La poesía salvó un bosque

Carmelo Ruiz Marrero

CLARIDAD

29 de noviembre 2002

 

Desde mucho antes de existir evidencia científica de la destrucción del ambiente ya los grandes artistas y poetas estaban señalando el fenómeno a través del ensayo, la canción y la poesía. Enrique Laguerre, Abelardo Díaz Alfaro y Luis Llorens Torres denunciaron no sólo la desculturización sino también la destrucción de nuestros hermosos paisajes y valiosos recursos naturales a nombre del llamado progreso.

Y también nuestro poeta nacional Juan Antonio Corretjer observó con gran dolor el avance arrollador del concreto y el uso de químicos venenosos en nuestra agricultura.

En sus últimos años de vida terrenal solía entretenerse viajando a caballo por la ribera del río Encantado en el barrio Frontón de Ciales. El río Encantado, a pesar de no ser muy conocido, es una de las grandes maravillas naturales de Puerto Rico. En su trayecto, que comienza en la Cordillera Central y continúa por el karso, hay majestuosas cascadas y pozas que sirvieron de inspiración para varias de las más conocidas y celebradas obras de Corretjer.

En uno de sus últimos recorridos a caballo por el río, el caficultor Tato Rodríguez le preguntó cómo veía la finca, a lo cual el poeta contestó “Está muy bonita, pero no hay sombra”. Efectivamente, habían arrasado los frondosos árboles y exhuberante vegetación para sembrar un monocultivo de café, que mantenían productivo a fuerza de insecticidas y fertilizantes sintéticos.

Con el pasar de los años Don Tato y varios de sus colegas cogieron conciencia de lo dañina que es esa agricultura, descrita por algunos como “moderna”.

“Las poblaciones de pájaros se redujeron debido a la deforestación y el uso de químicos. Desaparecieron después las mariposas y hasta morir lagartijos por los insecticidas. Eso me fue creando conciencia: si eso le pasa a ese animalito a mí también me tiene que estar haciendo daño.”

El Bosque Corretjer

Usando la poesía de Corretjer en combinación con los más avanzados conceptos de agricultura ecológica y protección ambiental, Don Tato junto con compueblanos cialeños y ciudadanos de todo el país establecieron el Bosque Corretjer.

Este bosque, localizado en Frontón, cerca de donde la carretera 146 se cruza con el río Encantado, es precisamente la antigua finca cafetalera de Don Tato donde Corretjer solía montar a caballo. Situado en la franja donde el karso y la cordillera se encuentran, el Bosque ofrece a sus visitantes una vista espectacular de mogotes casi verticales. Consiste de unas 160 cuerdas que son parte de un predio de aproximadamente mil cuerdas preservadas por el Fideicomiso de Conservación. El Fideicomiso estuvo de acuerdo con el concepto del Bosque Corretjer y arrendó las 160 cuerdas.

El cafetal invadido por maleza es poco a poco reforestado y repoblado con árboles mencionados en la poesía de Corretjer, al igual que numerosas especies autóctonas. “Plantamos árboles frutales, maderables y leguminosos”, nos informó Don Tato. “Sembramos capá prieto, guaba, guamá, moca, caimito, maricao, cítricos, maga, teca, ausubo, cedro, palma real, moralón y carbonero.”

No se trata de una simple plantación de árboles sino de crear todo un ecosistema complejo, saludable y productivo, que provea empleos y alimentos y que sirva de recurso ecoturístico.

Desde que han emprendido el proyecto de reforestación y desistido de usar químicos han vuelto al bosque los pájaros e insectos polinizadores que habían desaparecido. “Ya volvieron las abejas cantáreas, que hace tiempo no veíamos”, dijo Don Tato.

“Los sanpedritos, que son como papagayos en miniatura y sólo viven en cuevas, se habían ido a la zona del karso, que era el último habitáculo que les quedaba.  Pero desde que dejamos de usar químicos, están de regreso. Y también estamos oyendo de nuevo los múcaros por la noche.”

Un proyecto educativo

El Bosque es un proyecto primordialmente educativo.  Desde el año pasado cientos de niños de escuelas de Ciales, Manatí y Ponce lo han visitado para sembrar árboles y aprender de la protección ambiental y de la poesía de Corretjer. Todos los árboles son sembrados por niños.

“Nosotros preparamos unos módulos educativos inspirados en Don Juan Antonio y el paisaje cialeño que lo motivó a escribir esos poemas”, explicó Marta Núñez, esposa de Don Tato.

“Esto se hace con el aval de los superintendentes y los directores. Llevamos los módulos a las escuelas, los estudian niños entre kinder y quinto grado, y después los llevamos de excursión al Bosque para sembrar árboles.”

“Es hermoso ver nenes y nenas de primer grado con la ternura que siembran, esa mirada sana, limpia, que todavía no ha sido contaminada, y cómo ellos van tocando esas raices.”

“Los niños siembran arboles y yo siembro guineo, que ayuda a controlar yerbajos y mejora el suelo”, dijo Don Tato. “Se les habla de los árboles y para qué sirve cada uno. Por ejemplo el capá prieto, se le explica que es, cómo florece y para qué sirve su madera.”

Núñez enfatizó la importancia del componente cultural del Bosque. “Vamos recogiendo nuestro folclor que se va perdiendo y no se enseña en las escuelas. Tan hermosa es la experiencia que cuando los maestros se despiden nos dicen que ‘por favor, invítennos el año que viene.’”

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