Malthus vive en Puerto Rico

Carmelo Ruiz Marrero
CLARIDAD


El Puerto Rico de hoy sufre de enormes problemas de desintegración 
social y destrucción ambiental. Nosotros los progresistas entendemos que 
éstos se deben a estructuras institucionales intrínsecamente injustas y 
antiecológicas que benefician a una pequeña minoría de privilegiados.

A los demágogos reaccionarios que pululan en el sistema educativo y los 
medios de comunicación, los cuales tienen la función de defender y 
justificar el status quo mediante el dogma recalcitrante que esté de 
moda, no les cabe en la cabeza que sea precisamente el sistema 
político-económico que ellos celebran el causante de la crisis 
socioecológica que vivimos. Ellos, teniendo ante sus propios ojos el 
estruendoso fracaso de la democracia burguesa electorera y la empresa 
privada, están tan indoctrinados de valores sociales ultraconservadores 
e ideas políticas caducas sacadas del siglo 18 que optan por puro 
reflejo inconsciente atribuir los problemas de nuestra era a factores 
geográficos y biológicos.

El discurso dominante postula que: 

1) "Esta es una isla muy pequeña"

2) "No tenemos recursos" 

3) "Puerto Rico está sobrepoblado"

En otras palabras, que los complejos problemas del Borínquen de hoy 
pueden ser explicados completamente mediante las ciencias naturales, sin 
necesidad de acudir para nada a las ciencias sociales. Estas tres 
máximas están diseñadas para neutralizar y desarmar todo discurso social 
y/o ambientalista que critique el capitalismo y el colonialismo. Las 
primeras dos llaman la atención a factores geográficos acerca de los 
cuales nadie puede hacer nada, y la tercera refleja un Malthusianismo 
vulgar y chabacano que es el colmo del autodesprecio nacional, una 
internalización de la mentalidad del colonizador genocida de la cual nos 
advirtió Albert Memmi en su libro Retrato del Colonizado.

El más reciente ejemplo de esta tésis cargada de rencor ideológico y de 
histeria seudocientífica es la columna reciente de Wilfredo Vivoni, 
ex-director de la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados, en El Nuevo 
Día el 22 de septiembre. En dicha columna, Vivoni hace un número de 
planteos cuestionables que, lejos de ser objetivos y basados en el 
razonamiento y conocimiento de la historia y realidad puertorriqueñas, 
son producto de una visión de mundo altamente ideológica y reaccionaria. 
El señor Vivoni nos dice lo siguiente:

"Nuestra gente del campo se ha vaciado en los centros urbanos buscando 
mejores oportunidades."

¿No se habrán ido a la ciudad debido a las destructivas fuerzas 
económicas desatadas por las políticas desarrollistas de Muñoz? 
Independientemente de los méritos de la Operación Manos a la Obra, hay 
que reconocer que ésta destruyó la economía y sociedad rurales. La gente 
no abandonó el campo así porque así.

"Hay familias muy numerosas con grandes problemas de desempleo, lo cual 
los convierte en dependientes gubernamentales para poder sobrevivir."

La problemática del desempleo es muy compleja y no puede ser burdamente 
reducida al tamaño de las familias. Debido a sus gríngolas ideológicas, 
Vivoni es incapaz de considerar que el desempleo se podría deber a que 
vivimos en un sistema político-económico injusto, el cual está orientado 
al lucro privado y no al bien público. El problema es ahora peor con el 
empeño de demágogos reaccionarios en ponerle fin a las pocas ayudas que 
los pobres reciben del estado. Estas políticas retrógradas son 
presentadas con eufemismos como: "downsizing", "reinventando el 
gobierno", "total quality management" y "gobierno como facilitador". Los 
empleados públicos botados a la calle se quedan en la calle, ya que la 
muy celebrada empresa privada simplemente no genera suficientes empleos.

Y de todos modos, si a Vivoni y sus colegas neo-Malthusianos les 
interesa de verdad reducir el tamaño de las familias pobres, ¿entonces 
porqué no proponen la educación sexual compulsoria en todas las escuelas 
públicas y hacerle disponible al pueblo servicios gratuitos de higiene 
sexual y planificación familiar? ¿Acaso le temen ellos a la derecha 
religiosa? Yo creo que sí. Cuando se trata de atacar a los sindicatos y 
a los ecologistas, los sirvientes del gran capital son muy machitos y 
envalentonados. Pero cuando se topan con la derecha religiosa se ponen 
cobardes.

