Se estima que 100 millones
de niños y niñas viven y trabajan en las calles de las ciudades
del mundo en desarrollo. 40 millones están en América Latina.
Sobreviven robando, mendigando o realizando diferentes trabajos, que van
desde limpiabotas hasta la prostitución. Niños que desde
los 3 o 4 años ven cortadas de raíz sus esperanzas de futuro.
Que se drogan para olvidad su soledad y el desamparo al que les han llevado
sus familias pobres y desestructuradas, y la sociedad que les rodea. Carecen
de autoestima y piensan que no sirven para nada.
La mayoría han padecido
palizas y abusos psíquicos y sexuales, por lo que han contraído
enfermedades de transmisión sexual y el sida. Usan inhalantes -tales
como pegamentos y solventes- como su droga preferida; además de
problemas físicos (enfermedades respiratorias, quemaduras en la
piel, problemas gastrointestinales, problemas en la sangre, anemias plásticas
o leucemia), los inhalantes pueden provocar a largo plazo problemas mentales
ya que destruyen las células del cerebro y otros tejidos orgánicos.
Junto con los inhalantes, tales menores suelen consumir otras drogas. En
estos niños y niñas, sucios y harapientos, que pasan hambre
y duermen en la calle, son habituales enfermedades como piojos, parásitos
intestinales y en la piel, neumonía, tuberculosis.
Muchos de ellos acaban siendo
asesinados, incluso por la policía o paramilitares.
¿Qué podemos
hacer?
Podemos apoyar proyectos de
desarrollo como el que impulsan organizaciones tales como Meninos da Rua
en Brasil, Casa Alianza en Guatemala, Niños del Camino en República
Dominicana... Gracias a ellas, muchos niños y niñas de la
calle tienen la oportunidad de obtener cobijo, comida y cierto espacio
para la educación. Además, se ha de denunciar esta situación
ante todo tipo de organismos de poder.