La Batalla de Lepanto

La cabeza de Alí Pachá

Ya vimos que el viejo zorro Mohamed Sirocco intentaba rebasar la línea cristiana por su flanco izquierdo para atacarla por retaguardia y que Barbarigo, adivinando sus intenciones, había acercado sus galeras a la costa para cerrarle el paso. A pesar de ello, algunas galeras turcas ligeras tripuladas por hábiles pilotos familiarizados con aquella costa lograron pasar casi rozando quillas por los bancales y escolleras, y consiguieron envolver a Barbarigo. El combate que siguió fue muy enconado y sangriento. A poco de entablado, Barbarigo recibió un flechazo en el ojo (del que fallecería horas después) y hubo de ceder el mando a su sobrino Contarini (que también fallecería a causa de las heridas). La situación llegó a ser desesperada para los cristianos, pero por fortuna, cuando parecía que las galeras venecianas iban a caer en poder del turco, acudió en su ayuda el cuerpo de reserva cristiana mandado por Alvaro de Bazán, cuya oportuna intervención cambió las tornas, arrinconó a los turcos y decidió el combate. Mohamed Sirocco pereció defendiendo su nave. Después de la refriega lo encontraron agonizando entre los restos del naufragio y lo remataron para ahorrarle sufrimientos. Sus subordinados, menos valerosos o más realistas, embarrancaron las otras galeras en la costa y se pusieron a salvo.

Cuando el combate en el ala izquierda se hubo resuelto, Alvaro de Bazán reagrupó sus naves y acudió en auxilio del centro donde la lucha en torno a las galeras insignias Real y Sultana se encontraba en su punto álgido. La situación de los cristianos era apurada pues el enemigo recibía refuerzos de al menos seis de sus galeras mientras que la Real sólo los recibía de dos. En el plan original se había previsto que la Real sería auxiliada por las dos capitanas que la flanqueaban, pero éstas habían quedado a su vez trabadas en combate con otras. No obstante, Colonna procuraba echar una mano a la nave almiranta ordenando a sus arcabuceros que dispararan sobre los asaltantes turcos. Además, en cuanto le fue posible, maniobró para embestir a la Sultana lateralmente. Casi al mismo tiempo el providencial Álvaro de Bazán la atacaba por la otra banda. La melée se completó con la adición de la galera de Partau Pachá que embistió a la de Colonna y otras dos que cortaron el paso a la de Veniero cuando se precipitaba contra la capitana turca. Reforzados con los nuevos socorros, los soldados de la Real se lanzaron al tercer asalto y esta vez lograron conquistar la Sultana. Andrés Becerra, capitán de los tercios, natural de Marbella, arrebató al portaestandarte turco la bandera de Alí Pachá, aquella sagrada insignia enviada desde La Meca. Alí Pachá pereció combatiendo valientemente. Se dice, aunque no está confirmado, que el almirante turco fue abatido por varios arcabuzazos y que un remero cristiano de los que don Juan de Austria había liberado, decapitó el cadáver con un hacha y presentó la cabeza a don Juan clavada en una pica, pero el almirante cristiano le ordenó, disgustado, que la arrojase al agua.

La noticia de la conquista de la Sultana y la muerte del almirante turco corrió de una nave a otra como la pólvora. A los gritos de victoria, los cristianos, que en casi toda la línea prevalecían sobre sus adversarios, redoblaron el ímpetu de la lucha. La noticia produjo en los turcos el efecto contrario, algunos capitanes dieron por perdida la batalla y procuraron huir hacia Lepanto, pensando en salvar lo salvable. Partau Pachá, comprendiendo que su esfuerzo era inútil, se separó de la galera de Colonna y viró hacia mar abierto, pero el animoso Juan de Cardona le cortó la huida. El almirante turco, con la espalda hecha una llaga por el impacto de una piñata incendiaria, transbordó a una fragata y huyó a Lepanto. Otros se fueron rindiendo, entre ellos Mustafá Esdrí cuya nave no era sino la antigua galera capitana de la escuadra pontificia que los turcos habían capturado diez años atrás. Fue quizá la mejor presa que hicieron los cristianos, puesto que en su bodega viajaban los cofres de la tesorería otomana.