Aún si le hicieran frente a los fanáticos religiosos e impulsaran dichas 
reformas, ¿Cómo esperan lograrlo sin una verdadera reforma de salud? No 
se puede hacer progreso en la planificación familiar si la atención 
médica no está disponible para la población entera. La mal llamada 
'reforma' de Rosselló y su mentada tarjetita nos están llevando 
precisamente en la dirección opuesta.

Pero no molestemos al señor Vivoni con estas complejidades. El prefiere 
atribuir toda la tragedia del desempleo a los ovarios de las mujeres 
pobres, los cuales él percibe como excesivamente fértiles.

"Generamos desperdicios sólidos a un ritmo cerca de cinco libras por 
persona por día, sin incluir los vertederos clandestinos. "

¿Está diciendo Vivoni que todos los puertorriqueños generamos la misma 
cantidad de basura? ¿Creen los lectores que un indigente que duerme en 
las calles del Viejo San Juan produce la misma cantidad de desperdicios 
sólidos que un blanquito de Suchville? ¿Que las familias de Barrio 
Obrero generan tanta basura como las residencias de los Fonalleda, los 
Ferré o los Carrión?

Nadie es capaz de creer semejante disparate. Debido a las enormes 
diferencias de ingreso que existen dentro de la sociedad puertorriqueña, 
algunos ciudadanos consumen enormes cantidades de bienes mientras que 
otros consumen cantidades insignificantes. Lógicamente, uno debe 
concluir que algunos estratos de nuestra sociedad son más responsables 
de la crisis de la basura que otras. Es cruelmente irónico que la basura 
que botan los ricos por lo general acaba en vertederos, legales o 
clandestinos, los cuales usualmente se encuentran en áreas pobres. Ese 
es el verdadero eco-terrorismo.

De cualquier modo, el aumento en la producción de basura per cápita no 
se debe a que a la gente le está dando la gana de botar más basura. Se 
debe a que la gran parte de los bienes disponibles hoy día son 
desechables y excesivamente empaquetados, algo que los consumidores 
nunca pidieron.

Ninguna discusión del problema de desperdicios sólidos debe limitarse al 
rol de las residencias en éste, sino que debe abarcar también los 
comercios e industrias. La cantidad de basura generada por residencias, 
aún las de altos ingresos, se queda corta ante la cantidad de basura que 
producen los comercios, industrias y además las propias agencias del 
gobierno.

Pero en el discurso de Vivoni no hay espacio para una discusión sobre 
cómo las instituciones de la clase dominante agudizan la crisis 
ambiental. Los seudo-ambientalistas del status quo quieren resolver la 
crisis con una especie de eco-civismo individualista. Según este credo, 
las causas y soluciones de los problemas ambientales se encuentran 
exclusivamente en las acciones de los individuos. Por lo tanto, el 
ambiente será salvado mediante modificaciones en las conductas 
individuales. Mientras tanto, el estado y las empresas privadas podrán 
seguir contaminando a su antojo. Los contaminadores esperan poder usar 
el eco-civismo, pedante y apolítico, como contrapeso para contrarrestar 
el ambientalismo militante y combativo.

"De igual manera consumimos y desperdiciamos agua en una forma 
desproporcionada. Algo similar pasa con el consumo exagerado de la 
energía eléctrica. Hay que crear conciencia para economizar."

Tales palabras, viniendo del señor Vivoni, expresan un cinismo 
espantoso. El dirigió la AAA, la cual pierde entre un 25 y un 31 
porciento del agua que pasa por sus tuberías debido a roturas y averías. 
Esta es la misma agencia que a través de los años se rehusó a dragar el 
lago Carraízo, la que no quiere reparar los acueductos rotos, la que no 
tiene ninguna política de conservación de agua, la que nos quiere 
empujar el ecológicamente desastroso y completamente innecesario 
superacueducto. Vivoni es personalmente uno de los responsables de la 
crisis de agua que estamos viviendo, y aún así pretende darnos 
sermoncitos de conservación.

Si de verdad le interesa a Vivoni & Co. proteger nuestras fuentes de 
agua, ¿Entonces porqué no proponen leyes para combatir el 
desparramamiento suburbano, el cual hace tanto daño a las cuencas 
hidrográficas? ¿Porqué no le hacen frente a las corporaciones 
farmacéuticas, que llevan años saturando nuestros acuíferos de 
desperdicios tóxicos?

