Joaquín Maurín Juliá, maestro, periodista, escritor
y militante revolucionario, nació en Bonansa (Huesca) el 12 de enero
de 1896. Sus padres erán pequeños propietarios campesinos
en el Pirineo aragonés. En la Escuela Normal de Huesca, donde curso
sus estudios de Magisterio, tuvo como condiscípulos a Felipe Alaiz,
Ángel Samblancat, Ramón Acín y Tomás Tusó.
Era el período 1911-1914 y Maurín y sus camaradas sacaron
el periódico El Talión, una hoja de combate que le
costó varios procesos. Maurín se refugio en Lérida,
donde ejerció de maestro en el Liceo Escolar y se ligó a
los sindicatos de la CNT. En 1918 dio una conferencia sobre la Revolución
Rusa que fue un acontecimiento político. En diciembre de 1919, Maurín,
que estaba cumpliendo el servicio militar en El Pardo, se presentó
vestido de soldado en el famoso congreso de la CNT que se realizó
en Madrid. La sorpresa fue enorme. Maurín saludó a los delegados
leridanos y Salvador Seguí le dijo, sonriendo y bonachón:
"Ahora ya podemos formar el Consejo de obreros y soldados".
En cuanto se liberó del servicio militar, Maurín volvió
a Lérida e ingresó en la CNT, donde militó tan activamente
que en 1920 fue elegido secretario de los Sindicatos y director del semanario
Lucha social. En abril de 1921, el Comité Nacional de la
CNT decidió enviar una delegación al congreso de fundación
de la Internacional Sindical Roja en Moscú. La formaron Andrés
Nin, Joaquín Maurín, Hilario Arlandis, Jesús Ibáñez
y Gastón Leval. En Moscú, Maurín tuvo la oportunidad
de conocer a Lenin, Trotsky, Bujarin, Zinoviev y otros dirigentes soviéticos.
Y de reclamar la liberación de los anarquistas detenidos por su
actividad contra el régimen bolchevique. Pero la CNT se incorporó
a la ISR. En octubre de 1921, Maurín dio cuenta de la misión
de la delegación anarcosindicalista y del congreso constituyente
de la ISR en un pleno del Comité Nacional de la CNT. En ese mismo
pleno, Maurín fue elegido secretario general de la CNT, cargo en
el que se mantuvo hasta su detención en febrero de 1922. Era la
época de las grandes luchas sindicalistas contra la burguesía.
En mayo de 1922, Lucha social de Lérida publicó un
folleto de Maurín titulado "El sindicalismo a la luz de la Revolución
Rusa". En ese folleto, Maurín criticaba el anarquismo nebuloso y
defendía la concepción marxista del sindicalismo. Víctor
Serge, por un lado, y Ángel Samblancat, por otro, escribieron críticas
excelentes del texto de Maurín. Lucha social desapareció
y el 21 de diciembre de 1922 nació en Barcelona La Batalla,
semanario animado por Joaquín Maurín y Pedro Bonet. Primero
se presentó como órgano sindicalista revolucionario y luego
como "sindicalista-comunista". La Batalla progresó y, poco
a poco, se constituyeron comités sindicalistas revolucionarios en
los sindicatos confederales. El terrorismo policiaco-patronal seguía
haciendo estragos. El 10 de marzo de 1923 cayó asesinado Salvador
Seguí, la gran figura del sindicalismo. Siguieron, entre otros,
Juan Pey, Albarícias, Foix (de La Batalla). Y se produjo
una reacción fulminante con grandes actos de protesta en los que
participaron juntos Ángel Pestaña, Juan Peiró, Litertad
Ródenas y Maurín.
A principios de 1924, el grupo de La Batalla ingresó
en el Partido Comunista y reorganizó la Federación Comunista-Catalana.
Era poco después del golpe militar de Primo de Rivera. La prensa
de izquierdas fue sometida a la censura militar. Vino la represión
y casi todos los redactores de La Batalla fueron a parar a la Cárcel
Modelo de Barcelona. Maurín fue detenido a mediados de enero de
1925. Perseguido a tiros por la policía, fue herido en una pierna.
Lo encerraron en el castillo de Montjuich, en el calabozo donde estuvo
Ferrer i Guardia. Su intento de fuga fracasó y lo trasladaron a
la Cárcelo Modelo, en donde permaneció hasta octubre de 1927.
Liberado como otros dirigentes del PC, decidió exiliarse en París,
donde fue corresponsal de la Agencia Tass y director de las Ediciones Europa
y América. En otoño de 1930 regresó a Barcelona. En
París pudo informarse de la lucha de tendencias en la URSS y en
la Internacional Comunista gracias a Nin, que estaba entonces en Moscú,
y a otros dirigentes de la Oposición de Izquierda.
Logró sacar de nuevo La Batalla, pero la represión
que siguió a la insurrección de Jaca y a la huelga general
le llevó de nuevo a la Cárcel Modelo. Poco después,
la Federación catalano-balear del PC rompió con el aparato
burocrático de la Internacional Comunista. Estábamos en pleno
tercer período de Stalin.
El 1 de marzo de 1931 la Federación comunista catalana se fusionó
con el Partit Comunista Catalá, una organización independiente
de Madrid y de Moscú con la que tenía fuertes afinidades,
y surgió el Bloque Obrero y Campesino, con Maurín como secretario
general. El BOC se desarrolló rápidamente. Se abrió
camino en los sindicatos, las cooperativas, los Ateneos, y comenzó
su expansión peninsular creando secciones en Valencia, Castellón,
Palma, Aragón y Asturias, y favoreciendo el ascenso de la Juventud
Comunista Ibérica. En dos años, el BOC se convirtió
en el primer partido obrero en Cataluña, muy por delante del PC
y de la Unión Socialista catalana.
