"Siguiendo instrucciones del sargento Steinmetz, del Batallón
policial 101, llevamos a los judíos al bosque. Al cabo de unos 220
m., Steinmetz ordenó que los judíos se tendieran en el suelo
en hilera, bastante juntos. Sólo había mujeres y niños
de sólo unos 12 años... Yo tenía que disparar contra
una mujer mayor, que tenía más de 60 años. A mi lado
estaba el policía Koch. Él tenía que disparar contra
un chiquillo de unos 12 años. Nos habían dicho expresamente
que debíamos mantener el cañón del arma a 20 cm. de
la cabeza. Al parecer, Koch no lo había hecho así, porque
al marcharnos del lugar de ejecución los demás camaradas
se rieron de mí, pues fragmentos de los sesos del niño me
habían salpicado el lado del brazo y se habían quedado allí
pegados. Primero les pregunté por qué se reían, y
entonces Koch, señalando los sesos en mi brazo, dijo: "Eso es del
mío, que ha dejado de retorcerse". Lo dijo en un tono claramente
jactancioso..."
(Testimonio del policía A.B.Hoffmann) |
"A los prisioneros con los que se experimentaba se les inoculaba el
virus de la tuberculosis, de la difteria o del tifus, se les obligaba a
beber agua salada o se les sometía a cambios de temperatura
de 40 gradosC en pocos minutos para estudiar la reacción de sus
organismos.
(...) Nosotros opinábamos al principio que aquel modo de terminar (gaseados) podía ser más piadoso que los apaleamientos, los ahorcamientos o el tiro en la nuca. Estábamos absolutamente equivocados, pudimos comprobarlo al contemplar los rostros de los gaseados, su expresión de espanto y angustia. Los ojos casi escapaban de las órbitas y las facciones estaban totalmente desencajadas. Cuando se cerraba herméticamente la puerta de la cámara de gas, comenzaron a introducir el mortífero gas hasta que comenzó a salir por los agujeros de la falsa ducha. Los penados estaban esperando que el agua mojase sus cabezas, pero pronto comprendían que aquello no ocurriría jamás. A medida que el gas se iba extendiendo por todo el recinto, el aire escaseaba; las víctimas no podían respirar y se abalanzaban hacia la puerta en un intento inútil de escapar. Algunas arañaban los ásperos muros de cemento hasta que desaparecían sus uñas y los dedos quedaban convertidos en muñones ensangrentados, otras golpeaban su cuerpo contra las paredes pretendiendo en su locura abrirse paso al exterior. El gas zyklon B destrozaba sus hígados y paralizaba para siempre su corazón; mientras un rictus espantoso se extendía por su rostro desfigurándolo por completo. Después de la operación había que esperar algún tiempo hasta que se evaporaban las últimas moléculas de gas. Entonces, un grupo de penados se encargaba de llevar los cadáveres al crematorio. Los cuerpos se quedaban fríos y la rigidez de la muerte nos impedía doblarles los miembros. Frecuentemente teníamos que trasladarlos en las extrañas posiciones en que habían expirado, lo que nos permitía conocer los tremendos sufrimientos que habían puesto fin a sus vidas. En algunas ocasiones teníamos que mutilarlos o quebrar los huesos para que pudiesen caber por la puerta. Después acababan en el crematorio. (...) Que un penado judío tuviese relación con una mujer alemana de raza aria y, para colmo, esposa del oficial de las SS Bachmayer, era impensable para este último. Así que ordenó a su mastín que atacase al penado sin piedad. El perro comenzó inmediatamente a rasgar el traje de rayas hasta llegar a la carne y en poco tiempo el penado se convirtió en un amasijo de materia ensangrentada. Gemía y jadeaba arrodillado en el suelo (...) Al tercer día de castigo y de repetirse el ataque el penado expiró. No le quedaba ni un solo centímetro de piel, le faltaban los genitales y tenía las piernas prácticamente desgajadas del tronco." (Testimonio de Lope Massaguer, un anarquista español en Mauthausen) |
"Una noche nos detuvimos cerca de Gardelegen. Nos tendimos en un campo
y varios alemanes fueron a consultar lo que deberían hacer. Regresaron
con un numeroso grupo de jóvenes de las Juventudes Hitlerianas y
miembros de la policía del pueblo. Nos hicieron entrar a todos en
un gran granero. Éramos entre 5 mil y 6 mil personas, la pared del
granero se derrumbó debido a la presión de la masa de gente
y muchos huimos. Los alemanes vertieron petróleo e incendiaron el
granero. Varios millares de personas se quemaron vivas. Los que habíamos
logrado escapar, nos escondimos en el bosque cercano, desde donde oíamos
los atroces gritos de las víctimas."
