Recuerda que fuiste de izquierdas
José Antonio Illanes
Leo en la revista "El Socialista" demasiados pasatiempos, cuentecitos de
mesa camilla, aventuritas de Roberto Alcázar y Pedrín, guiones de radionovela
y otras maniobras inútiles encaminadas a distraer la atención del gentío. Lo mismo
que hacía Franco cuando llegaba el primero de Mayo y el proletariado se le volvía
tarasca y protestón; muchos toros, más fútbol, un poco de caña y hasta el año que
viene.
Don Cristóbal Reina (Cristobita para amigos y enemigos), es un político
de gran talla intelectual, como todos sabemos; un político que estudió a fondo
el "Catecismo Patriótico Español" de Menéndez-Reigada, el "Glorias Imperiales"
de Ortiz Muñoz y "El Parvulito" de Alvarez; un político (algún día lo contarán
sus biógrafos) que jugaba de niño con la muñeca Mariquita Pérez. Ahora, de mayor,
quiere jugar con todo un pueblo, y es el ideólogo de ésta patética campaña de
desinformación lanzada por el PSOE de Montellano, y piensa que le va a dar
el lmismo resultado que le dió a Göebel en la Alemania nazi, (no cuenta
con que Göebel era mucho más listo que él, ni con que estamos nosotros enfrente,
ni con que Montellano no es tonto). Don Cristóbal piensa que ante las acusaciones
de corrupción hay que demostrar triunfalismo y sordera, camisa nueva, montañas
nevadas, banderas al viento. Nada, nada, aquí no pasa nada hombre, éste el
"decimoctavo año triunfal"; venga, todo el mundo a comer tapas, a beber cerveza,
a contar chistes, a hacer pasatiempos, a tocar palmas.
No, no, don Cristóbal, no, usted lo que tiene que contarnos a los montellaneros
es lo que ha pasado con los uniformes de los municipales, con las facturas de autobúses,
con los vales de gasolina, con el 160 millones de litros de agua perdidos en
el pozo, con los presupuestos generales del ayuntamiento, con las listas
ocultas del PER, con la falta de vivienda, con los millones de la feria, con los
contratos de los trabajadores, con el contrato de la casa de la juventud, con
el vertedero clandestino, con la fábrica de cangrejos, con la deuda total de
Montellano, con los 45 millones del préstamo fantasma, con las nóminas de los
funcionarios, con la falta de transparencia, con el recorte de las libertades,
con el derroche de dinero y con muchas cosas más.
Usted, don Cristóbal, lo que tiene que explicar de una vez son las soluciones
que usted tiene para mejorar el problema del paro, el problema del tráfico,
el problema de la emigración, el problema de las calles abandonadas, el
problema de la vivienda, el problema de una tercera edad condenada al olvido,
el problema de una juventud sin futuro, el problema de los cortes de agua, el
problema de las promesas electorales incumplidas, el problema de un pueblo cada
vez más arruinado. ¿Cuales son sus soluciones, don Cristóbal? ¿más promesas?
Déjese de contarnos chistes y de hacernos reir; le agradecemos el detalle, desde luego,
pero para eso no les paga Montellano a ustedes, para eso ya tenemos a Chiquito
de la Calzada o al Sr. concejal de tráfico.
El otro día, en Telesierra, lo vi a usted, arrimado a la barra del bar Deli
(exquisita cocina y mejor trato), en horas laborales seguramente, con el aire
acondicionado (mientras los jornaleros cogían remolacha en el llano), bebiendo
cervecita usted con el Sr. alcalde y sus compañeros, como un general romano,
luciendo su walki, su prepotencia y su victoria absoluta. Los generales
romanos, que tampoco informaban de nada al pueblo, cuando paseaban su triunfo
por las calles de Roma como usted pasea el suyo por las de Montellano, siempre llevaban
un esclavo detrás, lo mandaba la ley, soteniendo sobre su cabeza la corona
de laurel. La obligación del esclavo era repetir al oído del general: "Recuerda que
sólo eres un hombre... recuerda que sólo eres un hombre..." Yo no soy su esclavo
(ya se habrá dado cuenta), ni sostengo su corona de laurel (para eso tiene
usted al concejal de tráfico), pero cuando lo vi a usted en Telesierra, vendiendo
a Montellano como si fuera Marbella, triunfal, glorioso, distante, altivo, me
hubiera gustado llegar por detrás y decirle al oído (en voz baja para no
sobresaltarlo): "Recuerda que fuiste de izquierdas... recuerda que fuiste de
izquierdas...".
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