El señor Vivoni acusa a la ciudadanía de desperdiciar electricidad. ¿Y 
que ha hecho la Autoridad de Energía Eléctrica por conservar energía?  
La AEE anuncia de manera alarmista que pronto no habrá capacidad 
generadora para cubrir las necesidades de Puerto Rico. En lugar de 
resolver esta alegada crisis con medidas de conservación, decide 
construir más plantas generadoras, en Guayanilla y Guayama. 

"Sabemos que en una isla pequeña como la nuestra, de terrenos 
accidentados, es difícil propiciar una industria agrícola grande, 
productiva y económicamente viable para hacernos autosuficientes. Ahora 
perdemos valles ante el empuje poblacional."

Los problemas de la agricultura no se deben al tamaño de nuestra isla ni 
a un supuesto 'empuje poblacional', ni a ningún factor físico, 
geográfico o biológico. Se deben a políticas desarrollistas que datan de 
la era de Muñoz, en las que intencionalmente se decidió sacrificar la 
agricultura para favorecer a las farmacéuticas. Pero tampoco caigamos en 
el error de añorar lo que había anteriormente. En el período previo a la 
Operación Manos a la Obra, la agricultura estaba orientada hacia la 
exportación de azúcar, tabaco y café mientras amplios sectores del 
pueblo pasaban hambre.

Puede haber una agricultura sustentable y productiva en Puerto Rico. 
Pero para eso, el gobierno debe apoyarla.

"Vemos en muchos países el flagelo de la hambruna, pues tienen unas 
sequías extensas y sus terrenos ya no son cultivables."

¿Quiere el señor Vivoni hablar sobre la hambruna en el Tercer Mundo? Muy 
bien, entonces hablemos del Banco Mundial, del Fondo Monetario 
Internacional, de la estranguladora deuda externa, de la Organización 
Mundial de Comercio, de las desastrosas medidas neoliberales que 
perpetúan la subordinación, la dependencia y el subdesarrollo, de la 
llamada 'Revolución Verde' y sus trágicas consecuencias sociales y 
ecológicas, de la invasión de las transnacionales, y de muchas otras 
cosas para las cuales no hay espacio en estas páginas.  Y más importante 
aún, hablemos de 500 años de coloniaje y neocoloniaje, que han hecho 
posible que los países ricos del hemisferio norte, con sólo 20 porciento 
de la población mundial, consuman 80 porciento de los recursos del 
planeta y produzcan un porcentaje similar de la contaminación 
atmosférica y desperdicios sólidos.

Los neo-Malthusianos privilegiados se ven a sí mismos como los ricos 
colonos ingleses que se paseaban por una ciudad china en una limosina en 
la novela El Imperio del Sol de J. G. Ballard. En un pasaje de este 
libro, la limosina es rodeada por decenas de desposeídos y deambulantes 
pidiendo limosna. En ningún momento se plantean los que están adentro 
del vehículo que su fabulosa riqueza se deba a la pobreza de los que 
están afuera de éste y viceversa. Los discípulos contemporáneos de 
Malthus son parientes ideológicos de Luis Dávila Colón, Carlos Alberto 
Montaner y Mario Vargas Llosa. Para ellos, el imperialismo no existe ni 
existió nunca.

En su columna, Vivoni admite de mala gana que hay países ricos con tanta 
o más densidad poblacional que los supuestamente sobrepoblados países 
del Tercer Mundo. ¿Y porqué son éstos tan prósperos? Eso simplemente no 
cuadra con la teoría Malthusiana. Vivoni hace la siguiente maroma 
retórica para explicar esta incongruencia:

"Sabemos de lugares con densidades poblacionales muy altas y que no 
tienen la magnitud de los problemas nuestros, pero tienen unas actitudes 
de producción, competitividad y disciplina distintas a las nuestras."

Puesto en otras palabras: los pueblos del Tercer Mundo, incluyéndonos a 
nosotros los puertorriqueños, somos una sarta de malditos vagos que 
tenemos la culpa de nuestros propios problemas. Progresaremos sólo en la 
medida en que imitemos a los norteamericanos y los europeos y emulemos 
sus valores y actitudes. Esta es la lógica final e inevitable del 
discurso de la 'sobrepoblación': negación de la existencia del 
imperialismo, arrogancia racista, ahistoricismo, misantropía y 
anti-humanismo.

El discurso Neo-Malthusiano no tiene nada que ver con ciencia u 
objetividad. Al contrario, es pura politiquería derechista.
 
 
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