Se le considera responsable de ordenar las purgas anticomunistas
de 1965-66, en las que murieron medio millón de personas, el encarcelamiento
y la inhabilitación de los supervivientes y sus descendientes (2
mil prisioneros políticos en 1993), y de la represión permanente
en Timor Oriental con el resultado de más de 200 mil muertos. Durante su mandato,
él y su familia amasaron una gran fortuna, respaldados por un ejército
bien entrenado y armado por proveedores internacionales. La riqueza del
país se concentra en las familias Suharto, Liem Sioe Liong y unas
pocas más, además de los militares que están representados
en las concesiones internacionales madereras, mineras, y de la industria
en general. Además de la represión política y de la miseria generada entre su pueblo, Suharto es responsable de graves delitos ecológicos, como los grandes incendios de Borneo en 1998.