Carmelo Ruiz
Marrero
Semanario
CLARIDAD
Puerto Rico,
21 de junio 2002
Bienvenidos
a la biblioteca José M. Lázaro en el recinto riopedrense de la Universidad de
Puerto Rico. Pero, esta cerrada, ¿no? La entrada principal, que da a la Calle
Conciencia, esta cerrada y ni siquiera hay un rótulo que diga si esta abierta o
cerrada. Por eso, no son pocos los
usuarios que dan media vuelta y se van, creyendo que la biblioteca esta
cerrada.
Pero si
esta abierta, es que hay que entrar por una puerta lateral. Y ¿Cómo se supone que uno sepa eso? ¿Cómo es que la administración de la
biblioteca ni se molesta en colocar en la puerta de cristal algún papelito que
diga “Favor de usar la otra entrada”?
En la dichosa
puerta lateral, por donde vemos empleados saliendo y entrando, lo mismo
bibliotecarios que conserjes y obreros de los trabajos de reparación. Pero la puerta no esta rotulada, y por lo
tanto da la impresión de que es sólo para empleados.
¿Se puede
entrar o no? Entramos, nadie nos da ninguna “bota”, así que suponemos que es
una entrada para el público general.
Decimos “suponemos”, pues tenemos la idea vaga de que en este laberinto
de pasillos hacinados debe haber alguna manera de llegar al pasillo principal y
de ahí a las salas de libros y documentos.
El que
sea tan difícil el simple acto de entrar a la biblioteca Lázaro delata su
avanzado estado de deterioro. Este
deterioro se extiende desde la planta física hasta los mismos ánimos de los
empleados, inmersos en un ambiente que a veces no les deja ni hacer su trabajo.
El
edificio, diseñado por el ilustre Henry Klumb, fue un hito de la arquitectura
moderna en su tiempo. Hoy es tristemente otra obra de gobierno que se desploman
por falta de mantenimiento: filtraciones de agua de lluvia acumulada en el
techo, plafones y conductos de aire acondicionado cayendo al piso, iluminación inadecuada
en algunos almacenes de documentos, asbestos y hongos en el aire, mimes,
mosquitos, ratas y bacterias. En un episodio particularmente morboso, a una
empleada de la biblioteca una vez le cayó encima un plafón, y junto con éste
una rata recién parida con toda su camada.
Para los
empleados de la Lázaro, la contaminación del ambiente de trabajo ha significado
una alta incidencia de erupciones, ardor en los ojos, asma, laringitis, bronquitis
y otros efectos adversos. Ante el abandono que sufre la biblioteca y la
negativa de la administración de la UPR a hacer algo a respecto. el poder
sindical ha sido la herramienta más eficaz de la comunidad universitaria.
Desde la década
de los ochenta, el Comité Pro-Salud en el Trabajo, compuesto por bibliotecarios
miembros de la Hermandad de Empleados Exentos No Docentes (HEEND) coordina labores
de limpieza y fumigación, y ha logrado acuerdos con la administración para que
se realicen estas labores fuera de horas laborales.
Las obras
de renovación comenzaron en 1997, pero años mas tarde, todavía no se perciben
mejoras sustanciales, y todavía la biblioteca no logra reanudar su
funcionamiento normal.
El mes
pasado se colmó la paciencia de los empleados debido a que las obras de mejoras
se realizaban durante horas laborables y por lo tanto el trabajo en la
biblioteca se hizo imposible.
“El olor
del removedor para despegar las losetas en el segundo piso fue tan penetrante
que provocó nauseas y ardor en los ojos entre el personal”, dijo Josefina Maldonado
López, representante de la HEEND. “No obstante, las autoridades universitarias señalaban
que no había peligro. El jueves dos de mayo las losetas del primer piso fueron
colocadas utilizando una antorcha despidiendo un olor penetrante. Y se desconectó
el aire, sin previo aviso y sin consideración al personal que ahí labora.”
Maldonado
López señala que encima de todo el descalabro que ocasionan estas obras, el
taller de trabajo sigue siendo un verdadero calabozo. “En estos momentos hay áreas
que no tienen aire acondicionado y la temperatura es demasiado alta, provocando
que por largos periodos se le di horario flexible a los empleados, en algunos
casos por meses y hasta años. Algunos
jefes han gestionado la compra de abanicos, lo cual no sirve de atenuante, pues
remueve polvo y hongos, afectando más al personal. Esto es inaceptable.”
“No hace
mucho tuvimos la penosa labor de inspeccionar nuestras antiguas oficinas”, dijo
Sylvia Sola, empleada de la biblioteca. “La que se nos dijo que serviría de almacén
fue vandalizada, y el resto del lugar estaba en absoluto desorden. Perdimos
materiales y documentos, y no sabíamos a quien pedirle cuentas.”
“Finalmente
se nos avisó que estaban por finalizar los trabajos, pero pronto supimos que la
labor no resistió la prueba del clima. El paso de las torrenciales lluvias de
los días pasados nos dejó un enorme charco de agua en el salón. todavía ayer,
cuando cayó un aguacero fuerte por la tarde, se estaba colando agua por el
techo de este espacio ‘remodelado’”.
“A todo
esto, lo que mas asombra es la ineficiente labor de supervisión y la
irresponsabilidad de las compañías contratadas para cumplir con calendarios y calidad
de obras”, expresó Sola. “Ajenos a las excusas que puedan estar dando los
implicados, los que trabajamos tenemos un sentido de hastío porque nada se hace
bien y nadie hace nada para evitarlo. Estamos inmersos en un peligroso y
pernicioso estado de ánimo, que nos hace reaccionar con cinismo a cada nuevo desatino.
En una palabra, estamos desmoralizados.”
El pasado
ocho de mayo la HEEND realizó un paro en el que reclamaron exitosamente a la administración
que cierre la biblioteca en lo que se terminan las obras de mejoras. Las
labores regulares se reanudaron el pasado lunes, once de junio. Varios
empleados que entrevistamos ese día dijeron notar una mejoría en la calidad del
aire, pero el optimismo que sienten viene acompañado de cautela.
La
biblioteca también tiene un serio problema de hurto. Se han robado monedas de
las fotocopiadoras, y hasta computadoras nuevas que todavía estaban en sus cajas.
Este problema no es de la Lázaro solamente.
Recordemos que no muy lejos, en el teatro, se robaron el Oscar que ganó José
Ferrer, un hurto que hasta el día de hoy permanece sin esclarecerse.
Empleados
de la biblioteca dijeron que nos procurarían documentos y ponencias sobre la situación
en la Lázaro. así fue, pero tuvimos que ir a buscarlos en persona, pues la
maquina de fax había sido robada.
You can blow out a candle,
but you can’t blow out a fire.
Once the flame begins to catch,
the wind will blow it higher.
·
Peter Gabriel
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