Carmelo Ruiz Marrero
6 de marzo de 1998
"La moderación no tiene lugar en la UPR. Habrá
violencia de no cumplirse
nuestras exigencias. La administración universitaria
será responsable de
lo que pase."
-José Granados Navedo, 27 de enero de 1971.
Al comenzar el mes de marzo de 1971 los ánimos
en el recinto riopedrense
de la Universidad de Puerto Rico estaban más caldeados
que quizás en
cualquier otro momento en la historia de la institución.
El reclutamiento forzoso de jóvenes boricuas por
parte del ejército de
Estados Unidos para pelear contra Vietnam, la presencia
indeseada del
ROTC en el campus, el totalitarismo del presidente Jaime
Benítez y el
asalto frontal de la administración Ferré
habían encontrado una
respuesta cada vez más militante y organizada
por parte de la comunidad
universitaria. Además, Rubén Berríos
y varios compañeros recién habían
sido encarcelados en el Oso Blanco tras una protesta
pacífica contra las
prácticas de tiro del ejército de EEUU
en Culebra.
Un año antes, el 4 de marzo de 1970, los estudiantes
habían respondido a
las provocaciones de los alumnos anexionistas, los cadetes
del ROTC y la
Guardia Universitaria sitiando por horas la fortaleza
del ROTC, la cual
estaba próxima al Centro de Estudiantes.
La fuerza de choque se presentó y desalojó
el recinto con una brutalidad
descomunal y rompieron en estampida por todo el casco
urbano de Río
Piedras. Fue en esa embestida represiva que un policía
mató de un tiro a
la estudiante Antonia Martínez, de 21 años
de edad, en la avenida Ponce
de León esquina Gándara.
Todo apuntaba hacia una inminente y sangrienta confrontación
entre
progresistas y asimilistas en la UPR.
¿Qué ocurrió ese día?
A las nueve de la mañana del once de marzo de 1971
un grupo de cadetes
del ROTC, algunos portando banderas de Estados Unidos,
entraron a la
cafetería del Centro de Estudiantes en actitud
desafiante, provocando
una pelea. Los cadetes, viéndose apabullados,
corrieron a refugiarse en
su fortaleza perseguidos por los estudiantes. Varios
universitarios
fueron heridos tras un intercambio de pedradas con los
cadetes dentro
del edificio.
La Guardia Universitaria se interpuso entre la fortaleza
asediada y los
estudiantes. Los líderes estudiantiles negociaron
con el jefe de la
Guardia y así lograron persuadir los estudiantes
a retirarse y los
cadetes a permanecer dentro del edificio.
Pero al dispersarse los estudiantes, varios cadetes atacaron
al Centro
con piedras, perdigones y tiros desde el techo de su
fortaleza. Los
universitarios respondieron erigiendo barricadas con
mesas y sillas de
la cafetería para defenderse y contestar el ataque.
Los cadetes entonces
salieron de su edificio en ataque contra el Centro, con
la Guardia
Universitaria interviniendo a su favor. Miles de estudiantes
de todo el
recinto acudieron a la batalla.
A pesar de su uso de armas de fuego y gases lacrimógenos,
la Guardia fue
casi completamente rodeada por los estudiantes, y alrededor
de las once
de la mañana ésta huyó despavorida
hacia la salida a la Avenida Barbosa.
Algunos guardias fueron alcanzados por los estudiantes
y golpeados. Los
cadetes se batieron de nuevo en retirada a su fortaleza,
la cual fue
sitiada una vez más. En la balacera que siguió,
varios estudiantes y
cadetes fueron heridos y murió el cadete Jacinto
Gutiérrez. Fue a esa
hora que comenzaron a aparecer en el campus hombres vestidos
de civil
disparándole a los estudiantes.
A las 12:30 p.m. entraron al recinto dos destacamentos
de la fuerza de
choque, uno por la Avenida Barbosa y otro por la entrada
del Museo en la
Avenida Ponce de León. Los uniformados entraron
confiados de que sería
una repetición del cuatro de marzo del año
anterior, pero habrían de
llevarse una terrible sorpresa.
Las tropas que entraron por el Museo, dirigidas por el
comandante Juan
Mercado, se detuvieron en el islote frente al Centro
de Estudiantes.
Cuando el comandante se dirigió a su contingente
para dar instrucciones
para la toma forzosa del Centro sonaron varios disparos,
uno de los
cuales lo mató. En la balacera que siguió,
otros cuatro miembros de la
fuerza fueron heridos.
Mientras tanto, las tropas de choque que entraron por
la Barbosa, bajo
el mando del comandante Margaro Cruz, fueron recibidas
con pedradas,
cocteles molotov y tiros. Cruz fue herido de bala y uno
de sus
subalternos, el policía Miguel Rosario, fue herido
de muerte.
Los dos destacamentos de la fuerza de choque se quedaron
paralizados y a
la defensiva hasta que aparecieron refuerzos con rifles
semiautomáticos
AR-15.
Fue entonces que las fuerzas represivas lograron tomar
el recinto y
desalojar a todos los ocupantes. A los que no corrieron
lo
suficientemente rápido se les dieron brutales
golpizas y fueron llevados
al cuartel general de la policía, donde continuaron
siendo golpeados.
El licenciado Roberto José Maldonado se presentó
al cuartel para
representar a los jóvenes detenidos, pero la policía
se rehusó a
permitirle verlos. Al insistir, éste fue golpeado
por dos horas, lo cual
le causó una contusión cerebral. Quedó
temporeramente paralítico.
A las 2:30 de la tarde la batalla se extendió hacia
el casco de Río
Piedras, donde policías y agentes encubiertos
atacaron a cuanto
estudiante se encontraron. Al caer la noche los universitarios
pusieron
barricadas en la Avenida Universidad y la calle Amalia
Marín esquina
Humacao y se defendieron con molotovs y piedras.
Los estudiantes y policías heridos, al igual que
los cuerpos de Mercado
y Rondón, fueron llevados al Centro Médico.
Ahí los policías macanearon
salvajemente a los estudiantes, incluyendo los que estaban
heridos, a
los doctores y las enfermeras. Una escena similar se
dió esa noche en el
Hospital del Maestro.
¿Qué ocurrió después?
Después de ese trágico día, la administración
cerró la universidad por
un mes. Esta fue abierta el doce de abril con una presencia
nutrida de
agentes encubiertos armados, cámaras de seguridad
y otras medidas
represivas. Se prohibió por los próximos
treinta días todo tipo de
actividad política, incluyendo la distribución
de Claridad.
El mismo día en que se reabrió el recinto
se llevó a cabo en la avenida
Ponce de León un enorme piquete de protesta, en
abierto desafío al
ambiente represivo. En el resto del mes los estudiantes
hicieron otras
cuatro demostraciones similares y se solidarizaron con
una huelga de los
trabajadores de mantenimiento.
******
Y a pesar de todo lo ocurrido, hay quienes quieren repetir
la
experiencia. Ahora, 27 años más tarde,
el ROTC campea por su 'derecho'
a reestablecerse en la UPR. ¿Acaso no se aprendió
nada?
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