El Ojo del Huracán

LA FUENTE DE LA ALGAIDA

Algaida significa bosque o sitio lleno de matorrales espesos. La antigua fuente de La Algaida, que pidía tener una historia de al menos 500 años, estaba ubicada en la zona conocida actualmente como "Las Parras", cerca del vertedero ilegal, en el mismo sitio donde el Ayuntamiento ha hecho un abrevadero para cabras donde resulta que no pueden beber las cabras. Lo del quebranto traumático de la historia es grave, pero lo de las pobres cabras es casi peor, además de patético.
Las cabras, como todo el mundo sabe, tienen un cuello de cabra, no de llama peruana (Felipe tenía una llama en la Moncloa), ni de camello sahariano (Felipe, el de izquierdas, abandonó a los saharahuis a su suerte). Las cabras son cabras, y cuando van a beber, necesitan tener un pilón a su altura. No hace falta ser un lince para intuirlo. Pero aún hay alcaldes y tenientes de alcalde que ni son linces, ni quieren serlo, ni puñetera falta que les hace teniendo mayoría absoluta. Por eso pasa lo que pasa.
Pasear por la Fuente de La Algaida a la hora de beber las cabras es el espectáculo más triste y fuerte que pueda presenciar uno. Una que se cae, otra que no llega, a esta que la empujan, a aquella que le ponen una zancadilla, la más torpe que nunca llega... y la mayoría, con rostro pensativo, espera en una larga cola bajo el sol. España, el país del sol y de las colas... Con el felipismo, resulta que hasta las cabras, animales montaraces y casquivanos, tienen que guardar la disciplina de las colas. Uno, que con la edad que tiene ha tenido que guardar muchas colas en la España de Felipe (en el INEM, en el médico, en los ministerios...), a la fuerza tiene que solidarizarse con estos pobres animales, que lo único que quieren es beber, y tienen, sin comerlo ni beberlo, nunca mejor dicho, que soportar las imbecilidades del poder.
Lo que tenían que hacer las cabras era encerrarse un día en el ayuntamiento o cortar por la fuerza la vereda real de Las Parras, para reclamar su derecho a beber, porque en esta Andalucía de Chaves como no sea por las malas nadie consigue nada (recuerden ustedes lo de Astilleros). A eso es a lo que nos tienen acostrumbrados, en vez de a una democracia dialogante y razonable. Pero quizás sea pedirle demasiado a personas habituadas desde el primer día a gobernar con un poder aplastante sin tener ni repajolera idea de lo que es un Ayuntamiento.
Ya lo están viendo ustedes, si son incapaces de calcular el tamaño del cuello de una cabra, cómo se les puede pedir que calculen el presupuesto general para un pueblo de 7.000 habitantes o que comprendar la conveniencia y la razón de una caseta municipal gratuita. Ahora se entienden muchas cosas, y a lo mejor no es cuestión de mala fe, como pueda sospecharse a primera vista, sino de inutilidad. Que las cabras sufran las consecuencias de un poder inútil es grave, pero más grave es que esas consecuencias las suframos, en otro orden de cosas, los montellaneros, que no somos cabras, sino personas dignas y nobles que no merecemos el continuo castigo de padecer las incompetencias de un gobierno municipal cada vez más soberbio y aferrado al poder. Ay, si Felipe, el compi, bajara por estos pagos, a más de uno y a más de dos los echaba del partido a gorrazos.

José Antonio Illanes Fernández

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