(Un superviviente de una de las marchas de la muerte durante el período de evacuación de los campos de trabajos forzados, 1945). |
"Entonces íbamos a trabajar. Teníamos que correr,
calzados con zuecos, mientras nos golpeaban con varas, a un rincón
del campo, y unas veces teníamos que llenar las gorras y otras las
chaquetas con piedras, arena mojada o barro y, sosteniéndolas con
ambas manos y corriendo bajo la lluvia de golpes, llevarlas al rincón
contrario del campo, descargar el material, cargarlo de nuevo y llevarlo
al rincón opuesto, y así sucesivamente. Dos hileras de hombres
de las SS y prisioneros privilegiados que nos gritaban, armados con varas
y látigos, nos golpeaban sin cesar. Era un infierno."
(Testimonio de Joseph Schupack, deportado) |
(Durante una de las marchas de la muerte)"Jensen, Koslowski, Wagner
y Riedl golpearon a muerte a tres o cuatro chicas porque se habían
lanzado sobre un montón de remolachas podridas... Cada noche oía
a Koslowski hablar del número de chicas a las que había matado
a tiros durante el día. No sé cuántas eran en total,
pero normalmente mataba entre dos y cuatro cada día. Cierta vez
Koslowski me dijo que Wagner le había ayudado a matar a unas mujeres.
Vi que Dörr las golpeaba repetidas veces con una brutalidad extrema.
Recuerdo que cierta vez una chica se desplomó de inmediato bajo
sus golpes. Schmidt, Schäfer y Reitsch trataban a las mujeres con
mucha brutalidad."
(Interrogatorio de una guardiana) |
"(...) El establo era una cabaña de madera de una sola planta.
Su interior estaba muy oscuro y lleno de toda clase de porquería.
En cuanto vi a aquellas personas me llevé una tremenda impresión,
y no podía creer que un ser humano pudiera estar tan degradado,
desnutrido y delgado e incluso vivir en tales circunstancias (...) Personas
encima de otras como ratones, demasiado débiles hasta para levantar
un brazo. Además de que sus ropas estaban sucias, desgastadas, les
venían grandes, tenían desgarrones y roturas, en general
estaban cubiertas de excrementos humanos. Padecían severas diarreas
y evacuaban cada dos o cinco minutos. Estaban demasiado débiles
para poder ir andando a otro sitio y hacer de vientre (...) Cuando le pregunté
la edad a una de las chicas, me dijo que tenía 17 años, cuando
a mí no me parecía que tuviera menos de 50.
(...) Tras examinar a las pacientes, descubrí que padecían de: 1) desnutrición extrema; 2) enfermedades debidas a deficiencia vitamínica; 3) pies edematosos; 4) congelaciones severas en los dedos de los pies con presencia de gangrena seca; 5) graves úlceras decúbitas; 6) severas toses productivas persistentes que subrayan una patología pulmonar; 7) diarreas con melena y temperatura elevada (...) En la actualidad, muchas están críticamente enfermas y ofrecen un mal pronóstico. Algunas ya han muerto." (Informe de un capitán médico americano, 7-5-1945) |