Los graves errores políticos de la conjunción republicano-socialista
nos condujeron al llamado bienio negro. Bajo el mando de Lerroux-Gil
Robles, la propia República estaba en peligro. El BOC, que denunció
enseguida los peligros que representaba el triunfo de Hitler en Alemania
y el ascenso del fascismo en Europa, lanzó la consigna de la Alianza
Obrera, es decir, del frente único de las fuerzas políticas
y sindicales de los trabajadores. Maurín fue el teórico de
esta política.
La Alianza Obrera, que pasó de Cataluña a Asturias y
culminó en Madrid, fue el eje de la lucha que nos condujo a la Revolución
de Octubre de 1934. Y el fracaso de Octubre, pese a la lucha histórica
de Asturias, llevó a todos a una profunda reflexión. La experiencia
común de la Alianza Obrera facilitó la reunificación
de la CNT, la creación del POUM y las coaliciones electorales que
permitieron la victoria del 16 de febrero de 1936.
El POUM, fruto de una intensa colaboración del BOC y la Izquierda
Comunista, surgió en septiembre de 1936 como una gran esperanza
y con un equipo dirigente excepcional animado por Joaquín Maurín
y Andrés Nin. Su objetivo era reunir a los marxistas revolucionarios
en un solo partido para pesar más en la Alianza Obrera, en las luchas
obreras y en la vida política. El nuevo partido facilitó
la expansión peninsular con sus secciones en Madrid, Andalucía,
Euskadi, Aragón, Galicia, Extremadura y Aragón. Maurín,
elegido diputado por Barcelona en las elecciones del 16 de febrero, fue
el gran animador de este proceso. Y cabe recordar que fue Maurín
el diputado que denunció con más vigor en el Parlamento la
amenaza reaccionaria y fascista.
El 19 de julio de 1936, cuando se venció a los militares sublevados
en Barcelona y otros lugares, Maurín se encontraba en Galicia, invitado
por los militantes del POUM a un congreso regional. Por desgracia, los
militares sublevados se impusieron rápidamente. Y Maurín,
tras no pocas dificultades, decidió acercarse a Aragón, donde
tenía amigos y camaradas que podían ayudarle a pasar al campo
antifranquista. Después de una larga odisea, llegó hasta
Jaca, donde fue detenido y encarcelado. En el libro Cómo se salvó
Joaquín Maurín, escrito por su esposa Jeanne, se describe
minuciosamente los aspectos más dramáticos de la terrible
aventura de Maurín, que concluyó en la prisión de
Salamanca, donde pasó largos años como objeto de un canje
que nunca llegó a realizarse. La preciosa e inteligente colaboración
de Luis Portela aumenta el valor de la obra. Pero sin insistir más
sobre el particular, lo que nos interesa destacar es que Maurín,
el secretario general del POUM, el autor de Hacia la segunda revolución
y otros libros prestigiosos, pasó en las prisiones de Franco todo
el proceso revolucionario y la guerra civil, acontecimientos en los que
sus compañeros jugaron un papel tan importante. No se puede imaginar
tragedia mayor para un revolucionario y para un escritor militante. Sus
consecuencias fueron graves para él personalmente y para su propio
partido. Tuvo que vivir lejos de su esposa y de su hijo, y también
lejos de sus compañeros de lucha, esperando que la campaña
internacional por su liberación hiciera posible un canje que no
se produjo.
Sabemos que afrontó la situación con coraje y gran dignidad.
El POUM tuvo también su "ausente", y eso se notó. Aunque
Maurín dijo más de una vez que su presencia en Barcelona
no habría cambiado el curso de las cosas, estamos seguros que dejó
un hueco que no era fácil llenar. En el POUM, Maurín era
un elemento de equilibrio fundamental por sus condiciones de dirigente
político y por la confianza que inspiraba a los militantes. En la
cúpula dirigente, Maurín-Nin era una garantía de talento,
de eficacia y de responsabilidad. Por eso, Nin sintió más
que nadie la ausencia de Maurín.
Joaquín Maurín no fue juzgado hasta agosto de 1944. Compareció
en Barcelona ante un consejo de guerra que le condenó a 30 años
de prisión por ser quien era y, como dijo el fiscal, por haber escrito
Hacia la segunda Revolución. Maurín fue liberado en
diciembre de 1946 al mismo tiempo que Cipriano Mera, el famoso jefe militar
anarquista. Les dieron la libertad condicional. El franquismo hacía
concesiones a la opinión internacional. Maurín salió
tras 10 años y 23 días de encarcelamiento.
Se refugió en Nueva York, con su esposa y su hijo. Allí
creó una agencia de prensa para América Latina, lo que le
permitió volver al periodismo. En 1966, a petición de la
editorial Ruedo Ibérico, publicó otra vez Hacia
la segunda Revolución en un volumen que comprendía un
epílogo y un Apéndice sobre "El comunismo en España".
Fue su decisión política más importante. En el prólogo
del libro, que salió con el título Revolución y
contrarrevolución en España, escribió: "En la
historia del movimiento obrero español, el POUM, con sus aciertos
y sus equivocaciones, es una de las páginas más hermosas
y más dramáticas". Maurín murió en Nueva York
el 5 de noviembre de 1973. No pudo ver ni el fin del franquismo ni el desmoronamiento
del estalinismo.