Los oficiales vestían de forma similar a la de la tropa aunque gustaban de utilizar prendas más suntuosas, de acuerdo con su grado o con su propia disponibilidad de fortuna. Los generales se distinguían por el empleo de una ancha banda de color carmesí que les cruzaba el pecho. Entre los jefes y oficiales era frecuente el empleo de borgoñota, adornada con plumas rojas y blancas, media armadura o armadura completa. Durante el reinado de Carlos V tuvo considerable auge la armadura denominada "Maximiliana", que se caracterizaba por poseer multitud de estrías o acanaladuras muy próximas entre sí que imitaban los pliegues de las prendas de la época y cubrían toda su superficie a excepción de las grebas o parte inferior de las defensas de las piernas. Los zapatos metálicos, con bordes rectangulares, estaban inspirados también en el estilo civil del momento conocido como "pata de oso".
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Las estrías, aparte de su función decorativa, se introdujeron para reforzar la armadura y tratar de desviar de las zonas vulnerables el impacto de los proyectiles o de las armas blancas. Carlos V vestía una armadura a la romana que se conserva en la Real Armería de Madrid. Fue labrada por Bartolomeo Campi, platero de Pesaro, y está compuesta por siete piezas de acero pavonado con adornos de bronce dorado, de plata y de oro. Se inspira en las armaduras grecorromanas, puestas de moda durante el Renacimiento. El casco es una borgoñota con yugulares a la romana, adornada con una diadema de hojas de encina en oro. La coraza se adapta a la musculatura del cuerpo, a la manera de las que utilizaban los emperadores romanos.
Además de la espada y la daga, de uso general entre los oficiales, los capitanes utilizaban pica y rodela o arcabuz al entrar en combate. Su distintivo de grado era una jineta sin punta acerada y guarnecida con "flecos galanes" que portaban durante las marchas o en las estancias en los campamentos.
Los sargentos mayores llevaban coleto de ante, musequíes o mangas de malla y morrión (prenda militar, a manera de sombrero de copa sin alas y con visera), e iban armados con espada y corcesca (arma semejante a la alabarda, rematada en una sola punta como las lanzas); la corcesca constituía también, junto con su bastón de mando, un distintivo de grado.
Los alféreces y los sargentos de compañía llevaban una alabarda como distintivo de grado, y en los combates solían utilizar, además de la espada, un gran dardo con punta de hierro fabricado con madera muy resistente (generalmente fresno). Con frecuencia los generales tenían a su servicio a un heraldo para que actuara como enlace entre las diversas unidades a su mando y transmitiera mensajes al enemigo. Los heraldos del Emperador vestían una dalmática de seda en la que iban bordados los emblemas imperiales, y portaban un bastón de mando blanco como signo de su misión de paz.
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