvo que usar un bastón desde muy temprana edad. Poco a poco y por lo progresiva de su
enfermedad, aún con la ayuda del bastón cada paso era una batalla a librar.
De niño, Luis no pudo asistir por mucho tiempo a una escuela regular, no pudo terminar la primaria. Apenas pudo
aprender a leer, a escribir y a sacar algunas cuentas.
En mi constante caminar por las calles de la ciudad donde vivo, he observado a muchos indigentes, lisiados o
vagabundos mostrando sus heridas, miembros amputados o incapacidades, como excusa por la cual uno debe apiadarse
de ellos y darles alguna limosna. Todos ellos de alguna manera u otra me recuerdan a Luis, pero no por su condición
de limosneros, sino por lo que Luis hubiera podido ser si no fuera por ser él un muchacho especial.
Luis no se dejó amilanar por su inminente destino, poco a poco y como pudo aprendió un oficio; él quería ser
ingeniero, lo cual resulta muy dificil sin haber podido completar al menos la educación básica; así que ya crecido,
decidió terminar su primaria, y hasta logró su título de bachiller estudiando por las noches; logró entrar en una
academia de dibujo técnico y se graduó.
Para la época que Luis era ya un dibujante técnico, medía menos de metro y medio de alto, y para su trabajo, tenía
que encaramarse en una mesa de dibujo que medía 1,60 x 1.20, y que estaba a mas de 1,20 del suelo. Por su
enfermedad no podía levantar los brazos por encima de la altura de sus hombros, así que el dibujar era para él muy
dificil, pero lo hacía. Gracias a los inventos modernos, ahora se dibuja en computadora, y para él es mucho mas
fácil trabajar.
En unos cuantos años, compró una casa con todos sus ahorros; como no era mucho, solo pudo comprar una casa ubicada
en otra ciudad mas económica, a mas de 160 kilómetros de su trabajo. Y como todos sus ahorros los había invertido
en la compra de la casa, no pudo comprarse un carro, así que la rutina diaria incluía: una pequeña caminata desde
su casa hasta la parada del autobús, mas de hora y media de viaje hasta la ciudad donde trabajaba, 30 minutos en
metro hasta su oficina; y lo mismo de regreso por la noche; además recuerden que por su dificultad motora, el
caminar desde su casa al autobus, desde el autobus al metro, y desde el metro hasta la oficina hacía la cosa
bastante mas complicada.
Cuando yo lo conocí, le hablé sobre los Scouts, y sobre cómo dedicaba mi tiempo a formar ciudadanos; le hablé de mi
tropa, y de los progresos de mis muchachos. Un día me pidió que lo levara a conocer mi tropa y así lo hice. Cuando
llegué a la reunión, mis muchachos se sorprendieron al ver ese hombre extraño, pequeñito, con lentes gruesísimos y
un bastón; les hizo gracia que caminara como un pingüino. Luis supo aceptar todas las bromas que los muchachos
hicieron a costillas de él; un rato despues, al cabo de una hora, el mismo Luis estaba bromeando con los muchachos,
y comprometiéndose a regresar al sábado siguiente a reunión.
Luis se promesó como sub-jefe de tropa en medio de su primer campamento; fue uno de los mejores sub-jefes que yo
haya tenido. Siempre dispuesto, siempre alegre, siempre con la palabra adecuada en el momento exacto; conciliador,
caballero y excelente amigo.
A los meses, enamorado del movimiento, y viendo que su condición empeoraba y ello le hacía cada vez mas dificil
venir hasta mi tropa, decidió fundar un Grupo Scout cerca de su residencia. Fue el jefe de ese grupo, se preocupó
por reclutar niños y adultos, y por su funcionamiento.
A pesar de todo el esfuerzo que hacía Luis para llevar su ritmo de vida de la manera mas normal posible, él
encontró tiempo para servir a Dios; estudió para Pastor y hoy en dia tiene una pequeña Iglesia en la ciudad donde
reside; desde donde aconseja a quienes al igual que él, no han tenido la fortuna de vivir una vida normal.